En esto de los comportamientos, aunque sea para negarlo, es imprescindible hablar de ética o moral, por eso estos términos aparecen de forma repetida en el conjunto de ese escrito. Es necesario llevar a cabo un desarrollo, de manera que cuando lo mencionemos lo hagamos con precisión, alejados de la ambigüedad.
Ya hemos
tratado la ambigüedad en otro apartado. Esto de la ética y la moral se
encuentra en ese marco de lo ambiguo.
Esos
términos, con esa característica de imprecisión, se viene tratando en el ámbito
educativo, e, incluso, con cierta asiduidad, en el lenguaje vulgar, aunque no
se sepa muy bien lo que se quiera decir. En los textos de filosofía de la
enseñanza secundaria, en mis tiempos, aparecía un bloque con ese título: Ética
y Moral, basado en los textos de los clásicos griegos. Supongo que la tarea del
alumnado era simplemente aprendérselo de memoria, pero sin que aquello
influyera, en lo más mínimo, en las conductas de cada cual.
La mayoría
de las definiciones encontradas en “la enciclopedia Google”, incluida las de la
RAE, no distinguen una cosa de la otra. Buscamos Ética y nos dicen: “Disciplina
filosófica que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el
comportamiento humano”. Luego buscamos Moral: “Disciplina filosófica que
estudia el comportamiento humano en cuanto al bien y el mal”.
De todo lo
visto podemos deducir del tratamiento que se le da allí donde se menciona, que
tanto la ética como la moral, sin que podamos distinguirlo, tienen que ver con
el bien y el mal, y con los comportamientos. Pero no se aclara que se considera
el bien o el mal, ni, sobre todo, los valores y contravalores que determinan
una cosa u otra. Pero lo más importante es que lo que no se hace en su tratamiento es vincular los comportamientos al
modelo socioeconómico vigente en cada momento.
En la
literatura ad hoc, tampoco se aclara con precisión que es eso de ética o
moral. A lo más que se llega es a citar los términos en el texto. “Es
éticamente reprobable”, “su comportamiento ético…”, etc.
Las religiones cristianas establecen unas
normas en forma de mandamientos y dogmas que aunque obligan a los creyentes han marcado
ciertas pautas que alcanzan a la mayoría de la población de occidente. Por otra
parte, en 1948 se redactó La Declaración universal de los DDHH, pero su
aplicación se reduce a su lectura, de vez en cuando.
Porque todo
ello se encuadra en un sistema capitalista, ya que en otro diferente las
acciones que se llevan a cabo contra la igualdad y la justicia serían
comportamientos delictivos. Porque la explotación, el vivir del trabajo de
otros, vivir de las rentas, la acumulación, la manipulación, la mentira, etc.
deberían ser delitos, desde la óptica de lo humano.
El poder en
un sistema injusto, desde la óptica de la desigualdad, imponen el ideario a una
población débil, incapaz de elaborar el suyo propio.
En
consecuencia, ética y moral se limitan a ser una disciplina académica poco
relevante. Por lo que es preferible hablar de comportamientos en una sociedad,
en su mayoría, dirigida por el poder dominante. En una minoría de oposición al
sistema se entremezclan comportamientos variopintos sin que exista unas reglas
que unifiquen mínimamente dichos comportamientos. Las ideologías se han
difuminado hasta su total desaparición, por lo que hay que conformarse con el
ideario de cada cual. El materialismo histórico, como base ideológica,
ha desaparecido de los partidos políticos denominados, en otros tiempos, de
izquierda.
Como digo,
en unas sociedades mansas se habla y se actúa tal como quieren quienes las
dirigen. En esa minoría que se escapa, y que me atrevo a calificar de pensante,
no hay unanimidad en sus comportamientos. La vida en sociedades como la nuestra
la convivencia es tan compleja que da lugar a comportamientos que, aunque con
similares intenciones, son diferentes. Lo que ha desaparecido, en todos los
ámbitos, es la protesta, la subversión y, no digamos, las acciones
revolucionarias. Gentes con aparentes formas de progresismo no deberían
confundirnos, porque intenta dar una imagen de personas de izquierdas, pero sus
comportamientos son semejantes a los de los ricos sin aparente diferencia. El
deseo de acumulación está tan generalizado que ha pasado a la categoría de
normal.
Las ONG y
esas fundaciones “filantrópicas”, en el marco de los comportamientos, son simplemente negocios más o menos sucios
que sirven al sistema como válvulas de escape para tranquilizar conciencias
imprecisas y confusas.
Nota. Mi
posición personal, según la concepción ética, consiste en que mis comportamientos
se soportan sobre la razón, la igualdad y la justicia.