martes, 1 de junio de 2021

LA DEMOCRACIA COMO TAPADERA DE UNA ESTAFA (Y de paso, algunos comentarios de la más reciente historia política de este país)

 

Hace ya algún tiempo, hemos hablado de la democracia como estrategia (de un sistema socioeconómico) y, más recientemente, de una democracia a la medida (de un sistema socioeconómico). Nos hemos referido a la democracia en repetidas ocasiones, dando siempre por entendido que esto que llamamos democracia nada tiene que ver con un verdadero modelo de participación en el marco de la libertad y de la igualdad.

En el caso particular de España,  y después de una terrible dictadura, comenzó un periodo de miedo residual, de incertidumbre y de inexperiencia frente a los países de nuestro entorno. Comenzó eso que más tarde se llamó transición. Con una fórmula extraña, comenzó un periodo de continuidad franquista sin la figura principal, al que sucedió un personaje impuesto por el dictador, lo que a partir de 1978, dio lugar a una Monarquía constitucional, sin que la ciudadanía tuviera la posibilidad de elegir la forma de Estado, previo a la aprobación de la constitución. Nadie puede considerar, ni ahora ni entonces, esa situación, ni siquiera, como una democracia del estilo de las de los países vecinos. La trayectoria seguida en este país ha desembocado en un simulacro de democracia como tapadera de una estafa.

 Los siguientes siete años, después de la desaparición del sanguinario militar fascista, fuimos gobernados por elementos surgidos de la Dictadura. En ese tiempo, a la sombra, se fue fraguando un grupo político que se apropió de las siglas de los viejos socialistas que abandonaron el país tras la guerra. El PSOE estuvo escondido durante la Dictadura, frente a la acción antifranquista continuada y única del PCE.

 Ese PSOE del “cambio” es el partido que más daño ha hecho a este país y, en particular, a la izquierda.

Con el lema “por el cambio”,  el apoyo de la Europa socialdemócrata (la otra cara del liberalismo), el de la oligarquía patria y una potente operación de marketing, este renovado PSOE conquistó el voto de viejos republicanos y de jóvenes inexpertos que anhelaban una salida de esa angustia de tantos años. A partir de 1982, y durante 14 años, hemos vivido en la impostura y en el engaño, utilizando, ese renovado PSOE, la democracia como estrategia, y, situándose, falsamente, en la izquierda del espectro político.

Fue sorprendente que a partir de esa fecha desaparecieran todas esas intentonas de golpes cuarteleros, que fueron creciendo de tono hasta la toma del Congreso de los Diputados en febrero de 1981. A raíz del éxito de los “socialistas” esas intentonas desaparecieron radicalmente. Algo que hizo sospechar a algunos,  y a reflexionar, ante la pregunta: ¿cómo es posible que con un Gobierno de izquierdas (supuestamente) el ejército se tranquilizara?

 Detentaron  el poder político bajo el paraguas y la supervisión de la oligarquía, haciendo creer que esto era una verdadera democracia. Eso fue el inicio de un simulacro, una situación difícilmente convertible en algo creíble.

Ese PSOE del “cambio” es el partido que más daño ha hecho a este país y, en particular, a la izquierda. Dieron al traste con la verdadera estrategia de la izquierda de nombre “Ruptura democrática”, y vaciaron de contenido al término, engañando a una sociedad deseosa de la superación de la Dictadura. Detentaron  el poder político bajo el paraguas y la supervisión de la oligarquía, haciendo creer que esto era una verdadera democracia. Eso fue el inicio de un simulacro, una situación difícilmente convertible en algo creíble. Un periodo aquel en el que se cometieron atrocidades como la creación de los GAL, de Ministros y altos cargos condenados, lo que certifica esa realidad criminal. A pesar de ello seguimos sin saber quién fue “míster X”.  ¿O tal vez sea de dominio público?  El pueblo olvida y perdona a los delincuentes, aunque estos actúen en contra de sus intereses.

