Como
en anteriores ocasiones, los medios, en particular las cadenas de TV, nos
torturan con encuestas sobre la intención de voto de la ciudadanía. Una
información cansina y manipuladora. Una manifestación del poder real con el
propósito de perjudicar a quienes les puedan restar un ápice de poder y de
beneficiar a los que defienden sus intereses, a aquellos que les sirven de barrera
de contención.
Cada
vez que hemos asistido a las convocatorias electorales la abstención ha sido importante, hasta el
punto de superar, en muchas ocasiones, al partido político más votado, como
ocurrirá el próximo 28A. El hastío, la indiferencia, el desencanto y la
profesionalización de los políticos han ido minando la participación. Con una especie de diente de sierra, la línea
media de ese zigzag es descendiente. Por poner el caso más reciente, en Andalucía,
la abstención superó el 41% en las últimas elecciones autonómicas.
La
abstención es un grupo heterogéneo. Además de aquellos que residen fuera del
país, a los que les resulta prácticamente imposible votar, están los que
anteponen cualquier otra actividad dominguera o los que se abstienen, sencillamente, porque el clima
no acompaña. Pero, sobre todo, está la abstención
activa. Es la formada por personas comprometidas, que en ocasiones han
votado a alguno de los grupos que compiten o han competido, mayormente a partidos de
izquierdas. Esas son las desencantadas. Este es el sector que va en aumento,
aunque suelen ser personas que participan en tareas de carácter social o
humanitario. Personas solidarias que luchan por un mundo mejor. Son aquellas y
aquellos a quienes no les convence eso de que hay que votar sea a quien sea,
pero votar: consigna que viene de arriba. Tal vez sean quienes cuestionan el
modelo, piensan y concluyen en que esto es una democracia fingida desde el
comienzo, y observan que se está produciendo un deterioro progresivo de la actividad política respecto a los inicios.
Encuestas todas cargadas de intencionalidad
que nunca aciertan. Encuestas en las que nunca se incluye la
abstención. Se incluye a los que llaman indecisos.
Un 40% de indecisos, dicen, en las encuestas de esta convocatoria. Suelen decir
que se lo están pensando. En realidad, un gran número de los que erróneamente se
incluyen en ese grupos de indecisos lo tienen muy pensado, tal vez los que más
pensado lo tienen. Una parte de esos “indecisos” se ubican en la abstención.
Lo
que de verdad puede hacer variar los resultados respecto a las encuestas son
aquellos y aquellas que dicen que van a votar a un partido y luego votan a
otro. Es decir los que no se lo piensan. Porque pensar no es lo que creen los
encuestadores. Pensar (Nickerson y otros, 1987) es reflexionar, ponderar,
razonar, deliberar y discernir y, según los mismos autores, opinar, recordar o
creer no es pensar. Si no se piensa, es fácil dejarse llevar por opiniones de
otros, ser embaucados, manipulados y engañados.
Los resultados reales
que se obtengan el día 28 de abril, y en sucesivas convocatorias, estarán
marcados por los que no piensan, por los indecisos, que no son los que se
abstienen de manera activa. Indecisos son quienes votan al enemigo a través de
partidos políticos instrumentales que sirven a la oligarquía y destruyen
derechos sociales. Indecisos o ignorantes son, a mi entender, el 40%, o muchos
más.
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