En
enero de 2016, publicamos un artículo con el siguiente título: “El asunto
catalán, de aquellos polvos estos lodos”. Intentábamos vincular entonces la
historia con la situación catalana en aquella fecha. Ahora, todo va muy
deprisa, y esos lodos se han convertido en los polvos de los hechos más
recientes. La marcha de lo que los independentistas denominan El Procés es imparable, y la fecha para
la consulta está a la vuelta de la esquina. Los dirigentes catalanes se han
enrocado, arrastrando a un número importante de ciudadanos, y han roto el
retrovisor. Como entonces, pensamos que la petición popular de independencia tiene un carácter emocional, y que esto no es
una reivindicación por razones
económicas o sociales. La clase política
catalana ha encandilado a un elevado
número de personas que no ven mucho más allá de ese deseo de emancipación, sin
pararse a pensar en el modelo político que les esperaría, si esto llegara al
fin deseado. La pasión de un pueblo, convertido en masa, es la misma que sienten
los fanáticos individuos cuando juega su equipo de fútbol favorito, al que se
sienten vinculado a modo de sumisión. Ahora, a esa masa enfervorizada no hay
quien la pare, salvo con medidas represivas y contundentes, pudiendo llegar a
convertirse aquello en una sangría, porque el tiempo de dialogo o de
negociación se ha extinguido.
La
manipulación de las masas por parte de los dirigentes catalanes, y la cerrazón
e ineptitud del gobierno español han dado lugar a esa mayoría independentista.
Porque, digan lo que digan desde los intoxicadores medios de comunicación, los
que quieren separarse son una clara y evidente mayoría.
El
problema se ha enquistado porque el
actual sistema socioeconómico y este modelo político
"pseudodemocrático" no tienen una respuesta, que no sea violenta,
cuando se enfrentan dos poderes, en este caso políticos. El barullo está servido.
Las soluciones muy, muy complicadas. Las decisiones del Constitucional y
las leyes españolas les importan un bledo a los separatistas. En Madrid no
saben qué hacer. No sirve eso de que hay que cumplir las leyes, esas leyes que
protegen a los ricos, cuando lo que quieren los catalanes es elaborar sus
propias normas, normas que, sin duda, serían también para proteger a los ricos
de allí. Estamos viendo dar palos de ciego, y así seguiremos. Chapuza tras
chapuza. Auguramos una chapuza de consulta, y ya estamos observando las
decisiones chapuzas o desproporcionadas del Gobierno de Rajoy. Las
declaraciones de éste y de sus próximos son lamentables. ¿Qué harán unos y
otros políticos los días siguientes a la consulta? ¿Y qué hará un pueblo
frustrado y engañado?
Los
que de verdad mandan son los que tienen el dinero, pero en este caso están callados. Tal
vez sus actuaciones sean clandestinas, y nos sorprendan uno de estos días,
manifestándose respecto a las propuestas y decisiones de los políticos.
Por mi parte, decir que ese deseo de independencia, fuera de la razón, me parece egoísta, reaccionario, insolidario y, por si fuera poco, contrario a la marcha del poder real, que se ha caracterizado a lo largo de la historia por ese afán imperialista y de dominio sobre espacios cada vez mayores. Esa tendencia generalizada, salvo excepciones, es opuesta a la actual actitud de los catalanes, por lo que pienso que será la verdadera razón de su fracaso. Por otra parte, también es cierto que, desde la óptica de la clase trabajadora, lo deseable es la creación de amplios espacios del planeta donde sea posible la lucha unificada por la emancipación de la clase, y no la de aferrarse al “terruño”.
El pueblo llano ignora que el bloque independentista
mayoritario representa al sector neoliberal más radical, que va más allá,
incluso, de la oligárquica y tradicional burguesía catalana de finales del 19 y
comienzos del siglo 20. El paro, la precariedad, los recortes en los servicios
sociales y la explotación laboral no serían eliminados si ese soñado deseo
independentista llegara a materializarse.
No
sabemos con precisión lo que este proceso puede dar de sí, ni cómo acabará,
aunque no iremos muy descaminados si pensamos que no se producirá la, tan
deseada por algunos, independencia, aunque bien es cierto que el enredo se
alargará, distrayendo a la ciudadanía de los
asuntos más relevantes: desigualdad, corrupción, precariedad y visión de futuro.
Por lo que al gobierno actual no le viene nada mal.
Quiero
terminar este escrito con una consideración que a mi modo de ver tiene un
carácter político de mayor alcance que la mera cuestión independentista, y que
me atrevo a calificar de positivo. Este proceso
de los catalanes, y la posición reaccionaria del PP, han puesto patas arriba la
organización territorial, la Constitución
del 78 y las Instituciones del poder judicial, en particular, el Tribunal
Constitucional, convertido en una prolongación de la política del PP. El sistema de partidos también queda tocado.
Al PSOE se le ve el plumero al apoyar incondicionalmente al actual Gobierno.
Con ello queda en evidencia que defiende los mismos intereses. Pienso que se
equivoca, y esto le puede acarrear problemas, lo que puede suponer el remate
que le convierta en un grupo marginal. La única fuerza que actúa en aras de la
razón es Unidos Podemos, quien, rompiendo con el statu quo, aporta soluciones válidas para salir de este atolladero,
pero es posible que los demás no le acompañen, como ya ocurrió en la moción de
censura, y, como consecuencia, el modelo siga así, por el lento camino de
la descomposición.
Anexo: Algo de historia
Esto
es una breve reseña histórica que intenta dar una explicación sobre la falta de
unificación política de lo que hoy se conoce como España, lo que, de alguna
manera, justifica la reivindicación nacionalista de algunas zonas del actual
Estado. Jamás ha habido una aceptación de una única nación. Eso de la España
única, como así lo proclamaba la Dictadura, sólo ha tenido lugar, cuando la fuerza y la represión han imperado en esta
sufrida parcela del planeta.
El
lector puede “convalidarse” la lectura de este apartado, pero también puede
reflexionar y aportar otros datos que lo enriquezcan.
España
se ha destacado a lo largo de la historia por la falta de unificación real como
Nación, siempre en manos de reyes ineptos o de dictadores. Es conveniente
remontarse a los siglos 14 y 15 para entender que estos lodos son consecuencia
de aquellos polvos.
Retrocediendo
a esos tiempos, aportaremos algunos datos que nos ayudarán a entender los
anhelos de secesión de un número importante de ciudadanos y ciudadanas de este
país.
La casa de Trastamara era una dinastía que
reinó en Castilla entre 1369 y 1504, en Aragón de 1412 a 1516, en Navarra entre
1425 y 1479, y también en Nápoles de 1442 a 1516. Con la muerte de Isabel I en
1504, y posteriormente de Fernando en 1516, finaliza su reinado y comienza una
nueva etapa de monarcas de origen extranjero.
Previamente,
para reinar en Castilla, Isabel tuvo que vencer la oposición de una parte
importante de la nobleza castellana, principalmente la alta nobleza, que
prefería la alianza de Castilla con Portugal, por lo que se pusieron de parte
de Juana, llamada despectivamente la Beltraneja, lo que acabó en un
enfrentamiento armado. Tras la batalla de Toro (1476), las Cortes de Castilla,
reunidas en Madrigal de las Altas Torres, proclamaron reina a Isabel I.
A
la muerte de Juan II, su hija Leonor heredó Navarra y su hermanastro Fernando,
llamado el Católico, la Corona de Aragón, a la que pertenecía el territorio de
la actual Cataluña. Con el matrimonio de Fernando con Isabel I de Castilla,
celebrado el 19 de octubre de 1469, se estableció la unión entre estas dos
Coronas.
Una
vez que Isabel se afirmó en el trono de Castilla, reanudó la conquista del
reino de Granada. Aprovechando que dicho reino se encontraba en una crisis
dinástica entre el Sultán, su hermano el Zagal y su hijo Boabdil, comenzó la
guerra por la conquista de este reino.
A
pesar de ese matrimonio de los Reyes Católicos en 1469, ambas Coronas, Aragón y
Castilla, conservaron sus instituciones
políticas, se mantuvieron las Cortes, las leyes, las administraciones públicas
y la moneda, aunque unificaron la política exterior, la hacienda real y el
ejército.
Aparentemente,
mediante pactos de interés o invasiones, se intentó la unificación territorial de España, pero la realidad es que se
mantuvieron las identidades de cada uno de los reinos que conformaban las
coronas de Castilla y de Aragón. Sus fueros y sus derechos fueron respetados.
Muerta
Isabel en 1504, se atravesó por un periodo de sombras. Se inició una etapa de
sucesiones y regencias: Juana, Felipe I, Fernando, Cardenal Cisneros, etc. Tras
la muerte de Fernando en 1516, el trono recae finalmente en su hija Juana,
conocida como Juana “la Loca”. Pero unos meses más tarde, Carlos, el hijo de
Juana y de Felipe “el Hermoso”, se autoproclama desde Flandes rey de Castilla y
Aragón.
Así,
se inició un largo periodo dominado por reyes descendientes de monarquías
extranjeras, algunos de los cuales eran desconocedores de la realidad política
de los diferentes reinos que configuraban la península, incluido el de
Portugal. Primero los Habsburgos y después los Borbones. Pero la situación
socioeconómica y política de ese largo periodo desborda los límites de este
breve escrito.
En
resumen, Cataluña ha estado reivindicando la independencia desde el siglo XIV.
En 1716, a raíz de la guerra de Sucesión, Felipe V, tras la promulgación del
Decreto de Nueva Planta, derogó las
leyes y las instituciones catalanas. Cataluña, con altibajos ha mantenido la
autonomía durante un largo periodo de tiempo, pero, según las investigaciones
de expertos historiadores, Cataluña nunca ha sido legalmente independiente.
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