El panorama político actual en España entraña tal grado de estupidez, está tan alejado de la razón, que no merece la pena abordar un puntual análisis de los resultados del 20N, ni de las consecuencias que tendrá en nuestras vidas el cambio de Gobierno, que las tendrá. Además, otros y otras, con mayor o menor acierto, ya lo están haciendo. Por lo tanto, limitaré mi discurso al simple comentario, a comentar algunas cuestiones que constituyen el sustrato de los acontecimientos a los que estamos asistiendo ahora, y de otros que se vienen sucediendo a lo largo de un dilatado periodo de tiempo. Acontecimientos que, a pesar de tener una influencia directa en nuestras vidas, son intencionadamente tergiversados, ocultados o manipulados. Cuando el fracaso social está a flor de piel, como ahora, es un buen momento para proponer que cada ciudadano intente recuperar la parte alícuota de razón que le corresponde, para invitar a la reflexión y para desmontar la provisionalidad y el miedo con los que nos hacen vivir el día a día.
Comentario 1: La victoria del PP, fruto del paso del tiempo, de la mentira y de la inmadurez ciudadana.
A los políticos del PP, por fin, les ha salido bien la jugada, engañando, como suele ocurrir en cada campaña electora, a una sociedad ausente y abatida. El electorado se ha creído que lo determinante para remediar los graves problemas de esta sufrida sociedad era el cambio, el cambio a ciegas, porque estos del PP han sido respaldados masivamente sin que, en ningún momento, hayan dicho lo que van a hacer cuando gobiernen. Esto es una de tantas miserias que pone en cuestión al actual modelo político y, en particular, a la situación de nuestro país después del 20N. La regla de los ocho años, o dos legislaturas continuadas, hace estragos. Ahora les tocaba a éstos. Se consolida definitivamente la alternancia como una táctica para entretener y contentar a un electorado poco exigente.
Por desgracia, no son muchos los que han entendido que en una escala de progreso es mejor partir de un gobierno socialista que de uno de tinte reaccionario como el PP, que el éxito electoral de este grupo, al que ha contribuido de manera significativa la dispersión del voto de la izquierda, supone una involución que nos sumerge en un pozo del que costará salir. Ahora sólo queda el consuelo de echar las cuentas sobre lo que habría pasado si en lugar de aplicar la vigente ley electoral se hubiera aplicado un reparto proporcional, en el marco de una única circunscripción. La búsqueda de fórmulas exculpatorias es un buen recurso para justificar un fracaso que se viene repitiendo en los últimos actos electorales. Porque el resultado obtenido por IU, ante el derrumbe del PSOE, no es como para hacer fiestas.
Comentario 2: Las posibles causas del declive intelectual.
Recientemente Michio Kaku ha dicho que nuestro cerebro no ha cambiado en los últimos 100.000 años. Voy un poco más allá y me atrevo a decir que la tecnología y los medios de comunicación están siendo los artífices de un encallamiento de las partes más externas de ese órgano, lo que está generando un significativo empeoramiento con respecto a épocas pasadas. Nuestras mentes son ahora más que nunca un excelente terreno abonado para albergar la mentira, la manipulación y la sumisión. Como digo, la tecnología y los mass media están haciendo demasiado daño. Los nuevos engendros tecnológicos van reduciendo la actividad cerebral al facilitar cualquier tipo de tarea. Por otro lado, la TV y las emisoras de radio son tremendamente eficaces a la hora de embelesar, de adormecer, de someter, en suma, de enajenar. Sus presentadores y tertulianos, por ejemplo, han jugado un papel fundamental en el resultado electoral del pasado día 20. Esa machacona información diaria y esos tendenciosos tertulianos de corta talla intelectual han influido de manera definitiva en el desgaste del gobierno saliente.
Comentario 3: El verdadero poder es el poder económico en un mundo virtual.
