Decir
que Izquierda Unida (IU) tiene ahora graves y grandes problemas es un axioma. Pero
en el pasado tampoco ha estado carente de ellos. Problemas de una u otra
índole. Es difícil entender cómo la única fuerza política, el PCE, que se
enfrentó a la dictadura, luchó y fue perseguida, obtuvo unos resultados tan
discretos en las primeras convocatorias electorales. El miedo y la propaganda
anticomunista puede justificar estos malos resultados, pero, una vez pasada la
etapa del miedo a la involución, los resultados de la formación heredera (IU) han
continuado siendo escasos, llegando en algunos casos a la práctica desaparición
del panorama parlamentario. El caso es que desde 1986, año de la creación de la
Coalición, el apoyo electoral se ha movido entre el 3,77% (1 diputado) en 2008 y
el 10,54 (21 diputados) en 1996, siempre en función de los resultados del PSOE:
cuando el PSOE bajaba, IU subía, y viceversa. En esta etapa (1986-2011) no es
fácil encontrar las verdaderas razones de por qué este partido no ha cosechado
mayores éxitos.
Abandoné
IU, sin resentimiento, a raíz de la VI Asamblea (año 2000) por los motivos que se
pueden extraer de mis primeras impresiones, una vez finalizado el acto:
“Eran
aproximadamente las 2 de la tarde del
día 29 de octubre de 2000 en el que culmina el Congreso que se inició el
día 27, Gaspar Llamazares, como recién estrenado Coordinador general, se dirige,
desde el podio, a los asistentes a la VI Asamblea Federal de IU. Es el fin de
una etapa en la que Julio Anguita despertó pasiones encontradas entre propios y
ajenos. No es sólo el fin del mandato de
un dirigente político, sino también la consolidación de un cambio de rumbo en
lo que fue la izquierda real de este país, cambio que progresivamente se venía
produciendo desde que las instituciones públicas e, incluso, las estructuras
orgánicas de las actuales formaciones de “izquierdas” ofrecen migajas de
bienestar y poder a los descendientes de aquellos que, en otros tiempos, se
movían clandestinamente entre reuniones de grupo y asambleas prohibidas. La
mayoría de los allí presentes son simples herederos de la labor callada de los
ahora ausentes; son advenedizos, oportunistas, farsantes que, como los
cesantes, han encontrado en el mercado de la política un modus vivendi cómodo e hipócrita.
La
sala del Pabellón de Congresos estaba medio vacía, muchos delegados y delegadas
habían emprendido ya viaje hacia sus lugares de origen, no tienen demasiado
interés en oír a su nuevo jefe; saben muy bien de qué va la cosa. El abandono
de sus asientos es un claro síntoma de esa nueva forma de estar muy diferente a
aquella en la que los ideales y la lucha
por un mundo más justo, más racional y más humano eran las señas de identidad
de una formación de izquierdas; en la que el compromiso era el signo inequívoco
de la militancia; en la que la utopía estaban a la vuelta de la esquina. Ahora
es diferente, el día a día de la mayoría de los delgados convocados a este acto
es rutinaria, tediosa, burocrática, aburrida, pero les merece la pena porque
tiene sus compensaciones”. (Continúa).
Recientemente
el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha dicho: “se vive muy cómodo, siendo fiel a tus principios, sabiendo que vas a
ser minoritario”, lo que ha desatado duras crítica de los incondicionales
de IU, que, dicho sea de paso, se suman a las de los ortodoxos de la “ética
pura”, que exigen a la nueva formación política lo que ni ahora, ni nunca, han
exigido a los demás partidos.
No
podría estar más de acuerdo con las palabras entrecomilladas. Supongo que P.
Iglesias conoce bien a IU por dentro y, en consecuencia, se pronuncia, ahora,
de manera análoga a como lo hice yo en el año 2000. Los dirigentes de la
Coalición se han conformado con tener una pequeña participación en las
instituciones: la suficiente para que ellos puedan vivir del cuento, lo que
convierte a la política en un pequeño negocio. Pero esto cuesta verlo a los
incondicionales que, más por ingenuidad que por otra cosa, les siguen otorgando
su voto.
Ahora,
en tiempos de turbulencia, la prevalencia de los intereses personales y el
protagonismo se agudizan. Es el caso, por ejemplo, de Tania Sánchez ya que su comportamiento no se diferencia demasiado de otras “lideresas” del PP o del
PSOE, cuyos nombres no menciono por desprecio y pudor.
Hay
dos razones de peso por las cuales no es difícil pronosticar el futuro de IU.
La primera es la aparición en el escenario político de Podemos. La otra es la
lucha fratricida de sus dirigentes. Podemos cubre un espacio político que
eclipsa por completo a los partidos que se autoubican en lo que se conoce como
izquierda, una izquierda más formal que efectiva. Podemos, a pesar de la
crítica demoledora a la que está siendo sometido, ofrece la credibilidad que
han perdido tanto PSOE como IU. Esta última formación, como la otra, está
desnortada, ofreciendo vagamente lo que no ha sido capaz de hacer en los
últimos treinta años. Hace poco tiempo, vía redes sociales, le pregunté a A.
Garzón (posible futuro Coordinador Federal), eso: ¿por qué IU ofrece hacer
ahora lo que no ha hecho durante los años anteriores?, qué tiempo ha tenido. Como
era de esperar, no hubo respuesta. Su raquítica representatividad se debe, entre
otros motivos, a lo que ya hemos señalado, y que compartimos con P. Iglesias:
se han acomodado y se han conformado con las migajas que el poder les ha
concedido.
Si
el proyecto Podemos sale bien, el futuro de IU es muy oscuro, pudiendo llegar a
desaparecer. O tal vez continúe en esa trayectoria mortecina, cosechando un
ridículo porcentaje de votos, pero, por lo que parece, suficiente para sus
dirigentes.
Está el patio que parece "Falcon Crest" ;)
ResponderEliminarA ver si nos vemos, un abrazo.