domingo, 20 de octubre de 2024

LA FUERZA DE LA MENTE La hipocondria vista por un hipocondriaco

La mente es un término complejo, asimilable al cerebro como forma material, en la que se incluyen las capacidades cognitivas, las emociones, los sentimientos y las formas de comportamiento. Algunas de esas capacidades son innatas, que van evolucionando biológicamente a lo largo de la vida. Sin embargo, tanto las innatas como las adquiridas, en las que juega un papel fundamental la voluntad y la inquietud, pueden incrementarse o variar a la baja por causas de la enfermedad o de la edad. En lo sentimientos, las emociones y en los comportamientos intervienen otros factores, a los que nos referiremos más adelante.

El poder de la mente es tal que, a veces, nos tortura y nos arrastra a estados no deseados que nos atormenta y nos genera enfermedades derivadas o estados ajenos a lo netamente físico, dando lugar a dolencias que se conocen como psicosomáticas. El dolor y el cansancio son dos de ellas. Existe una expresión, entre otros campos en el de la psicología, denominada “profecía autocumplida” según la cual, el mero hecho de pensar que algo puede ocurrir, ocurre, por lo general, algo que nos daña debido, fundamentalmente, al miedo.

El campo del estudio de la mente y su influencia en la parte material es muy extenso. Sin embargo, a lo que nos queremos ceñir aquí es al caso de la hipocondria y de las hipocondriacas e hipocondriacos, sin la intención de llevar a cabo un exhaustivo análisis, sencillamente intentar ayudar a quienes padecen este mal.

Ser hipocondriaco, como ser diabético (por ejemplo), se es para toda la vida, lo que sí es posible es evitar el sufrimiento que esta enfermedad produce. En todo ello está presente mi experiencia personal y mi opinión sobre las asistencias a Psicólogos y Psiquiatras.

La hipocondría es una enfermedad mal tratada tanto por la medicina como para el que la sufre. Por lo general, el paciente manifiesta irregularidades funcionales o dolores, y se dedica a visitar especialistas que no remedian sus males. Por ignorancia, o por miedo, no acude a quien de verdad puede orientarle. La medicina suele tratar los trastornos físicos que el hipocondriaco manifiesta, sin ir a la raíz del problema y sin dar solución por tratarse de un mal emocional (psicológico) no orgánico. Lo que de verdad ocurre es que estos trastornos de origen mental dan aparición a daños de carácter psicosomático (síntomas físicos provocados por motivos psicológicos), que esos si son reales, pero que no desaparecen mediante la medicina que los trata como un mal orgánico. Los dos síntomas psicosomáticos más frecuentes, coco hemos señalado, son el cansancio y el dolor. Un par de ejemplos pondrán luz a lo que hemos dicho:

Primero. Un tipo de hipocondriaca o un hipocondriaco está permanentemente pendiente de sus funciones o constantes vitales, con alti-bajos. Se mide las pulsaciones con demasiada frecuencia. Si por cualquier circunstancia él o ella piensa que son elevadas, comienza el sufrimiento y la preocupación. Eso le obliga a repetir la medición y a desarrollar un estrés que le impide que ese ritmo cardiaco baje. El deseo de que el mal desaparezca hace que aumente. Cree que padece del corazón, que tiene un problema cardiaco y acude al especialista. Este recurre a las pruebas habituales: hacer un electrocardiograma y colocarle un Monitor Holter. El médico no encuentra mal orgánico, pero tiene que dar una solución, que lo hace recetando un medicamento del tipo Betabloqueante, pero eso no soluciona el origen del problema. Por lo general, no suelen señalar que se trata de un problema mental (este ejemplo es de mi cosecha).

 Segundo. Ante una determinada sensación nos puede ocurrir que el nombre que nos venga a la mente sea muy amenazador. Podemos pensar: ¿Y si fuera un cáncer? Entonces acudimos al médico para que nos diga que no es nada. Cuando lo haga, puede que nos quedemos tranquilos y que dejemos de observarnos. Pero si seguimos intentando estar absoluta y completamente seguros, pronto volverán nuestras dudas, porque la sensación está ahí, porque nos han dicho que no es nada, pero no nos han dado explicación para ello y nuestro miedo nos impulsará a seguir pensando que puede ser un cáncer. Es posible que pensemos que el médico no ha sido capaz de entendernos, que no le hemos dado toda la información, que ha pasado el tiempo y que puede que ahora se haya desencadenado la enfermedad o que no nos ha han hecho la prueba adecuada. Nos habremos convertido en aprensivo o hipocondríaco (J.A. García Higueras, Curso Terapéutico de Aceptación)

Dice la doctora Suzanne O’ Sullivan, Neuróloga:

Lo que percibí es que en torno al setenta por ciento de las personas que me transferían con ataques epilépticos mal controlados no reaccionaban al tratamiento antiepiléptico porque no tenían epilepsia. Las causas de sus convulsiones eran puramente psicológicas.

