El
otro día, después de una interesante conversación, me preguntaba una amiga:
¿qué podemos hacer en la actual situación? A través de una de estas redes de
uso masivo, yo le respondí de inmediato: “la solución es sobrevivir como se
pueda, perder miedos, escapar de la mentira y mantener, éticamente, un
comportamiento correcto con el prójimo, y si es posible, huir de la sumisión y
buscar la conexión con los demás a través del amor, en sentido amplio, única
pasión que, en palabras de Eric Fromm, permite mantener la integridad y la
independencia”. No es esta la única vez que me lo preguntan, y que me lo
pregunto a mí mismo. Ilustres, en tiempos atrás, y en otras circunstancias, ya
se hicieron la misma pregunta. Tal vez, a pesar de trascurrido el tiempo, la
condición mental, inherente a la especie, no haya variado un ápice.
Muchas
veces, por precaución o por miedo, algunos no quieran quitarse la venda para
ver la realidad en la que nos movemos, aunque, en la mayor parte de los casos,
es la indiferencia o la incapacidad la que impide comprobarlo.
Las
historia nos ha prestado, en determinadas zonas del mundo, algunos momentos de
alegría, de un relativo bienestar o de esperanza, pero, por lo general, la vida
ha sido un tormento para la inmensa población de este planeta. Cada época, o
cada etapa, se ha caracterizado socialmente por una serie de variables, aunque,
siempre, en un marco de desigualdad, a veces marcada por la crueldad. Lejos de
abordar el tema de manera amplia, intentaremos caracterizar el momento actual,
en países como el nuestro, recurriendo en algunos casos a esto que tenemos aquí
mismo, en nuestro entorno más próximo.
Las
notas dominantes de estos tiempos -posteriores a la etapa del creciente desarrollo
industrial, basado en el empleo masivo, y posterior declive del sistema
productivo- son la inestabilidad y la
artificialidad, marcadas por el temor
generalizado. lo que está determinando las relaciones sociales. Se están
forzando tanto las formas de convivencia que parece haberse convertido esto en
un mundo irreal, una ficción en donde vamos de sobresalto en sobresalto, reales
o inventados.
Heredado
de nuestro origen irracional, es el binomio Poder-sumisión (o dependencia
incondicional) la norma básica de funcionamiento social. El hecho de dominar es
aún necesario para la subsistencia, dando lugar a un subgrupo que controla
todas las dimensiones, y dirige la marcha de los demás grupos, habiendo creado
un conjunto de instrumentos de represión y manipulación. El poder se asocia en
esta época a la posesión de riqueza. A más dinero más poder y control sobre los
demás. Por eso, se establecen relaciones (ranking) de individuos en función de
su riqueza, relaciones que son asumidas por las mayorías y sus componentes
admirados y venerados. Admitida esa absurda acumulación nos encontramos con individuos con miles de
millones de euros o dólares, cuando lo necesario para sobrevivir con exceso ese
limitado periodo por el que pasamos por este terruño. Los reyes egipcios yacían
en sus tumbas con sus riquezas. Tal vez ahora, el subconsciente les traiciona y
en ellos anide la irreal idea de la transcendencia y la de sus posesiones.
Son
los fundamentales instrumentos, en las diferentes esferas terrenas, en manos de esa clase dominante, a la que se
le conoce también como oligarquía o plutocracia, la política, los medios de
comunicación, los “intelectuales” de oficio y los diferentes credos religiosos.
Apoyados en ese bajo estadio de desarrollo intelectual de las mayorías, es la
mentira y la represión las principales herramientas empleadas para manipular y
contenerles.
El
miedo es un sentimiento generalizado. Por una parte, el pueblo llano lo siente
debido a todo el peso de las leyes y las normas impuestas. Los de arriba tienen
el miedo a perder su situación y privilegios. Es por eso que son contundentes y
se sobrepasan en ese ejercicio del poder a través de esos instrumentos y esas
herramientas. A día de hoy hay que reconocer el éxito de su labor. La sumisión
y la obediencia impiden cualquier tipo de rebeldía, de contestación, en unas
sociedades injustas y clasistas. Una alternativa a un sistema que nos arrastra
a todos, ricos y pobres, hacia no sabemos dónde, lo que nos sitúa en el marco
de la incertidumbre, dando lugar al desasosiego permanente.
El
juego político es, como hemos dicho, uno de los más importantes instrumentos
que el poder utiliza para mantener el estado actual de dominio, pero, como
varias veces hemos señalado, el actual modelo está en crisis. Sin ir más lejos
aquí, en este país, se van a celebrar cuatro elecciones generales en cuatro
años.
