En
estos días en los que termina un año y comienza el siguiente, es frecuente,
abundante, las comidas y cenas especiales, los encuentros con familiares que
viven lejos y las invitaciones para “tomar una copa” como vulgarmente se dice. Tuve
la oportunidad, por invitación que agradezco, de asistir a una de esos
encuentros con amigos y excompañeros de partido. La mayor parte de ellos siguen
militando en Izquierda Unida, fuerza política que yo abandoné en el año 2000,
en la VI Asamblea, aunque mantengo buenas relaciones con muchos de sus
afiliados. Pensaba que el grupo de militantes y simpatizantes de mi localidad eran
de los pocos que estaban de acuerdo con la alianza Podemos-IU con la que fueron
juntos ambas formaciones a las últimas elecciones generales. Coalición
políticamente correcta, aunque los resultados no fueron tal como se esperaba.
Sin
embargo, me sorprendieron aquellos con los que mantuve alguna conversación,
cuando criticaban con dureza, impregnada de mofa y socarronería, a esa unión y
a los dirigentes que optaron por esta fórmula. La crítica y el desprecio a
Podemos estaban a la orden del día en cada uno de los pequeños círculos en los
que participé. En julio del año pasado, publiqué un artículo en el que
analizaba los resultados del 26J (http://ajgilpadilla.blogspot.com.es/2016/07/los-resultados-del-26j.html)
y echaba cuentas de la pérdida de votos de la unión Podemos-IU. ¿De quién eran
los votos perdidos? ¿Dónde fueron a parar? El tiempo y las manifestaciones de
múltiples afiliados y simpatizantes de IU me han dado la razón.
A
mi modo de ver, simplificando, es posible establecer dos grupos de los
“renegados” que han renunciado de sus propias siglas.
Por
un lado están aquellas y aquellos que buscan la “pureza” y las esencias de la
izquierda, de esa izquierda ya desdibujada, en la creencia de que Podemos
adultera esa izquierda fantasma en la que ellos y ellas creen, ubicados, tal
vez, en esa especie de burbuja onírica que ha servido de refugio a quienes
huyen de la cruda realidad y de la necesaria visión para darse cuenta de que la
revolución, de momento, no es
posible.
Hay
otro grupo de personas que se han hecho mayores, que han prosperado
económicamente, pero mantienen la proximidad a IU e, incluso, la militancia. Un
sector social que nada tiene que ver con la ideología y los valores que
proclamaban y defendían aquellos jóvenes que, procedentes del PCE, pretendieron
abrir el ideario inicial para incrementar el apoyo electoral, justo lo que han
intentado hacer ahora Garzón y los suyos.
Tal
vez estos segundos son los que han convertido IU en esa fuerza de débil
ideología, alejada de los intereses de la clase trabajadora. Ya en el año 2000, en la mencionada VI Asamblea,
descubrí a los que hacían de esto de la política su profesión, a pesar de
tratarse de un partido minoritario. El oportunismo de gran número de los
participantes y los pactos a cualquier precio con tal de seguir viviendo del
cuento fueron pieza clave para que abandonara la coalición. Tal vez por
ignorancia o ingenuidad, aquella fue la primera vez que descubrí lo que era la casta. Yo deduzco que, en el fondo, les
interesa que sigan gobernando los “constitucionalistas” (PP más PSOE) porque salvaguarda sus
intereses. Muchos de esos falsos militantes de “izquierdas” son verdaderamente
opuestos al progreso. Son esos que se han convertido en un sector privilegiado,
que los domingos de elecciones se ponen el sombrero de “izquierdista”.
En
realidad, ambos dos grupos coinciden en el desprecio y la crítica a la alianza
electoral, con ataques al grupo Podemos de mayor calado, y con más daño, que el
que puedan hacer los sectores más reaccionarios de este país.
La
pérdida de ese millón de votos procedentes de estos grupos, sin duda, hará
pensar a Podemos y a los dirigentes de IU afines a la alianza. La historia ha
demostrado que IU, por si sola, no ha conseguido nunca una representación
significativa. Con J. Anguita como Coordinador General alcanzó el máximo de
diputados: 23. Luego con Llamazares, por sus declaraciones, reticente con la
citada alianza, se llegó a la ridícula representación de uno y, después dos
diputados. De no buscar la unión con Podemos, y los grupos que se presentan
como más progresistas, tienen poco futuro.
Últimamente,
en ciertos círculos, se oye que IU intenta absorber a Podemos, por aquello de
que los dirigentes de este grupo proceden del PCE. Para mí, esto carece de
credibilidad, pero siempre es conveniente dejar una puerta abierta en esto de
la política.
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