Y continúa en su libro “Todo está en tu cabeza”:

Hasta un tercio de los pacientes que acuden a una clínica de neurología general presentan síntomas neurológicos inexplicables y, en esas personas, suele sospecharse que el   origen es una causa emocional. Al paciente le resulta muy duro digerir la noticia de que su enfermedad física podría tener una causa psicológica. Se trata de un diagnóstico difícil de entender, por no hablar ya de asimilar. Por otro lado, los médicos también pueden mostrarse reacios a emitirlo, en parte por temor a enojar a sus pacientes y en parte por temor a que se les haya pasado algo por alto. Por ende, los pacientes suelen encontrarse atrapados en una zona entre los mundos de la medicina y la psiquiatría, y ninguna de las dos comunidades asume la responsabilidad plena por ello. Quienes se enfrentan a un diagnóstico de esta índole pueden buscar la opinión de médico tras médico con la esperanza de encontrar una explicación distinta: una validación de su sufrimiento.

La obtención reiterada de resultados normales en los análisis los decepciona y, desesperados buscan otra respuesta.

Algunos se sienten arrinconados y forzados a aceptar el papel de ser alguien no diagnosticado, alguien a quien no puede ayudarse, porque cualquier opción se antoja mejor que la humillación de tener un trastorno psicológico. La sociedad es sentenciosa con las enfermedades psicológicas, y los pacientes lo saben.

Por lo general, la tristeza es una buena compañera de viaje del hipocondriaco, a forma de círculo vicioso, su mal le genera tristeza y la tristeza le impide sanar. La capacidad de adaptación permite al hipocondriaco vivir con una cierta aparente normalidad, pero con sufrimiento, a veces oculto, otras recurriendo a los médicos con frecuencia o una combinación de ambos casos.

 Psicología y siquiatría.

Si el hipocondriaco o hipocondriaca supera la presión social y piensa que sus males nada tienen que ver con la locura, recurre a las sesiones de psicología o de psiquiatría. La diferencia entre un caso o el otro es que, los Psiquiatras, al ser médicos, pueden recetar medicamentos.

Las sesiones se traducen en conversaciones de unos 50 minutos cada cierto periodo de tiempo que acuerdan profesional y paciente. El primero suelen tomar notas de lo que dice el otro, a veces suele hacer algunas preguntas con el fin de reconducir la charla.

Desconozco los resultados sobre otros pacientes, pero aquí tengo que expresar mi opinión sobre mi asistencia a ambos tipos de consultas.   

Lo mío, no es demasiado tiempo el que he asistido, pero sí lo suficiente como para hacer una valoración de mi asistencia. Mi valoración no es positiva, aunque últimamente, he experimentado una trasformación en positivo, en varias dimensiones, a lo que volveremos más adelante.

Las conversaciones mantenidas en las diferentes sesiones han sido como las que pueden ser con cualquier persona cercana que se preste a conversar sobre asuntos más o menos íntimos. Yo diría más, tal vez en este caso el dialogo puede ser más constructivo si existe una amistad sincera, un conocimiento previo y la libertad para charlar de distintos asuntos, porque, a mi entender, no deben separarse las diferentes dimensiones que configuran el ser de cada cual.

En el caso de la psiquiatría, entran en juego los medicamentos cuya función es la de levantar el ánimo o, más aún, aliviar la depresión, en el caso de estar deprimido, no necesariamente asociado a la hipocondría. En mi caso, en particular, necesito que el profesional presente un nivel intelectual, al menos como el mío, pero, en principio, es una persona extraña para el paciente, no conoces nada de su vida, de sus relaciones, de su ideario, de su situación económico, etc.

 En el capítulo de las soluciones

Según mi experiencia, la recuperación tiene una componente personal básica. De cualquier forma, los terapeutas de ambas especialidades comparten esta idea. Desgraciadamente no existe un recetario, un protocolo, que te permita seguirlo y superar el problema. En el estado mental de los ciudadanos influyen situaciones y elementos de carácter general que tienen una importante repercusión en cada uno de ellos, a saber: El sistema socioeconómico, la práctica religiosa, la forma política, las relaciones sociales, el desarrollo intelectual y la situación económica personal. Nuestro análisis se circunscribe a Estados como el nuestro. Se nos escapan países lejanos y otras culturas, aunque, tal vez, las preocupaciones y el sufrimiento tenga elementos en común con los pacientes de nuestro entorno.

Como hemos avanzado, se trata de evitar el sufrimiento y vivir con la normalidad con la que vive la mayoría, en condiciones normales, aunque, esporádicamente, nadie se libra de algún susto por el resultado de algún diagnóstico, un mal resultado académico, etc.

