jueves, 15 de diciembre de 2011

EL PRESIDENTE DE LA CEOE NO TIENE VERGÜENZA

Cómo es posible que un tipo como éste, representante de los empresarios españoles, pueda decir las cosas que dice, y  con esa impunidad. Cómo es posible que sindicatos y trabajadores no inicien una huelga general hasta que este tipo se desdiga de las barbaridades que ha dicho. Por si fuera poco con las noticias de los informativos, la cadena "pública" le ofrece un programa especial (59 segundos) para que se luzca y abunde en esa sarta de aberraciones. Se permite el atrevimiento de decir que en estos tiempos "todos" lo estamos pasando mal. Seguro que él tiene que asistir a los comedores de caridad para alimentar a la prole. No se puede ser más sinvergüenza, y lo peor de todo es que después de sus incendiarias declaraciones no pase nada. Con todo el descaro, se atreve a decir que sobran funcionarios y que habrá que despedir como lo hacen en la empresa privada. Pero quién coños es este tipo para que se meta a ciegas en esos asuntos.
Sabe que no pasará nada, que la sociedad está desactivada, y que los que tienen un puesto de trabajo están agradecidos a estos próceres del bien, que les permiten comprarse un piso o llevar a sus retoños a un colegio privado, como me decía hace poco una cajera de Mercadona.
En esa entrevista de RTVE ninguno de esos inútiles tertulianos le preguntó por su patrimonio personal, por el destino que da a su capital no reinvertido. Nadie le preguntó por los que depositan su dinero en los paraísos fiscales. Ninguno le preguntó por qué se hacen ricos los empresarios, por qué ahora el dinero lo derivan hacia eso que se ha dado en llamar economía financiara, eufemismo de economía especulativa.
Nadie se atreve a decirle que el sistema capitalista, con los patronos a la cabeza, se caracteriza por la búsqueda rápida de beneficios, que su razón de ser no es la de generar empleo de manera desinteresada, sino la de enriquecerse lo antes posible, y si las cosas no van como a ellos les gusta, cierre patronal, despido de sus trabajadores y a vivir de las rentas o de la especulación.
Ante una actividad productiva basada en la ambición de unos cuantos particulares, donde el trabajo y el sustento de amplias mayorías está sometido a la necesidad de fuerza de trabajo como una mercancía más, al azar y a la arbitrariedad, el camino hacia un mundo mejor, hacia un cambio de paradigma, pasaría, en primer lugar, por la nacionalización de la economía. Es justo que todos los que estén en la etapa activa puedan trabajar sin tener que depender del capricho o la necesidad de unos cuantos, que la riqueza generada por todos sea compartida y distribuida con arreglo a las necesidades de cada cual. Este es el principio  que sería necesario que desde todos los ámbitos se fuera difundiendo, porque de no ser así, de no avanzar hacia la nacionalización de la actividad productiva, el presente incierto avanzará hacia un infernal futuro.

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