Estúpido es una manera frívola de definir una sociedad irracional e injusta, a la que cabría tildar con infinidad de epítetos, pero eso de estúpido es porque amplias mayorías muestran torpeza y falta de entendimiento para comprender el acontecer diario, fruto de la manipulación, la aceptación de la marcha que les marcan otros y la ausencia de subversión mínima para dar sentido a sus propias vidas. Ciertos sectores tienen que soportar una forma de vida contraria a sus deseos, ante lo que resulta imposible influir para cambiar.
Acotando
el análisis a esto que llaman países desarrollados funcionamos con un conjunto
de términos de contenido vacío, pero que están implantados, y asumidos por la
mayoría. La degeneración es progresiva sin que seamos capaces de vislumbrar la
situación del estado final.
Democracia
y Libertad se han adueñado del diccionario político y del lenguaje vulgar en
una situación de opresión y desigualdad creciente. Con ellos funcionamos tanto los
más absorbidos por el sistema como quienes parecen, parecemos, críticos con él.
Pero
es el fruto de un proceso durante el cual el actual sistema va ganando espacios
de desigualdad mediante los instrumentos que va creando para ir embruteciendo a
una especie con evidentes signos de inmadurez intelectual. De nuevo surge la
duda de si este es el nivel intelectual máximo que podemos alcanzar o será
necesario que surja una nueva especie.
Han
conseguido que las mayorías apoyen a los que crean condiciones que van en su
contra. De no ser así, ¿cómo se explica que, en Europa, por ejemplo, vayan
desapareciendo las fuerzas políticas que predican un mundo mejor para los más
desfavorecidos y crezcan las opciones de corte fascista?
Cada vez más, el poder impone sus normas, su ideología, y los individuos se alejan de construir su propio ideario, de pensar. Las clásicas religiones continúan teniendo una gran implantación, y lo que llaman democracia se ha convertido en una moderna religión en la que se cree sin la menor reflexión. Una democracia creada por un sistema irracional e injusto, dominado por un minoritario sector social que, algunos, llamamos clase dominante.
Como decimos en el título, qué difícil resulta sobrellevar una vida marcada por la sinrazón y la manipulación. Una actividad dirigida por unos instrumentos cada vez más potentes en los que se refugian los individuos por falta de mecanismos mentales personales para eso que hemos dicho: construir su propio ideario. Los informativos comienzan con cinco o seis noticias catastróficas. Los fuegos, las inundaciones o las sequias, últimamente un volcán, ahora, de nuevo, el virus, los afectados, el crecimiento, los ingresados, los de las UCI´s, las muertes. Todo este repertorio repetido a lo largo de todo el día, día tras día, tienen una clara influencia en los individuos. Las instrucciones se siguen al píe de la letra, hay que llevar mascarilla, pues nos las ponemos sin rechistar. El miedo se impone. El individualismo se impone a lo colectivo. Por eso, las medidas que nos imponen, en esto del virus, no se toman como una medida solidaria, sino por egoísmo.
La dificultad de asumir la marcha de estas sociedades se agudiza cuando eres experto en alguna actividad como, por ejemplo, la educación. Sufres cuando observas que la práctica educativa cumple una función opuesta a la que debiera. Los individuos tenemos una inteligencia natural que se debería ir desarrollando con la edad siempre y cuando no sea cercenada. Lo deseable sería que se pusieran los medios para un normal desarrollo a mayores capacidades, pero el modelo concreto en España carece de medios y técnicas que propicien ese adecuado desarrollo. Por el contrario, toda su práctica consiste en la estéril trasmisión de conocimientos, alejada del desarrollo de habilidades intelectuales tales como la creatividad, la resolución de problemas y el razonamiento. Por el contrario, lo habitual es llevar a cabo actividades que limitan lo que se conoce como inteligencia fluida. En las etapas más tempranas, “fríen” al alumnado a exámenes. Hace poco he leído que la abundancia de exámenes limita la capacidad creadora. Opinión que comparto.
No
sólo te defrauda el hecho de que lo educativo se haga al revés, sino que te
hace pensar que en otras dimensiones de la vida también se haga con arreglo a
los intereses de esa clase dominante. Además de comprobar con tu propia
experiencia, cómo la sanidad, la política, por ejemplo, siguen el mismo ritmo.
En los análisis críticos se considera al capitalismo con naturaleza propia como si fuera un fenómeno que domina a los individuos, cuando es la avaricia, el egoísmo, la desigualdad, el instinto animal de acumulación, en suma, la condición humana la que inventa mecanismos para enriquecerse a costa de otros. Por esa razón, es inútil combatir un sistema socioeconómico mientras permanezcan esos contravalores, esa inmadurez intelectual en una inmensa mayoría de los individuos.
Nota.:
La historia está cargada de pensadores, de intelectuales, que han constatado
que la especie humana da muestras de inmadurez. Nietzsche crea la figura del
Superhombre para definir a quienes son capaces de construir su propio ideario,
de pensar. José Agustín Goytisolo advierte a su hija Julia de lo que se va a
encontrar en la vida, de la condición humana: “Un hombre solo, una mujer,
así tomados de uno en uno son como polvo, no son nada. Pero yo cuando te hablo
a ti, cuando te escribo estas palabras, pienso también en otras gentes.” José
Saramago insiste en su “Ensayo sobre la ceguera” y en “La Caverna”. Según el
autor: “La caverna ha sido escrita para que la gente salga de la caverna”. Kant,
Descartes, Eric Fromm y más recientemente José Luis Sampedro, con carácter
general lo más destacado de La Ilustración, insisten en la dependencia del
poder dominante y en la inmadurez intelectual de la especie.
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