Hoy siento una tristeza extrema. Jamás
me había sentido así por un asunto de carácter político, y eso que uno ha
pasado por trances de toda índole: represión, persecución, falta de libertad,
miedo. Bueno, acabo de recordar otro hecho, otra fecha en la que la pena, la rabia
y la impotencia me invadieron. Me refiero a los hechos ocurridos el 27 de
septiembre de 1975 cuando una sanguinaria y moribunda dictadura asesinó a cinco
jóvenes acusados de terrorismo, sin que se encontraran pruebas de los presuntos
delitos. Tal vez el único nexo entre aquella atrocidad y el hecho por el que hoy
me siento triste sea la juventud y el impetuoso deseo de cambio.
Hoy es un día triste, después de
finalizadas esas sesiones parlamentarias en las que se dirimía una Moción de
Censura propuesta por el grupo Unidos Podemos contra el actual Gobierno del
Partido Popular. Los resultados, como suele ocurrir en todos estos casos, ya se
sabían de antemano: 82 votos a favor, 170 en contra y 87 abstenciones. Alguien
que se supone se encontraba en el bloque de la abstención, se ausentó, tal vez
por vergüenza, abochornado dejó su escaño vacio. La abstención es una postura
cobarde, ambigua, escurridiza, insulsa. La abstención habría que anularla como
opción, debería desaparecer, sobre todo en las Cámaras parlamentarias. En el
sueldo va el compromiso y la definición política de cada uno de los individuos
que allí se reúnen. ¿Qué pensarán quienes votan a formaciones políticas que se
abstienen en decisiones tan importantes como las acontecidas en estos dos días
de junio? Los ciudadanos votan para que sus representantes decidan y se
pronuncien con un sí o con un no.
Obsérvese que el actual apoyo
parlamentario al actual Presidente del Gobierno es minoritario. Que la suma de
votos a favor de la moción de censura y los de la abstención son suficientes para
que la moción saliera adelante. El PSOE se ha abstenido, tal como hizo en la sesión
de investidura de Rajoy. Dos abstenciones en un corto periodo de tiempo, en dos
asuntos de vital importancia política. Difícil mantener el equilibrio entre la
crítica al gobierno actual y la negativa a la moción, porque, al fin y al cabo,
es una negativa a la propuesta, y el apoyo a la fuerza política que, aunque
minoritaria, gobierna, y todo debido a esa ambigua postura del PSOE, tan jugosa para Rajoy y los suyos.
Escribo en caliente, deprimido,
embargado por esa tristeza. En la tarde del día en la que se ha perdido la
moción. Mi posición política no es exactamente la de Unidos Podemos, pero
siento en lo más profundo la derrota de un grupo limpio, no contaminado, tal
vez ingenuo. Los Tiburones se han comido
a los Delfines. Estas son las cosas que te hacen aborreces esta política de
pacotilla, de golfos de colmillo retorcido, al servicio de la oligarquía con la
que juegan a corromper y a corromperse.
Juego pueril. A los niños y niñas se les
permite jugar, para eso son niños, pero a los Tiburones de colmillo retorcido
habría que cesarles de inmediato cuando muestran un comportamiento tan ridículo
y una tan exagerada baja talla intelectual, pero es que, tal vez, no den más de
sí. El Parlamento convertido en jauría. Jauría, y digo bien: perros de los malos, adiestrados (vaya por delante mi cariño por la mayoría de los animales de esta especie) para el escándalo y el bullicio. Perros de presa o tiburones, en cualquier
caso, animales sanguinarios. El pueblo llano les importa una mierda, hay que
hacer sangre cuando les sueltan, cuando los de arriba les achuchan. ¡Vaya representantes!
Lo del PSOE no tiene nombre. Un
Secretario General desaparecido: hay que estar callado al menos hasta el fin de
semana que tenemos Congreso, no vaya a ser que, si muestro ese perfil “rebelde”
de los últimos tiempos, me vuelvan a largar por segunda vez, pensará el hombre.
Un portavoz provisional y un grupo parlamentario desquiciado: ¿qué tendré que
decir ahora? Se preguntan sus diputados cada vez que hay que votar asuntos de
importancia. ¿De dónde vienen las instrucciones? El propio Secretario General
elegido, laminado y vuelto a elegir (reelegido) confesó que venían de arriba,
de la oligarquía.
No pueden soportar que otros les “pisen
la manguera”, que otros tomen la iniciativa que creen que a ellos les
corresponde, pero ¿quién se lo impide? ¿O es que de verdad se lo impiden?
Los de Unidos Podemos convertidos en
Delfines, jóvenes, suaves y cercanos. Ingenuos. Sobrados de ingenuidad, aunque
con recorrido político. Herederos de una cultura de lucha y reivindicación. La
posibilidad numérica de presentar una moción de censura, les ha cegado.
Deberían haber reflexionado, siendo conscientes de que el PP no está solo, que
ahora, y en el futuro más cercano, el panorama político en este país se
presenta como una alianza, más o menos pactada, formada por PP, PSOE y Ciudadanos,
frente a una reducida oposición formada por ellos mismos, por UP, y algún que
otro grupo nacionalista.
A medio plazo, la salida a la cuestión catalana
es una incógnita. ¿Podría generar algún cambio a nivel general? De cualquier
forma dejad, se lo digo a los de UP, que se coma el “marrón” el actual Gobierno
y, en todo caso, lo reparta con sus compañeros de viaje.
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