Con
frecuencia se imponen los sentimientos a la razón, aunque esa confusión nos guíe
hacia la frustración, a la indiferencia o, incluso, al ostracismo. Pero la
imperfección de esta especie nuestra, a veces, nos hace persistir en ese camino
emprendido, o permanecer en una postura tomada de antemano, tal vez por la necesidad de buscar la seguridad de la que se carece y por el miedo a la desconexión con los demás individuos.
Sea
el siguiente un claro ejemplo de lo que digo, en un contexto político de
rabiosa actualidad. El PSOE es una formación antigua que ahora ofrece su
verdadera cara. Ha permanecido en la escena política como una aparente fuerza
de “izquierdas”. En estos últimos tiempos, se ha convertido en el baluarte del
PP, dándole su apoyo para que gobierne. Además, el partido carece de dirección,
hay posturas claramente enfrentadas y una verdadera lucha por el poder y el
control del grupo. Sin embargo, el apoyo electoral permanece casi inmutable
desde antes de que tuvieran lugar todos estos hechos. Lo razonable sería que,
ante tales circunstancias, los resultados de las elecciones generales de 2015 y
2016, en torno al 22%, sufrieran una fuerte bajada. Las pasiones y los vicios en
la conducta se imponen a la razón.
El
caso de Podemos es algo más complejo. En esta ocasión se cumple una doble
condición. Por un lado, ha defraudado a tantas y tantos que confiaban en una
nueva formación política que, con sus propuestas iniciales, se alejaba de los
enquistados partidos que se han repartido el poder político desde el 78. Eso les
proporcionó un enorme ascenso en el terreno electoral, en un corto periodo de tiempo,
pero ese crecimiento, casi exponencial, se ha frenado y, es posible que ese
apoyo disminuya. Sin embargo, a pesar de todo lo que está ocurriendo, lo que
abordaremos con más en detalle después, por razones análogas a lo que ocurre
con el PSOE, consolidará un nivel de votos cada vez que nos convoquen a
elecciones. Digo esto aunque, a veces, haya podido dudar de su posible desaparición,
entendido en un sentido hiperbólico.
Bien
es cierto que la aparición de Podemos allá por 2014, removió socialmente los
cimientos de una práctica política anquilosada. De estas cosas que ocurren en
este tipo de sociedades, marcadas por lo aleatorio, la suerte y la mano de la
diosa fortuna, ocurrió que Podemos se convirtió muy rápidamente, como hemos
señalado, en una formación con un importante respaldo popular. IU lleva
cuarenta años intentando jugar ese papel de representación popular y no lo ha
conseguido aunque su presencia ha sido mucho menos “agresiva” que Podemos en su
irrupción.
El
deseo de cambio de amplios sectores fue el acicate necesario para que prendiera
esa llama que cegó a seguidores y detractores, impidiendo que entonces fuéramos
capaces de hacer un acertado análisis sobre la presencia de Podemos, su
origen, su trayectoria y su capacidad para llevar a cabo aquello que,
inicialmente, proclamaban. Cada día que pasa, con su inacción institucional,
con el exceso de palabrería -hasta la extenuación- y sus luchas internas –hasta
la sangría dialéctica-, disponemos de muchos más datos para el análisis, ahora
que, además, aquel fuego se va convirtiendo en cenizas y ese candor se
convierte en una visión más realista.
Podemos
surge en un despacho cuyos fundadores son un grupo de jóvenes profesores
universitarios en su mayoría contratados, es decir, sin plaza fija. Nada que
ver con el nacimiento y composición de formaciones de corte obrerista entre los que destacan el PCE y todos los partidos europeos de análoga ideología. La
naturaleza de este grupo da lugar a que gran parte de sus seguidores sean
jóvenes, y no tan jóvenes, con un perfil determinado, caracterizados por un
alto nivel de cualificación, aunque muchos de los jóvenes se encuentren en una
situación laboral precaria.
Tal
vez algunas y algunos llegaron a pensar que la trasformación estaba en marcha,
ignorando que una trasformación radical, un verdadero cambio es fruto de una
revolución a través de la cual se arrebata el poder a los que lo tienen. La
historia nos muestra esto que señalo si pensamos en la Revolución Francesa, la
Bolchevique o la cubana. Sin embargo, cuando se han intentado cambios desde
dentro del sistema se ha fracasado, eliminando de forma radical a los
demócratas que lo intentaron. Tales son los casos de Chile y del Frente Popular al final de la Segunda República en España.
En
estos días, previos a su asamblea general, los encendidos ataques mutuos y las
recíprocas descalificaciones van en aumento. Algo singular, incomprensible y
verdaderamente sorprendente sin que sea posible descubrir cuáles son los
verdaderos motivos. Pase lo que pase en Vistalegre, el partido ha reventado ya.
Ante esta situación cabe preguntar: ¿en esa ruptura han intervenido agentes
externos o son ellos mismos los que se han liado a bofetadas, fruto de la
torpeza? Cabría pensar que esta clase dominante nuestra, caracterizada por esa
mentalidad retrograda y carpetovetónica, se asustara mucho y comenzara a
maquinar algún tipo de estratégica para dinamitar, por cualquier medio a esa
naciente y novedosa formación. ¿Cabe, pues, la posibilidad de infiltrados para
romper Podemos? Parece ingenuo pensar que ellos por su cuenta se empleen de esa
manera. Si así fuera es difícil calcular el grado de estupidez de la plantilla
dirigente.
Aunque
manifestamos algunas dudas, fruto del análisis ya sí que es posible obtener
algunas conclusiones. Podemos podrá mantener un cierto apoyo electoral durante
bastante tiempo, pero ha perdido la posibilidad de ser el partido más votado,
tal como eran sus pretensiones. Por otro lado, aunque consiguiera mayoría
suficiente para gobernar, jamás será capaz de trasformar el sistema desde
dentro para eliminar la injusticia y la desigualdad, y otorgar fuerza y poder a
las clases populares.
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