Ha
habido una coincidencia entre el comienzo del verano y la celebración de las
elecciones del 26J. Durante estos casi tres últimos meses estamos asistiendo a
un proceso semejante al que comenzó a partir del 20D del año pasado. En este
caso el partido “celestina” se ha enganchado al PP para arrastrar al PSOE.
Antes fue al revés. Qué más da. A estos, a los de Ciudadanos, les han encargado que hagan lo que sea para
que la cosa siga igual. La aparición de Podemos les ha descolocado a los de
arriba. Están desesperados, hasta el punto de obligar a hacer, en ambos pactos,
el más espantoso ridículo a los responsables de las partes contratantes. Los de
Ciudadanos por duplicado, les da igual. Han elegido para crear esta formación a
individuos sin criterio propio, y despojados de cualquier valor o principio
ético-moral o ideológico.
A
continuación se muestran un conjunto de reflexiones, fruto de la inferencia de
todos los acontecimientos a los que estamos asistiendo en estos últimos
tiempos. Quizás el hilo conductor, o el resultado de la reflexión global, sea
el convencimiento de la dificultad para gobernar con posiciones de izquierdas,
frente a la facilidad para asumir y seguir las
posiciones de la derecha, aunque el camino que nos marcan nos conduzca al
abismo.
La ineficacia de los
políticos
Lejos
de la diversión programada, de las vacaciones, de la playa, lejos de lo que nos
dicen que hay que hacer, de la desnaturalización, desde casa, tranquilamente,
desde la sensatez, desde el reposo, alejado de lo vulgar, vemos pasar la vida
cargada de acontecimientos de todo tipo, incluidos los políticos. Fuera del
alcance de la manipulación, conscientes de que al pueblo le tratan de imbécil,
sin que se queje, porque lo importante es la diversión, porque lo importante es
ser “feliz”, una felicidad organizada por otros, vacía, banal, inconsciente,
superficial y fugaz. Todo con tal de no pensar.
El
verano es un tiempo en el que parece que todo se paraliza porque todo el mundo
tiene que “divertirse”. Los ricos y los
menos ricos, cada uno según sus posibilidades. En este duro período de calima
desaparecen las “estrellas” mediáticas, quienes nos aburren durante el resto
del año con sus programas de radio y TV. Aparecen los/las
sustitutos/sustitutas, las/los
tertulianas/tertulianos se turnan.
Todo
ha trascurrido como si nada hubiera pasado, pero sí que han ocurrido esas cosas
que hemos observado desde ese natural reposo, desde ese tiempo que uno mismo se
organiza con criterios propios. A pesar de la problemática situación, los políticos también se han tomado vacaciones,
todos salvo ese retén que se quedó para “negociar”.
Desde
ese ya famoso 20D de finales del año anterior hasta la fecha, han pasado ocho
meses, periodo un tanto peculiar durante el cual no ha sido posible formar
Gobierno. Han ocurrido muchas cosas aunque al personal se la trae al pairo. El
Gobierno está en funciones, pero la cosa sigue funcionando igual (de mal). A
pesar de que la mayoría social se ha “divertido”, los grandes medios de
comunicación no han cesado de machacar con los mensajes intoxicadores de rigor.
Los encuestadores y los mass media a
tope. Han tratado de convencernos, y aún continúan, de que la mayoría está
desesperada por no tener un Gobierno estable, y de que los ciudadanos detestan
una nueva convocatoria. Nada más lejos. Si, como anuncian, las elecciones se
celebraran el día de Navidad, podría ser hasta divertido: ¡todos a votar entre
copa y copa! Para presionar a los partidos “rebeldes” para que se rindan,
proliferan preguntas maliciosas del estilo: “¿Si para que no se repitieran las elecciones, la única alternativa fuese
que el PSOE se abstuviera y dejara gobernar a Rajoy a cambio de una serie de
reformas pactadas, ¿qué preferiría?” (El País).
