miércoles, 26 de agosto de 2020

SE BUSCA UN REY (CUENTO DE VERANO)

 

Cada verano me gusta escribir un corto escrito en forma de cuento, inspirado en algún hecho lejano ¿o no? Por lo tanto, hay que entenderlo como ajeno, ¿o no?, a la realidad que vivimos. La realidad, a veces, suele ser más increíble que el mero fruto de la imaginación. El 2020 da de sí para un largo relato, pero ya se me ha adelantado el autor de “El resplandor” y tantos textos del mismo género. En un ingenioso texto de una de mis camisetas reza: “2020 written by Stephen King”.   

 

Érase un extraño lugar en el que un sanguinario dictador veía que llegaba el final de sus días, el final de la represión a un pueblo temeroso por todo el castigo recibido durante tanto tiempo. Fue entonces cuando comenzó la búsqueda de alguien que le sustituyera para seguir gobernando, bajo la misma tiranía, a esa sociedad sometida. Como él se consideraba investido “por la gracia de dios”, quería congraciare con la divinidad para ser bien recibido en ese cielo inventado, ofreciendo a ese dios algún gobernante que fuera de su agrado.

Miró a un lado y a otro, y se dio cuenta de que, después de haber destruido la vida democrática de un país, además, había interrumpido un proceso sucesorio en el que unos sustituyen a otros por el simple hecho de haber nacido en cierta familia. Una forma de poder cuya única forma de legitimación es la tradición. Una práctica irracional y medieval, pero admitida por los individuos convertidos en súbditos. No encontraba nada, y sus secuaces le decían: “no te preocupes, nosotros seremos fieles seguidores de tu tarea de exterminio”. Pero a él mismo le parecían demasiado crueles sus lacayos, y el temor al infierno le forzó a seguir en esa búsqueda por otros mundos.

Buscó en lugares próximos y encontró al hijo de aquél que debería ocupar su lugar, tal vez con mano menos cruel que la suya.   

Al fin murió el dictador. Una especie de paripé dio continuidad a los poderosos que había creado el dictador. Un estado en forma de monarquía en manos de un inexperto. Un pelele que se sometería a los deseos de los más ricos, al que coronaron como rey. La resistencia de los que lucharon contra el sanguinario se esfumó, fueron absorbidos porque sus dirigentes pactaron con el aparente nuevo régimen.

Así comenzó una nueva etapa no exenta de amenazas por aquellos restos de tiempos pasados. Muchos atribuían esa buena nueva al sucesor, al rey impuesto. Un rey adiestrado por el dictador, procedente de una dinastía monárquica, pero pobres como ratas.

Fue tal la propaganda de aquellos pregoneros de la mentira que el pueblo llano lo aceptó como mandamás, hasta el punto que nadie se manifestó en contra cuando se hicieron leyes para que nunca pudiera ser juzgado, hiciera lo que hiciera. Reminiscencias de ese vínculo con lo divino. Ante esta impunidad él pensó en un dicho que rondaba por esos lugares: ¡Ancha es Castilla!

Aquel de lenguaje impreciso y abobado en la expresión se puso en manos de los ricos del lugar a cambio de las indemnizaciones que iría recibiendo. “Tú consigue contratos en lejanos países, y tendrás tu recompensa”, le decían. De esta manera, acumuló una gran fortuna. Para camuflar toda esa riqueza, y eludir a los recaudadores de su reinado, se lo llevaba a otros lugares.

Los súbditos conocían los tejemanejes de su rey, pero callaban y no hacían nada para denunciarle. A esa exagerada ambición se unía su afición por el sexo, cayendo, a una edad madura, en la lascivia. Con tanto dinero acumulado se permitía pagar a toda una legión de cortesanas, atraídas más por el dinero que por el atractivo personal del personaje.

La impunidad y la ausencia de protesta popular le cegaron y le arrastraron a cometer una serie de desmanes tan abundantes que alarmaron, incluso, a los más pudientes del lugar, hasta el punto de que estos le dieron un toque. Fue entonces cuando el pueblo comenzó a despertar y darse cuenta de lo que tenían. Después de hacer público algunos de sus desatinos se inició el declive de su reinado, de tal manera  que le llevaría a la abdicación. Allí estaba su vástago para sustituirle con esa irracional forma de sucesión, más propia de tiempos muy, muy remotos. Así que negando aquel dicho de “a rey muerto, rey puesto”, se originó una situación confusa, extraña y, hasta, ridícula: dos reyes y dos reinas en vida.

