Tal vez todo
sea un entramado destinado a eliminar, por cualquier modo, a los humanos, pero
la cara visible son los esbirros de los medios de comunicación, algunos
muestran sus rostros, otros utilizan la pluma o la voz. En esta tarea
depredadora hay que añadir a los tertulianos y todos los programas basura de
los canales de ámbito estatal. Decimos depredadores porque la destrucción
comienza con anular la mente y, una vez conseguido, es posible, incluso, la
autodestrucción.
Alguien me
dijo una vez que había oído que en este planeta sobrábamos unos mil quinientos
millones de personas. Por el contrario, hubo una época en la que el desarrollo
industrial, en la zona más industrializada, estaba necesitado de mano de obra,
tratada como una mercancía más. La tecnología ha sustituido la mano de obra por
medios automáticos o informáticos. Los habitantes de lo que se conoce como
países desarrollados solo les servimos al sistema para consumir, pero a pesar
de ello debemos sobrar, y, en esa contradicción, se inclinan por reducir la
plantilla. Si no fuera así, no entenderíamos la tortura a la que nos someten de
forma continua, a través de los medios.
Estos
“comunicadores” utilizan, sin que ellos lo sepan, la técnica que los psicólogos
llaman la profecía autocumplida, lo que en palabras llanas podría ser
eso de “piensa mal y acertarás”, es decir, nos anuncian, de antemano, los
futuros desastres, y el pueblo llano se los toma al pie de la letra: nos dicen,
ahora, en verano, que el otoño será horroroso que habrá una nueva crisis. Y
poco a poco van introduciendo cambios a peor que van minando a las clases con
mayores problemas, a los más débiles. Lo que pasa es que la marea se extiende y
cada vez se ven involucrados sectores más pudientes. Esto nos recuerda aquello
que se le atribuye a Bertolt Brecht, aunque ahora se dice que es de otro: primero
vinieron a por los comunistas, pero yo no era comunista…
Son los
portavoces del desastre y profetas del caos. Contabilizadas!!!, son, a veces,
hasta siete noticias seguidas de calamidades las de los informativos
televisivos, con sus imágenes de fuego, de inundaciones, de altas temperaturas
con unos mapas con colores agresivos que te acojonan. Luego viene la amenaza:
mañana será peor. Te lo dicen como haciéndote a ti responsable, como si un
humilde ciudadano pudiera remediarlo.
Según estos
genios de la información, este verano, aquí en este país, y por extensión, en
el mundo entero, este año es el más caluroso de la historia, por lo que estamos
abocados al desastre final, porque el cambio climático es el vehículo
que nos lleva a ese ocaso. Tal vez por confirmar esos tristes destinos de la
humanidad, o por acabar con ella a base de disgustos, niegan cualquier
información que diga que en tiempos pasados también los veranos eran calurosos.
Es más, hacen del cambio climático la bandera del progresismo y su negación lo
ubican en la extrema derecha. Pero nada más lejos de la realidad. Hay una
crítica desde las posiciones más progresistas que piden explicaciones de lo que
se ha convertido en un cajón de sastre en el que todo cabe. Cualquier acción
que los humanos de a pie lleven a cabo dicen que perjudica el medio, y le hacen
responsable de potenciar el cambio
climático. Pero en el fondo, los individuos son meros consumidores, imbuidos
por la propaganda, que compran coches contaminantes, consumen energía
eléctrica, gas y gas-oíl para tener una vida algo más confortable. Son las
grandes corporaciones y las productoras de combustibles fósiles las que incitan
al consumo, y, en consecuencia, los responsables de ese cambio climático, que,
en el fondo, no sabemos, de una manera científica, en qué consiste. Por cierto,
es la extrema derecha la que está detrás de los más poderosos. Tal vez esta sea
la razón por lo que niegan ese cambio, o lo que sea.
En el
desmadre de la manipulación, haciendo zapping, pillé el final de un programa en
el que el presentador, un imbécil convertido en filósofo, intentaba auto
justificar su mísera existencia insultando a toda la humanidad diciendo que
todos somos una piltrafa cargados de todos los defectos que no caben en el
diccionario del insulto. Un miserable con suerte que el sistema ha hecho rico a
base de embrutecer y enajenar a una masa perdida para una causa de mejora de la
razón. Un ignorante que tira por tierra la lucha, el sufrimiento, el esfuerza e.
incluso, la pérdida de la vida de muchos por la igualdad, la verdadera libertad
y la justicia.
Estos son
los estómagos agradecidos que ha elegido el sistema para deshumanizar,
maltratar e, incluso, destruir a unas sociedades ya de por si castigadas durante
décadas. Serán ellos los primeros en sucumbir. Por dinero han perdido lo poco
que les quedaba de esa condición de la que erróneamente presumimos. Por eso, no
son el espejo en el que mirarnos, porque ya no existen, son la basura que
terminará en el vertedero más putrefacto de la historia.