Una nueva fuerza
política aparece en nuestro país a raíz de unas elecciones al Parlamento de la
UE (mayo de 2014), convocatoria de bajo interés para la ciudadanía, como
muestra el alto porcentaje de abstención. Con el nombre de PODEMOS, este grupo
se presenta por primera vez a unos comicios, obteniendo unos resultados
sorprendentes. En realidad, no es fácil encontrar vínculos directos entre sus
dirigentes y los movimientos sociales que se inician al comienzo de esta
década, en particular con el 15M.
El éxito
electoral de PODEMOS (cerca del 8% de los votos y 5 eurodiputados) tiene lugar
en un contexto nuevo en el que el modelo de alternancia bipartidista (PP, PSOE)
entra en quiebra, en sintonía con lo que ocurre en otros países europeos. Por
otro lado, se nutre de quienes buscan una izquierda real, alejada de los vicios
y rutinas de los ritmos que marca el poder económico, es decir, de los que
manejan el sistema.
PODEMOS vive
ahora momentos de “gloria”, lo que les permite intervenir con cierta euforia y
un sentimiento triunfalista, aunque su éxito no se sustente sobre unas sólidas
bases científicas, ni prácticas. El fenómeno proporciona audiencia y, en
consecuencia, los medios de comunicación se hacen eco de su victoria, dándoles,
de momento, amplia participación.
Después de dos
meses, la derecha ultramontana está muy alterada. Las declaraciones de los del
PP intentan echar toda la mierda que pueden sobre los dirigentes de PODEMOS. Mienten
sin pudor, cosa que saben hacer mejor que nadie, resucitan a grupos y rememoran acontecimientos que ya
son historia o nos trasladan a otros lejanos lugares que no tienen el menor
interés para la mayoría de los ciudadanos de a píe de este país. El fenómeno
les ha sorprendido más que a nadie. En estos momentos de hegemonía casposa, se
sienten a sus anchas gobernando como partido único. Se sienten poderosos porque
ningún otro partido de la oposición les cuestiona seriamente la arbitrariedad con la que nos están llevando a las cavernas. Pero
ahora surge un grupo que les arrebata un pedazo de poder político. Lo peor,
para los del PP, es que estos nuevos políticos sintonizan con amplias capas sociales que permanecían
aletargadas ante el tedio y la desgana de los partidos de lo que se conoce como
izquierda. Esa pérdida de poder del partido reaccionario se traduce en miedo.
Miedo a la pérdida de su poder político, de sus privilegios y de sus prácticas
corruptas. Pero su soberbia y su torpeza les impide ver que cada vez que atacan
a PODEMOS les engrandecen cualitativa y cuantitativamente.
No es posible
pronosticar con precisión el futuro político de este país y, en particular, la
trayectoria de PODEMOS. En una primera aproximación, todo hace pensar que
tendrá bastante más apoyo popular en las dos convocatorias que se avecinan
(Municipales-Autonómicas y Generales). El grupo de los que se abstienen
constituye una impresionante “cantera” para acumular votos que ahora no saben a
dónde ir. Sin lugar a dudas, PSOE e IU se resentirán por el indiscutible crecimiento
futuro de PODEMOS, aunque el objetivo debería de ser dejar a los del PP en
franca minoría.
Somos optimistas
respecto a las expectativas electorales de esta nueva formación. Sin embargo,
no tanto con las posibilidades de cambio socioeconómico
que prometen, si es que llegan a tener poder político suficiente. Aparecer en escena y ganar por la vía de este modelo
político no garantiza el derrumbe del actual sistema, aunque se encuentre herido de muerte. Los que tienen el poder
económico se defenderán con uñas y dientes para no perder ese omnímodo poder. Las grandes transformaciones se han producido
a lo largo de la historia cuando otros agentes se han apoderado del control
económico para, posteriormente, establecer las estructuras políticas y sociales
adecuadas a las nuevas clases dirigentes. Y, de momento, no parece que tenga lugar otra
forma de economía diferente a la que tenemos, ni que otro agente trasformador
(sector o clase social) arrebate el poder real a quienes lo tienen.