Por lo general, quienes nos
dedicamos al análisis político tememos la tentación de describir situaciones
que son, simplemente, noticia. Es la tendencia natural por su sencillez. En
otras ocasiones, en muchas, los escritos o discursos se limitan a la mera
opinión, a la conjetura. Opiniones sin ningún rigor científico, sin un método.
A veces se utiliza la ironía o la exageración para llamar la atención o,
intentando hacer gala de buen periodismo, lo que se cuenta se convierte en un relato
delirante. Escribir por escribir.
En consecuencia, no vamos a
contar lo que cualquier persona interesada ya conoce sobre la actual situación
política en nuestro país. La vulgaridad se ha adueñado de los últimos
acontecimientos. Las acciones del establishment
son burdas, ordinarias y exageradas. A primera vista, sorprende que se
permita llevarlas a cabo sin la mínima contestación, pero, después de unos
breves minutos de reflexión, es sencillo comprobar que, esa pasividad
colectiva, responde a la posición extrema de parálisis a la que nos han
llevado. Queremos pensar que estos sean los límites de la sin razón, y que el
binomio razón-sin razón se invierta a
favor del primer término para abordar con sensatez la actual situación y la que
se nos viene encima, si no somos capaces de reaccionar.
En la trastienda se encuentra lo
que se oculta, lo que no es público, lo que sólo ven los dueños del negocio. Es
en la trastienda donde hay que colarse para descubrir las causas por las cuales
las cosas suceden de tal manera en el ámbito político. Tal vez esta sea una de
las mejores maneras de llevar a cabo el análisis.
Por una parte, husmeando en esa
trastienda, sin necesidad de adentrarnos demasiado, descubrimos que el poder se ha concentrado en una clase
social minoritaria, pero con una enorme capacidad para dominar y crear
estructuras que la blinda contra cualquier ataque venga de donde venga. Han
logrado moldear a la perfección una práctica política que da la cara en su
nombre, aunque, dadas las circunstancias, sin ocultarse demasiado. Cualquier
iniciativa que ponga mínimamente en riesgo su posición e intereses, es
rápidamente laminada, utilizando las más toscas herramientas. Las medidas que
vienen tomando, de un tiempo para acá, son exageradamente desproporcionadas a
los posibles daños que los más “rebeldes” pudieran ocasionarles. Si nos
adentramos un poco más en ese espacio oculto, comprobamos que los individuos de
ese sector social necesitan ese poder para resolver su angustia vital, aunque,
por mucho que lo intenten, por mucha riqueza que acumulen, por mucho que
masacren al pueblo, están llamados al más absoluto fracaso personal. No sería
fácil distinguirles del resto de las demás basuras en un estercolero.
Por otra parte, allí, en una
amplia bancada de la trastienda vemos a una ciudadanía mansa, manipulable e
indiferente. Un amplio colectivo domado que no responde a las agresiones que
sufre día tras día. Convencidos sus componentes de que acudir a las urnas cada
vez que les convoquen es suficiente. Sin alterarse por las tropelías que
cometan propios y extraños aunque vayan, incluso, contra sus intereses. Si nos
acercamos un poco más a estos de la bancada de esa estancia oscura en la que
reposan, podemos apreciar que la conformidad la encuentran integrándose en el
rebaño (E. Fromm), que esa conformidad es saciada por el elemental hecho de
creer que forman parte de una sociedad democrática. Durante un largo proceso,
han conseguido los de arriba que la masa se acomode a las condiciones que ellos
han marcado. Han logrado que las posiciones de progreso, cuando sus defensores
tocan poder, sean abstractas, laboriosas
e inestables (R. Simone).
Ahondando en aquello que se nos
muestra a simple vista, hemos de ser realistas y esperar a que esta especie nuestra evolucione hacia estados
superiores de consciencia. Mientras
tanto, comprobamos cómo, cuando se intenta romper con las reglas del juego, el
autor del intento de cambio, sea a título personal o como colectivo, tal como
hemos señalado, es defenestrado, sin pudor, de forma descarada y a la vista.
Por ahora, vemos y veremos, con claridad, cómo un partido político corrupto
sigue teniendo un sorprendente apoyo masivo. Que un partido político puede reventar y seguir manteniendo un apoyo
semejante al que tenía antes del reventón. Todo esto, y mucho más, pasará por
delante de los ojos de unos y de otros sin que nos inmutemos, sin que se
responda ante hechos tan injustos y tan irracionales.
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