Ahí les tenemos ahora a los que levantaban el puño en los mítines, a los que dijeron: De entrada NO a la OTAN, y luego les faltó el tiempo para engatusar, manipular  y amenazar a un sector (suficiente) de la sociedad para conseguir el “si” mediante un Referendum de palo (robo, atraco, según la RAE).

Ahí tenemos al jefe, al otro, al que ellos mismos llamaban “el canijo”, a toda la caterva de entonces y a los que aún continúan calentando sillones, negando a su compañero de filas, enfrentándose a las políticas progresistas del Gobierno actual. Sus rancias declaraciones  de hoy día superan a las más reaccionarias de los ultras. Por eso, los partidos políticos de la derecha, y los sectores más recalcitrantes, reivindican el PSOE de antes, “el felipismo” de González, revolcándose éste ahora, en sus riquezas, y relacionándose con los poderosos en sus mansiones y en sus fincas de caza.

La corrupción, los desatinos y los delitos cometidos, dieron paso a la derecha ultramontana de los herederos de la Dictadura con un tal Aznar a la cabeza, sí, ese que nos metió en la guerra de Irak, y uno de los de la foto. Dejaron una situación tan deteriorada y tan antidemocrática que le vino que ni al pelo a ese aprendiz de Führer, el Führercito, como le llamó Fidel Castro.

Otra vez las mentiras y el desgobierno para los más pobres, tumbaron a los de esa derecha acosada por esos momentos de lucha y reivindicación que bien quisiéramos para hoy. Todo el largo proceso que comenzó con el triunfo del PSOE en el 82, dicho sea de paso, nos ha ido mermando fuerzas hasta llegar a donde estamos ahora.

La guerra de Irak nos puso en guardia con aquello del “No a la guerra” en un largo proceso de protesta que culminó con las mentiras de los atentados del 11M, unos días antes de las Elecciones Generales que dieron el triunfo de nuevo al PSOE. Un partido diferente al de los años 80 y 90, con un líder más auténtico que el anterior, con ganas de llevar a cabo transformaciones de progreso. Esa salida del ritmo marcado desde arriba y la crisis del 2008 acabaron con esa etapa, que, de haberle dejado, le habría dado un carácter más democrático al modelo. Zapatero sigue siendo una persona razonable y fiel a sus principios. Es un político en excedencia que apoya la actual política de Pedro Sánchez y del Gobierno de coalición, frente a todos los estómagos agradecidos de aquellos años perdidos para el progreso.    

En esta democracia fingida, se ha estado cumpliendo, grosso modo, la regla de las dos legislaturas, a raíz de la impostura del PSOE de González. Dos legislaturas de PP, dos del PSOE, otras dos del PP, interrumpida la segunda por la moción de censura de 2018. Bien es cierto que a partir de 2015, con la irrupción de Podemos  se rompe la alternancia bipartidista, quiebra el modelo, y se inicia un camino de chapuzas para mantener esa cíclica dinámica. Se crea un partido fantasma, Ciudadanos, se repiten elecciones y se obliga a una parte del PSOE a abstenerse para investir a M punto Rajoy en 2016.

A raíz de la moción de censura de 2018 comienza una etapa que bien se podría asociar a una democracia de corte europeísta, con algún error de los socialistas, como por ejemplo, cuando podrían haber formado una coalición unos meses antes, a raíz de las elecciones de abril de 2019. Una coalición más fuerte con el apoyo de más escaños de la izquierda.

Pedro Sánchez, con la encarnizada oposición de la plantilla de esos impostores de los primeros vencedores del PSOE, algunos aún permanecen en puestos de poder político, podría consolidar una democracia más acorde con el término. Sin embargo, el desgaste al que le están sometiendo puede que todo acabe con una nueva convocatoria, si no fuerzan una nueva moción de censura, ahora en sentido opuesto, y volver a las andadas, donde la oligarquía se encuentra más cómoda.  

Tenemos razones para concluir que somos diferentes porque el modelo político nacido a raíz del final de la gran guerra, encuentra difícil encaje en este país. Después de destruir la democracia más avanzada de toda Europa, le han sucedido 80 años repartidos entre una sanguinaria Dictadura, y, más tarde, hemos sido estafados con una democracia fingida.

 

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