lunes, 26 de diciembre de 2011

QUISIERA QUE LAS COSAS FUERAN DE OTRA MANERA

Esto de las felicitaciones en estas fechas, creas o no creas (como es mi caso),  se ha convertido en un hábito, en una costumbre. Un amigo, haciendo uso de esa práctica, me llama, me desea todos los parabienes y me dice que espera que después del "cambio" político mis artículos en Nueva Tribuna sean un poco más optimistas que hasta ahora. No tenía yo la impresión de que esto fuera así. Uno intenta analizar los acontecimientos que nos ha tocado vivir, y enunciar, de la manera más fidedigna posible, lo que del análisis se infiere. Huyo de la mera opinión, e intento buscar y reflejar la parte más optimista, aunque este amigo mío tenga una visión encontrada. Lo que pasa es que las cosas son como son, y de nada sirve poner paños calientes a una realidad tozuda que arrasa con cualquier deseo de mejora a corto y medio plazo.
Durante bastante tiempo, algunos nos hemos dedicado a alertar de la que se nos venía encima, pero los esfuerzos no han surtido ningún efecto frente a unos medios machacones, comprometidos con el poder que les da de comer y autoinvestidos de un aura que les sitúa en un intocable mundo de divinidad. A esto hay que añadir la ceguera de unos y otros que, por unos u otros motivos, han llevado al PP a una situación que ni ellos mismos imaginaban. Por un lado, aquellos que se sienten fieles a una determinada corriente política en la ignorancia de que todos aquellos que participan en este sorteo buscan lo mismo: vivir de este cuento de la política. Los votantes de IU han ayudado al PP en esa carrera ciega hacia la Moncloa. Seguro que otros tantos, cargados de ignorancia o, en algunos casos, de ingenuidad, también han contribuido a este desaguisado que nada bueno nos traerá. Ese camino hacia el cambio se hacía imparable, ya desde hace un par de años. Una buena parte de la sociedad, alentada por los mass media denigraba incansable a los socialistas y, en particular, al anterior Presidente de Gobierno. Algunos han votado incluso en contra de sus propios intereses, pero ya no hay remedio, aunque luego, en términos bíblicos, vendrá "el llanto y el crujir de dientes".
El deseo de poder, aunque sea un poder pírrico y servil, ha llevado al grupo ganador a una situación indeseable, porque éstos no van a solucionar los problemas estructurales que nos aquejan. Ahora comienza una efímera fiesta en la que se reparten el pastel: este Ministerio para ti, este otro puesto para ti...., y así hasta agotar los cargos institucionales, pero ¿qué pasará dentro de un año?. Como esta gente carece de valores éticos (franca contradicción con su afinidad beática) intentarán seguir engañando a una débil sociedad, abatida y amansada mediante las más burdas fórmulas al uso. A pesar de todo, es de esperar que el desgaste, aunque sólo sea por la puesta en práctica del engaño, se haga manifiesto y comience un proceso de protesta que pueda darle un poco de vitalidad a esta sociedad hoy dormida. Ésta es la nota distintiva con la que pongo aquí algo de optimismo, como intento hacer en cada uno de mis escritos, aunque este amigo del alma no lo vea así.