 Una señal inequívoca de que los males son de carácter psicosomático consiste en comprobar que los especialistas a los que se suele recurrir no remedian el problema, de manera que se suele hacer una ronda por diferentes especialidades sin encontrar la solución. Eso sí, los médicos a los que se visita recetan medicamentos para remediar los males que se achacan, pero a ninguno se le ocurre decir que las quejas tienen un origen psicológico. Por ejemplo, si me duele la cabeza, y descartado un tumor: analgésicos.

Por lo tanto, en primer lugar, es de gran ayuda ser consciente de que se es hipocondriaco, que los males son psicosomáticos. Para lo cual es conveniente recurrir a la razón (desarrollo intelectual), apoyados en la historia, observando que los temores no se materializan. Ejemplo, me temo que tengo un cáncer, pero no se manifiesta. Esto no quiere decir que los hipocondriacos estén libres de cualquier enfermedad real como todo ser viviente.

Todo esto requiere un notable desarrollo intelectual, de manera que aquellas o aquellos más habituados a utilizar la mente, tienen más facilidad para comenzar el proceso.

 Una vez convencidos de que se padece este mal, es necesario llevar a cabo un esfuerzo de voluntad y desechar hábitos de “autochequeo” permanente. Por ejemplo, si te imaginas que tienes algún problema cardiaco, se suele estar muy pendiente de las pulsaciones, lo que genera un sufrimiento continuo, aunque no se sea consciente del sufrimiento, empañado por la tristeza.

La medida más potente consiste en perder todos los miedos. Aquí se trata, otra vez, de hacer un esfuerzo de voluntad y un ejercicio intelectual.

La siguiente recomendación, es aconsejable tanto para hipocondriacos como para toda la población. Se trata de desengancharse del ideario impuesto por los diferentes poderes. Crear un ideario propio, teniendo como referencia la integridad y la libertad. No cabe la menor duda, como hemos señalado, que el Estado y el sistema influyen sobre la mente, si no te proteges. 

 En el terreno del día a día, es imprescindible rechazar cualquier pensamiento negativo y disfrutar de cualquier actividad por muy elemental que sea. Buscar incentivos y combatir la tristeza. Hace algún tiempo, le dije a un amigo, a mi médico de cabecera, que no tenía incentivos, y él me dijo que el mejor incentivo es la vida, que más quieres, me dijo. Perder los miedos en sintonía con vivir la vida de la forma más intensa posible es la mejor medicina para los hipocondriacos.

Una vez comprobado que las causas de los males que nos aquejan no son de carácter orgánico, descartados por especialistas que no es un cáncer, ni una dolencia cardiaca, ni un problema óseo, ni otra dolencia orgánica, etc., concluiremos en que es una dolencia de tipo psicosomático.

El proceso de desconexión comienza porque el doliente se lo crea, que deje de estar pendiente de su organismo, deje de chequearse y de cambiar los pensamientos negativos por otros positivos. Siempre habrá oportunidades que te generen satisfacción. El proceso de salir de ese pozo de amargura no es fácil, es necesario un esfuerzo, pero a modo de círculo satisfactorio los avances ayudan a mejorar.

En una aproximación a mi perfil

A lo largo de un periodo de tiempo, tal vez desde el comienzo de los últimos Gobiernos socialistas, incluidos los de Zapatero, he pasado por un cambio de paradigma. Lo que era la creencia en una transformación radical del sistema hacia la “arcadia”, se convierte en utopía. Pienso ahora que la única manera de progreso es la reformista, paso a paso al estilo de la “Ley del trinquete” enunciada por E. Wallerstein.

Este cambio, entre otras razones, ha influido en mi estado mental y emocional, y cada día me levanto alegre con ánimo de celebrarlo por el mero hecho de vivir, sin que sepa por qué, tal vez porque sea más persona de lo que quieren que sea. Me salgo del engranaje social en el que quieren que nos integremos sin fricciones, como dice E. Fromm. Lejos del poder, de la ambición, de la sumisión, y desde la Razón, la igualdad y la justicia, como sustrato o soporte, intento alcanzar la integridad y la libertad. Y desde la Pérdida de miedos, la tolerancia con los demás, asumiendo las contrariedades por las que he pasado y las que puedan venir (Ampliado en: “Recuerdos de algunas batallas ganadas y de otras perdidas”), huir del ideario impuesto por el sistema, tener mi ideario personal, desarrollar y gestionar mis propios sentimientos y deseos, y ayudando a los demás en lo que esté a mi alcance, intento alcanzar bienestar, equilibrio y serenidad. 

Lejos de estereotipos, la manera de manifestarme se materializa en comportamientos con el ánimo de lograr esa integridad, ese bienestar y esa serenidad  como metas.

De esta manera establezco la unión con el mundo. De nuevo, volviendo a E. Fromm, el poder (el dominio), el deseo de poder (ambición), la fama y la sumisión están llamados a la derrota en esa posibilidad de integridad y de conexión con el resto de la humanidad y el medio ambiente.