Todos vivían en la opulencia: palacios, riquezas, servicios, etc. No tenían ninguna necesidad de violar la ley. Esa ley diseñada para protegerles a ellos y castigar a los súbditos. Pero lo hicieron. Fue tal el escándalo, que el sucesor renunció a la herencia del padre, sin darse cuenta que lo esencial de la herencia es la sucesión en la corona. Pero él siguió en su puesto. Se hizo un lío, pero, como cuentan, ahí siguió. Claro, el nivel intelectual medio de los protagonistas y de sus asesores no daba mucho más de sí. Dijo eso y se quedó tan ancho. Sabía que esto era un trágala para el pueblo, y que no sería necesaria la fuerza contra una sociedad manipulable y, por entonces, dormida, aturdida y navegando a la deriva en un mar de incertidumbre.  

Pero no quedó ahí la cosa. Un día se despertó la población con la noticia de que ese prócer, ese salvador de la patria, ese que todo lo hacía pensando en lo demás, en ese pueblo redimido, se había fugado. Un simple edicto de su sucesor anunciaba que su padre, al que tildaban de emérito, se había ido. No se sabía dónde. La gente impasible esperaba, día tras día, que le dijeran el lugar de destino. Así que un buen día, después de múltiples especulaciones, de que si estaba en un sitio o en otro, se enteraron de que se había ido a un lugar amigo (de él) en el que los Derechos Humanos brillaban por su ausencia. Era ese lugar cuyos jefes le ayudaron  a hacerse multimillonario. Se cerraba el círculo.

A pesar de ello, nadie garantizaba que aquél no regresara una vez pasada la tormenta de verano, ya que fue en plena canícula cuando ocurrieron estos últimos acontecimientos de fuga clandestina.

Cuentan aquellos y aquellas que lo vivieron que la sangre no llegó al rio. Pasó el tiempo, los desmanes no fueron juzgados, el viejo rey pasó los pocos años que le quedaban de vida en lugares lejanos, el pueblo se olvidó de él. El sucesor siguió en su puesto, aunque muy tocado por toda la triste historia que arrastraba.

 

jueves, 6 de agosto de 2020

ACERCA DE LA FUNCIÓN DE LA ESCRITURA, Y DE OTRAS ARTES

Además de un conjunto de textos más extensos, desde hace unos cuantos años, he escrito (al margen de mi actividad profesional) unos 195 artículos, o escritos cortos, publicados en varios diarios digitales y en mi propio Blog. Quería llegar a los 200 y cerrar un capítulo. Nunca mejor dicho. Le decía hace poco a un amigo que me va a costar escribir estos últimos cinco, porque, poco a poco, me he ido dando cuenta de que, en estos tiempos que corren, la palabra escrita, en el contexto de lo que se conoce como pensamiento crítico, es del todo ineficaz. En el anterior escrito de mi Blog decía: “De cualquier forma, venga la propuesta y la crítica de ese pequeño sector (ajeno a los mass media), o de los independientes que se atreven a participar en este juego del pensamiento crítico, su influencia es absolutamente nula. No se cambia (en estos momentos) un modelo o un sistema, por muy podrido que esté, por medio de la palabra escrita”. Bien es cierto que el abultado comercio de la narrativa y de las editoriales cumple una función primordial en esa tarea de enajenación de ciertos sectores que formalmente se sienten más avanzados intelectualmente, y por imitación, en otros que quieren parecerse. Pero esta afición lectora, potenciada por el poder real, es altamente contaminante.

Sin embargo, algunos se preguntan: si Sócrates, Platón y otros tantos han llegado hasta nuestros días a través de sus escritos: ¿por qué no vamos a poder hacerlo ahora? La “libertad de expresión” (limitada) y los medios a nuestro alcance permiten que proliferen textos, artículos, videos, discursos, comentarios en redes, etc. Precisamente esa enorme abundancia de escritos y medios de transmisión, no permite separar el “trigo de la paja”, la lectura reposada, ni la formación de corrientes críticas. Y tampoco se profundiza en la proyección de lo que se cuenta, en momentos como los que vivimos.

No obstante, el pensamiento crítico expresado por escrito o verbalmente, junto a la música y a otras artes, ha jugado un importante papel en épocas y momentos cruciales de la historia. Recordemos, sin alejarnos demasiado, en la intervención de los “canta autores” en la lucha contra las dictaduras. Los textos, entonces, del Materialismo Histórico y sus derivados. Y, de forma destacada, el papel de Víctor Jara y su criminal tratamiento. Pero hoy día, las artes y lo que se conoce, erróneamente, como cultura se han convertido en mercados que el propio sistema promociona. Pensemos en el actual papel de Serrat y Joaquín Sabina, en sus actuaciones masivas y en sus giras internacionales, por ejemplo, y en los “intelectuales oficiales” de baja talla moral e intelectual: Sabater, Muñoz Molina, Pérez Reverte y el adoptado Vargas Llosa. Esto es lo que tenemos.       

 

El papel de la observación, del análisis y de la reflexión crítica, hoy día, en una sociedad como ésta -desmembrada, desideologizada, absolutamente manipulable, temerosa, desestructurada y muy polarizada entre pudientes y no pudientes- no tiene cabida.

  

Siempre he pensado que cuando alguien escribe, que no sea un producto comercial, lo hace, en primer lugar, para uno mismo, y luego, por aquello de aportar algo que puede conectar con el pensamiento de otros, en la idea (hoy lo veo que cargado de ingenuidad) de que ello pudiera dar un poco de luz a esta sociedad. Cuando escribí mi primer libro sobre esta materia, allá por el año 2011, relativo a mi aportación, decía: “Por nuestra parte, iremos desgranando poco a poco los aspectos que constituyen una compleja manera de vivir con el fin de dar luz a quienes se les niega de manera permanente, de contrarrestar los lodos que nos impiden movernos como seres humanos, de limpiar el ambiente turbio que ciega a unos y a otros: a los que tienen y a los que no; de despertar alguna que otra conciencia dormida; intentaremos, en suma, establecer las claves de esto que consideramos los límites de la sinrazón”.

Pero ahora, durante todo este tiempo, desde que comencé a escribir, han cambiado bastantes cosas. Lo fundamental: desde lo que se conoce como crisis del 2008 la evolución social ha sido muy rápida, y a peor: considerable aumento del paro y el empleo cada vez más precario, pérdida considerable de lo que se conoce como estado de bienestar, con un importante aumento de la indiferencia acompañada de la pérdida de la poca conciencia social que quedaba. Una evidente muestra de ese deterioro fue el adelanto electoral y el triunfo de la derecha en 2011. Desde entonces no hemos levantado cabeza. Por el contrario, el fascismo ha aprovechado la ocasión.

Por otra parte, en lo personal, he ido perdiendo la ingenuidad, y observando la ineficacia de tareas que se limitan al exclusivo terreno de lo intelectual, en estos tiempos que corren. Ya ocurrió en otros momentos, cuando algunos creíamos que la militancia política podría cambiar el sistema desde dentro. El desencanto lo recogí en un capítulo de una breve historia de mi vida. Apartado que titulé: “Para qué sirvió todo aquello”.

 

En consecuencia, hay que ser consciente de que, hoy por hoy, no encontramos ninguna vía por la que caminemos hacia posiciones vitales de progreso. Por el contrario, vivimos en condiciones peores que hace algunas décadas. Asistimos al agotamiento de un sistema, sin alternativa, lo que nos sitúa en una incertidumbre de larga duración.

Concluyamos, pues, en que las críticas individuales o en pequeños grupos, a través de escritos, o verbales, no aportan soluciones, sobre todo cuando su contenido se centra en la coyuntura o es crónica política. Por lo tanto, a mi modo de ver, aquello que escribamos debe ir un poco más allá, profundizando en la naturaleza de nuestra especie y en su evolución. Una lenta evolución en la que 2000 años no es nada.