Da
lo mismo que el Gobierno lo forme quien lo forme, es decir, una formación de lo
que se conoce como izquierda o lo que se llama derecha. A la oligarquía le da
lo mismo porque la correlación de fuerzas sigue igual, porque lo de
izquierda-derecha es una ficción, un engaña bobos. Cada vez hay más gente que
se aleja de este juego, pero sigue habiendo la suficiente participación como
para que el juego continúe. No existe alternativa al actual sistema. “Cuando
las distintas opciones políticas no ofrecen modelos sociales y económicos
claramente diferentes, no constituyen alternativas válidas. Cuando esas
opciones, abierta o subrepticiamente, asumen el mismo sistema económico y la
misma organización social, y se soportan sobre ellos, se burlan de los
ciudadanos, abusan de su ignorancia (generada intencionadamente), vacían de
contenido cualquier atisbo de auténtica democracia y convierten la política en
un simple mercado” (Blog, “Cambio de rumbo”, octubre de 2012).
La
política, controlada por la clase dominante, se ha convertido, tal vez haya
sido así siempre, en un negocio para sus agentes con el apoyo de una sociedad
obediente y disciplinada que se sienten obligados porque les han convencido que
son protagonistas, simplemente, por su voto. Ser político en una situación
laboral como la actual es un “chollo”. Una ocupación muy ventajosa, bien
remunerada y sin exigencias, ni esfuerzos físicos o mentales.
Si
todo el tinglado político no fuera suficiente para enajenar y contener a la
ciudadanía, ahí están los medios de comunicación como pieza clave de la
intoxicación. Ante una situación que hasta el propio poder considera
tremendamente injusta y, por lo tanto, inestable, extreman las programaciones
de las cadenas de Televisión que actúan de manera subliminar para atemorizar a
los televidentes. Si se observan detenidamente los informativos se comprobará
que se han convertido en noticieros de sucesos, incorporándose a la TV basura.
El medio ambiente, el maltrato y asuntos semejantes ocupan la mayor parte de la
programación. La meta es agobiar y distraer. Para distraernos de la cruda
realidad. El juego político, la TV basura y los deportes son técnicas de
distracción. Me atrevería a decir que aquí, en este país, el asunto catalán forma
parte de todo ese enredo de la distracción.
La
oligarquía, como digo, sabe que la situación es injusta, pero la dinámica del
sistema capitalista no puede cambiar de rumbo. El objetivo es la obtención de
beneficio de cualquier manera y de la forma más rápida posible.
Por
su parte, la sociedad está afectada por la presión que la clase dominante
ejerce sobre sus individuos. En consecuencia, a lo largo del tiempo se ha
pasado del pensamiento único, dirigido por el poder, al pensamiento nulo. La
táctica ha consistido en destruir el pensamiento. De esta manera los
comportamientos están basados en la indiferencia, el individualismo, la
incomunicación y el conformismo. Los resultados electorales no coinciden con
los intereses de los diferentes grupos sociales. Los resultados son fruto de la
mentira y de la ignorancia. Incluso ha triunfado el centro como opción política, y muchos se lo creen.
Han
conseguido una sociedad zombi, lo que
no es bueno para el propio poder. En términos vulgares: “se les ha ido de las
manos”. Por lo tanto, de los grupos sociales más oprimidos no cabe rebelión
alguna. Por otra parte, no existe grupo político o movimiento social que pueda
convertirse en vanguardia que propicie la trasformación del sistema.
Por
supuesto, el cambio desde dentro es imposible por su propia dinámica basada,
como ya hemos señalado, en la obtención progresiva de beneficio. Por lo tanto,
la actual situación nos avoca a un futuro incierto.
Podemos
concluir en que la especie no es capaz de vivir de otra manera. Por lo tanto,
me remito a las indicaciones del inicio de este escrito.
No
obstante, termino señalando una serie de actuaciones pacíficas que serían las
que podrían hacer tambalear el modelo, aunque estoy seguro que, hoy por hoy, no
seremos muchos los que estemos convencidos de llevarlas a cabo:
-En lo económico:
reducir el consumo, eliminar el superfluo o innecesario, reducir el gasto
energético, vivir con austeridad; limitar la dependencia crediticia y la
concurrencia a los bancos; denunciar las grandes fortunas y los desmedidos
ingresos de famosos: deportistas, actores, etc.
-En lo político:
huir de las actuales formaciones políticas; la mejor forma de combatir la actual
pseudodemocracia es la abstención. Los posibles logros están, ahora, en función
de la presión electoral, mejor dicho de la ausencia de participación en este
juego. No dependen de los cambios de Gobierno, ni de las acciones colectivas
que fueron eficaces en otros tiempos.
-En cuanto a los medios
de comunicación: boicot a los medios, y en particular a
la telebasura (que son todos los canales); boicot a las retransmisiones
deportivas, y particularmente al fútbol.
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