Algunos venimos repitiendo incansables que el verdadero poder lo ostentan los que tienen el dinero. Esas grandes fortunas que últimamente han dejado de lado la economía real, y se han ido allí donde pueden obtener mayor rentabilidad. Son ellos, los que manejan los hilos de estas marionetas de la política. Sólo los ingenuos pueden creer que el cambio político en España puede acarrear cambios positivos en la economía, o que pueden mejorar las condiciones de vida de los más débiles. Todo lo contrario, los otros hicieron el ajuste fino, ahora viene el ajuste duro. Pero la ignorancia arrastra a muchos a votar en contra de sus propios intereses.
Este escaparate nos sitúa en un mundo cada vez más irreal, en un mundo del engaño, pero asumible con facilidad por las masas. Un mundo donde cada vez se hace más difícil la reflexión, la crítica, donde es más cómodo dejarse llevar, y por eso nos llevan por donde quieren, por donde les interesa a los de arriba, aunque éstos que controlan hayan elegido el camino de la demencia, de la locura.
En este entorno de la mentira, de la ficción, donde el dinero es virtual, donde la información es deformación, en un mundo de pensamiento nulo, como fase final del pensamiento único, en una sociedad repleta de cerebros encallados, es cada vez más difícil ubicar la razón como dinámica que nos conduzca hacia un mundo más justo, más humano.
Comentario 4: La crisis como tapadera del final del sistema.
La “crisis” se ha convertido en una expresión manida, en un lugar común, en un cajón de sastre, una máscara para esconder la verdadera realidad, una realidad que nos invade a velocidad de vértigo, aunque los que mandan sigan parapetados tras una especie de muralla de sacos terreros que en algún momento puede reventar y provocar una debacle de incalculable consecuencias. Cuesta asumir que estamos en el final de una etapa, les cuesta a los que dominan, por el miedo a perder su estado de privilegio, y a los dominados, que no han sido capaces de construir una alternativa, a pesar de haber dispuesto de tanto tiempo. La ausencia de madurez revolucionaria ha impedido que se consoliden todas aquellas revueltas que podrían haber cambiado el mundo a tiempo. Ahora, los partidos conocidos como de izquierdas están derrotados o integrados en un sistema que se agota. La intelectualidad “progresista” se evade proponiendo medidas para enmendar lo que no tiene enmienda. La confusión entre lo que se desea, y lo que es posible llevar a cabo con la fuerza disponible, se ha adueñado de amplios colectivos. Otros, las mayorías, se mantienen en la indiferencia.
Resumen: la dificultad de asumir la realidad.
Pero esto es así. Cuesta admitir que estamos en la fase final de una forma de vida que ha perdurado a lo largo de los últimos 500 años. En la época de esplendor, el sistema capitalista se ha caracterizado por la búsqueda de beneficio de los empresarios en el ámbito de la economía productiva, pero ese dinámico proceso, a pesar de la contradicción trabajo-capital, generaba bienestar para todos los participantes: empresarios y trabajadores. Pero ahora ese proceso se ha roto. Por una parte el dinero se ha desviado hacia eso que se conoce como economía especulativa, donde la rentabilidad es superior. Por otro, como consecuencia del abandono de la producción como vía de enriquecimiento, disminuye la mano de obra, lo que está generando grandes bolsas de pobreza, arrastrando a sociedades como la nuestra hacia un conflicto de difícil resolución.
Cuesta entender que el verdadero poder es el poder económico, que los poderes político, judicial y mediático son un blindaje de ese otro poder principal. Cuesta entender que este tipo de democracia es una mascarada, una fachada para el mantenimiento de la dominación de unos pocos sobre las mayorías. Cuesta entender que una alternativa es un poder que niega la alternancia o la rutina de “ahora tú, luego yo”. Cuesta desprenderse de la mentira y de la manipulación de los grandes medios de comunicación. Cada vez resulta más difícil incorporar la razón como elemento dinamizador de la existencia, de la relación entre iguales y de la relación de esta especie nuestra con el entorno natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario