El sistema socioeconómico actual se sustenta,
básicamente, sobre tres pilares: el modelo político, el modelo educativo y
cultural y las técnicas alienantes para distraer y embelesar a las masas de su
realidad (pág. 40, http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico).
Cuando alguno de estos tres elementos se tambalea, como es el caso, se intenta reforzar los efectos de los otros
dos, con la intención de salvar los restos del naufragio. El otro día escuché en algún medio que el
fútbol era la religión del siglo 21 (sic), y motivos no le faltan, solo hay que
observar los últimos acontecimientos futbolísticos, donde las más altas
instancias de dos países, España y Portugal, estaban presentes en las gradas de
“honor”. Por si fuera poco, tenemos un campeonato mundial a la vuelta de la
esquina. En lo educativo, los recortes, la vuelta al pasado y, en general, la
usencia de una tecnología educativa que permita definir procesos formativos y el
desarrollo intelectual de niños y jóvenes, redundan en una nefasta e
intencionada formación. Enajenación mediante técnicas alienantes y sometimiento
y obediencia a través del paso por la escuela y la universidad son los
instrumentos que tratan de paliar el derrumbe del modelo político.
Lo que llaman crisis va más allá de lo
netamente económico. Nos atrevemos a decir que va más allá, incluso, de una
crisis global del sistema de producción capitalista, aunque para entendernos
utilicemos el término como recurso lingüístico. Nos unimos a quienes dicen que
lo que nos está ocurriendo forma parte de la evolución propia de la especie;
que el capitalismo no se fundó y, en consecuencia, no es posible refundarlo en
una situación de agotamiento como la que padecemos.
No es fácil averiguar la relación causa-efecto
entre la agonía del sistema y el derrumbe del modelo político. Lo que si
podemos asegurar es que ahora van de la mano. Al debilitamiento progresivo de
la actividad productiva y comercial, a la aparición del mercado del dinero, al enorme
paro, a la desigualdad extrema, a todo esto, como elementos fundamentales del
sistema en estos momentos, le acompaña el descredito de la práctica política al
uso como una pieza más de contención y engaño para mantener un sistema de
clases.
Centrados en el caso de este país
nuestro, hemos comprobado cómo se diluye el voto en las elecciones europeas del
presente mes, rompiendo con el modelo de alternancia
bipartidista. Algo parecido ha ocurrido en los demás países de la UE, siguiendo
la pauta iniciada en las últimas elecciones alemanas, y forzando a la formación
de una coalición de gobierno entre conservadores y socialdemócratas.
Las dos formaciones,
de momento, más grandes en cuanto a número de votantes, PSOE y PP, constituyen
el soporte político que el sistema necesita. Cuando
las distintas opciones políticas no ofrecen modelos sociales y económicos
claramente diferentes, no constituyen alternativas válidas. Cuando esas
opciones, abierta o subrepticiamente, asumen el mismo sistema económico y la
misma organización social, y se soportan sobre ellos, se burlan de los
ciudadanos, abusan de su ignorancia (generada intencionadamente), vacían de
contenido cualquier atisbo de auténtica democracia y convierten la política en un
simple mercado. Y este juego parece que ha tocado techo.
En algunos países las formaciones de corte fascista han incrementado de
forma alarmante el número de votos, llegando incluso a ser la fuerza más
votada, como es el caso de Francia, por ejemplo. Afortunadamente, en España, a
la vez que en Gracia, la grieta, como ellos mismos dicen, la han protagonizado
grupos que ofrecen una verdadera alternativa social y democrática.
En esta última cita electoral, el voto se ha fraccionado tanto que, de ser
así en el caso de unas elecciones generales al Parlamento, la complejidad para
formar Gobierno sería tal que podría llevar a una situación de
ingobernabilidad. En este caso, ni la unión de las dos mayores formaciones
suman el 50% de los votos.
Sorprendentemente, irrumpe una nueva formación con el nombre de Podemos, creada hace tan solo cuatro
meses. Un grupo sin apenas estructura, ni dinero, pero que, a pesar de ser desconocidos
por amplios sectores sociales, han obtenido casi un millón y medio de votos, convirtiéndose
en la cuarta fuerza política, y la primera en sitios tan emblemáticos como
Rivas Vaciamadrid, feudo de IU hasta ese momento.
Un grupo que alienta a una juventud que parecía indiferente ante los
partidos de corte tradicional. Y no sólo a esa juventud que quiere ver cosas
nuevas en política, sino también a todas aquellas personas de talante
progresista que han elegido la opción de la abstención como medida de protesta ante
una práctica política que se dedica a defender los intereses propios y los de
los ricos.
Ahora, sus militantes se han convertido en presa de los medios de
comunicación y están en el punto de mira de esos “tertulianos” trasnochados,
adalides de la más rancia tradición. Sin disponer de muchos más datos, a mí me
parece que se inicia una nueva etapa en el terreno político con lo que pudiera
ser un imparable crecimiento de Podemos.
Un crecimiento inevitable si no les cortan el paso, cosa que intentará el poder
con todos los medios a su alcance. Sus dirigentes deben analizar con talento y
prudencia la aproximación a otros grupos políticos de corte convencional, y me
refiero en concreto a IU. Su campo de acción deben buscarlo entre aquellos que
han optado por la abstención activa, en los movimientos sociales no adscritos a
grupos políticos y, en general, en los sectores sociales más desfavorecidos.
Desde estas breves líneas, y con todos nuestros mejores deseos, auguramos un futuro de éxitos crecientes a Podemos.