En
un breve resumen, conviene señalar, a grandes rasgos, los más relevantes
acontecimientos ocurridos desde esa convocatoria del pasado año. Ante los
resultados obtenidos por cada grupo, Podemos propuso un pacto de Gobierno con
el PSOE y el apoyo de los nacionalistas. Sin embargo, en un acto que podría
resultar extraño, los socialistas prefirieron pactar con Ciudadanos. La suma de
ambas formaciones era insuficiente para la investidura de P. Sánchez. Las
presiones entonces se centraron en Podemos para que se abstuviera. Una torpe
estrategia del PSOE que le acarrearía malas consecuencias. El mantra antes y después del fracaso de la
investidura era que la culpa del fracaso fue de Podemos que se alió con el PP
para votar no.
Tras
ese fracasado intento se convocaron nuevas elecciones para el 26 de junio con
los consabidos resultados: subida del PP, bajada del PSOE y C’s (los del pacto)
y mantenimiento de Unidos Podemos, aunque con una importante pérdida de votos.
Hemos
asistimos, en este cálido periodo, a una especie de paripé en el que PP y C’s han
negociado tras la aceptación de unas condiciones de los segundos. C’s ha
cambiado el no a la investidura de Rajoy al sí, pasando por la abstención, sin
que el PP haya movido un dedo, haciendo caso omiso de esas confusas e
inconcretas condiciones de los socios.
Aunque
los del PP cuentan con el incondicional apoyo de C’s, no han alcanzado la
mayoría necesaria en las dos primeras intentonas, por eso siguen buscando
desesperadamente la abstención de parte o de todo el PSOE. Los medios más reaccionarios
anunciaban una posible indisciplina de algunos socialistas. Algo que nos retrotrae
a aquello que se conoció como el “Tamayazo”. Pero, de momento, esto no se ha
producido. Sin embargo, lo peor sería que, cara a las elecciones en el País
Vasco, fuera necesario el pacto del PNV con el PP para que el grupo
nacionalista siguiera gobernando. En ese caso, los vascos apoyarían al PP en el
Congreso, o sea, un “cambio de cromos”. ¿Es esta la democracia que deseamos?
Ante
esta serie de acontecimientos es necesario situar a cada partido en el lugar
que le corresponde.
El
PP es el partido de la continuidad con el régimen anterior. Es el grupo que
mejor sintoniza con el poder real. A pesar de estar procesado por corrupción e
inmerso en ella hasta las cachas, sigue siendo, el partido más votado (espacio
para la reflexión). Ciudadanos es un partido de aluvión en una doble acepción.
En la de improvisado, heterogéneo, superficial e inmaduro. Y en la de material
detrítico. Un grupo creado para cumplir una sucia tarea. Unos individuos que
hacen la misma función que los ganchos de los trileros, que los cabestros en
los encierros o que los perros de los pastores que reconducen a las ovejas
“descarriadas”. Les da lo mismo pactar con el PSOE que con el PP, el caso es
facilitar que el control lo sigan teniendo los de siempre. ¿Tienen sus
dirigentes algún tipo de compensación en lo personal? Otro espacio para la
reflexión. Todo ello le convierten en un grupo peculiar y fungible, llamado al
fracaso, mientras se mantenga el PP como fuerza hegemónica de la derecha. El
PSOE se mueve entre la imagen que quiere representar y los intereses que ha
defendido mientras gobernaba. Se autoubican en lo que se conoce como izquierda,
pero sus posiciones son las mismas que las de la derecha. Por eso se resiste a
cualquier tipo de acuerdo con Podemos. Podemos se ha convertido en el partido
de la contestación al actual modelo político, pero sus posiciones no llegan a
ser de una auténtica izquierda que combata al actual sistema. Basa sus
propuestas en el crecimiento y el consumo y no cuestiona con firmeza la
desigualdad, y mucho menos la actual práctica de privatización de servicios.
Pero la oligarquía cerril, en la idea de que este grupo no sea una creación del
poder, parece que les tiene miedo.