jueves, 15 de diciembre de 2011

EL PRESIDENTE DE LA CEOE NO TIENE VERGÜENZA

Cómo es posible que un tipo como éste, representante de los empresarios españoles, pueda decir las cosas que dice, y  con esa impunidad. Cómo es posible que sindicatos y trabajadores no inicien una huelga general hasta que este tipo se desdiga de las barbaridades que ha dicho. Por si fuera poco con las noticias de los informativos, la cadena "pública" le ofrece un programa especial (59 segundos) para que se luzca y abunde en esa sarta de aberraciones. Se permite el atrevimiento de decir que en estos tiempos "todos" lo estamos pasando mal. Seguro que él tiene que asistir a los comedores de caridad para alimentar a la prole. No se puede ser más sinvergüenza, y lo peor de todo es que después de sus incendiarias declaraciones no pase nada. Con todo el descaro, se atreve a decir que sobran funcionarios y que habrá que despedir como lo hacen en la empresa privada. Pero quién coños es este tipo para que se meta a ciegas en esos asuntos.
Sabe que no pasará nada, que la sociedad está desactivada, y que los que tienen un puesto de trabajo están agradecidos a estos próceres del bien, que les permiten comprarse un piso o llevar a sus retoños a un colegio privado, como me decía hace poco una cajera de Mercadona.
En esa entrevista de RTVE ninguno de esos inútiles tertulianos le preguntó por su patrimonio personal, por el destino que da a su capital no reinvertido. Nadie le preguntó por los que depositan su dinero en los paraísos fiscales. Ninguno le preguntó por qué se hacen ricos los empresarios, por qué ahora el dinero lo derivan hacia eso que se ha dado en llamar economía financiara, eufemismo de economía especulativa.
Nadie se atreve a decirle que el sistema capitalista, con los patronos a la cabeza, se caracteriza por la búsqueda rápida de beneficios, que su razón de ser no es la de generar empleo de manera desinteresada, sino la de enriquecerse lo antes posible, y si las cosas no van como a ellos les gusta, cierre patronal, despido de sus trabajadores y a vivir de las rentas o de la especulación.
Ante una actividad productiva basada en la ambición de unos cuantos particulares, donde el trabajo y el sustento de amplias mayorías está sometido a la necesidad de fuerza de trabajo como una mercancía más, al azar y a la arbitrariedad, el camino hacia un mundo mejor, hacia un cambio de paradigma, pasaría, en primer lugar, por la nacionalización de la economía. Es justo que todos los que estén en la etapa activa puedan trabajar sin tener que depender del capricho o la necesidad de unos cuantos, que la riqueza generada por todos sea compartida y distribuida con arreglo a las necesidades de cada cual. Este es el principio  que sería necesario que desde todos los ámbitos se fuera difundiendo, porque de no ser así, de no avanzar hacia la nacionalización de la actividad productiva, el presente incierto avanzará hacia un infernal futuro.

lunes, 12 de diciembre de 2011

¡VIVA LA REPÚBLICA!


