Ahora
nos encontramos con el abandono de la política de Pérez Rubalcaba para
dedicarse a la docencia. Después de tantos años alejado tendrá que echarle
tiempo a su actualización. La química debe de haber evolucionado bastante desde
que abandonara las clases como profesor. Nunca es tarde para cambiar de
actividad, pero a Rubalcaba le quedan un par de años para la jubilación
forzosa, aunque algunos prefieren aguantar hasta los 70. No se resignan a
perder poder adquisitivo, porque, por lo demás, pocos son los éxitos
científicos que se obtienen como consecuencia de esa prolongación de vida
laboral activa que, incluso, se alarga con eso de convertirse en eméritos. En
fin, es posible que a este hombre, sin demasiados problemas económicos, le
veamos pronto gozando de una espléndida jubilación, viajando, al estilo de lo
que, con una cierta obsesión, hacen los jubilados, aunque, en este caso, no
tenga que recurrir al IMSERSO para ahorrarse una “perrilllas”. Sinceramente, no
le veo en consejos de administración, al estilo de lo que han hecho otros de su misma “casta”.
Yo
le conocí por aquellos tiempos de Reforma del sistema educativo a finales de
los ochenta y comienzos de los noventa, en los que coincidimos, aunque con la
distancia que hay entre Ministro o Secretario de Estado y un simple Asesor o Consejero
técnico, que es lo que yo era por entonces. De cualquier forma nunca me pareció
una persona brillante en sus tareas como dirigente en materia educativa. Ni él,
ni los que le apoyaban en sus funciones desde las Direcciones Generales.
Tampoco fueron Ministros destacables otros Como Solana o un tal Pertierra, que
pasaron por allí sin pena ni gloria. Fue Maravall el único que se distinguió
como un buen Ministro de Educación. Sin embargo, le tocó enfrentarse a una
potente protesta del profesorado, teniendo que dimitir más por razones
políticas que técnicas.
Pero
no es demasiado importante lo que este hombre vaya a hacer en el futuro, o lo
que haya hecho en el pasado, sino su actuación última, en relación a la
sucesión Monárquica, lo que me atrevería a denominar “operación Rubalcaba”.
No
se entendería que este cese de la política no se hubiera producido a raíz de
los derrumbes electorales más recientes, si no fuera por las razones ocultas
que le obligaban a seguir. Tendría que estar allí para pactar con la Corona y
con el PP, de forma precipitada, las normas que dieran continuidad a la
Monarquía, incurriendo en el ridículo cuando anunciaba que su partido era de
honda tradición Republicana. Pero el pueblo llano es ingenuo y demasiado
tolerante. La picaresca y la mentira son dos genuinas lacras de nuestros
gobernantes. Las pantallas de TV lo aguantan todo. La reiteración de una
mentira o de un absurdo hace que pasen a la categoría de normal.
La
abdicación, y posterior proclamación de un nuevo Rey se ha llevado a cabo con
la anuencia de los dos partidos mayoritarios del Congreso, con la oposición de
la izquierda política y sin una aceptación popular manifiesta. Por el
contrario, la mayoría de las voces que hemos podido escuchar se decantan por la
petición de una consulta popular.
Rubalcaba
se va, pero el daño ya está hecho. Si el PSOE se hubiera unido a las fuerzas
políticas discrepantes habrían creado serios problemas al relevo Real, pero en
este país nuestro las cosas de esta índole se “atan” con seguridad para que
luego cueste desatarlas, o para que queden consolidadas a causa del olvido y de
la indiferencia.
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