miércoles, 28 de mayo de 2014

CRISIS SÍSTEMICA Y DERRUMBE DEL MODELO POLÍTICO

El sistema  socioeconómico actual se sustenta, básicamente, sobre tres pilares: el modelo político, el modelo educativo y cultural y las técnicas alienantes para distraer y embelesar a las masas de su realidad (pág. 40, http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico). Cuando alguno de estos tres elementos se tambalea, como es el  caso, se intenta reforzar los efectos de los otros dos, con la intención de salvar los restos del naufragio.  El otro día escuché en algún medio que el fútbol era la religión del siglo 21 (sic), y motivos no le faltan, solo hay que observar los últimos acontecimientos futbolísticos, donde las más altas instancias de dos países, España y Portugal, estaban presentes en las gradas de “honor”. Por si fuera poco, tenemos un campeonato mundial a la vuelta de la esquina. En lo educativo, los recortes, la vuelta al pasado y, en general, la usencia de una tecnología educativa que permita definir procesos formativos y el desarrollo intelectual de niños y jóvenes, redundan en una nefasta e intencionada formación. Enajenación mediante técnicas alienantes y sometimiento y obediencia a través del paso por la escuela y la universidad son los instrumentos que tratan de paliar el derrumbe del modelo político.
Lo que llaman crisis va más allá de lo netamente económico. Nos atrevemos a decir que va más allá, incluso, de una crisis global del sistema de producción capitalista, aunque para entendernos utilicemos el término como recurso lingüístico. Nos unimos a quienes dicen que lo que nos está ocurriendo forma parte de la evolución propia de la especie; que el capitalismo no se fundó y, en consecuencia, no es posible refundarlo en una situación de agotamiento como la que padecemos.
No es fácil averiguar la relación causa-efecto entre la agonía del sistema y el derrumbe del modelo político. Lo que si podemos asegurar es que ahora van de la mano. Al debilitamiento progresivo de la actividad productiva y comercial, a la aparición del mercado del dinero, al enorme paro, a la desigualdad extrema, a todo esto, como elementos fundamentales del sistema en estos momentos, le acompaña el descredito de la práctica política al uso como una pieza más de contención y engaño para mantener un sistema de clases.
Centrados en el caso de este país nuestro, hemos comprobado cómo se diluye el voto en las elecciones europeas del presente mes, rompiendo con el modelo de alternancia bipartidista. Algo parecido ha ocurrido en los demás países de la UE, siguiendo la pauta iniciada en las últimas elecciones alemanas, y forzando a la formación de una coalición de gobierno entre conservadores y socialdemócratas.
Las dos formaciones, de momento, más grandes en cuanto a número de votantes, PSOE y PP, constituyen el soporte político que el sistema necesita. Cuando las distintas opciones políticas no ofrecen modelos sociales y económicos claramente diferentes, no constituyen alternativas válidas. Cuando esas opciones, abierta o subrepticiamente, asumen el mismo sistema económico y la misma organización social, y se soportan sobre ellos, se burlan de los ciudadanos, abusan de su ignorancia (generada intencionadamente), vacían de contenido cualquier atisbo de auténtica democracia y convierten la política en un simple mercado. Y este juego parece que ha tocado techo.
En algunos países las formaciones de corte fascista han incrementado de forma alarmante el número de votos, llegando incluso a ser la fuerza más votada, como es el caso de Francia, por ejemplo. Afortunadamente, en España, a la vez que en Gracia, la grieta, como ellos mismos dicen, la han protagonizado grupos que ofrecen una verdadera alternativa social y democrática.
En esta última cita electoral, el voto se ha fraccionado tanto que, de ser así en el caso de unas elecciones generales al Parlamento, la complejidad para formar Gobierno sería tal que podría llevar a una situación de ingobernabilidad. En este caso, ni la unión de las dos mayores formaciones suman el 50% de los votos.
Sorprendentemente, irrumpe una nueva formación con el nombre de Podemos, creada hace tan solo cuatro meses. Un grupo sin apenas estructura, ni dinero, pero que, a pesar de ser desconocidos por amplios sectores sociales, han obtenido casi un millón y medio de votos, convirtiéndose en la cuarta fuerza política, y la primera en sitios tan emblemáticos como Rivas Vaciamadrid, feudo de IU hasta ese momento.
Un grupo que alienta a una juventud que parecía indiferente ante los partidos de corte tradicional. Y no sólo a esa juventud que quiere ver cosas nuevas en política, sino también a todas aquellas personas de talante progresista que han elegido la opción de la abstención como medida de protesta ante una práctica política que se dedica a defender los intereses propios y los de los ricos.

Ahora, sus militantes se han convertido en presa de los medios de comunicación y están en el punto de mira de esos “tertulianos” trasnochados, adalides de la más rancia tradición. Sin disponer de muchos más datos, a mí me parece que se inicia una nueva etapa en el terreno político con lo que pudiera ser un imparable crecimiento de Podemos. Un crecimiento inevitable si no les cortan el paso, cosa que intentará el poder con todos los medios a su alcance. Sus dirigentes deben analizar con talento y prudencia la aproximación a otros grupos políticos de corte convencional, y me refiero en concreto a IU. Su campo de acción deben buscarlo entre aquellos que han optado por la abstención activa, en los movimientos sociales no adscritos a grupos políticos y, en general, en los sectores sociales más desfavorecidos. Desde estas breves líneas, y con todos nuestros mejores deseos,  auguramos un futuro de éxitos crecientes a Podemos.