miércoles, 1 de enero de 2025

CUESTIÓN DE CLASES

 Hasta donde alcanza la memoria, la especie humana ha estado dividida en clases, que yo clasificaría en dos grandes bloques diferentes, dependiendo de la época de su existencia, Patricios y plebeyos, Señores y siervos, Reyes y súbditos, Patrones y trabajadores. La desigualdad es, tal vez, la mayor de las ruindades de esta especie, dejando a un lado la esclavitud o la guerra y su crueldad, quizás, por ese deseo de poder que entraña esa desigualdad de querer ser dominador de tierras y personas, sin reparar en la muerte y la destrucción.  

Remitiéndonos a tiempos más recientes, a partir de las Revoluciones de mediados del siglo XIX, la estratificación social era la de propietarios de los medios de producción y obreros que trabajaban con esos medios, pero sin ser suyos. Para abreviar, la sociedad se dividía en explotadores y explotados, dejando a parte el clero, que siempre ha estado del lado del poder. Durante bastante tiempo, sobre todo en el sector industrial, los trabajadores eran consciente de su situación y tenían conciencia de clase. No tanto los trabajadores de “cuello blanco” (Técnicos y otros sectores) a pesar de estar sometidos al mismo grado de explotación o de ser utilizados como “esbirros” de los trabajadores de categorías más bajas. Esa conciencia ha dado lugar a rebeldías en forma de huelgas y manifestaciones consiguiendo mejoras salariales y de condiciones de trabajo. La lucha de la clase obrera dio lugar a la creación de partidos y sindicatos en los que los trabajadores se organizaban. Las ideologías eran tan fuertes que muchos perdieron la vida o sufrieron cárcel y persecución por la defensa de los intereses colectivos.

 La Revolución Industrial dio lugar a la creación de una clase poderosa que se hizo con el poder económico, derrotando al feudalismo a través de las Revoluciones burguesas del siglo XIX y comienzos del XX. De esta forma, aparece un nuevo sistema conocido como Capitalismo. Es en ese periodo donde se producen las luchas de la clase trabajadora, pero no tienen el poder revolucionario como para derrotar a un sistema injusto con potente capacidad de adaptación a los nuevos tiempos.

 El desarrollo tecnológico genera una creciente superproducción y, en consecuencia, una reducción de mano de obra productiva. En consecuencia, es necesario hacer consumidores a grandes masas. Así aparece el consumo como una herramienta necesaria para el sostenimiento del sistema. La pérdida de grandes concentraciones y el acceso al consumo de los trabajadores genera la pérdida de conciencia de clases y, por lo tanto, la lucha de la clase obrera. Hoy día nadie se siente obrero, aunque la capacidad adquisitiva media de la mayoría sea menor que la de otros tiempos. Se rompe cierta homogeneidad de tiempos atrás. Ahora existe una enorme desigualdad entre los recursos de unos y otros trabajadores. Por lo tanto, y alejados de todos los tópicos, hoy podemos dividir a las sociedades de los países desarrollados en ricos y pobres.

El sistema capitalista ha adquirido vida propia y ha infundido en la mayoría sentimientos como la ambición sin límites que ha calado, pasando a la categoría de normal. Eso ha dado lugar  a la disculpa, si no a la envidia, de los descerebrados que acumulan riquezas que podrían salvar la pobreza de muchos Estados.

Los ricos de ahora, rompiendo con las clásicas reglas de la economía, son aquellas familias, sea cual sea su naturaleza, sin ambición, que viven holgadamente y tienen reservas para cubrir todas sus necesidades, sin tener que esperar los ingresos de forma inmediata para seguir con su ritmo de vida. Por el contrario, los pobres son aquellos que viven agobiados con las dudas de si llegarán a final de mes. Aquellos jóvenes, y no tan jóvenes, que tienen grandes dificultades para adquirir una vivienda. A parte de quienes tienen que vivir de la caridad en condiciones infrahumanas.

 Esta nueva clasificación desprecia y desclasifica a quienes acumulan sumas astronómicas que rompen con los principios democráticos y humanos de igualdad. Incluimos aquí a quienes viven de las rentas como la mayor de las miserias de esta especie. Les sitúa en la franja más baja de la capacidad intelectual, próxima a la irracionalidad más extrema. Algunas especies animales acumulan con el ánimo de mantener la subsistencia, cosa que se aleja de la codicia incontrolada de aquellos que intentan relacionarse patológicamente con el mundo. Esta forma de buscar la unión con los demás, a través del poder, así como con la sumisión, según E. Fromm, están llamados a la derrota. Pierden su integridad y les hace dependiente de los demás. Yo, en estas líneas, les considero parte de una subespecie de tarados que nada tienen en común con aquellos que deseamos unas sociedades más justas, democráticas y con mayor igualdad. A estos, arrastrados por las reglas del sistema, se suman deportistas y cómicos que acumulan grandes sumas y tratan de multiplicarlas en lugar de repartir su patrimonio con quien han sido los culpables de sus riquezas, a quienes han sido “aborregados”.

Todos los intentos de cambio de un sistema injusto y cruel, hasta el momento, han fracasado, y no se vislumbre la posibilidad de hacerlo en el corto y medio plazo. La capacidad intelectual de la especie no da para más.

 En cuanto a la razón, como facultad natural de la especie, me atrevo a distinguir a quienes tienen la capacidad de pensar, críticos con el sistema y con ideario propio, de quienes viven enajenados sin esa capacidad de enfrentamiento y tolerantes con las pautas que el sistema impone. Lo que, a mi modo de ver, en estos tiempos, aparecen dos subespecies en lo que se conoce como homo sapiens: pensantes y no pensantes. Las causas por las que se establece esta clasificación, en torno al mayor o menor desarrollo intelectual,  se centran en: la carga genética de cada cual, la ineficacia del sistema educativo, la influencia de las religiones y la presión del propio sistema.

Por último, a modo de conclusión pensamos que la actual especie no tiene recursos intelectuales para superar el capitalismo, ni la desigualdad. En esta contradicción entre el capitalismo y el agotamiento del planeta estamos abocados al desastre.

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