Una
de las circunstancias que pone en evidencia que el actual sistema ha entrado en
una crisis, que parece irreversible, es la inestabilidad de la dimensión netamente política, aunque ésta no sea la
principal. A pesar de que el análisis completo requiere un escrito más amplio,
queremos hacer un avance, tratando el actual modelo político, su declive y su
posterior evolución.
El
modelo bipartidista le ha servido a la oligarquía durante un largo periodo de
tiempo, desde mediados del siglo XX hasta hace unos pocos años, en el marco de
una limitada democracia, estrategia que ha dado lugar a una marcada estabilidad
política.
En
ese juego participaban dos opciones de supuesta oposición ideológica, cada una
de las cuales se identificaban con la izquierda, la una, y con la derecha, la
otra. El pueblo engañado y manipulado ha sido utilizado, aún lo sigue siendo
(pero menos), para mantener el dominio de unos sobre otros.
La
actuación de la derecha es coherente con su ideario y con sus propuestas. Sin
embargo, lo que se conocía como izquierda, esa izquierda mayoritaria, tanto en
este país como en otros del entorno, se han escondido bajo esa tendencia, por
el prejuicio favorable que le conceden amplios sectores de la ciudadanía, pero
su papel ha sido el de la defensa de los intereses de los ricos, sin distinción
de lo que hace la derecha.
En
consecuencia, el binomio izquierda-derecha ha quedado desconfigurado,
fundamentalmente por la impostura de
los partidos de esa pseudoizquierda que ha sido mayoritaria durante mucho
tiempo.
La
decrepitud del sistema socioeconómico, y la del modelo político al uso, han
dado lugar a la aparición de nuevas fuerzas con postulados y propuestas más
próximos a los grupos sociales menos favorecidos y a ciertas capas
intelectualmente más avanzadas. Pero, además, el descontento con el
bipartidismo está dando pie al fortalecimiento de movimientos de corte fascista
(conocidos como extrema derecha). Es el caso de Francia, Holanda, Austria, Polonia
y otros tantos países de Europa, bajo el ejemplo y la tutela, ahora, del actual
presidente de EEUU: Donald Trump.
Ante
esta situación de inestabilidad política, el sistema ha reaccionado buscando
nuevas formulas para recuperar esa estabilidad perdida. Particularmente en
nuestro país, ha aparecido Ciudadanos con el ánimo de contrarrestar el efecto
Podemos, pero parece que este ensayo no les ha salido demasiado bien. La
actuación más potente es la de intentar unir al PP y al PSOE, en sustitución de
la alternancia, idea que se extiende a otros países que, como Alemania, ya lo
han hecho. Cada vez oiremos hablar menos de izquierda y derecha como grupos
enfrentados. La intentona unificadora comenzó en nuestro país después de la
pérdida de la mayoría absoluta del PP el 20D de 2015. Tras una inédita etapa de
inestabilidad, por fin, después de las últimas elecciones generales del 26J de
2016, se inicia una carrera para buscar el apoyo del PSOE. En esta burda
operación de convertir al PSOE en muleta del PP, los socialistas han destruido
su propio partido, creando una profunda grieta entre el aparato conservador y
aquellos que siguen reivindicando posiciones de progreso por vocación o por
oportunidad.
El
proceso que se inició en septiembre-octubre de 2016 es vulgar, traicionero,
cobarde y torpe con unos incuestionables tintes autoritarios. Cuando P.
Sánchez, a la desesperada, intenta el pacto con Podemos se disparan todas las
alarmas y, en menos de dos semanas se lo quitan del medio con un evidente golpe
de mano. El poder real no puede permitir un Gobierno que le dé quebraderos de
cabeza.
A
partir de entonces, los encargados de laminar a Sánchez emprenden una operación
para colocar en la Secretaría General a alguien que esté dispuesto a todo lo que
le pidan desde arriba, a alguien del ala más reaccionario que dé continuidad a
las políticas neoliberales de los anteriores líderes, ahora sometiéndose a los
designios de los del PP. Todavía no alcanzo a saber qué es lo que buscan los
del PSOE con esta operación, más a allá
de conservar la situación privilegiada que el sistema les ha otorgado a
sus actuales y, sobre todo, a sus viejos
dirigentes: A los González, a los Guerras, a los Bonos, etc., etc. Hasta donde
alcanza la vista, o la imaginación, el PSOE no conseguirá ser el partido más
votado. Tal vez, tampoco consiga ser el segundo más votado. De cualquier forma,
toda alternativa futura de progreso pasaría por la alianza de varios grupos
entre los que podrían encontrarse los socialistas. Por lo tanto, surge una
disyuntiva. O los dirigentes actuales del PSOE han enloquecido o, como he
dicho, se me escapa cuáles son los ocultos objetivos políticos que pretenden
alcanzar, eso sí, manipulando y utilizando a las bases del partido y a los
ingenuos votantes.
Para
jugar ese sucio papel de traición han elegido a una “predicadora” andaluza de
baja talla intelectual, dispuesta a tragar con lo que sea con tal de ser
protagonista y, de paso, arramplar con lo que pueda. Un espectáculo montado por
todo lo alto, arropada la lideresa por todo el aparato, por la reacción,
aplaudiendo. Pero no está todo el pescado vendido. Sánchez sigue adelante
contra viento y marea. Esperemos que lo de P. López no sea un montaje y busque
la limpieza de su partido para lo que sería conveniente que se aliara con
Sánchez. De lo contrario, el camino queda expedito a la predicadora. Si ésta
consiguiera ganar, el poder habría logrado lo que pretenden: sustituir la
alternancia bipartidista por el partido único con el PSOE como muleta.
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