A
eso de las ocho, más o menos, conecto desde la cama el aparato de radio que
está sobre la mesita de noche que se encuentra a la derecha. Como cada día, es
RNE quien está emitiendo. No sé bien por qué esta emisora es la única que tengo
sintonizada. Tal vez mi casa se encuentre en una zona de “sombras” donde las
ondas de radiofrecuencia lleguen con dificultad, quizás sea por aquello de pensar
que es una emisora pública, tal vez el aparato debiera ser sustituido por otro
más moderno. Se oye al locutor de turno. Tengo la suerte de poder quedarme en
la cama un tiempo, momento más que agradable para conectar lentamente con el
mundo y recordar las tareas que tendré que abordar después de las abluciones
matutinas.
El
caso es que, como cada mañana, aparece la decepción. Uno espera una información
neutral, equilibrada, si me apuras, algo tendenciosa hacia las posiciones
gubernamentales, por aquello de que dependen del Gobierno, pero eso no ocurre.
La esperanza es lo último que se pierde, dicen, pero esto está llegando a la
desesperación, vía irritación. Mala forma de desperezarse.
A
eso de las ocho, cuando conecto, comienza la intervención de unos tertulianos,
de plantilla, claramente críticos con el Gobierno y con la izquierda en
general. Me atrevería a decir, sin lugar a error, que son gente reaccionaria,
conservadores se me queda corto. No te esperas lo que oyes de una radio
pública. Claro que si ves las cadenas de TVE te ocurre lo mismo. En este caso,
la emisión de todas las catástrofes se combina con los comentarios más
reaccionarios.
Estas
fechas de comienzo de diciembre dan de sí para hablar de la Constitución.
Parece, además, que tenemos prisa, por qué será, y nos solemos adelantar a los
acontecimientos. El caso es que la entrevistada, en este caso, era una señora
que forma parte del Tribunal Constitucional (TC). “La Constitución es
imprescindible, todos los países deben tener una Constitución” dice la señora,
eso o algo parecido. Lo dice con alegría desde su posición de privilegio,
aunque ella no lo sepa, y si fuera consciente, pensaría que se lo merece. Un
miembro del TC gana unos 150.000 euros más los complementos por algún cargo,
despacho, secretarias, coche oficial, etc. Desde ahí la Constitución es la hostia,
pero para la mayoría es el soporte legal de un sistema injusto, papel mojado
que en el capítulo de los derechos ciudadanos se queda en la letra. La
Constitución española no sólo no promulga la igualdad, sino que potencia la
desigualdad. En un modelo político como el actual la ley no es igual para todos.
El actual texto fue elaborado en un momento que aún podría estar encuadrado en el tardofranquismo, por elementos, en su mayoría, que participaron activamente en el anterior régimen, todo ello bajo la vigilancia y la amenaza de un ejército golpista. Una Constitución hecha a espaldas del pueblo y en su contra, asumiendo los signos de la Dictadura, y la Monarquía heredera de allí mismo.
El
actual texto constitucional nada tiene que ver con el de la Segunda República
de 1931, cuyo primer artículo dice de forma clara y contundente: España es una República democrática de
trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y de justicia.
Ahí tenían un buen referente para elaborar la nueva. Pero se trataba de
elegir entre avanzar hacia un sistema más progresista o continuar con el
régimen anterior bajo la vigilancia, como digo, de un ejército golpista.
La
Constitución actual es el soporte adecuado para proteger al poder real y para
reprimir a la ciudadanía. Así, de las últimas veces que se ha aplicado, ha sido
a través del los artículos 135 y 155. En el primer caso, para modificarlo y dar
prioridad al pago de la deuda pública. En el segundo, para suspender el estado
autonómico en Cataluña.
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