Hace poco tiempo, sin ningún tipo
de reparos, daban la noticia en la radio “pública” de las personas más ricas de
España, información que con el mismo tono han repetido hasta la saciedad en otras
cadenas de radio y TV. Una noticia improcedente en una sociedad en la que hay
más penurias que alegrías. Una indecencia. Ese tipo de noticias, en las que se
enaltece al poderoso, son un ataque al pudor, a la ética e, incluso, a la estética
en una sociedad agobiada, y cada vez más pobre; sin embargo, los medios lo
anuncian hasta con entusiasmo, sin reparar en el agravio comparativo de los
acaudalados con el resto de la humanidad. Por si la información no fuera por sí
misma un escándalo, los acompañantes de la locutora bromeaban con el dato,
señalando que ellos no llegarían nunca a tener esos 300 millones, límite
inferior de los ricos seleccionados, dedicándose a esas labores de tertulianos.
La noticia para mí es indignante, supongo que para muchos más, pero a ellos,
por sus comentarios, les parecía normal hasta provocar, incluso, hilaridad. ¡Qué
risa!, ¡que divertido!, cómo son estos ricos, ¡qué simpáticos! Estos son los
sentimientos y los comentarios que les suscitaba tal aberración: la de tener más
de 300 millones o más, muchos más. La noticia, como digo, ha estado rulando por
todas las cadenas. Otros, bobos todos ellos, jugaban con los datos: la fortuna
de fulano supera la suma de los diez siguientes, o alguna estupidez parecida.
Penoso. Todo esto sitúa al dinero en el centro del
huracán. El dinero se convierte en el manto púrpura que otorga poder, y todo
aquel que tiene alguna posibilidad, sea cual sea la artimaña a utilizar, intenta acaparar cuanto más mejor
(para él).
La noticia para el gran público
es intranscendente, imagino; a lo sumo, puede provocar rabia o rechazo a tal
provocación, como a mi me pasa. La situación económica de la mayoría está a
años luz de esos patrimonios de los más ricos. Para aquellas “castas
privilegiadas” la enorme riqueza de unos cuantos puede que se convierta en un
referente. Parece algo instintivo de esta especie nuestra eso de mirar sólo al
de arriba con el ánimo de alcanzar algún día ese “pedestal” en el que se
encuentran los económicamente más poderosos.
La desigualdad, junto a otras
lacras, aparece como una constante en la historia. La desigualdad, como tal
atávico defecto, parece imposible que sea superada a corto o medio plazo. Por
el contrario, la actual forma de vida la potencia, siendo alimentada por otros
contravalores propios del actual sistema como son la envidia, el egoísmo, la
insolidaridad, el miedo, la inseguridad y la indiferencia.
Cuando se analiza, se discute o,
sencillamente, se comenta el asunto de la riqueza privada, el análisis, la
reflexión, la discusión o el comentario se suele quedar en la ambición, en la
codicia, como causa final de quienes han llegado a poseer grandes fortunas. A
lo sumo, se llega a referir las trampas y el juego sucio que se pone en
práctica para seguir y seguir enriqueciéndose.
Sin embargo, la codicia es el
resultado de una sucesión de causas que enraízan en la propia naturaleza de
nuestra especie. Esa codicia, ese afán de enriquecimiento, surge del miedo y de
la inseguridad que nace de la pobreza humana que, a su vez, es fruto de la
inmadurez intelectual. En orden inverso, la sucesión, de origen a final, es la
siguiente: inmadurez intelectual-pobreza humana-miedo e inseguridad-codicia.
Por desgracia la inmadurez, por
unos u otros motivos, alcanza a amplias capas
de la sociedad. Estos son algunos rasgos:
Inmadurez de los
“arriba” por manifestar ese afán de enriquecimiento sin poner límites,
inmadurez de las clases más o menos “acomodadas” por imitar a los que más
tiene, inmadurez de las clases más oprimidas por no ser capaces de luchar,
cuando las circunstancias lo permiten, para subvertir el sistema en el que esos
sectores son los perdedores; inmadurez por no haber mantenido los logros
alcanzados en algún momento; inmadurez por aceptar y adoptar los esquemas y la
ideología de las clases dominantes, y por dejarse embaucar por los poderosos a
través de los políticos y los medios de comunicación. Inmadurez, en suma, de la
sociedad en su conjunto por estar como estamos, cuando cabría la posibilidad de
vivir y convivir con arreglo a los dictados de unos determinados valores,
descubiertos hace ya bastante tiempo, cuya puesta en práctica nos haría de
verdad humanos y, por otro lado, de mantener la conveniente armonía con el
entorno natural. http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico,
Preámbulo).
En el sistema que sufrimos, el sistema capitalista, dinero
y poder, como ya hemos señalado, van de la mano. Es más poderoso el que más
dinero tiene. Luego, por extensión, aparecen otros tipos de poder, a veces
pírrico. Particularmente, en este país nuestro, todo aquel que tiene cierta
capacidad de decidir se siente en posesión de un determinado poder con el ánimo
de significarse o de distinguirse, haciendo gala de la indiferencia o del
desprecio. En general, todo aquel que tiene poder, por pequeño que sea, lo
ejerce, sin que sean conscientes de sus limitaciones, porque el ejercicio del
poder personal y la madurez intelectual
se encuentran en relación inversa.
Si, tal como hemos apuntado, la ambición y la codicia, son
la última consecuencia de una manifiesta inmadurez intelectual, hay que ponerse
a temblar porque estamos en manos de los más incapaces para avanzar hacia un
mundo más justo, más humano y más racional.
En consecuencia, no deberíamos ser demasiado optimistas de
cara a superar las enormes desigualdades entre unos y otros. Pienso que estamos
a mucha distancia en el tiempo para que se dirima, incluso, la posibilidad de
un reparto más equitativo de la riqueza de los países. Por delante está la
superación del maltrato animal, del respeto al medio ambiente, del abandono de
hábitos insalubres y otros tantos defectos conductuales de nuestra especie.
Todo ello se encuentra en vías de resolverse en estos tiempos que corren, pero
la cosa no da para más. Y bien que lo siento por aquellas y aquellos que
sienten el deseo de vivir de acuerdo a otros parámetros y se esfuerzan para
ello.
Al margen del contenido de este artículo queda la manifiesta inmadurez que tiene como resultado las creencias religiosas, la corrupción u otros muchas miserias. En cualquier caso, las causas son las mismas, y el proceso mediante el cual se desemboca en estos tipos de lacras también es el mismo que hemos descrito en el Post.
ResponderEliminarTambién quedan al margen del contenido la inmadurez supina de acomplejados, políticos-marioneta y nefastos expresidentes que necesitan que les sigan "dorando la píldora" para lo cual escriben ridículos libros con su vida o crean fundaciones para exhibir su persona, aunque a veces se parezcan más a lechones bien cebados que a personas inteligentes que se saben administrar en cuestiones tan básicas como la alimentación.
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