Ya
hace tiempo que dejé de creer en los RRMM de los textos apócrifos, como para
creer en estos homónimos, de inestable posición política, que caminan de
fracaso en fracaso. Por lo que nos cuentan, parece que quieren reinventar la
izquierda, concepto ambiguo y trasnochado. Lo que hay en esa inconcreta franja
política no les vale. Es cuestión de puro protagonismo y de intentar reparar
esos fracasos anteriores, que no son pocos.
Cuando
ocurren estas cosas, cuando aparecen nuevas formaciones, aunque sólo estén
formadas por cuatro amiguetes, uno duda de si son grupúsculos organizados desde
arriba, por los que mandan, o, sencillamente, son fruto de la ineptitud y del cúmulo
de descalabros y frustraciones personales. En cualquier caso, lo que consiguen
es desorientar a la ciudadanía y robarle un puñado de votos a otras
organizaciones que tienen un significativo apoyo electoral. Con estos
esperpénticos acontecimientos, disfrutan los reaccionarios y sufren quienes
quieren presentar una alternativa a los gobiernos enemigos del pueblo.
El
primero, Gaspar, fue elegido Coordinador de IU en la Sexta Asamblea, a la que
asistí como delegado. Una combinación de la mala impresión que me produjo todo
el proceso de compadreo, de la apatía de gran parte de los asistentes, de la
discriminación de las bases, de la burocratización de la organización, de la
deriva que la coalición iba tomando y de las direcciones que salieron de aquel
acto me llevaron a dimitir como Coordinador local y como militante. Lo que allí
vi era una pírrica pelea por aparecer en los órganos de poder de la coalición y la
endogamia de quienes tenían alguna posición orgánica o institucional.
Llamazares
aparecía como una figura gris, sin el carisma que requiere un puesto como el
que consiguió entre los pactos de cloaca y la confabulación. IU fue de mal en
peor durante su mandato, obteniendo los peores resultados de su historia en las
elecciones de 2004 y 2008. En esta última convocatoria él fue el único
diputado, junto a otro de Iniciativa per Catalunya.
Desde
que fue sustituido por Cayo Lara, no ha dejado de “joder la marrana”. Creó un
nuevo partido, “Izquierda abierta”, y se opuso a la alianza de IU con Podemos. Por
lo que parece, no superó ser desplazado de la dirección, ni desaparecer de las
listas para ser candidato al Congreso de los Diputados. No se ha resignado a
ser un Diputado regional. Hay gente que no soporta el fracaso, aunque siga
manteniendo posiciones de privilegio, muestra inequívoca de pobreza humana.
Y
qué decir del otro, de Baltasar. Cuando fue expulsado de su puesto de juez,
gozó de la solidaridad de amplios sectores sociales, en alguno de ellos, yo
mismo, me encontraba. En mis escritos posteriores a aquel acto, no dudaba en
ensalzar el atrevimiento y la valentía de esta persona, y en tratar de injusta
la medida adoptada por el poder. Pero, poco a poco, mi opinión fue
evolucionando hasta llegar al rechazo absoluto de sus anteriores y últimas
actuaciones. Jamás entendí cómo este hombre no se defendió con mayor vehemencia.
Tal vez le iba bien venderse como víctima y adquirir fama y dinero. Es como que
aceptó de buen grado el veredicto, algo inaudito, sabiendo que la opinión
pública estaba de su parte, salvo los sectores más recalcitrantes. Este también
montó un “nuevo espacio político” (como lo calificó), Convocatoria cívica, que
ha tenido el mismo éxito que la Izquierda abierta de Gaspar.
Por
eso, ahora aparecen con esa nueva propuesta, “Actúa”, junto a otros disidentes
de la unión y el deseo real de cambio. Viejas caras rencorosas e ignorantes
que, consciente o inconscientemente, impiden el progreso a posiciones más
racionales o, al menos, el intento para conseguirlo. Mi deseo es que todo esto
no vaya más allá de una reunión de amigos ante las oportunistas cámaras de TV.
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