Ante
la decisión personal del actual Monarca, se vuelve a abrir el debate
Monarquía-República. Un asunto recurrente que muestra que la actual es una
situación forzada y establecida a espaldas del pueblo y de la razón.
Aunque
desde este mismo momento apostamos por la opción republicana, hemos se señalar que
la República, por sí misma, no garantiza la mejora de las clases populares, ni
un mejor reparto de la riqueza. República o Monarquía no constituye la
principal contradicción desde una óptica social o económica. Por eso, como en
otras ocasiones, queremos ir un poco más al fondo del problema, abordando globalmente el
sistema socioeconómico, sus miserias y sus efectos sobre una sociedad de
clases.
El poder y el miedo en
un sistema de dominio
El
poder y el miedo son dos elementos dinámicos que juegan un papel fundamental en
la dimensión represiva que conlleva una práctica política imperfecta como la
vigente a la que, por ingenuidad o ignorancia, una amplia mayoría reconoce como
democracia. Una democracia limitada, manipulada y establecida desde el poder como
una estrategia para el mantenimiento de eso que llaman “paz social”, tan
necesaria para que los de arriba sigan dominando y enriqueciéndose sin poner
límites a su avaricia.
El
poder y el miedo, como hemos expresado en anteriores ocasiones, se encuentran
en relación inversa: a más miedo menos poder y viceversa. Los que ostentan el
poder imponen las reglas del juego de los que se manifiestan ante la injusticia
y la desigualdad. Es el sistema el que, a través de sus tentáculos (las
instituciones políticas, los medios de comunicación y la escuela) determina lo
que está bien y lo que está mal. De esta manera, han ganado la baza pacifista.
Las protestas se han de llevar a cabo sin violencia, lo que les preserva de
cualquier desequilibrio, y les refuerza su poder. Así, el pueblo llano es temeroso
cuando incumple las normas impuestas, lo que le resta poder.
Los
que tienen el poder tratan de mantener una amplia franja de seguridad para
proteger sus intereses y su riqueza. Por lo tanto, cuando barruntan que su
poder puede quebrar, no dudan en tomar medidas desorbitadas y desproporcionas a
los efectos que algunos acontecimientos pudieran producir, situación a la que
estamos asistiendo en estos días.
Los más recientes
acontecimientos
Son
varios los acontecimientos que ahora se suman a la ya de por sí deteriorada
situación política, económica y social de nuestro país: El proceso judicial de
miembros de la Corona, los resultados de las últimas elecciones y la abdicación
y relevo del Monarca. ¿Guardan relación unos hechos con otros? Como es
habitual, los motivos oficiales que se suelen aludir ante situaciones de cierta
transcendencia suelen ser falsos, como está ocurriendo con el cambio de Rey.
Nadie se ha creído eso de la regeneración como causa única y fundamental del
relevo. En los “mentideros” de la corte se comenta que el “amor” está jugando
un importante papel, con el fin de añadir una nota romántica al asunto aunque,
en realidad, el comentario se convierte en algo totalmente irrisorio. Un
anciano en tan mal estado físico lo que necesita es asistencia sanitaria.
Los
medios de comunicación, como siempre al servicio del que tiene más poder, no
han analizado con el rigor que se requiere la relación entre esos tres
acontecimientos que hemos enumerado.
Como
premisa, hemos de señalar que el propio Jefe de Estado, en su alocución de fin
de año, no mostraba muestras de abandono, por el contrario nos dijo que
seguiría en su puesto. Ahora nos quieren convencer de que una semana después
tomó la decisión de abandonar.
A
mi juicio, el relevo en la Corona se ha precipitado por los otros dos
acontecimientos. El inevitable e inminente procesamiento de miembros de la
Monarquía, y las posibles implicaciones directas del Monarca, son motivos más
que suficientes para establecer desde el poder una estratagema de esta índole.
Si a ello se le añade los resultados de las elecciones del 25 de mayo, que
rompen con el modelo político del bipartidismo y la alternancia, es razonable pensar
que se cierre el círculo de la manera que se ha llevado a cabo: procesamiento
por corrupción-ruptura del modelo político-abdicación. Abdicación consensuada
con los miembros del poder real o poder económico, y gestionada por los
políticos serviles.
Es
posible que los miembros de la realeza procesados por corrupción se libren de
las penas correspondientes a los presuntos delitos cometidos. Las leyes están
hechas para castigar a la plebe y defender a los poderosos. En ese sentido, como
en tantos otros, poco nos distancia del Medievo. Pero, en cualquier caso, cabe
esperar que la Institución quede tocada, aunque el titular sea otro diferente.
El
otro acontecimiento que ha precipitado el relevo en la Corona es, sin duda, el
derrumbe del bipartidismo puesto de manifiesto en las últimas elecciones del
mes de mayo. De no variar demasiado el panorama político, ningún partido
obtendrá mayoría absoluta en las próximas confrontaciones electorales. Además,
tanto PSOE como PP tendrán una considerable caída en número de votos. En
resumen, los votos y escaños quedarán repartidos entre un amplio número de
grupos. Por lo tanto, este es el momento que les ha parecido más adecuado, con mayorías de populares y
socialistas en las Cortes, para el relevo en la Corona.
En
toda esta operación, hay que destacar el sucio papel jugado por Rubalcaba y los
suyos. Obligado por el poder a declarar de forma manifiesta su contradicción,
renunciando a esa vocación republicana, les ha llevado al extremo del ridículo.
Pero
parece que este es el camino. Ante la irrupción de nuevos grupos políticos, que
sintonizan en mayor grado con la ciudadanía, intentarán formar los Gobiernos mediante
pactos entre PP y PSOE, como algunos elementos a sueldo del gran capital vienen
anunciando. Alemania ha abierto la brecha. Estas alianzas, actuales o futuras,
son muestra evidente de que el sistema buscará siempre la forma política más adecuada a los intereses de los que
dominan. El acuerdo de gabinete para sacar hacia adelante la ley de abdicación del
Rey es un primer paso en esa camaleónica práctica política de estos países que
se autodenominan democráticos. Por tanto, hay que ser prudentes a la hora de
reivindicar la República, porque el sistema no tiene problemas de adaptación a
cualquiera de las fórmulas, para mantener, como ahora, la desigualdad
y el poder en manos de unos pocos.
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