Hace bastantes años, en la facultad de derecho,  Aragón Reyes, ahora un  irreconocible (por su físico) miembro del Constitucional, era profesor interino, eso que se popularizó con las siglas PNN en aquellos años de "grises" por dentro y por fuera de las aulas. Aquel profesor, con más miedo que vergüenza, no tuvo más remedio que contarnos en aquellas clases de Derecho Político que el Régimen franquista era una dictadura, aunque, a continuación,  se apresuró a decir: "eso sí, una dictadura constitucional porque al dictador le encargaron que construyera un Estado de tales características". Decía esto o algo parecido, aunque no nos aclaró nunca quién era el que se lo encargó.
Otro día, nos contó que las dictaduras se legitiman a través del "carisma" del dictador. En aquellos momentos de la historia, los sufridos habitantes de este país pensábamos que aquel sistema autoritario y centralista no era legítimo de ninguna de las maneras, que lo que le mantenía era una combinación de represión y miedo. ¿Qué carisma podría tener aquel individuo traidor, verdugo de un pueblo masacrado y destruido?.
En ese esquema que describía el repertorio de las diferentes formas de Estado, nos decía que las monarquías se legitiman por la tradición y las repúblicas por la razón. Aunque bien es cierto que en la clandestinidad muchos luchaban por la libertad y la justicia, no lo es menos que en aquellos momentos de miedo y atraso los españoles éramos unos ignorantes en materia política. Algunos, como yo, acudíamos a las facultades de derecho para salir de esa ignorancia supina, para saber qué era eso de la soberanía popular o un parlamento elegido en las urnas; para conocer, en suma, los sistemas "democráticos" de nuestros vecinos europeos que tanto envidiábamos.
En aquellos últimos años de la dictadura, aunque mantuviéramos un ideario republicano, la mayoría no reparábamos en el tipo de régimen que pudiera suceder al sanguinario dictador surgido de una guerra fratricida, iniciada a raíz de un golpe militar. Cualquier cosa diferente nos venía bien, incluso a los que militábamos en aquel PCE que tanto añoramos hoy. Entre el deseo de cambio y ese miedo nos “colaron” una Monarquía que ni siquiera respondía a esa forma de legitimación de la que nos hablaba aquel joven PNN. No se legitimaba por la tradición porque la monarquía de los Borbones ha transcurrido, como el río Guadiana, instaurándose o restaurándose entre cuartelazo y cuartelazo. El actual rey de España no tiene vínculo directo con monarca anterior, sino que, por consanguinidad, desciende  de un Conde que vivió exiliado toda su vida activa.  La monarquía de ahora, desde la óptica institucional,  es  herencia directa de la dictadura. El engendro constitucional que configuraba ese régimen autoritario se recogía en eso que se llamaba "las leyes fundamentales del reino", entre las que se encontraba "la ley de sucesión  de la jefatura del estado de 1947", norma en la que se apoyó el dictador para elegir al actual monarca.
De cualquier forma, ¿qué tomadura de pelo es eso de que un rey con categoría de Jefe del Estado se legitima con la tradición?. ¿Cómo puede ser eclipsada totalmente la participación del pueblo en la designación de su Jefe de Estado en un modelo político supuestamente democrático?, ¿quién responde de las capacidades intelectuales, políticas y sociales del designado por el mero hecho de nacer de rey anterior?. ¿Es que no tenemos bastantes muestras de “reyes pasmados” en tiempos pasados?.
Los primeros años de la instauración de la actual monarquía transcurrieron entre la incertidumbre y el temor de la ciudadanía a un nuevo cuartelazo, aunque los de arriba sabían muy bien lo que se traían entre manos. El desarrollo institucional tuvo un carácter eminentemente político hasta que se zanjó el asunto el 23F, sin que sepamos a ciencia cierta qué papel jugó entonces el actual Jefe del Estado. Una vez conseguida una aparente estabilidad, con un ejército más calmado y un pueblo intimidado, comienza un camino de enriquecimiento de la Corona que llega hasta el momento actual en el que uno de sus miembros se encuentra en vías de ser procesado “presuntamente” por corrupto. Como la mayoría de los mortales, aunque existen honrosas excepciones, hacen buena la ley de la codicia, según la cual el afán de enriquecimiento es proporcional a la riqueza que se posee, lo que denota una enorme pobreza humana, tal como enuncia mi buen amigo Antonio Zugasti.
Ante una monarquía heredada de la dictadura, con un rey aparentemente popular, aunque más por su simpleza que por su función; ante un heredero desconocido que en sus apariciones muestra una actitud fría, distante y soberbia; ante una chapuza matrimonial que poco dice a favor de la posible "primera dama" y, sobre todo, ante una institución ineficaz, costosa, innecesaria y medieval, se impone la razón y la República como régimen más cercano a la población. Es posible que la República no resuelva todos los males que genera un sistema económico injusto como el que tenemos, pero supone un paso más en ese progreso hacia la igualdad. Uno no puede evitar emocionarse cuando lee el primer artículo de la Constitución de 1931: " España es una República democrática de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia".
Pienso que las circunstancias en las que nos movemos: paro galopante, precariedad laboral, recortes salariales, pérdida progresiva del estado de bienestar, caso Urdangarín, presunta financiación ilegal del PP a través de la trama Gürtel, Camps en el banquillo, con el añadido de lo que nos espera con las medidas que sin duda aplicará el PP, ofrecen un “caldo de cultivo” más que suficiente para que tomemos conciencia, despertemos  y luchemos por una vida más digna, más justa, en la que imponga la razón. Deberíamos apagar la TV, y colgar en las pantallas muertas de nuestros receptores aquello que, con algunas dudas, se le atribuye a Bertolt Brecht: “Primero se llevaron a los comunistas, pero como yo no lo era no me importó”. “Luego se llevaron a los judíos, pero como  yo no lo era tampoco me importó”. “Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no lo era tampoco me importó”. “Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual tampoco me importó. Luego siguieron con los curas, pero como yo no era cura tampoco me importó”. “Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde”. Ahora son los parados, los precarios, los pensionistas y los funcionarios aquellos a los que, en palabras del gran pensador y dramaturgo, ya “se llevaron”, aquellos que están siendo víctimas de una situación irracional e injusta, pero nadie está libre de que mañana sean otros los que se encuentren en situaciones semejantes. Es necesario que reaccionemos antes de que no quede nadie con fuerzas para protestar.

sábado, 10 de diciembre de 2011

¿Por qué no puede bajar el paro?

