Algunos hablamos con frecuencia de
aquellos que controlan el sistema, que nos controlan, y no nos faltan razones
para hacerlo, pero hay algo más que se nos escapa, que se les escapa, incluso,
a esos que nos controlan.
El otro día me convocó el
director de la agencia bancaria donde tengo la cuenta corriente. Reconozco que
no sé muy bien lo que quería, tal vez le hayan dado alguna consigna para que
nos “líen”, y nos intenten vender algo a los sufridos clientes que no tenemos
más remedio que mantener una cuenta en los bancos por aquello de que las
nóminas y todos los pagos están domiciliados. El caso es que en esa
conversación que mantuvimos, en la que inevitablemente hablamos de la actual
situación económica, llegamos a la conclusión compartida de que el sistema crea fenómenos que se le
vuelven en su contra. Es como que adquieren vida propia, de manera que,
como decimos, escapan al control, incluso, de los que ostentan el poder.
Hace unos años ya lo apuntaba en uno
de mis libros con el título “En los límites de la irracionalidad" (http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico).
Decía lo siguiente: Hemos intentado dibujar de manera global lo que hoy acontece
en este tipo de sociedades para más adelante analizar en detalle todos los
aspectos que configuran un sistema socioeconómico que se ha mantenido durante
tantos años, pero que ahora se encuentra agotado, agónico, tambaleante, ahogado
en sus propias contradicciones, perdido entre las tinieblas que él mismo, como fenómeno con vida propia, y sus defensores
han creado. Ahora es el momento de esclarecer
algunos de esos fenómenos parciales que dan lugar a ese fenómeno global al que
entonces hacíamos referencia.
Fenómeno 1: El papel imparable de los medios
Los
medios de comunicación nacieron con el ánimo
de informar de acontecimientos próximos o lejanos, al calor de algunos
descubrimientos como son la imprenta y la retransmisión de la palabra (luego la
imagen) a través de las señales electromagnéticas, pero inmediatamente se convirtieron
en un instrumento fabuloso en manos de los que tienen el poder y el dinero para
defender sus propios intereses. El progreso tecnológico ha convertido a esos
medios en un monstruo a cuya influencia social es imposible ponerle límites.
Los mass media se han convertido en la mejor
y mayor herramienta enajenante en
nuestros días, más aún que las religiones y las sectas, aunque estas siguen
teniendo una influencia nada despreciable. Están manejados para alienar, para
propagar la mentira, para angustiar, para intoxicar y para meter miedo a la
masa en nombre de otros. Evidentemente aquellos que hoy perduran están
respaldados por potentes grupos financieros o por los gobiernos de turno. Su
función sigue siendo la misma que cuando fueron capturados, pero ahora ya no
necesitan recibir consignas: funcionan de manera autónoma. Sus actores
convertidos en “estrellas” de radio o TV, tertulianos o redactores, constituyen una nueva clase privilegiada que goza de una elevada posición
económica.
Dadas
las dimensiones que los medios han adquirido, se han convertido en un fenómeno con vida propia que asfixian
y que se repiten hasta la saciedad. Debido a ese enorme tamaño, ya consolidado,
no les queda más remedio, para su propia supervivencia, que seguir con esa
dinámica. Y esta es la parte negativa para ellos y para sus mentores. El
desencanto, el lento descubrimiento de la mentira, el progresivo hartazgo de la
noticia manipulada y la TV
basura, puede acarrear cansancio sin que los que mandan puedan evitarlo.
Fenómeno 2: Las acciones imparables de los gestores
del dinero
La fuerza de trabajo ejercida por tantos y
tantas durante tanto tiempo, ha permitido acumular dinero no sólo entre los
propietarios de los medios de producción, sino entre otros tantos sectores de
una sociedad compleja, incluido el de los trabajadores de mediana y alta
cualificación. En estos momentos nadie sabe con certeza cuál es la masa
dineraria que se mueve por los circuitos financieros, ni que parte del dinero responde
a la economía productiva o a la economía especulativa. La deuda, las nuevas emisiones
de moneda y la especulación han generado una burbuja de dinero virtual que responde a la suma de los dígitos que cada cual, ricos o pobres, tienen en sus
cuentas corrientes y en los refugios o paraísos fiscales (en este caso sólo los
ricos), pero sólo son eso, dígitos que no están respaldados por ningún elemento
con valor real o tangible, por lo que es una realidad palmaria que si cada uno de nosotros quisiera disponer del
dinero contante y sonante de lo que aparece en nuestras cuentas o cartillas no
habría ni para abonar el 1% del total.
En esa
enorme masa de dinero, en su mayoría ficticia, se encuentran, además de las
grandes fortunas, los ahorros en forma de planes de pensiones, o en otro tipo de
depósitos, de gentes modestas. Los movimientos del capital están ahora en manos
de gestores de los que algunos dicen
que son más peligrosos que los propios psicópatas.
El afán
de enriquecimiento de la mayoría de una sociedad enferma conlleva la
optimización de las ganancias, lo que genera todo ese vendaval de movimientos
de dinero llevados a cabo por individuos (profesionales o particulares) afectados
de ludopatía. Esa delegación en este
tipo de personas permite que ellos jueguen,
incluso, con los ahorros de la población llana, pero este papel de los gestores
es imparable e incuestionable porque su tarea sintoniza con la codicia de esta
especie nuestra. He aquí otro fenómeno
con vida propia. Los poderes políticos, incluso el poder real, nada pueden
hacer para frenar este destructivo proceso que, sin lugar a dudas, nos lleva hacia un final poco halagüeño.
Los
políticos y los “expertos”, sin ninguna posibilidad de intervención, nos
distraen de esa cruda realidad hablándonos de la “crisis” como máscara de una
situación que ni ellos mismos entienden, lo que nos lleva a la conclusión de
que esto es algo más grave y más extenso que una simple crisis.
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