Vivir
en el engaño se ha convertido, en este tipo de sociedades, en lo habitual,
dicho sea esto con carácter general porque algunas y algunos escapan de las
garras del ideario oficial, marcado por aquella minoría que se beneficia de la
explotación de las mayorías en sus distintas variantes. ¿Merece la pena la
acumulación de riqueza, o el deseo de tenerla, a costa de la deshumanización
progresiva de la especie? Parece que para algunos de hecho y para muchos en
potencia merece la pena. No somos capaces ahora de distinguir si el poder, el deseo
de dominio sobre otros, es una herencia de nuestro pasado animal o, por el
contrario, es fruto de la inseguridad al vernos desprotegidos del medio natural
y ser conscientes de esa soledad, de ese abandono y de la muerte.
Aterricemos
en lo más tangible. Se establecen normas que benefician a los dominadores. Se
articulan leyes que reprimen y sancionan a los más débiles. Pero además, se han
establecido otro tipo de normas no escritas que son asumidas como si fuera uno
mismo el que se las autoimpone, sin percatarse de que son infundidas por
interés por los que nos manejan.
“Hay
que votar” se dice, por ejemplo, y se
repite y resuena hasta la saciedad. Algunos añaden: “que para eso hemos luchado
por la democracia”. Ambas expresiones se exclaman con total convencimiento,
aludiendo que eso es un derecho y un deber, el de votar. Cuando se vota se
siente uno henchido de satisfacción por el deber cumplido. El acto y la
sensación se asemeja a lo que siente un creyente cristiano cuando se confiesa y
disfruta de un “reset” que le permite comenzar de nuevo su andadura pecaminosa,
limpio de polvo y paja. Quienes se acreditan como pregoneros de la
participación a través del voto se sienten dueños de lo propio, diría de la
verdad, pero ¿saben en realidad en que se traduce su voto?
La
mentira, la manipulación, la utilización y la instrumentalización son los
parámetros en los nos movemos para mantener la desigualdad entre unos y otros.
La mentira, sobre todo la mentira, se ha convertido en el sustrato de la vida.
En el lubricante que engrasa las relaciones sociales, en la mayor miseria de la
especie encarnada en el flautista de Hamelín. Una vez asentada y asumida la
mentira es fácil manipular a los inocentes, para lo que cuentan con potentes
instrumentos: credos religiosos, medios de comunicación y grupos
instrumentalizados a sueldo: políticos, tertulianos, deportistas de elite, actores,
cantantes, etc. Estos cumplen el papel que en otros tiempos jugaban los
bufones. No es correcto identificar su labor con la cultura. La cultura debería
ser otra cosa diferente con la participación activa del agente implicado:
aprender idiomas, manejar un instrumento musical, adiestrar la voz, aprender a
pintar, etc.
En
este caldo de cultivo, en esta sociedad domada, es fácil la utilización de su ridícula
participación, limitada a emitir un voto de vez en cuando, para goce y disfrute
de algunos pocos: la oligarquía y los políticos convertidos en casta
(permítaseme este término que por antiguo no deja de ser cierto).
El ejercicio de la
mentira y de la impostura
Estamos
asistiendo en estos días a la intervención en política de un imberbe, de un tal
Errejón. Este hecho nos provoca y nos anima a profundizar e ir algo más allá de
lo banal, de la mera manipulación. Observamos como aún cala la demagogia y el
escándalo, sin la menor crítica, en los sectores sociales que han evolucionado
de la ingenuidad a la ignorancia, si es que ya no eran antes ignorantes de
solemnidad. Estas aparentes aventuras ¿programadas o improvisadas? nos obligan
a abandonar la reflexión y narrar de la manera más descarnada el recorrido
político diseñado torpemente por la reaccionaria oligarquía nacional, aunque
con resultado positivo para ella, abusando de la inmadurez política, del engaño
y de la ignorancia de tantas y tantos.
Invistieron
al impostor Felipe González para eliminar a la izquierda de entonces, real y
encarnada en la militancia, el seguimiento y el protagonismo llevado a cabo
durante la Dictadura. En este caso, la auténtica clase trabajadora fue víctima
del engaño por esas ansias de cambio, después de sufrir tanto en tiempos del “Régimen”.
Cuando
la corrupción y las malas artes desgastaron a los gobernantes socialistas, se
creó otra formación de corte fascista para sustituirles. Ya no había peligro,
la sociedad estaba embebida en esa pseudodemocracia, sin más esperanzas de
progreso, ¡bastante que se habían quitado del medio la amenaza golpista! Se
fraguaba un modelo de alternancia basada
en el bipartidismo, aunque llegábamos un poco tarde, justo cuando en Europa
comenzaba a desmoronarse. El invento funcionó hasta comienzos de la segunda
década de este siglo.
De
nuevo la corrupción repunta con la garantía de la impunidad, después de
comprobar el bajo coste pagado por los equipos de gobierno anteriores. Lo que
vino en llamarse la crisis de 2007-2008, dio lugar al empobrecimiento masivo de
la clase trabajadora, y al paro galopante. Sectores sociales, fundamentalmente
jóvenes, organizaron algunos movimientos pacíficos en calles y plazas de
grandes ciudades. Para asfixiar cualquier intento de revuelta que fuera a más,
el poder real creó una formación, Podemos, que rentabilizara todo ese
movimiento; que fuera el que recogiera el voto más contestatario, pero dentro del orden establecido.
Esto
se les fue de las manos. En algún momento flotaba en el ambiente la posibilidad
de éxito de este grupo político, lo que
les forzó a crear otro grupo que compensara el efecto Podemos. Apareció
Ciudadanos ubicado ideológicamente en un lugar inexistente. La novedad y la
promoción de esa formación, le ha llegado a otorgar una significativa
representación política a costa de la pérdida del Partido Popular.
Desde
la crisis del bipartidismo, la inestabilidad política y social se ha instalado
sin que se haya encontrado solución. Se están dando “palos de ciego”; la
oligarquía esta desorientada. Podemos parecía consolidar una representación con
una base irreversible. Por esa razón, abandonado a su suerte Ciudadanos, es en
Podemos donde hay que meter mano para llegar a su destrucción, si eso fuera
posible. En esta operación participa el PSOE como un agente interesado.
Apoyada
la operación en el enfrentamiento personal de dos individuos, aparece una nueva
formación que ya había intentado ganar el gobierno de la C. A. de Madrid, y
mantener el del Ayuntamiento, aunque con poco éxito.
El
intento de destrucción del pensamiento, con esta última operación (operación
Errejón), es tan burdo como real el acorchamiento mental de los individuos de una
sociedad maleable hasta el extremo en la que la mentira anida sin dificultad.
Anexo:
Recogemos algunas definiciones de términos que empleamos aquí y en otros
escritos semejantes:
Sistema
Forma de organización social para el desarrollo de la actividad económica. Está
constituido por una totalidad de
estructuras o subsistemas, con una dinámica propia, ligadas entre sí por
ciertas vinculaciones técnicas o institucionales. Cada una de las estructuras o
subsistemas específicos sólo tienen sentido cuando forman parte de un todo
coherente, en este caso: el sistema socioeconómico. En el caso particular que
estamos analizando, el sistema está gobernado y controlado, mediante organismos
creados ad hoc, por una clase dominante
en detrimento de otras clases dominadas o abandonadas a su suerte.
Clase dominante
Es una abstracción a la que tienden quienes están embargados por un conjunto de
contravalores que les hace menos racionales y menos humanos. El grupo formado
por los individuos de esta clase, constituidos en oligarquía, determinan las
formas de gobierno que les beneficia en cada momento. En lo concreto, constituyen
el poder real. Otras acepciones: oligarquía, plutocracia.
Democracia
(como modelo político en la actualidad) Estrategia del poder real para engañar
a la ciudadanía haciéndole creer que es este el mejor modelo político. Caldo de
cultivo de la corrupción.
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