jueves, 2 de enero de 2020

EL INDEPENDENTISMO NO ES DE IZQUIERDAS (Acerca de lo que es izquierda política, y lo que no)

En la presente legislatura, la reivindicación independentista catalana se ha convertido en la pieza clave para la constitución, o no, del Gobierno del Estado español, después de las intentonas frustradas en verano, con una posición más ventajosa, entonces, para el PSOE y Podemos.
El apoyo de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se solicita para agrupar a las formaciones, supuestamente, de izquierdas, pero, como explicaremos, ni esas formaciones son de izquierdas, lo que entendemos por la izquierda real, ni el independentismo, la secesión, tiene cabida en las tesis de la izquierda, siempre que en la parte segregada se mantenga el mismo sistema socioeconómico de clases, como ocurriría en Cataluña.

El uso y abuso del término
Democracia, izquierda, derecha y otros términos de carácter político están en boca de unos y de otros de manera permanente, vaciándoles de contenido, y haciendo uso y abuso de ellos en cualquier contexto, y dando lugar a expresiones inconsistentes y sin sentido. Así,  se oye decir en boca de políticos, por ejemplo, expresiones tan estúpidas como esta de “vergüenza democrática”, sin que el autor o autora sea capaz, él o ella misma, de saber lo que ha querido decir. La ineficacia y la ineptitud se intentan enmascarar con expresiones hueras, porque la especie nuestra tiende a la simplificación. 
La palabra izquierda es, en nuestros días, un paraguas bajo el que se cobijan diferentes “faunas” de talante pseudoprogresista que se han granjeado cierta imagen por el mero hecho de autodefinirse como de izquierdas. Allí, en esa falsa izquierda, caben también los llamados “intelectuales” que firman manifiestos, escriben artículos o libros, y hasta políticos reaccionarios y resentidos que han perdido sus puestos de privilegio. Individuos que no tienen una idea clara de lo que pudiera ser una izquierda real. Personas oportunistas que se quedan exclusivamente en lo estético, o tal vez ni eso, porque algunos se han quitado la careta y rezuman fascismo, el fascismo contenido en épocas de mentiras y oportunismo político.
El binomio izquierda-derecha, y su adscripción a uno u otro bando abren un debate que me atrevo a abordar aquí.

Qué se entiende por izquierda
Es conveniente, antes de continuar, abordar esta cuestión de orden nominal para poder entender, en adelante, quienes son los que, abusando del prestigio y significado histórico de unas siglas o del término izquierda, engañan a la ciudadanía para beneficio propio. Es necesario desde este momento preguntarse: ¿es apropiado seguir hablando en la actualidad de izquierda y derecha como verdaderas propuestas políticas opuestas en sus principios y en su desarrollo político?, ¿no sería conveniente utilizar otro binomio más clarificador, dada la mala utilización y el abuso de los citados términos? De no ser así, sería necesario recuperar el verdadero significado que la palabra izquierdas tuvo en algún momento de la historia para ubicar en ella a las fuerzas antisistema (capitalista), y situar en la derecha a todos aquellos partidos integrados en el sistema que participan en este juego y defienden los intereses de la clase dominante.

La verdadera izquierda podría definirse como  la “superación  del capitalismo y el avance hacia una sociedad sin explotación y sin alienación, hacia un socialismo concebido como la plena realización de los derechos humanos y la profundización de la democracia”, como promulgaba alguna vez IU en sus estatutos, aunque luego no lo haya llevado a cabo nunca a través de su acción política.

La izquierda en la historia
En algún tiempo, entre la espacialización (ubicación física en las cámaras), las ideas y la terminología política existía un evidente y correcto acomodo, clasificándose todas estas dimensiones en expresiones diferenciales, simétricas y antagónicas: izquierda y derecha. A raíz de las revoluciones de finales del siglo XVIII, la izquierda  real, representada o no por formaciones políticas, se ha caracterizado por la lucha para intentar conseguir cambios, aunque nunca lo haya conseguido, y la derecha por conservar el estado de cosas existentes. Por esta razón, esa izquierda -no representada, actualmente, por ninguno de los grupos políticos- ha sido siempre (y deberá seguir siendo para mantener el epíteto de real) revolucionaria, y la derecha contrarrevolucionaria por su oposición a profundas transformaciones económicas y sociales. La principal misión de la izquierda, en esta época (y en todas), debería de ser aquello que se recoge en la definición del apartado anterior.
Es claro y manifiesto que, a pesar de sus enunciados ideológicos, hoy día tanto lo que se llama izquierda parlamentaria, así como la derecha, forman parte de una misma estrategia conservadora ya que admiten el mismo modelo económico y la misma forma de organización social (o antisocial) establecida en clases  de ricos y pobres.  Es evidente que la práctica política, como he señalado, ha vaciado de contenido el término “izquierdas”, engañando al electorado que, por simplificación, ingenuidad o ignorancia, siguen fieles a ese aparente dual esquema de izquierda-derecha. Desgraciadamente ni el PSOE, ni IU, ni Podemos, ni –por supuesto- ERC, fuerzas políticas que operan en el estado español, pueden ser calificadas de izquierdistas, en el sentido auténtico y genuino de la expresión, tal como lo hemos definido, entrando en flagrante contradicción  su autoubicación y sus soflamas con sus actuaciones. Cuando las distintas opciones políticas no ofrecen modelos sociales y económicos claramente diferentes, no constituyen alternativas válidas. Cuando esas opciones, abierta o subrepticiamente, asumen el mismo sistema económico y la misma organización social, y se soportan sobre ellos, se burlan de los ciudadanos, abusan de su ignorancia (generada intencionadamente), vacían de contenido cualquier atisbo de auténtica democracia y convierten la política en un simple mercado. Lo mismo ocurre con los partidos  parlamentarios análogos del resto de los países de nuestro entorno.
No cabe duda de que cuando utilicemos el término izquierda lo deberíamos hacer con absoluta propiedad, y con él, hacer referencia a una fuerza o a un conjunto de fuerzas trasformadoras y revolucionarias cuya estrategia fuera el derrocamiento del vigente sistema, en el marco de un modelo democrático que poco tiene que ver con el actual. En consecuencia, y para mayor claridad, deberíamos empezar a utilizar el binomio prosistema-antisistema para diferenciar las ideologías y para encuadrar a las diferentes formaciones políticas.
Podemos, como grupo político, no se define con nitidez ni de izquierdas, ni de derechas. Surgió como una opción trasformadora (antisistema) antes de emprender el camino electoral. Ahora se comporta como uno más de los partidos que participan de este juego, con sus contradicciones internas, y con los ataques externos por la incertidumbre que aún despierta entre los detentores del poder real.

La izquierda en la imaginación
La izquierda entendida tal como la hemos definido sólo existe en el imaginario de algunas mujeres y de algunos hombres. Como hemos señalado, esta izquierda no se ha materializado nunca en occidente en forma de formación política con posibilidades de gobierno. Así que esta falta de concreción da lugar a multitud de formas de entender la izquierda.
El término izquierda se ha convertido históricamente en un cajón de sastre donde cabe todo. Unos y otros se identifican con una izquierda imaginaria aunque nunca se han dedicado a exponer su manera de entenderla, y cuando lo han hecho, caso IU, no han llevado a cabo su ideario. Con seguridad, por esa condición de irrealidad material, el pensamiento o la percepción de la izquierda es muy diferente en unos y en otros. Grupos y partidos políticos en uso de la mentira se autodefinen como de izquierdas, abusando, como hemos señalado, de la confianza, la ignorancia o la ingenuidad de ciertos sectores sociales.

El independentismo en su ideario y en su acción
Tanto el independentismo como el imperialismo, por diferentes razones, son enemigos del pueblo, de las clases populares. El independentismo es egoísta, insolidario frente a la izquierda fraternal y socialista.
Ceñidos a nuestro país, comprobamos que ERC, tiene poco de republicana (aunque la república cabe en el sistema capitalista), pero, desde luego no tiene nada de izquierda, tal como la hemos definido.
Otras fuerzas políticas de carácter independentista no merecen el mínimo análisis desde la óptica de la izquierda porque representa a la más clásica burguesía catalana, lo que indica que los intereses que defienden son los de los ricos.

Los estatutos  de ERC contemplan, con meridiana claridad, que su modelo económico es el de libre mercado en una sociedad de clases. En lo que respecta a su actividad, comprobamos que se centra en el nacionalismo, convertido, en la última década, en independentismo. En un independentismo imposible, tapadera de una auténtica lucha por la igualdad y la justicia, verdaderas señas de identidad de la izquierda real.   


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