El
reino de Belcebú es extenso y oscuro. Los recursos fósiles se agotan. El fuego
eterno se apaga poco a poco. Los penados, los que allí se encuentran, se
aburren. Aquello ya no es lo que era, cuando les abrasaban sin misericordia.
Ahora, los ángeles soldados tienen que recurrir a nuevas técnicas de tortura.
De vez en cuando, a los que han sido condenados a las penas máximas les
castigan aplicándoles una especie de “bota malaya” durante un par de horas, o dándoles
un par de tizonazos con las escasas ascuas que aún les quedan. Luego el
aburrimiento eterno. Tal vez esa sea su mayor tortura. Un grupo rebelde, que en
el otro mundo fueron los mayores represores, incitan a la subversión. Quieren
que vuelva ese fuego que les abrasaba día y noche. Se sienten merecedores del
castigo por su comportamiento en su otra vida. Ahora se arrepienten, ahora se
sienten culpables. A buenas horas. Por eso reivindican el fuego eterno.
Lucifer,
apodado Belcebú por sus lacayos, no sabe cómo atajar el problema. Y quiso que
se buscaran nuevos recursos para aplacar a los revoltosos. Y quiso que una
comisión de sus huestes saliera de aquel infierno y buscaran nuevos recursos
para continuar con esa hoguera abrasadora, o nuevas formas de tortura que
animaran aquello que estaba en plena decadencia.
Y
quiso el destino que esos infernales agentes aterrizaran en un pequeño planeta
conocido en el resto del universo como Tierra. Su cualidad cuasi divina les permitía desplazarse sin problemas de un lado a
otro con total velocidad. Allí se encontrarían con lo que no esperaban. Mira
por donde, su primer aterrizaje fue en tierras de Siria. Muerte, destrucción,
hambre, desolación y miseria imperaban en ese territorio. Esto fue suficiente
para que ellos pensaran que habían llegado a otro infierno de mayor crueldad
que la de aquel de donde procedían. Pero fue sólo el principio.
Con
esa facilidad de desplazamiento de la que estaban dotados, llegaron a lo que
aquí conocemos como Palestina y comprobaron que se trataba de otro pueblo
masacrado. Después visitaron otros asentamientos de hombres, mujeres, niños y
niñas sin hogar, hambrientos, enfermos, morando en condiciones
infrahumanas. Huyendo de aquel horror, y
tomando altura, por esa cualidad suprahumana,
vieron caravanas de miles y miles de personas en busca de refugio en
países ajenos a sus lugares de origen. Más tarde, volvieron a aterrizar en la
zona ribereña del Mediterráneo. Allí vieron como jóvenes africanos se
desgarraban sus carnes en horribles vallas artificiales construidas por otras
personas.
Escandalizados
por todo lo que vieron se pusieron en contacto con su superior. Ya se sabe que
tratándose de seres extraterráqueos no requieren de sofisticadas tecnologías
para contactar. Y le contaron brevemente lo que habían visto. “Queremos volver
de inmediato, esto es insoportable”, decían quienes en otros tiempos atizaban
el fuego sin pudor. “De eso nada”, les respondió Belcebú. “Hay que investigar quiénes
son los causantes de todo eso”.
Obligados
por el jefe, decidieron visitar lo que se conoce como los lugares más
desarrollados del planeta. También allí se sorprendieron por las injustas
formas de vida de sus habitantes. La desigualdad como dinámica de vida. Unos
tanto y otros tan poco. Las sociedades controladas y dirigidas por los
poseedores del dinero. Ausencia de conciencia en las masas. Indiferencia,
irracionalidad, manipulación, intoxicación a través de todos los medios
disponibles. La tecnología al servicio de los dominantes y, a la vez, instrumento
alienante para una sociedad anestesiada.
Descubrieron
que se había puesto en marcha un proceso para acumular sus riquezas y
guardarlas en lugares distintos a sus países de origen. Lugares que han dado en
llamar “Paraísos fiscales”; y todo aquel que dispone de una cantidad importante
de dinero utiliza esta vía. Luego lo que se conoce como ingeniería financiera,
una forma de encubrir la realidad y de evadir impuestos. La insolidaridad en
estado puro. Insolidaridad de los que más tienen con los pobres de su país y
con todas aquellas olvidadas personas de los países que habían visitado
anteriormente.
En
su informe final, resonaban términos tales como guerra, muerte, destrucción,
miseria, terrorismo, corrupción, desigualdad e insolidaridad. Desolación. Descubrieron
un nuevo infierno, un infierno cargado de diferentes modos de injusticia, de tortura.
Un nuevo infierno contra el que no podían competir. Enterados de todo lo que
les contaron, los dirigentes del averno decidieron cerrar definitivamente las
puertas de ese virtual lugar de donde procedían los agentes espías. Ese
infierno con el que han atemorizado durante siglos a la ignorancia de los
pobladores de este planeta, pero que lo que les aterroriza ahora es lo que se
cuece dentro.
Fe de erratas: quise decir ribereño y no rivereño.
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