En el gráfico se muestran las principales razones por las cuales el paro en países como el nuestro no se reducirá, por el contrario aumentará porque el esquema clásico de enriquecimiento, basado en la obtención de la plusvalía, ha quebrado. Lo que llaman crisis es una tapadera para encubrir el final del sistema capitalista tal como ha venido funcionando en los últimos 160 años.
Cuando se dan una serie de circunstancias como las que aparecen en el gráfico, suelen estar jerarquizadas, es decir, unas suelen ser dependientes de otras. La saturación de los mercados, junto a la competencia con otros productores de países emergentes (a pesar del incremento de la productividad y de la competitividad), hacen que se reduzca la producción en los países desarrollados, lo que genera un conflicto con el desarrollo tecnológico que permite fabricar más con menos fuerza de trabajo. Esto da lugar a la disminución de beneficios del capital que, a su vez, da lugar a la búsqueda de nuevas fórmulas de enriquecimiento, como son la especulación, la corrupción y  el desvío de capitales a paraísos fiscales. Todo ello conlleva la menor necesidad de mano de obra en países como éste, lo que nos conduce hacia otro conflicto, a modo de espiral, de difícil resolución ya que la disminución de poder adquisitivo de la clase trabajadora implica menor consumo, lo que obliga al ajuste de la relación oferta-demanda, es decir, la producción de bienes y servicios se reduce.



A los del PP no se les ve contentos

Por aquello del oficio, a uno no le queda más remedio que seguir  algunos programas de radio y TV para ver que es lo que se cuece, aunque, por una cuestión de salud mental, tengo que ponerme unos límites. Por fortuna,  en mis receptores no están sintonizadas aquellas cadenas que son conocidas de diferentes maneras: la caverna, la extrema derecha mediática, etc. Y si lo están, será por aquello de que estos nuevos aparatos  hacen un barrido y seleccionan automáticamente 50, 60 o cien emisoras, una barbaridad, pero lo que puedo garantizar es que desconozco su ubicación. Por lo tanto, son los zapping de las principales cadenas las que me informan de las barbaridades que por allí circulan, y, para ser absolutamente fiel la verdad, he de decir que, algunas veces, a eso de la una de la tarde, me asomo durante unos pocos minutos a un amago de tertulia de Telemadrid, nefasta reunión de “amiguetes” en la que todos están de acuerdo, lo que despierta en mí un par de sentimientos: hilaridad y compasión.
Pues bien, de esa especie de chequeo audiovisual se deduce que los del PP, y su entorno, no están contentos, no les ha sentado bien la victoria ni a unos, los políticos, ni a otros, su soporte mediático. No se ve el entusiasmo por el éxito que, en justa medida, se correspondería con ese insaciable deseo de poder que han manifestado a lo largo de tanto tiempo. Curioso. Lo normal es que estuvieran alegres, satisfechos, se lo han “currado”, sobre todo, durante estos cuatro últimos años. No parece que sean los mismos los que han llevado a acabo esa encarnizada y despiadada crítica a los socialistas, en particular a Zapatero, y los que muestran ahora esas caras largas, esos rostros como temerosos, ¿es que se temen algo?. A decir verdad, todavía viven del recuerdo, les queda algo de cuerda para seguir con la injuria. No es difícil augurar que seguirán unos meses acusando al anterior Gobierno de lo mal que han dejado las cosas, pero cuando pasen esos 100 días que se les da de tregua a los nuevos gobernantes, ¿qué dirán?. ¿Será que su tristeza de ahora se debe a que, con su victoria, finaliza el tiempo de la fácil tarea de la crítica cruel, y están obligados a iniciar otra que discurrirá por un camino pedregoso?. Con Zapatero en su León natal, y los del PSOE discutiendo por su reconstrucción, se acaba el filón, el insulto agrio, fácil y zafio, y comienza lo que, sin duda, les generará un desgaste personal y político.  
Por el contrario, se observa una especie de jolgorio en esas cadenas satíricas, bueno en la Sexta (por desgracia no proliferan). También, a pesar de la que está cayendo,  se manifiesta un cierto entusiasmo, a la vez que un cierto alivio, entre sectores progresistas de nuestro país. También curioso. Parece que se han tornado las cosas: tristeza entre los ganadores, y sus adalides, y cachondeo (dentro de lo que cabe) entre los que se oponían a la involución. En la “casa de los pobres”, como su propio jefe lo ha definido, también hay una cierta algarabía porque han pasado de 2 a 11 diputados; aunque es posible que su alegría sea pasajera cuando comprueben, si no lo han hecho ya, que en aquellas otras elecciones en las que ha ganado la derecha (años 1979 y 1996), el PCE o IU consiguieron doble representación parlamentaria que ahora, a pesar de este descalabro tan bestial del PSOE.
Quizás la tristeza en el PP responda a que ésta ha sido una victoria envenenada porque, por desgracia para ellos, su éxito electoral se produce en un contexto internacional inestable y depauperado, en el que la política local juega un papel irrelevante. La mentira, elemento básico de su éxito, suele ser siempre arma arrojadiza contra un electorado ingenuo y proclive al engaño. En otras ocasiones, esas mentiras de campaña suelen ser olvidadas a lo largo del curso de la legislatura, pero ahora la cosa va a ser muy diferente. Rajoy y su comparsa se han hartado de decir que van a resolver todos los males que aquejan a este país nuestro, que acabarán con la crisis, con el paro, que no habrá ajustes en sanidad, ni en educación, que las pensiones se actualizarán, que los recortes se llevarán a cabo en lo que son gastos superfluos, que el cambio era la solución. La pasión por quitarse de encima esa frustración de dos legislaturas perdidas ha desembocado en la locura. No les va a resultar fácil deshacerse de tanta promesa vana, de tanto embuste. Quizás su primer mal sabor de boca lo sufrieran el día siguiente al de las elecciones, el 21N, al ver que eso que llaman los mercados pasaron por alto ese triunfo electoral, continuando con su propia dinámica.
Tal vez, su falta de entusiasmo por la victoria también se deba a que se temen un aumento de la agitación social en las calles si no hacen lo que dicen que harán, o si hacen lo que han dicho que no harán (permítaseme este juego de palabras). Los sectores más reaccionarios, con la iglesia a la cabeza en ocasiones, han protagonizado durante los últimos ocho años actos de oposición a las leyes de los socialistas con manifestaciones masivas, pero ellos saben que son unos aprendices, unos advenedizos de la contestación, haciendo uso de los instrumentos de la izquierda, de las clases oprimidas. Ellos saben, políticos, soporte mediático y seguidores que la protesta, que las reivindicaciones y las manifestaciones, nacen de la explotación, de la represión, de la desigualdad, de la injusticia, que son patrimonio de las clases populares. Por eso se temen que, ante una situación como la que vivimos, la protesta, no sólo en la calle, también en el trabajo, les abrume, les acose, les asfixie. Hasta ahora, los actos de protesta en comunidades como Cataluña (gobernada por una  derecha provinciana) y Madrid no están teniendo apenas efectos positivos. Pero es de esperar que la generalización de las posibles restricciones que lleven a cabo gobierno central y CCAA, prácticamente todas en manos de la derecha, provoquen una respuesta generalizada que dé lugar a una crisis política de alcance.
Desde luego no lo tienen fácil, ese enfermizo deseo de poder les puede costar caro. Tener que enfrentarse a la actual situación económica mundial, al creciente descrédito de las instituciones y a la corrupción –que, por lo que dicen, podría alcanza a las más altas instancias del Estado-, hará realidad ese viejo refrán que dice que “una cosa es predicar y otra es dar trigo”. Los más audaces se atreven a pronosticar una crisis política a dos años vista. Todo se andará. De momento, en las escasas declaraciones de los cabecillas del PP vemos como comienzan a recular. Ahora reclaman el concurso de todos cuando su papel como oposición ha sido el de hacer “tierra quemada”. Declaraciones incendiarias eran la letanía de cada uno de los que recibían consignas de la calle Génova. Mariano Rajoy, en particular, ha hecho del insulto una herramienta fundamental en su forma de hacer política. Sus palabras favoritas cuando se dirigía al presidente saliente –que, tal vez, algún día sea recordado como el más honesto de esta época- eran estas: irresponsable, frívolo, incapaz y acomplejado, y cuando se refería a cualquier actuación de los miembros del gobierno, surgía de inmediato el término “error” acompañado de epítetos tales como “descomunal”, “mayúsculo” o colosal”. No será fácil olvidar  algunas de las “lindezas” que este paisano le ha dedicado a su antecesor:  para España “es mucho más peligroso un bobo solemne que un patriota de hojalata” (sic); “Zapatero es un irresponsable” (sic); “acomplejado,  con mala conciencia e ideas confusas” (sic); “… anda chalaneando con terroristas para ver si le venden una tregua como sea” (sic); “el señor Zapatero parece que tiene de adorno la cabeza” (sic); “antojadizo, veleidoso e inconsecuente” (sic); “radical, taimado, maniobrero, que habla ya en batasuno” (sic).
Posiblemente aquellos que no estamos de su lado, por una simple cuestión de principios, seamos más respetuosos con su persona y con sus adláteres, pero estaremos atentos, muy atentos a sus actuaciones, y en lugar de recurrir al insulto sistemático, pediremos, de la manera más razonable posible, que cumpla con esas promesas electorales; de lo contrario, es posible que  la sociedad reaccione y actúe de  manera contundente. Una parálisis de todo el funcionariado, por ejemplo, les haría desviarse de lo que intuimos son sus ominosos propósitos. Y, de momento,  no quiero dar más pistas.

