Desde la ingenuidad, en mayo de 2011,
distinguía entre democracia representativa y democracia participativa,
apostando por esta última, en la creencia de que militando en posiciones
políticas de progreso podríamos lograr un mundo mejor. Creía en la ley del
trinquete de I. Wallerstein. No sé si estaba entonces plenamente convencido
de que ese proceso de avance de progreso
sería superior al posible retroceso, pero hoy no lo pienso.
La democracia, esta democracia, es una
estrategia que se ha convertido ahora en el parapeto político de un sistema
injusto tras el cual toda actuación se legitima por el mero hecho de estar
encuadrado en lo que no es otra cosa que una mera fachada para mantener la
mansedumbre de las masas y para contener cualquier intento de rebeldía. De esta
forma hemos llegado a donde estamos. Este es un sistema al que le va mejor un
gobierno conservador, reaccionario, es decir, que no crea en la democracia. Pero
que admite gobiernos que aprueben medidas que favorezcan, con moderación, a los
de abajo, como es el caso en el que estamos ahora, pero que deje indemne el
sistema de desigualdad.
Cuando, en este país, se dan situaciones políticas
como la actual aparece, entre sus pobladores, ese pesimismo generalizado de que
esto durará poco y pronto gobernará lo que llamamos derecha de forma estable.
Además, la oligarquía busca formas más reaccionarias que refuercen a esa
derecha con aparente imagen moderada. De esta manera crearon esa formación que
llamaron Ciudadanos, pero ante el fracaso, han recurrido directamente a
reforzar al fascismo que en España se materializa en Vox, aunque no
permitirán que sea más que un apoyo al PP, ya que un gobierno abiertamente
fascista podría generar un revuelo que fuera más allá de un simple apoyo a la
conocida izquierda moderada.
El actual Gobierno se queja de que no
negocian (el PP) en casos tan sangrantes como la renovación del CGPJ. El problema
fundamental es que no saben, porque ni tan siquiera admiten la actual forma de alternancia.
Pero lo más indignante, desde la óptica del progreso, es que existe un
importante número de individuos que les apoyan, lo que nos genera una tremenda
tristeza, que nos arrastra a la desesperación y, admitida la negación de la ley
del trinquete, nos aleja de un camino de progreso en forma de alternativas
cada vez más encaminadas a la igualdad. Y esto es lo que hay.
Nota. Aunque pudiera parecerlo no son los acontecimientos que se celebran en estas fechas de aniversario las que me llevan a escribir este breve relato (que, por su naturaleza, podría ser mucho más extenso), sino las razones por las cuales el PP mantiene esta posición destructora en la oposición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario