Son,
con éste, tres escritos cortos los que me quedan para cerrar un capítulo que
comenzó hace unos nueve años. Yo mismo, como vengo anunciando, me he ido
cerrando las puertas, negando la eficacia de este tipo de trabajos de cara a un
cambio de rumbo de estas sociedades, cada vez más dividas en ricos y pobres, lo
que nos conduce a un país subdesarrollado y menos democrático, si es que alguna
vez lo ha sido, después del triunfo del Frente Popular en el marco de la II
República. Una tendencia que puede afectar a todo occidente.
También
he huido de escribir sobre asuntos de carácter netamente coyuntural, aunque en
ocasiones no haya tenido más remedio que hacerlo, como es este caso, que se
inscribe en el epílogo de esta faceta. Bien es cierto que siempre he
intentado ir un poco más allá, profundizando en comportamientos de nuestra
especie y en sus consecuencias, a través del análisis. Las ideas básicas
subyacen, de una u otra forma, en casi todos los artículos o post de mi Blog, lo que da pie a que, en
apariencia, me repita demasiado.
El
tan famoso virus -el Corona virus o COVID 19, no he descubierto aún, como
profano que soy en la materia, la diferencia o similitud entre ambos nombre (ni
distinguir el género)- ha influido en los comportamientos o conductas, ha
monopolizado las noticias en radio y TV y, éstos, han sembrado, como nunca, la
desinformación, el desconcierto y la incertidumbre.
Los
mass media de este país, a pesar del
uso de las nuevas tecnologías, han sacado a la luz su más rancia tradición
informativa, su incompetencia y su instrumentalización más descarnada al servicio del poder real.
La
combinación de estas tres circunstancias dan lugar a una información sesgada
cuyo principal objetivo es el de intoxicar al pueblo, claro que con audiencias,
cada vez, más menguadas. Sectores que piensan son inmunes a sus peroratas. Las
nuevas generaciones no les prestan ninguna atención.
Ante
su ineficacia para potenciar la socialización y entretener con asuntos de
carácter cultural, se emplean en desgracias, catástrofes e imprecisiones en los
datos (son ágrafos en matemáticas). Siempre hay un asunto que predomina y
eclipsa a otros. Suelen ser temas recurrentes en las últimas décadas: los
accidentes de tráfico, los incendios en verano o la violencia de género. Pero
cuando hay otros asuntos que asustan más los demás no existen. Es el caso de
estos últimos meses. El Covid 19 monopoliza los informativos de todas las
emisoras de radio y TV, pero el exceso informativo y la abundancia e
imprecisión de datos está creando, afortunadamente, desencanto, desinterés y
cansancio. Hace unos años fueron “las tormentas solares”. Casi nos llegaron a
convencer que estábamos a un paso del apocalipsis. Pero no pasó nada aunque,
supongo, que la actividad solar sigue siendo la misma.
Los
medios de comunicación, principal instrumento de manipulación en nuestros días,
están influyendo de manera decisiva en los comportamientos sociales. El miedo
creado intencionadamente, genera angustia y paranoia. Y un poco más grave:
neurosis que requieren tratamiento. Los datos y las medidas, que llegan a ser
obligatorias, generan en amplios sectores, en la mayoría, confusión,
desconfianza y agresividad. Por otro lado, surgen protestas “negacionistas” que
responden a las presiones ejercidas por los gobiernos, vía medios de
comunicación. Conductas de contestación ligadas, en este país, a la extrema
derecha política. Muchos incautos se dejan llevar, aunque no participen de esas
ideas.
Otros,
entre los que me encuentro, permanecemos expectantes, intentando que las
informaciones influyan en la menor medida en nuestro modo de vida, a la espera
de que pase la tormenta.
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