Cuál es el panorama nacional que
cada día se nos muestra a través de los medios de comunicación:
Un bandolero mal nacido, con
patillas de bandolero, que se pasea impunemente por las céntricas calles de
Madrid. Por televisión vemos como se sonríe y como se mueve en taxi, ahora que,
por lo que parece, le han retirado el coche oficial del que disponía hasta hace
unos días cuando los periódicos removieron la mierda del vertedero de la calle Génova.
Un gobierno de idiotas que está capitaneado
por un “carca” cargado de complejos que no es capaz de dar la cara ante los
medios de comunicación, y que cuando lo hace los ojos se le turban adoptando
gestos que empeoran si cabe esa cara de pobre diablo, de engaña bobos. Todo un insulto para los
gobernados.
Unas listas elaboradas por el
bandolero en las que anotaba las entregas de los empresarios corruptos y los sobresueldos que abonaba a los cabecillas de la Mafia . Una contabilidad chapucera al estilo de los
registros mercantiles del siglo XIX. Una contabilidad B de dinero “negro” en la
que entran y salen billetes de 500€ como si fueran churros.
Una panda de mentirosos negando
lo evidente, negando las abrumadoras noticias que convencen a todos menos a
algunos desgraciados que han depositado un voto a favor de la Camorra. Desgraciados
cuya ignorancia nos ha devuelto a la caverna, a la cueva de Alí Babá.
La inmoralidad y la desvergüenza
están servidas. Ya se sabe que a los corruptos en liza no se les puede
pedir un mínimo de decoro, ni de dignidad, no disponen ni de una cosa, ni de la
otra. Su falta de honestidad y sus mentiras les colocan en el funesto rango de
los seres inferiores, de los elementos despreciables. No es que se hayan
convertido en corruptos a través de la práctica política, es que lo llevan de
serie. Es inútil pedirles que dimitan, es perder el tiempo. De nada sirven las
buenas palabras. Están al margen de la razón.
Nos encontramos ante los mayores escándalos de
corrupción conocidos a lo largo de más de tres generaciones. En esa especie de
pozo de mierda están inmersos los miembros de las más altas instancias de este
país, uno de los países del mundo con mayor corrupción. ¿Hay quién dé más?
La impotencia se adueña cada día con más fuerza de amplias capas de la sociedad. Cada día aparecen nuevos datos para encabronarnos aún más. La humillación y la burla a las que someten estos truhanes a las mayorías, a los votantes, han alcanzado los límites de lo soportable. Pero algunos individuos son víctimas de la indiferencia, tal vez estén muertos. ¿Qué más se necesita para resucitar?
En todo este largo proceso, el
único que ha sido castigado es el perseguidor de los perversos. El mundo al
revés. ¿Tan poco poder tenía la víctima, así como su entorno, para no conseguir que
prevaleciera un mínimo de justicia? Pues se lo cargaron, ese fue el resultado.
Ahora son dos medios de
comunicación, los más potentes, los que están al otro lado de la mesa. Muchos
estamos pendientes del pulso. De momento ganan los malos. ¿Es que el poder de
los malvados es omnímodo?, ¿es que su poder es tan grande como su desvergüenza?,
¿será que les legitiman los votos de los insensatos?
Mucho nos tememos que este
revuelo que nos tiene encendidos acabe cuando quieran los medios de
comunicación. Luego los asuntos dormirán el sueño eterno de la judicatura. Los
ladrones disfrutan y disfrutarán de lo robado, y el pueblo se quedará con dos
palmos de narices hasta la próxima convocatoria electoral con la esperanza de
que la estupidez no se adueñe de nuevo de las urnas.
Por último quiero hacer referencia a
un párrafo que escribí hace algún tiempo sobre el éxito de la maldad frente al
fracaso de la razón: “En cierta ocasión
oí decir a un ilustre pensador metido a político, de los que ya no quedan, algo
así como que las fuerzas del mal tienen más éxito que las fuerzas del bien.
Quise interpretar de sus palabras que cuando se dice o se hace algo que pueda
suponer progreso para el género humano es necesario esforzarse y empeñarse más
que cuando se actúa en contra de la razón. Que la defensa de la verdad es muy costosa,
mientras que mentir es gratuito. Que hay algo de carácter atávico en lo más
profundo de la especie humana que le predispone a la aceptación incondicional
de la maldad, a la vez que una reticencia para asumir anuncios o hechos
encaminados a la superación de las miserias que nos invaden”. (http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico,
pág. 184). De no ser cierta esta especie de “magia”
no tiene explicación que estos impúdicos asuntos que nos ocupan y nos
desesperan acaben como acaban.
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