La dificultad de asumir la realidad

El  panorama político actual en España entraña tal grado de estupidez, está tan alejado de la razón, que no merece la pena abordar un puntual análisis de los resultados del 20N, ni de las consecuencias que tendrá en nuestras vidas el cambio de Gobierno, que las tendrá. Además, otros y otras, con mayor o menor acierto, ya lo están haciendo. Por lo tanto, limitaré mi discurso al simple comentario, a comentar algunas cuestiones que constituyen el sustrato de los acontecimientos a los que estamos asistiendo ahora, y  de otros que se vienen sucediendo a lo largo de un dilatado periodo de tiempo. Acontecimientos que, a pesar de tener una influencia directa en nuestras vidas, son intencionadamente tergiversados, ocultados o manipulados. Cuando el fracaso social está a flor de piel, como ahora, es un buen momento para proponer que cada ciudadano  intente recuperar la parte alícuota de razón que le corresponde, para invitar a la reflexión y para desmontar la  provisionalidad y el miedo con los que nos hacen vivir el día a día.

Comentario 1: La victoria del PP, fruto del paso del tiempo, de la mentira y de la inmadurez ciudadana.
A los políticos del PP, por fin, les ha salido bien la jugada, engañando, como suele ocurrir en cada campaña electora, a una sociedad ausente y abatida. El electorado se ha creído que lo determinante para  remediar los graves problemas de esta sufrida sociedad era el cambio, el cambio a ciegas, porque estos del PP han sido respaldados masivamente sin que, en ningún momento, hayan dicho lo que van a hacer cuando gobiernen. Esto es una de tantas miserias que pone en cuestión al actual modelo político y, en particular, a la situación de nuestro país después del 20N. La regla de los ocho años, o dos legislaturas continuadas, hace estragos. Ahora les tocaba a éstos. Se consolida definitivamente la alternancia como una táctica para entretener y contentar a un electorado poco exigente.
Por desgracia, no son muchos los que han entendido que en una escala de progreso es mejor partir de un gobierno socialista que de uno de tinte reaccionario como el PP, que el éxito electoral de este grupo, al que ha contribuido de manera significativa la dispersión del voto de la izquierda, supone una involución que nos sumerge en un pozo del que costará salir. Ahora sólo queda el consuelo de echar las cuentas sobre lo  que habría pasado si en lugar de aplicar la vigente ley electoral se hubiera aplicado un reparto proporcional, en el marco de una única circunscripción. La búsqueda de fórmulas exculpatorias es un buen recurso para justificar  un fracaso que se viene repitiendo en los últimos actos electorales. Porque el resultado obtenido por IU, ante el derrumbe del PSOE, no es como para hacer fiestas.

Comentario 2: Las posibles causas del declive intelectual.
Recientemente Michio Kaku ha dicho que nuestro cerebro no ha cambiado en los últimos 100.000 años. Voy un poco más allá y me atrevo a decir que la tecnología y los medios de comunicación están siendo los artífices de un encallamiento de las partes más externas de ese órgano, lo que está generando un significativo empeoramiento con respecto a épocas pasadas. Nuestras mentes son ahora más que nunca un excelente terreno abonado para albergar la mentira, la manipulación y la sumisión. Como digo, la tecnología y los mass media están haciendo demasiado daño. Los nuevos engendros tecnológicos van reduciendo la actividad cerebral al facilitar cualquier tipo de tarea. Por otro lado, la TV y las emisoras de radio son tremendamente eficaces a la hora de embelesar, de adormecer, de someter, en suma, de enajenar. Sus presentadores y tertulianos, por ejemplo, han jugado un papel fundamental en el resultado electoral del pasado día 20. Esa machacona información diaria y esos tendenciosos tertulianos de corta talla intelectual han influido de manera definitiva en el desgaste del gobierno saliente.

