En la presente legislatura, la
reivindicación independentista catalana se ha convertido en la pieza clave para
la constitución, o no, del Gobierno del Estado español, después de las
intentonas frustradas en verano, con una posición más ventajosa, entonces, para
el PSOE y Podemos.
El apoyo de Esquerra Republicana de
Catalunya (ERC) se solicita para agrupar a las formaciones, supuestamente, de
izquierdas, pero, como explicaremos, ni esas formaciones son de izquierdas, lo
que entendemos por la izquierda real, ni el independentismo, la secesión, tiene
cabida en las tesis de la izquierda, siempre que en la parte segregada se
mantenga el mismo sistema socioeconómico de clases, como ocurriría en Cataluña.
El uso y abuso del
término
Democracia,
izquierda, derecha y otros términos de carácter político están en boca de unos
y de otros de manera permanente, vaciándoles de contenido, y haciendo uso y abuso
de ellos en cualquier contexto, y dando lugar a expresiones inconsistentes y sin
sentido. Así, se oye decir en boca de
políticos, por ejemplo, expresiones tan estúpidas como esta de “vergüenza
democrática”, sin que el autor o autora sea capaz, él o ella misma, de saber lo
que ha querido decir. La ineficacia y la ineptitud se intentan enmascarar con
expresiones hueras, porque la especie nuestra tiende a la simplificación.
La
palabra izquierda es, en nuestros días, un paraguas bajo el que se cobijan diferentes
“faunas” de talante pseudoprogresista que se han granjeado cierta imagen por el
mero hecho de autodefinirse como de izquierdas. Allí, en esa falsa izquierda,
caben también los llamados “intelectuales” que firman manifiestos, escriben
artículos o libros, y hasta políticos reaccionarios y resentidos que han
perdido sus puestos de privilegio. Individuos que no tienen una idea clara de
lo que pudiera ser una izquierda real. Personas oportunistas que se quedan
exclusivamente en lo estético, o tal vez ni eso, porque algunos se han quitado
la careta y rezuman fascismo, el fascismo contenido en épocas de mentiras y
oportunismo político.
El
binomio izquierda-derecha, y su adscripción a uno u otro bando abren un debate
que me atrevo a abordar aquí.
Qué se entiende por
izquierda
Es
conveniente, antes de continuar, abordar esta cuestión de orden nominal para
poder entender, en adelante, quienes son los que, abusando del prestigio y
significado histórico de unas siglas o del término izquierda, engañan a la ciudadanía
para beneficio propio. Es necesario desde este momento preguntarse: ¿es
apropiado seguir hablando en la actualidad de izquierda y derecha como
verdaderas propuestas políticas opuestas en sus principios y en su desarrollo
político?, ¿no sería conveniente utilizar otro binomio más clarificador, dada
la mala utilización y el abuso de los citados términos? De no ser así, sería
necesario recuperar el verdadero significado que la palabra izquierdas tuvo en
algún momento de la historia para ubicar en ella a las fuerzas antisistema
(capitalista), y situar en la derecha a todos aquellos partidos integrados en
el sistema que participan en este juego y defienden los intereses de la clase
dominante.
La
verdadera izquierda podría definirse como
la “superación del capitalismo y el avance hacia una
sociedad sin explotación y sin alienación, hacia un socialismo concebido como
la plena realización de los derechos humanos y la profundización de la
democracia”, como promulgaba alguna vez IU en sus estatutos, aunque luego
no lo haya llevado a cabo nunca a través de su acción política.
La izquierda en la
historia
En
algún tiempo, entre la espacialización (ubicación física en las cámaras), las
ideas y la terminología política existía un evidente y correcto acomodo,
clasificándose todas estas dimensiones en expresiones diferenciales, simétricas
y antagónicas: izquierda y derecha. A raíz de las revoluciones de finales del
siglo XVIII, la izquierda real, representada o no por formaciones
políticas, se ha caracterizado por la lucha para intentar conseguir cambios,
aunque nunca lo haya conseguido, y la derecha por conservar el estado de cosas
existentes. Por esta razón, esa izquierda -no representada, actualmente, por
ninguno de los grupos políticos- ha sido siempre (y deberá seguir siendo para
mantener el epíteto de real) revolucionaria, y la derecha contrarrevolucionaria
por su oposición a profundas transformaciones económicas y sociales. La
principal misión de la izquierda, en esta época (y en todas), debería de ser aquello
que se recoge en la definición del apartado anterior.
Es claro y manifiesto
que, a pesar de sus enunciados ideológicos, hoy día tanto lo que se llama
izquierda parlamentaria, así como la derecha, forman parte de una misma
estrategia conservadora ya que admiten el mismo modelo económico y la misma
forma de organización social (o antisocial) establecida en clases de ricos y pobres. Es evidente que la práctica política, como he
señalado, ha vaciado de contenido el término “izquierdas”, engañando al
electorado que, por simplificación, ingenuidad o ignorancia, siguen fieles a
ese aparente dual esquema de izquierda-derecha. Desgraciadamente ni el PSOE, ni
IU, ni Podemos, ni –por supuesto- ERC, fuerzas políticas que operan en el
estado español, pueden ser calificadas de izquierdistas, en el sentido
auténtico y genuino de la expresión, tal como lo hemos definido, entrando en
flagrante contradicción su autoubicación
y sus soflamas con sus actuaciones. Cuando las distintas opciones políticas no
ofrecen modelos sociales y económicos claramente diferentes, no constituyen
alternativas válidas. Cuando esas opciones, abierta o subrepticiamente, asumen
el mismo sistema económico y la misma organización social, y se soportan sobre
ellos, se burlan de los ciudadanos, abusan de su ignorancia (generada
intencionadamente), vacían de contenido cualquier atisbo de auténtica
democracia y convierten la política en un simple mercado. Lo mismo ocurre con
los partidos parlamentarios análogos del
resto de los países de nuestro entorno.
No cabe duda de que
cuando utilicemos el término izquierda lo deberíamos hacer con absoluta
propiedad, y con él, hacer referencia a una fuerza o a un conjunto de fuerzas
trasformadoras y revolucionarias cuya estrategia fuera el derrocamiento del
vigente sistema, en el marco de un modelo democrático que poco tiene que ver
con el actual. En consecuencia, y para mayor claridad, deberíamos empezar a
utilizar el binomio prosistema-antisistema para diferenciar las ideologías y
para encuadrar a las diferentes formaciones políticas.
Podemos, como grupo
político, no se define con nitidez ni de izquierdas, ni de derechas. Surgió
como una opción trasformadora (antisistema) antes de emprender el camino
electoral. Ahora se comporta como uno más de los partidos que participan de
este juego, con sus contradicciones internas, y con los ataques externos por la
incertidumbre que aún despierta entre los detentores del poder real.
La izquierda en la imaginación
La
izquierda entendida tal como la hemos definido sólo existe en el imaginario de algunas mujeres y de
algunos hombres. Como hemos señalado, esta izquierda no se ha materializado
nunca en occidente en forma de formación política con posibilidades de
gobierno. Así que esta falta de concreción da lugar a multitud de formas de
entender la izquierda.
El
término izquierda se ha convertido históricamente en un cajón de sastre donde
cabe todo. Unos y otros se identifican con una izquierda imaginaria aunque
nunca se han dedicado a exponer su manera de entenderla, y cuando lo han hecho,
caso IU, no han llevado a cabo su ideario. Con seguridad, por esa condición de
irrealidad material, el pensamiento o la percepción de la izquierda es muy
diferente en unos y en otros. Grupos y partidos políticos en uso de la mentira
se autodefinen como de izquierdas, abusando, como hemos señalado, de la
confianza, la ignorancia o la ingenuidad de ciertos sectores sociales.
El independentismo en su ideario y
en su acción
Tanto el independentismo como el
imperialismo, por diferentes razones, son enemigos del pueblo, de las clases
populares. El independentismo es egoísta, insolidario frente a la izquierda
fraternal y socialista.
Ceñidos a nuestro país, comprobamos que
ERC, tiene poco de republicana (aunque la república cabe en el sistema
capitalista), pero, desde luego no tiene nada de izquierda, tal como la hemos
definido.
Otras fuerzas políticas de carácter
independentista no merecen el mínimo análisis desde la óptica de la izquierda
porque representa a la más clásica burguesía catalana, lo que indica que los
intereses que defienden son los de los ricos.
Los estatutos de ERC contemplan, con meridiana claridad,
que su modelo económico es el de libre mercado en una sociedad de clases. En lo
que respecta a su actividad, comprobamos que se centra en el nacionalismo, convertido,
en la última década, en independentismo. En un independentismo imposible,
tapadera de una auténtica lucha por la igualdad y la justicia, verdaderas señas
de identidad de la izquierda real.
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