Esto de las felicitaciones en estas fechas, creas o no creas (como es mi caso), se ha convertido en un hábito, en una costumbre. Un amigo, haciendo uso de esa práctica, me llama, me desea todos los parabienes y me dice que espera que después del "cambio" político mis artículos en Nueva Tribuna sean un poco más optimistas que hasta ahora. No tenía yo la impresión de que esto fuera así. Uno intenta analizar los acontecimientos que nos ha tocado vivir, y enunciar, de la manera más fidedigna posible, lo que del análisis se infiere. Huyo de la mera opinión, e intento buscar y reflejar la parte más optimista, aunque este amigo mío tenga una visión encontrada. Lo que pasa es que las cosas son como son, y de nada sirve poner paños calientes a una realidad tozuda que arrasa con cualquier deseo de mejora a corto y medio plazo.
Durante bastante tiempo, algunos nos hemos dedicado a alertar de la que se nos venía encima, pero los esfuerzos no han surtido ningún efecto frente a unos medios machacones, comprometidos con el poder que les da de comer y autoinvestidos de un aura que les sitúa en un intocable mundo de divinidad. A esto hay que añadir la ceguera de unos y otros que, por unos u otros motivos, han llevado al PP a una situación que ni ellos mismos imaginaban. Por un lado, aquellos que se sienten fieles a una determinada corriente política en la ignorancia de que todos aquellos que participan en este sorteo buscan lo mismo: vivir de este cuento de la política. Los votantes de IU han ayudado al PP en esa carrera ciega hacia la Moncloa. Seguro que otros tantos, cargados de ignorancia o, en algunos casos, de ingenuidad, también han contribuido a este desaguisado que nada bueno nos traerá. Ese camino hacia el cambio se hacía imparable, ya desde hace un par de años. Una buena parte de la sociedad, alentada por los mass media denigraba incansable a los socialistas y, en particular, al anterior Presidente de Gobierno. Algunos han votado incluso en contra de sus propios intereses, pero ya no hay remedio, aunque luego, en términos bíblicos, vendrá "el llanto y el crujir de dientes".
El deseo de poder, aunque sea un poder pírrico y servil, ha llevado al grupo ganador a una situación indeseable, porque éstos no van a solucionar los problemas estructurales que nos aquejan. Ahora comienza una efímera fiesta en la que se reparten el pastel: este Ministerio para ti, este otro puesto para ti...., y así hasta agotar los cargos institucionales, pero ¿qué pasará dentro de un año?. Como esta gente carece de valores éticos (franca contradicción con su afinidad beática) intentarán seguir engañando a una débil sociedad, abatida y amansada mediante las más burdas fórmulas al uso. A pesar de todo, es de esperar que el desgaste, aunque sólo sea por la puesta en práctica del engaño, se haga manifiesto y comience un proceso de protesta que pueda darle un poco de vitalidad a esta sociedad hoy dormida. Ésta es la nota distintiva con la que pongo aquí algo de optimismo, como intento hacer en cada uno de mis escritos, aunque este amigo del alma no lo vea así.
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