Esta sociedad nuestra, poco a
poco, se va dando cuenta de la verdadera identidad de quiénes nos gobiernan, de
sus capacidades, de sus limitaciones, de sus intereses. Hay dos razones que
justifican este sentimiento generalizado, dos razones que interaccionan. Por un
lado, después de más de 30 años, gran parte de la ciudadanía ha ido despertando, comprueban que ese papel de representatividad
que se atribuyen los políticos es falso. Motivos no les faltan, no nos faltan.
Por otro, la política se ha convertido en profesión, se ha ido formando un
grupo estable, al que sin error se le denomina casta, que, o bien se sientan en los escaños
(también ocurre en los ayuntamientos), o
son colocados en instituciones públicas o privadas, o se quedan como liberados
en su partido. Algunas voces se alzan reclamando un “barrido” general, diciendo
que ese grupo que nutre los Parlamentos y demás entidades desaparezca y den
paso a nuevas caras, supongo que se refieren a personas honestas, libres de
vicios y de rutinas. Pero esto no deja de ser pura fantasía. Es el deseo de
muchos y muchas que traducen su desesperación en aquello que linda con lo
onírico.
En ese marco de convivencia enquistada,
de desilusión perdida, de no saber por donde tirar, aparecen figuras esperpénticas
que refuerzan el desanimo, la desesperación o la impotencia. La reciente
aparición en televisión de un individuo nos pone ante nuestros ojos la
estupidez, la pobreza personal e intelectual de un tipo que ha sido el director de orquesta de una panda de sinvergüenzas que, por una u otra vía, se han
llenado los bolsillos. Él se encuentra entre estos que se han enriquecido. Eso,
el hecho de tener repletos los bolsillos,
es lo que le permite dirigirse a las cámaras con esa aparente seguridad sin ningún tipo de pudor cuando balbucea esa sarta de insensateces
que salen de unos inmóviles labios incrustados en una cara que, cuando gesticula, muestra expresiones que bien podrían ser escenas de
un thriller.
Actos como este, actos insustanciales
en su contenido, nos dan una muestra inequívoca de la personalidad y nivel
intelectual de los que nos “dirigen” políticamente. Sin embargo, todas las
cadenas de radio y TV han ocupado gran parte de su programación en reproducir y
comentar el huero acontecimiento retransmitido inicialmente, lo que
dice muy poco a favor de todos esos medios de comunicación que nos bombardean
con noticias banales, que se repiten hasta la saciedad, y que logran aburrir a
un sector que poco a poco se va desenganchando, lo que no deja de tener algo de
positivo. Tendrán que inventar nuevas fórmulas, porque su finalidad está claramente
definida.
Es posible que nuevos imbéciles con responsabilidades políticas vuelvan a aparecer en TV. Es posible que sigan con sus insustanciales declaraciones, insultando nuevamente a la inteligencia colectiva. Nunca aprenderemos del todo, ni todos los que componemos estas sociedades, siempre habrá quienes les sigan votando para bochorno y vergüenza ajena de los que deseamos gobernantes sensatos, instruidos, capaces y con sentido ético en sus actos como responsables políticos.
Es posible que nuevos imbéciles con responsabilidades políticas vuelvan a aparecer en TV. Es posible que sigan con sus insustanciales declaraciones, insultando nuevamente a la inteligencia colectiva. Nunca aprenderemos del todo, ni todos los que componemos estas sociedades, siempre habrá quienes les sigan votando para bochorno y vergüenza ajena de los que deseamos gobernantes sensatos, instruidos, capaces y con sentido ético en sus actos como responsables políticos.
Hay un pequeño fallo en la exposición anterior.El titular se preguntaba si un imbécil puede ser presidente de gobierno de esta España...y falta la respuesta.
ResponderEliminarLa respuesta es un SI,tajante,rotundo.Pero faltan otros requisitos además del de la imbecilidad.A juzgar por lo que tenemos también
debe ser mentiroso y sinvergüenza.
No digamos del eximio ex-bigotitos.
Evidentemente la pregunta es retórica. Los que son elegidos presidentes de gobierno en las urnas son, previamente, elegidos por el poder real para que cumplan su labor a favor de los que más tienen. Luego, esos presidentes jubilados son recompensados con consejerías de grandes multinacionales.
EliminarMi propuesta, como dejo constancia en mis artículos, es la abstención.
Un saludo.