Lo
que está ocurriendo ahora entre los cuadros de Podemos no es nuevo. Hace ya
casi un año que también se producían dimisiones en la cúpula, abandonos masivos
y enfrentamientos entre sus dirigentes. Sospechábamos, ya por entonces, que
Podemos, en última instancia, podría ser dinamitado desde dentro (*). A
mediados de 2016, manifesté mis dudas acerca del futuro de este grupo: “Podemos se encuentra en la cuerda floja con
la duda de si estarían dispuestos a intentar defender unos verdaderos valores
anhelados por la izquierda y convencer
con sus propuestas, o de que otros valores son posibles; con la duda de si sus
apoyos populares irán en aumento; con la duda
de si, en el corto o medio plazo, pudieran desaparecer de la escena
política” (**).
Bien
es cierto que en estos días los medios se están “cebando”, al hilo de las
peleas entre unos y otros jefes de filas y de las dimisiones de otros y otras.
Los daños que todo ello pueda acarrear a esta formación nos hace pensar si esto
será estrategia, o, sencillamente, torpeza extrema de los protagonistas de
estas acciones. Cabría esperar que todo este tipo de escaramuzas lo hicieran
para ocupar a los medios buitres y mantenerse en el candelero. Parece arriesgado
porque es muy difícil buscar el equilibrio entre la publicidad y la presencia
en las emisoras de radio y TV y los perjuicios que esto les pueda acarrear. Sin
embargo, me inclino por la falta de sensatez, por la inmadurez política, por el
deseo de protagonismo y, si me apuráis, por la ambición de los dirigentes de
este partido.
Sólo
les faltaba a los elementos que dirigen esta plutocracia, y a sus serviles
protectores, que estos de Podemos se pongan a parir entre ellos. Carnaza para
esos medios que constituyen uno de los pilares de este sistema.
En
varias ocasiones he manifestado que cuando se
barrunta que el poder de quienes lo ostentan puede quebrar, no dudan en tomar
medidas desorbitadas y desproporcionas a los efectos que algunos
acontecimientos pudieran producir, o algo parecido. Es el caso de la irrupción
de Podemos.
Podemos aparece en escena a raíz de las protestas ciudadanas entre
las que destaca el movimiento 15M. Una aparición oportuna, u oportunista, del
citado grupo constituido en partido político. La evolución de Podemos es más
que constatable. Una evolución que más que un lógico proceso de adaptación han
sufrido una verdadera metamorfosis, ¿o es que todo ha sido una farsa desde el
principio? Quién te ha visto y quién te ve, o la sombra de lo que eras, o lo
que decías que eras, parafraseando al insigne Miguel Hernández.
Las propuestas iniciales encandilaban a amplios sectores sociales
lo que propició un rápido crecimiento electoral. Sin embargo, más adelante,
comenzaron a divagar pronunciándose como socialdemócratas y, posteriormente, no
se definen, ni ideológicamente, ni siquiera políticamente. Lo que si se
desprende de sus declaraciones es que asumen el sistema socioeconómico vigente.
Apuestan por el crecimiento, señalando que una subida de salarios potenciaría
el consumo y, en consecuencia, el crecimiento, tal como lo entiende el
capitalismo. No apuestan, por el contrario, por un modelo sostenible, con todo
lo que ello conlleva.
Las actuales diferencias internas se centran en la acción
institucional, defendido por unos, versus
conjugar ésta con la acción en las calles, pero todo se queda en propuestas teóricas. Su presencia en el Parlamento deja mucho que desear para quienes les
votaron. Se han dejado arrastrar por los partidos convencionales. Muchos
esperábamos acciones más contundentes. Sus 71 diputados podrían dar mucho más
de sí, pero la fuerza se les va en discusiones bizantinas entre unos y otros
dirigentes.
Cada vez, recurren, con más frecuencia, a las prácticas que llevan
a cabo los partidos clásicos: incorporan a sus listas a “famosos” de uno u otro
signo, lo que aleja a esta formación de esa vocación popular de la que
presumen. La posibilidad de que sus afiliados y adscritos puedan votar a los
dirigentes, no deja de ser una simple táctica que desvirtúa un proceso
verdaderamente democrático. Por un lado, los candidatos vienen dados, aunque se
pueda votar a elementos de varias listas. Por otro, la mayor parte de ellas y
ellos son desconocidos para la mayoría de los votantes. Las líneas políticas
las definen sus dirigentes. Puedo garantizar que ha habido propuestas
desinteresadas de colaboración de personas de talante progresistas, y no han
tenido a bien ni siquiera escuchar sus intenciones. Sólo admiten o buscan a
gentes conocidas, aunque eso no les aporte gran cosa o, incluso, les
perjudique.
La fuerza y el apoyo con el que contaban inicialmente se van
desvaneciendo. Hace unos días asistí a una reunión convocada por el grupo
municipal, próximo a Podemos, de mi localidad. Los masivos encuentros de
tiempos atrás difieren de la raquítica asistencia a esta última reunión.
Aún a pesar de esa actual indefinición, socialmente se les ubica
en la izquierda trasformadora, por lo que se ven afectados por la inestabilidad
y por el esfuerzo para demostrar que pueden gobernar, algo que no se le exige a
los que sirven de barrera de contención del poder real. Si a eso le añadimos
las luchas internas y, como consecuencia, el desencanto de sus votantes no
estamos ahora en condiciones de augurar un futuro demasiado halagüeño para esta
formación, contrariamente a lo que hemos manifestado en otras ocasiones.
Quiero, finalmente, manifestar mi preocupación por la deriva que
pueda tomar, o que ya ha tomado, este grupo. Algo que surgió inyectando fuertes
dosis de esperanza a determinados sectores sociales, deseosos de un
significativo cambio político, puede dar al traste con esa confianza puesta en
una nueva formación que pretendía romper con eso que, ellos mismos, llamaban el
régimen del 78. Aunque, muchos pensamos que es fácil ser arrastrados por la
ingenuidad, porque romper con este modelo desde dentro, y no ser engullidos por
él, es prácticamente imposible.
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