Por
si fueran pocos los problemas que tiene el PSOE como consecuencia de su evolución,
del papel hipócrita que ejerce (y ha ejercido), del desencanto de la ciudadanía
y otras circunstancias derivadas, por si esto no fuera suficiente para llegar a la situación en la que se encuentra, ahora
salen a la luz algunos de los problemas internos que tienen en lo más alto de
su organigrama.
El
actual Secretario General fue encumbrado por la actual Presidenta de la Junta
de Andalucía -algo que, inicialmente, no se entendía- dejando en la cuneta a
Eduardo Madina, que parecía el candidato con más posibilidades. Pedro Sánchez
debió pactar con Susana Díaz para repartirse el pastel: él Secretario General,
ella candidata a las elecciones generales del 2015. Pero Pedro, una vez
asentado en la poltrona, dice que nanay, que él quiere ser el candidato. Susana
desorientada, se revuelve contra el otro. Las críticas veladas de ésta no dejan
de resonar en todos los medios. Poco dura la alegría en la casa del pobre; poco
tiempo ha durado el liderazgo de Sánchez sin ser cuestionado por los suyos,
pero es que, salvo en alguna excepción, la pugna por el poder se ha convertido en
norma en el PSOE desde su fundación: Besteiros versus I. Prieto y Largo
Caballero, Borrel versus Almunia, Bono versus Zapatero, etc. Pues ahí tienen un
problema más para añadir a todo aquello que, de forma progresiva, está
provocando el derrumbe de los socialistas.
Pero
los grandes problemas van más allá de los puramente domésticos. A raíz del
triunfo del 82, su, por entonces, líder, convertido en Presidente de Gobierno,
pedía cuarenta años para llevar a cabo sus políticas. Su mandato permaneció
durante catorce años, rompiendo la regla de las dos legislaturas seguidas, pero
la corrupción y el desencanto nos puso en las manos de un gobierno reaccionario
que sufrimos durante ocho años, recuperando la regla de las dos legislaturas,
que, más tarde, se materializaría en otros ocho años de gobierno socialista. Es
deseable que esa norma se incumpla de nuevo, y el actual gobierno del PP,
después cuatro ominosos años, pase a las catacumbas.
Estas
idas y venidas de los gobiernos del PSOE, que forma parte de lo que el sistema
denomina alternancia, en una sociedad
más progresista que conservadora, como es tradicionalmente la española, son
consecuencia de un desajuste entre el ideario teórico de la socialdemocracia y
el papel que tiene que llevar a cabo bajo el control del poder económico. Las
siglas y el ficticio ideario han confundido durante bastante tiempo a amplios
sectores sociales. La fase expansiva de la década de los ochenta y los noventa
coincide, en buena parte, con los gobiernos socialistas, lo que les permitió
apuntarse un tanto haciendo creer que todo fue gracias a su gestión.
Pero,
aunque tarde, los individuos se dan cuenta de sus errores. J. Ibsen, en boca
del Dr. Stockmann, en “Un enemigo del pueblo”, tal vez en clave de metáfora,
dice que los ciudadanos tardan 30 años en darse cuenta de su equivocación.
Ahora,
incluso antes, nos hemos dado cuenta de que tanto PP como PSOE defienden los
intereses de los de arriba, lo que pone a los socialistas en una situación
difícil. El juego bipartidista se derrumba, y deja de ser una herramienta
válida en Europa y, en particular, en España.
El
PSOE lo tiene muy difícil en un panorama político complejo. La falta de
credibilidad le lleva a la deriva, dejando un amplio espacio libre en lo que se
conoce nominalmente como izquierda. Está la cosa como para echar leña al fuego
con estos líos internos. Por todo ello, su papel se va a ver relegado a ser un
partido “bisagra”. Hemos de esperar que
el escaso nivel de dignidad que les queda a sus dirigentes evite que pacte con el PP, verdadero enemigo del
pueblo. Aunque hay que ser conscientes de que es el poder económico el que
impone las reglas del juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario