Una
de mis tareas más importantes ahora es la rutinaria ida y venida, diaria, para
acompañar al colegio a uno de mis nietos. En la espera, en la puerta, nos
reunimos un grupito de abuelos y padres de todo tipo de tendencias, y, allí,
celebramos unas mini asambleas en las que discutimos sobre la actualidad
política. Aunque nunca llega la “sangre al río”.
Pero
lo más interesante son las conversaciones que nieto y abuelo mantenemos en esas
idas y venidas. “Mira abuelo ese arco iris” -me decía el otro día-. ¿”Dónde se
encontrará el inicio”?, le digo a modo de pregunta trampa. “No se puede llegar
a él” -me dice- “¿sabes que desde un helicóptero se cierra y se ve como una
circunferencia”? -continúa- “Pues la verdad es que no lo sabía” -respondo-.
Otro
día hablamos de elefantes, de las diferencias entre los africanos y los asiáticos.
Otro sobre las galaxias. “¿Sabes que EEUU quiere comprar una isla” (no sabe
bien el nombre de la isla: Groenlandia)
-me dice-. Y así día tras días, entre datos y preguntas.
Le
pregunto que de dónde saca toda esa información. No me responde con nitidez.
Tal vez TV, Internet, libros de lectura, conversaciones, etc., porque en la
búsqueda en la Web se mueve como pez en el agua. Algo bueno debe tener el uso
de los artilugios digitales, a pesar de la crítica que los mayores hacemos de
ese uso, tal vez abuso. Esta es la vida real.
Luego
en casa nos toca hablar de las tareas que trae. Nada tiene que ver con nuestras
conversaciones. Cuentas de división de dos cifras en el divisor, determinantes
y pronombres posesivos, etc. Está en quinto de primaria. Antes, en cursos
anteriores, otros algoritmos más elementales. Uno, desde su madurez, comprueba
que la actividad educativa, y sus objetivos, son idénticos a los de hace 60
años. Hoy coches eléctricos, satélites a Marte, Internet. Sin embargo, la
formación, a todos los niveles, se encuentra estancada, al menos en este país
nuestro, en un mundo con un cambio tecnológico permanente y exponencial.
En
cerca de 200 artículos o post en mi
Blog no he dedicado ni uno a estos asuntos educativos, aunque en otros trabajos
más amplios me he explayado. Publiqué primero un texto, a modo de trabajo de
investigación, titulado: “Un nuevo modelo educativo para la superación de un
sistema socioeconómico en crisis” (https://www.bubok.es/libros/17498/UN-NUEVO-MODELO-EDUCATIVO-PARA-LA-SUPERACION-DE-UN-SISTEMA-SOCIOECONOMICO-EN-CRISIS),
y, luego, un capítulo de unas 40 páginas en “Los límites de la irracional” (https://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico).
A
día de hoy, sigue vigente el principio básico de que en lo educativo se trata
de “transmitir el conocimiento”, y la
actividad limitada a la exposición en el
aula de un profesor o profesora de los contenidos recogidos en libros de texto.
Esta idea se ha incrustado en la sociedad, y seguro que es compartido por
amplios sectores ajenos a las propias tareas educativas, aunque, también
participan de ella los propios docentes: la mayoría. Sálvese quien pueda. Y el
lector se preguntará: ¿y si no es eso, cuál debería ser la finalidad? Previo a responder
a la pregunta, señalar que hace 60 años la principal fuente de información (el
conocimiento) era la escuela, pero ¿hoy?
La
tarea docente, hoy y siempre, debería ser el integral desarrollo intelectual de las personas (luego me explicaré), pero
esto encuentra grandes dificultades en el sistema capitalista si no cambian, a
la vez, otras dimensiones como son: el reparto de la riqueza, la organización
social, el modelo productivo, pero, claro, esto supondría una transformación
radical del sistema. En consecuencia, al Poder le interesa un modelo educativo
como el vigente para moldear a los individuos y asignarles el papel social y
laboral a su gusto, al gusto de la oligarquía.
“El sistema capitalista necesita personas que cooperen sin pensar,
individuos que quieran ser mandados, hacer lo que se espera de ellos y
adaptarse sin fricciones al mecanismo social” (E. Fromm).
El
desarrollo integral, grosso modo,
consiste en adquirir o potenciar capacidades tales como la creatividad, el razonamiento y la resolución de problemas (no
ejercicios). Estas capacidades, bien desarrolladas en un campo concreto son
transferibles a otros tantos.
Dicen
los expertos que existen dos componentes
de la inteligencia: la fluida y la
cristalizada. La primera es aquella que surge de la dotación genética, pero
la inteligencia es una facultad dinámica que puede modificarse en función del
adiestramiento. La cristalizada es aquella que se desarrolla con la formación
adecuada, de manera que es posible alcanzar cotas semejantes en un colectivo si
el proceso de aprendizaje es el
adecuado. Pero también puede ocurrir que si la formación es la inadecuada, no
hay desarrollo, por el contrario, la fluida puede sentirse afectada para mal.
Esto es lo que ahora se pretende para conseguir esa docilidad a la que nos
hemos referido anteriormente.
La formación
superior en España, y sus aberraciones
Aún
manteniéndose los objetivos del actual sistema socioeconómico, en el que lo que
destaca es la obtención de beneficio y la acumulación, los cambios en la
actividad laboral se producen por tramos en el tiempo, dependiendo del cambio
tecnológico, siempre en base a la obtención de ese beneficio de unos cuantos.
Esta dinámica da lugar a la destrucción de valores innatos y a la sustitución
de éstos por otros miserables que flotan en el ambiente (aquí recurro a
Rouseau), de manera que al moldeo de la inteligencia fluida, o tal vez por
ello, aparece en el ciudadano el deseo generalizado de adquirir riqueza. Pero esto
es otro asunto.
La
formación universitaria adolece de los mismos defectos de los niveles previos,
pero en forma superlativa. La desconexión entre alumnado y profesor es
prácticamente total y el desconocimiento pedagógico del profesorado es absoluto,
además, ni les preocupa.
En
sociedades como la nuestra, sobre todo en España, las titulaciones
universitarias se han devaluado enormemente por razones que comentaremos más
adelante; sin embargo, aquí esta etapa educativa sigue manteniendo un carácter
clasista, heredada de la época de la Dictadura. Con escasa diferencia
curricular, 7 u 8 asignaturas, no profesionalizadoras, los títulos se
clasificaban en Diplomaturas y Licenciaturas, o entre Ingenieros superiores y
técnicos. Luego el empleo limaba esas discriminaciones y los puestos de trabajo
se ocupaban indistintamente. Eso era antes, ahora el desajuste entre formación
y empleo, y el paro han devaluado, aún más, un título universitario.
El
Plan Bolonia, con un carácter cosmopolita y unificador, ha intentando romper
con ese absurdo clasismo de esta sociedad carpetovetónica. Pero aquí, se
resisten a abandonar diferencias, así se han inventado un nuevo itinerario con
varios fines: devaluar los Grados, mantener los mismos años de docencia que
antes y, no lo despreciemos, obtener pingües beneficios. Ahora parece que no
eres nada con el nivel de Grado, es necesario hacer, al menos, un Máster para
completar la titulación. De esta manera, se cae en la aberración y el absurdo.
Por ejemplo, En ingeniería los Grados se clasifican por especialidades. Un
máster se caracteriza por ser una etapa de mayor especialización. Sin embargo,
han definido un Máster para alcanzar la categoría de Ingeniero Industrial,
mucho más generalista que cualquiera de las Ingenierías de Grado. El mundo al
revés. No sé si me explico.
Los
estudios universitarios nunca han cumplido con la misión de profesionalizar a
los alumnos, pero lo de ahora colma el vaso de la ineficacia. El desarrollo
tecnológico, en un cambio exponencial, ha dejado sin contenido los anteriores
perfiles profesionales, de manera que, por los cambios en la producción y los
servicios, no se sabe cuáles serán las necesidades laborales a medio y largo
plazo. Sólo nos atrevemos a pronosticar que es la informática, con carácter
general, y el Big data y la seguridad informática, en particular, lo que
laboralmente tiene futuro.
Por
lo tanto, los estudios de carácter
terminal, como son los universitarios, de cara a ese incierto futuro, deberían
tender a definir perfiles generalistas en los que se desarrollaran capacidades
en forma de habilidades del pensamiento, que permitieran adaptarse a los
cambios y a las futuras ocupaciones. Pero esto es como pedir peras al olmo. El
futuro no está escrito por lo que lo único que podemos pensar es en aquella
expresión vulgar: “que dios nos pille confesaos”. Pobres los nietos a los que
ahora les obligan a resolver algoritmos que nada tienen que ver con su vida
real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario