Existen
términos en el diccionario, la mayoría, con varias acepciones, algunas de las cuales expresan lo definido con precisión, otras con ambigüedad, lo que permite que se conviertan en "cajón de sastre". Es causa de la
imprecisión semántica de nuestro léxico. Queremos referirnos ahora al caso
concreto de la palabra cultura, mal utilizada, intencionadamente, por
protagonistas del mundo de la farándula, y aceptado por el pueblo llano y por ciertos
sectores, supuestamente, ilustrados. Consideran cultura el consumo de cine,
teatro y otros actos de carácter masivo. Y para ellos, para los protagonistas,
cuanto más masivos mejor. Pero eso, no es cultura, como intentaremos justificar
al final del escrito, con un previo crítico de los participantes en el
espectáculo.
Estamos
hartos, al menos yo, de falsos filántropos que aparecen en los medios,
presumiendo de hacer el bien en campañas contra el hambre o promocionando ONG’s,
cuando en realidad es un simple acto de promoción, exposición y exhibición personal.
Otras veces, escriben manifiestos atribuyéndose la autoridad o poder que tal
vez no les corresponda, abusando de la bondad, de la tolerancia, de la
generosidad, quizás de la sumisión de sociedades formadas por individuos con
un incipiente desarrollo intelectual.
Una
vez, Iñaqui Guevara, a la sazón Secretario General de la Unión de actores y
actrices, me invitó a tomar un café. Allí en su despacho, me dijo que un
porcentaje muy pequeño del colectivo de profesionales de este sector podía
vivir de su trabajo. Pero a estos afortunados, sobre todo a la elite, lo que le
importa es su bolsillo y su ego. La solidaridad brilla por su ausencia. Tal vez
sea este el sector en el que la desigualdad entre unos y otros trabajadores sea
la mayor. Un negocio camuflado bajo un término, secuestrado al auténtico acervo
cultural. Lo que hacen, en el mejor de los casos, es espectáculo, como lo es
cualquier evento deportivo. Lo que hacen, repito, no genera cultura.
Días
atrás, he visto en TV a un par de famosos, aprovechándose de ser conocidos para
pedir dinero, amparándose en su tarea artística a la que tildan de cultura. Uno
de ellos era una de las “estrellas”, con un alto caché, de ese programa tan “cultural”
como es “Cuéntame”. ¿Es eso cultura? El otro, que confesaba tener una abultada
cuenta corriente, tampoco se caracteriza por haber hecho películas de culto.
Hay una regla, que me he atrevido a enunciar, sobre la instrumentalización que el sistema hace de los famosos, de la que
uno de los corolarios podría ser el
siguiente: La asignación dineraria de los
famosos es proporcional al efecto alienante que generan.
Hoy,
uno de los dos ha vuelto a la carga en una emisora de radio de ámbito estatal.
La reivindicación se centra en su propio interés, utilizando como tapadera la pena
por la cantidad de puestos de trabajo en precario, aunque, en realidad, los
ERTE’s, los comedores sociales, las familias sin ningún recurso, la pobreza, en
suma, le importa una mierda, lo que quiere es seguir enriqueciéndose. Por
cierto, a este adalid de la lucha sectorial le he visto, hoy mismo, en un
anuncio en TV de algo tan “cultural” como la propaganda de un operador de
telefonía.
La
cultura es algo bastante diferente a la asistencia pasiva a los espectáculos
que llevan a cabo actores y actrices. Aunque algunas o algunos se escandalicen,
me atrevo a decir que asistir a un concierto de música clásica o a una exposición
de arte tampoco añade cultura al asistente.
La
cultura deriva de cultivar, y cultivar es producir. Cultura implica actividad.
Es el crecimiento de alguna dimensión humana. Ha de haber un desarrollo
intelectual o una destreza. Algunos ejemplos: Aprender un idioma, tocar un
instrumento musical, pintar, practicar algún deporte, etc. Siempre con
actividad intelectual o física.
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