Comentario 3: El verdadero poder es el poder económico en un mundo virtual.
Algunos venimos repitiendo incansables que el verdadero poder lo ostentan los que tienen el dinero. Esas grandes fortunas que últimamente han dejado de lado la economía real, y se han ido allí donde pueden obtener mayor rentabilidad. Son ellos, los que manejan los hilos de estas marionetas de la política. Sólo los ingenuos pueden creer que el cambio político en España puede acarrear cambios positivos en la economía, o que pueden mejorar las condiciones de vida  de los más débiles. Todo lo contrario, los otros hicieron el ajuste fino, ahora viene el ajuste duro. Pero la ignorancia arrastra a muchos a votar en contra de sus propios intereses.
Este escaparate nos sitúa en un mundo cada vez más irreal, en un mundo del engaño, pero asumible con facilidad por las masas.  Un mundo donde cada vez se hace más difícil la reflexión, la crítica, donde es más cómodo dejarse llevar, y por eso nos llevan por donde quieren, por donde les interesa a los de arriba, aunque éstos que controlan hayan elegido el camino de la demencia, de la locura.
En este entorno de la mentira, de la ficción, donde el dinero es virtual, donde la información es deformación, en un mundo de pensamiento nulo, como fase final del pensamiento único, en una sociedad repleta de cerebros encallados, es cada vez más difícil ubicar la razón como  dinámica que nos conduzca hacia un mundo más justo, más humano.

Comentario 4: La crisis como tapadera del final del sistema.
La “crisis” se ha convertido en una expresión manida, en un lugar común, en un cajón de sastre, una máscara para esconder la verdadera realidad, una realidad que nos invade a velocidad de vértigo, aunque los que mandan sigan parapetados tras una especie de muralla de sacos terreros que en algún momento puede reventar  y provocar una debacle de incalculable consecuencias. Cuesta asumir que estamos en el final de una etapa, les cuesta  a los que dominan, por el miedo a perder su estado de privilegio, y a los dominados, que no han sido capaces de construir una alternativa, a pesar de haber dispuesto de tanto tiempo. La ausencia de madurez revolucionaria ha impedido que se consoliden todas aquellas revueltas que podrían haber cambiado el mundo a tiempo. Ahora, los partidos conocidos como de izquierdas están derrotados o integrados en un sistema que se agota. La intelectualidad “progresista” se evade proponiendo medidas para enmendar lo que no tiene enmienda. La confusión entre lo que se desea, y lo que es posible llevar a cabo con la fuerza disponible, se ha adueñado de amplios colectivos. Otros, las mayorías, se mantienen en la indiferencia.

Resumen: la dificultad de asumir la realidad.
Pero esto es así. Cuesta admitir que estamos en la fase final de una forma de vida que ha perdurado a lo largo de los últimos 500 años. En la época de esplendor, el sistema capitalista se ha caracterizado por la búsqueda  de beneficio de los empresarios en el ámbito de la economía productiva, pero ese dinámico proceso, a pesar de la contradicción trabajo-capital, generaba bienestar para todos los participantes: empresarios y trabajadores. Pero ahora ese proceso se ha roto. Por una parte el dinero se ha desviado hacia eso que se conoce como economía especulativa, donde la rentabilidad es superior. Por otro, como consecuencia del abandono de la producción como vía de enriquecimiento, disminuye la mano de obra, lo que está generando grandes bolsas de pobreza, arrastrando a sociedades como la nuestra hacia un conflicto de difícil resolución.
Cuesta entender que el verdadero poder es el poder económico, que los poderes político, judicial y mediático son un blindaje de ese otro poder principal. Cuesta entender que este tipo de democracia es una mascarada, una fachada para el mantenimiento de la dominación de unos pocos sobre las mayorías. Cuesta entender que una  alternativa es un poder que niega la alternancia o la rutina de “ahora tú, luego yo”. Cuesta desprenderse de la mentira y de la manipulación de los grandes medios de comunicación. Cada vez resulta más difícil incorporar la razón como elemento dinamizador de la existencia, de la relación entre iguales y de la relación de esta especie nuestra con el entorno natural.