lunes, 4 de febrero de 2013

IMPOTENCIA



Cuál es el panorama nacional que cada día se nos muestra a través de los medios de comunicación:
Un bandolero mal nacido, con patillas de bandolero, que se pasea impunemente por las céntricas calles de Madrid. Por televisión vemos como se sonríe y como se mueve en taxi, ahora que, por lo que parece, le han retirado el coche oficial del que disponía hasta hace unos días cuando los periódicos removieron la mierda  del vertedero de la calle Génova.
Un gobierno de idiotas que está capitaneado por un “carca” cargado de complejos que no es capaz de dar la cara ante los medios de comunicación, y que cuando lo hace los ojos se le turban adoptando gestos que empeoran si cabe esa cara de pobre diablo, de engaña bobos. Todo un insulto para los gobernados.
Unas listas elaboradas por el bandolero en las que anotaba las entregas de los empresarios corruptos y los sobresueldos que abonaba a los cabecillas de la Mafia. Una contabilidad chapucera al estilo de los registros mercantiles del siglo XIX. Una contabilidad B de dinero “negro” en la que entran y salen billetes de 500€ como si fueran churros.
Una panda de mentirosos negando lo evidente, negando las abrumadoras noticias que convencen a todos menos a algunos desgraciados que han depositado un voto a favor de la Camorra. Desgraciados cuya ignorancia nos ha devuelto a la caverna, a la cueva de Alí Babá.

La inmoralidad y la desvergüenza están servidas. Ya se sabe que a los corruptos en liza no se les puede pedir un mínimo de decoro, ni de dignidad, no disponen ni de una cosa, ni de la otra. Su falta de honestidad y sus mentiras les colocan en el funesto rango de los seres inferiores, de los elementos despreciables. No es que se hayan convertido en corruptos a través de la práctica política, es que lo llevan de serie. Es inútil pedirles que dimitan, es perder el tiempo. De nada sirven las buenas palabras. Están al margen de la razón.
Nos encontramos ante los mayores escándalos de corrupción conocidos a lo largo de más de tres generaciones. En esa especie de pozo de mierda están inmersos los miembros de las más altas instancias de este país, uno de los países del mundo con mayor corrupción.  ¿Hay quién dé más?

La impotencia se adueña cada día con más fuerza de amplias capas de la sociedad. Cada día aparecen nuevos datos para encabronarnos aún más. La humillación y la burla a las que someten estos truhanes a las mayorías, a los votantes, han alcanzado los límites de lo soportable. Pero algunos individuos son víctimas de la indiferencia, tal vez estén muertos. ¿Qué más se necesita para resucitar?
En todo este largo proceso, el único que ha sido castigado es el perseguidor de los perversos. El mundo al revés. ¿Tan poco poder tenía la víctima, así como su entorno, para no conseguir que prevaleciera un mínimo de justicia? Pues se lo cargaron, ese fue el resultado.
Ahora son dos medios de comunicación, los más potentes, los que están al otro lado de la mesa. Muchos estamos pendientes del pulso. De momento ganan los malos. ¿Es que el poder de los malvados es omnímodo?, ¿es que su poder es tan grande como su desvergüenza?, ¿será que les legitiman los votos de los insensatos?
Mucho nos tememos que este revuelo que nos tiene encendidos acabe cuando quieran los medios de comunicación. Luego los asuntos dormirán el sueño eterno de la judicatura. Los ladrones disfrutan y disfrutarán de lo robado, y el pueblo se quedará con dos palmos de narices hasta la próxima convocatoria electoral con la esperanza de que la estupidez no se adueñe de nuevo de las urnas.

Por último quiero hacer referencia a un párrafo que escribí hace algún tiempo sobre el éxito de la maldad frente al fracaso de la razón: “En cierta ocasión oí decir a un ilustre pensador metido a político, de los que ya no quedan, algo así como que las fuerzas del mal tienen más éxito que las fuerzas del bien. Quise interpretar de sus palabras que cuando se dice o se hace algo que pueda suponer progreso para el género humano es necesario esforzarse y empeñarse más que cuando se actúa en contra de la razón. Que la defensa de la verdad es muy costosa, mientras que mentir es gratuito. Que hay algo de carácter atávico en lo más profundo de la especie humana que le predispone a la aceptación incondicional de la maldad, a la vez que una reticencia para asumir anuncios o hechos encaminados a la superación de las miserias que nos invaden”.  (http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico, pág. 184). De no ser cierta esta especie de “magia” no tiene explicación que estos impúdicos asuntos que nos ocupan y nos desesperan acaben como acaban.


No hay comentarios:

Publicar un comentario