Sea
cual sea el papel que cada uno de ellos ocupa, todos los grupos ajenos al del actual
Gobierno en funciones, y al de sus socios, pueden ser tachados de cobardía. Es
verdad que un elevado porcentaje de ciudadanos, representados por determinados
partidos políticos estamos hartos de un Gobierno como el actual. Cada vez que
tienen oportunidad, los dirigentes opositores se manifiestan en contra, pero
son incapaces de unirse aunque sólo sea para llevar a cabo un acto de protesta,
visible para sus votantes. Sería tan sencillo como concentrarse en el
Parlamento, supuesto poder político emanado de la soberanía popular, y no
moverse de allí hasta que se conformara un poder ejecutivo que fuera
representativo del sentir mayoritario. Eso sería incumplir las normas, sería un
acto de rebeldía, pero, por lo que parece, no hay fuerza, ni voluntad para ello.
La torpeza del PSOE
Las
notas características del PSOE han sido la impostura y la falsedad, es decir, el
hecho de presentarse como izquierda cuando su función ha consistido en la defensa
de los intereses de la oligarquía. La historia le situará en el papel que le
corresponde. Algo imperdonable es haber engañado a tantas gentes honradas que
creían en ellos como una fuerza de cambio. Pero es ahora la torpeza, como desarrollaremos más
adelante, el error que con más contundencia ponen de manifiesto.
La
mentira y la falsa estrategia no puede permanecer in aeternum, por eso, con altibajos, su declive comienza después
del periodo de los 14 años de gobierno que finaliza en 1996. No obstante, el
verdadero hundimiento tiene lugar a raíz de las elecciones generales de 2011
cuando pasó de 169 diputados (2008) a 110. Por si fuera poco, en 2015, con un
gobierno corrupto del PP durante cuatro años, pasó a tener 90, y ahora, en esta
segunda vuelta cuenta con 85, y por lo que parece la pérdida de escaños es la
tendencia.
El
PSOE, con el actual reparto de votos, nunca conseguirá –o, al menos, en muchos
años- obtener un resultado que le permita gobernar por sus propios medios. Si
el PSOE, en próximas convocatorias, obtiene más diputados que Podemos, y
pretende formar gobierno, tendrá que contar siempre con ellos. Si por el
contrario es Podemos el que le supera, el PSOE tendrá un problema: o pactar con
Podemos o apoyar al PP. En estos momentos ya se encuentra en esa encrucijada,
pero no es capaz de tomar uno de los dos caminos. De momento ha votado NO a la
investidura del candidato del PP y, pero, por otra parte, no quiere pactar con
Podemos, lo que pone de manifiesto su torpeza porque, a partir de ahora, como
digo, se van a necesitar mutuamente si quieren echar al PP. Sin este pacto el
PSOE jamás tocará poder, salvo que se convierta en lacayo del PP y les otorguen
a sus dirigentes algunas migajas. La pérdida del protagonismo que anteriormente
ha mantenido en esa práctica política de la alternancia le sitúa ahora en el
limbo de la indecisión, de la incapacidad para decidir. ¿O, tal vez, sean las
presiones internas y externas las que les pongan en un brete a esos dirigentes?
Por
eso, quizás, haya motivos de fondo que le impidan pactar con grupos que rompen
con esa práctica bipartidista, desenmascarando, así, a los socialistas y
enfrentarles a sus propias contradicciones. Esas presiones para que se doblegue
deben de ser muy fuertes. El actual equipo
dirigente, como digo, de momento (a día de hoy, como dice Sánchez) mantiene el
tipo y dice que ellos son la oposición al PP, en consecuencia no pueden
apoyarles. Pero, por otra parte, no son capaces de dar un salto hacia la
izquierda (aunque ellos, nominalmente, se autoubiquen en ella). Los viejos
militantes, encabezados por González, ya han perdido los papeles y no se
sonrojan con sus declaraciones. Algunos, sin pudor, se colocan en posiciones
más reaccionarias que las del PP. A estas alturas no nos queda la menor duda de
que el PSOE, insistimos, ha sido siempre un partido defensor de los intereses
de los ricos, con una pátina de falsa progresía.
En
consecuencia, los dirigentes de los socialistas deberían asistir a una terapia
de grupo para que les convenzan de una vez de que han perdido todo aquello que
generosamente el pueblo les ha dado durante tanto tiempo. El declive es
irreversible y su permanencia política está en las manos de Podemos (ahora
Unidos Podemos) y las confluencias, si es que el poder real no acaba con estos
últimos, algo bastante difícil, dada la situación socioeconómica que padecemos,
pero en absoluto descartable, como desarrollaremos más abajo. Si el PSOE actúa
con la torpeza con la que lo viene haciendo desde las elecciones del 20D, si no
quiere, o no puede, fraguar un pacto con la izquierda, las consecuencias son
muy claras. Desde el análisis, a partir de los datos disponibles, pensamos que la
permanencia sin límites del PP puede que
esté garantizada. El futuro de los socialistas es más que incierto. Con
los antecedentes con los que cuenta este país, no sería improbable que se
pudiera consolidar la política de un partido único con una fuerte abstención y
una débil oposición.
Podemos en la cuerda
floja
La
situación política actual en nuestro país pone en evidencia la debilidad del
actual modelo, y muestra que la mentira y la ruindad son los elementos básicos
de su funcionamiento. En algún otro momento hemos dicho que el vigente sistema está
soportado, fundamentalmente, sobre tres
pilares: a) un, intencionadamente, deficiente modelo educativo; b) unas
potentes técnicas alienantes, con unos medios de comunicación intoxicadores; c)
un modelo político chapucero, que se derrumba con el más leve vendaval, tal
como está ocurriendo ahora.
La
dinámica que imprime el actual sistema socioeconómico,
en los países que son conocidos como desarrollados, parece que está encontrando
grandes dificultades para continuar con el mismo brío de las últimas décadas
del anterior siglo. Los países que despegan, como China (paradigma de Estado emergente),
se encuentran con los mismos problemas que los países “ricos” de occidente. El
conflicto entre la necesidad de consumo y el aumento de la mano de obra
desocupada o la precariedad y, sobre todo, la necesidad de crecimiento
permanente predicen una catástrofe de incalculable alcance.
La
situación de aquellos años de finales del siglo XX proporcionaba una aceptable
estabilidad laboral y un cierto grado de bienestar a amplias capas de la clase
trabajadora que, históricamente, han pasado por un proceso que discurre desde
el abandono de las cotas de miseria que padecían en las primeras fases de la
revolución industrial hasta convertirlas en masas consumistas, colmado ese
proceso con un nivel de endeudamiento que ahora se hace insostenible para los
endeudados. Por otra parte, los ricos han multiplicado sus riquezas,
generándose una acumulación de capital de tal calibre que hoy día la
financiación del sistema productivo, que lo venía haciendo a través de la banca,
ha sido sustituida por las fortunas de lo que se conoce como “inversores” que
guardan el dinero en las sociedades offshore
ubicadas en paraísos fiscales. Este cambio es uno de los motivos de las crisis
que sufren ahora los bancos privados nacionales.
Esa
época de crecimiento económico y aparente estabilidad social ha ido forjando
una serie de hábitos basados en el consumo, la diversión (o distracción) y una
falsa igualdad por imitación, aunque cada cual a su nivel económico. El sistema
ha consolidado esa forma de vida que se identifica con lo que se conoce como
derecha política (ahora neoderecha). Es mucho más fácil “vender” la diversión,
las fiestas, las vacaciones, el gasto superfluo, las salidas de fin de semana, aunque
todo ello esté desnaturalizado, que otros valores que tradicionalmente ha
defendido la izquierda, entendiendo por tal una ideología, una corriente política,
de la que hay que excluir a aquellos partidos que se autodefinan como tal,
mintiendo a una sociedad ingenua o ignorante. Estos valores de progreso tienen
que ver con la igualdad, la solidaridad, la defensa de lo público, la
sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. Comparto con R. Simone que las
posiciones de la izquierda, o de las opciones que se le aproximan, son abstractas, laboriosas e inestables
(sic). Lo que pone a prueba cualquiera de esas opciones que intentan llevar a
cabo políticas diferentes a las que el actual sistema permite.
