Cuando
abordé el análisis del actual Sistema Socioeconómico, allá por 2011, me plantee
completar el estudio con otros dos escritos más: uno sobre los comportamientos
de la especie y otro, a modo de conclusión, dibujando el futuro como resultado
de los estudios anteriores. Ninguno de los dos los he elaborado como tal. El
primero lo sustituí por artículos sueltos, publicados en diferentes revistas,
portales digitales y en mi Blog personal. Para el segundo, aún me faltan datos,
aunque, en realidad, pienso que ese trabajo es prácticamente imposible, porque
hay dos circunstancias, una objetiva y otra personal, que me impiden llevar a
cabo la tarea. Por un lado, la errática trayectoria de la humanidad, donde se vive el día a día cargada de sobresaltos, y dominada
por la incertidumbre. Por otro, la evolución de mi posición personal que se ha ido
desplazando desde la fe de los años
pasados al desencanto en estos días,
fruto de la observación y el análisis de los sistemas
socioeconómicos vigentes y del estado emocional e intelectual de la especie.
No
pretendo desarrollar aquí un tratado sobre comportamientos, que son tantos y
tan variados. Me centraré, pues, en aquellos que sustituyen a otros que, aunque
no eran suficientemente potentes para
provocar una transformación radical, si que permitían unas relaciones más
próximas a lo que debería ser el trato humano. Hablaré de algunos cuyo
ejercicio suponen una involución.
En
ese proceso de evolución a peor se ha perdido por completo la conciencia de
clase que, tiempos atrás, manifestaba la coherencia entre la extracción social
y laboral y el papel que habría que jugar de cara a la emancipación.
El
actual sistema, aunque sin visos de estabilidad, ha conseguido, entre otras
cosas, imponer una escala de miserias o contravalores ajenas a la condición
social de cada cual. Hoy día apenas encuentras trabajadores que asuman esa
condición. El invento malintencionado de la “clase media” ha camelado a la
mayoría de la clase trabajadora, aunque se encuentren sus componentes en
situación de desempleo.
La
sociedad actual está afectada en grado sumo por comportamientos tales como la indiferencia, la insolidaridad, el
individualismo y el conformismo, en el marco de la desigualdad creciente.
Es una de esas conquistas, utilizando como catalizador el consumo para lo que
facilitan el endeudamiento, alcanzando en muchos casos la usura en la manera de
devolver el préstamo. Las redes digitales, las múltiples galerías comerciales y
la promoción de viajes perturban a grandes colectivos, cautivados por “disfrutar”
de lo que no han podido hacer generaciones anteriores.
Los
comportamientos señalados deshumanizan a la especie, provocando un retroceso en
las relaciones sociales.
En la indiferencia y en el conformismo anida la mentira. Cada vez somos más fáciles para el engaño. Somos unos individuos que prefieren creer más que pensar. Circula por las redes, ahora, un pensamiento de Mark Twain que dice “. Es más fácil engañar a la gente que convencerlos que han sido engañado”. No sé si esto lo dijo este autor hace casi 200 años, pero hoy está más vigente que nunca.
La
insolidaridad y el individualismo es una conquista más del poder, basado en el
clásico principio de “divide y
vencerás”. Si bien es cierto que hoy por hoy no es suficiente manifestarse
solidariamente para transformar la sociedad, también lo es que, en otros
tiempos, la acción colectiva ha dado sus frutos, aunque haya servido,
exclusivamente, para conquistar intereses inmediatos y no de clase. En la
actualidad, la protesta tiene un carácter más testimonial que otra cosas,
protagonizada por individuos de diferente condición social, con intereses, a
veces muy distintos. Además, el deterioro progresivo de valores solidarios nos dirige
contracorriente, en sentido contrario a la consecución de un mundo más humano
en el que sea posible la relación con los demás, manteniendo la independencia y
la integridad.
Casi
siempre que elaboro un escrito de este estilo suelo concluir, a modo de
resumen, en algo esperanzador, pero aquí no hay conclusión, aunque si sea
necesario mantener la esperanza. Ojala pudiéramos decir que estos
comportamientos están en vías de desaparición, pero, de momento, esto no es
así. Los comportamientos responden a un modo de vida, dominado por un sistema
como el actual. No es posible llevar a cabo cambios aislados de cualquiera de
las dimensiones que lo componen. La enseñanza, la política, la cultura, las
técnicas alienantes, la organización social y la explotación laboral dan lugar
a un conjunto de comportamientos que intentan perpetuar un sistema de clases. Pero
nada es eterno.
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