Por
si eso fuera poco, el estigma del socialismo real del área de la extinta Unión
Soviética, aleja a la población de una propuesta diferente a la que nos han
vendido y que se ha consolidado. El término izquierdas está admitido por la
sociedad, aunque su uso es incierto, devaluado y confuso. Sin embargo,
comunismo, o términos semejantes forman parte de un diccionario maldito.
En
el actual panorama político español sigue vigente el binomio izquierda-derecha
con algún que otro añadido. Incluso se maneja el centro a secas, dando lugar a una falacia incorporada a ese
entramado de falsedad global que da contenido a la vigente situación social y
política. De esta manera, hemos vivido durante décadas con el engaño de dos
partidos falsamente antagónicos. El PSOE a la izquierda, PP a la derecha. Pero
esa forma de concebir la vida, ha sido prácticamente igual con unos que con
otros. Las variaciones ocurridas han estado marcadas por los vaivenes, o por la
evolución, del sistema productivo y por las relaciones de producción. En ningún
momento los gobiernos del PSOE han intentado trasformar las posiciones fundamentales
que establece y potencia la derecha.
El
declive del sistema -que está
provocando inestabilidad, pobreza y desigualdad extrema- genera un natural
descontento en las capas más desfavorecidas por esa crisis global. La oportuna
aparición de un grupo como Podemos, que intenta canalizar ese malestar, rompe
con el actual modelo de alternancia bipartidista, creando confusión y
desconcierto en las capas más acomodadas. Para contrarrestar el efecto
“Podemos” se crea otro partido de nuevo cuño, como es Ciudadanos, con lo que la
confusión se multiplica, dando lugar a una insólita situación política de la
que parece muy difícil salir. Las leyes están hechas para un modelo que ya ha se
ha agotado, lo que origina un círculo vicioso: las leyes actuales no permiten
el funcionamiento del ejecutivo y el legislativo por lo que no es posible
cambiar las leyes que amparen la nueva situación.
Podemos
ha crecido de manera exponencial hasta las elecciones del 26J donde se ha
producido una inflexión. ¿Será el último resultado obtenido el techo que podrá
alcanzar este partido? Nadie puede preverlo en este estado de confusión. Lo que
sí parece es que este grupo se va a tener que enfrentar a grandes problemas
para intentar mantenerse o seguir creciendo.
Por
un lado, los ataques de los poderosos que, a través de los medios de
comunicación, no paran de resaltar, por ejemplo, cualquier pequeño error
cometido por algunos de sus dirigentes; todos los comentaristas y tertulianos de
los grandes medios están pagados para llevar a cabo una sucia campaña en contra
de este grupo. Por otro, aquellos que se sienten poseedores de las esencias de la izquierda les
menosprecian, les insultan, les atacan y les consideran una pieza más del
actual sistema. Pero el mayor problema con el que se encuentran es con la “cultura
de la felicidad” desarrollada a lo largo de esos años de bonanza, en los que se
han consolidado esas posiciones de la neoderecha. Hoy por hoy es tremendamente
difícil convencer a las masas de que la vana diversión, el consumo y esa falsa
y limitada igualdad para consumir y ser “feliz”, en un sistema que agoniza, nos
lleva al abismo, de manera que cuando nos queramos dar cuenta de ello ya sea
imposible retornar. El panorama se asemeja a un castillo de naipes en cuya base
se encuentran los económicamente más débiles, pero cuando estos caigan todo el
artificio se vendrá abajo. Podemos, que intenta aproximarse a esa perdida y
añorada izquierda real, ante esa cultura de falsa felicidad, se encuentra en la
cuerda floja con la duda de si estarían
dispuestos a intentar defender unos verdaderos valores anhelados por la
izquierda y convencer con sus propuestas,
o de que otros valores son posibles; con la duda de si sus apoyos populares
irán en aumento; con la duda de si, en
el corto o medio plazo, pudieran desaparecer de la escena política.
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