viernes, 27 de septiembre de 2019

VIVIR EN LA MENTIRA SE HA CONVERTIDO EN NORMA


Vivir en el engaño se ha convertido, en este tipo de sociedades, en lo habitual, dicho sea esto con carácter general porque algunas y algunos escapan de las garras del ideario oficial, marcado por aquella minoría que se beneficia de la explotación de las mayorías en sus distintas variantes. ¿Merece la pena la acumulación de riqueza, o el deseo de tenerla, a costa de la deshumanización progresiva de la especie? Parece que para algunos de hecho y para muchos en potencia merece la pena. No somos capaces ahora de distinguir si el poder, el deseo de dominio sobre otros, es una herencia de nuestro pasado animal o, por el contrario, es fruto de la inseguridad al vernos desprotegidos del medio natural y ser conscientes de esa soledad, de ese abandono y de la muerte.

Aterricemos en lo más tangible. Se establecen normas que benefician a los dominadores. Se articulan leyes que reprimen y sancionan a los más débiles. Pero además, se han establecido otro tipo de normas no escritas que son asumidas como si fuera uno mismo el que se las autoimpone, sin percatarse de que son infundidas por interés por los que nos manejan.
“Hay que votar” se dice, por ejemplo, y  se repite y resuena hasta la saciedad. Algunos añaden: “que para eso hemos luchado por la democracia”. Ambas expresiones se exclaman con total convencimiento, aludiendo que eso es un derecho y un deber, el de votar. Cuando se vota se siente uno henchido de satisfacción por el deber cumplido. El acto y la sensación se asemeja a lo que siente un creyente cristiano cuando se confiesa y disfruta de un “reset” que le permite comenzar de nuevo su andadura pecaminosa, limpio de polvo y paja. Quienes se acreditan como pregoneros de la participación a través del voto se sienten dueños de lo propio, diría de la verdad, pero ¿saben en realidad en que se traduce su voto?

La mentira, la manipulación, la utilización y la instrumentalización son los parámetros en los nos movemos para mantener la desigualdad entre unos y otros. La mentira, sobre todo la mentira, se ha convertido en el sustrato de la vida. En el lubricante que engrasa las relaciones sociales, en la mayor miseria de la especie encarnada en el flautista de Hamelín. Una vez asentada y asumida la mentira es fácil manipular a los inocentes, para lo que cuentan con potentes instrumentos: credos religiosos, medios de comunicación y grupos instrumentalizados a sueldo: políticos, tertulianos, deportistas de elite, actores, cantantes, etc. Estos cumplen el papel que en otros tiempos jugaban los bufones. No es correcto identificar su labor con la cultura. La cultura debería ser otra cosa diferente con la participación activa del agente implicado: aprender idiomas, manejar un instrumento musical, adiestrar la voz, aprender a pintar, etc.
En este caldo de cultivo, en esta sociedad domada, es fácil la utilización de su ridícula participación, limitada a emitir un voto de vez en cuando, para goce y disfrute de algunos pocos: la oligarquía y los políticos convertidos en casta (permítaseme este término que por antiguo no deja de ser cierto).
  
El ejercicio de la mentira y de la impostura
Estamos asistiendo en estos días a la intervención en política de un imberbe, de un tal Errejón. Este hecho nos provoca y nos anima a profundizar e ir algo más allá de lo banal, de la mera manipulación. Observamos como aún cala la demagogia y el escándalo, sin la menor crítica, en los sectores sociales que han evolucionado de la ingenuidad a la ignorancia, si es que ya no eran antes ignorantes de solemnidad. Estas aparentes aventuras ¿programadas o improvisadas? nos obligan a abandonar la reflexión y narrar de la manera más descarnada el recorrido político diseñado torpemente por la reaccionaria oligarquía nacional, aunque con resultado positivo para ella, abusando de la inmadurez política, del engaño y de la ignorancia de tantas y tantos.
Invistieron al impostor Felipe González para eliminar a la izquierda de entonces, real y encarnada en la militancia, el seguimiento y el protagonismo llevado a cabo durante la Dictadura. En este caso, la auténtica clase trabajadora fue víctima del engaño por esas ansias de cambio, después de sufrir tanto en tiempos del “Régimen”.
Cuando la corrupción y las malas artes desgastaron a los gobernantes socialistas, se creó otra formación de corte fascista para sustituirles. Ya no había peligro, la sociedad estaba embebida en esa pseudodemocracia, sin más esperanzas de progreso, ¡bastante que se habían quitado del medio la amenaza golpista! Se fraguaba un modelo de alternancia basada en el bipartidismo, aunque llegábamos un poco tarde, justo cuando en Europa comenzaba a desmoronarse. El invento funcionó hasta comienzos de la segunda década de este siglo.
De nuevo la corrupción repunta con la garantía de la impunidad, después de comprobar el bajo coste pagado por los equipos de gobierno anteriores. Lo que vino en llamarse la crisis de 2007-2008, dio lugar al empobrecimiento masivo de la clase trabajadora, y al paro galopante. Sectores sociales, fundamentalmente jóvenes, organizaron algunos movimientos pacíficos en calles y plazas de grandes ciudades. Para asfixiar cualquier intento de revuelta que fuera a más, el poder real creó una formación, Podemos, que rentabilizara todo ese movimiento; que fuera el que recogiera el voto más contestatario, pero dentro del orden establecido.
Esto se les fue de las manos. En algún momento flotaba en el ambiente la posibilidad de éxito de este grupo político,  lo que les forzó a crear otro grupo que compensara el efecto Podemos. Apareció Ciudadanos ubicado ideológicamente en un lugar inexistente. La novedad y la promoción de esa formación, le ha llegado a otorgar una significativa representación política a costa de la pérdida del Partido Popular.
Desde la crisis del bipartidismo, la inestabilidad política y social se ha instalado sin que se haya encontrado solución. Se están dando “palos de ciego”; la oligarquía esta desorientada. Podemos parecía consolidar una representación con una base irreversible. Por esa razón, abandonado a su suerte Ciudadanos, es en Podemos donde hay que meter mano para llegar a su destrucción, si eso fuera posible. En esta operación participa el PSOE como un agente interesado.
Apoyada la operación en el enfrentamiento personal de dos individuos, aparece una nueva formación que ya había intentado ganar el gobierno de la C. A. de Madrid, y mantener el del Ayuntamiento, aunque con poco éxito.
El intento de destrucción del pensamiento, con esta última operación (operación Errejón), es tan burdo como real el acorchamiento mental de los individuos de una sociedad maleable hasta el extremo en la que la mentira anida sin dificultad.

Anexo: Recogemos algunas definiciones de términos que empleamos aquí y en otros escritos semejantes:

Sistema Forma de organización social para el desarrollo de la actividad económica. Está constituido por  una totalidad de estructuras o subsistemas, con una dinámica propia, ligadas entre sí por ciertas vinculaciones técnicas o institucionales. Cada una de las estructuras o subsistemas específicos sólo tienen sentido cuando forman parte de un todo coherente, en este caso: el sistema socioeconómico. En el caso particular que estamos analizando, el sistema está gobernado y controlado, mediante organismos creados ad hoc,  por una clase dominante en detrimento de otras clases dominadas o abandonadas a su suerte.

Clase dominante Es una abstracción a la que tienden quienes están embargados por un conjunto de contravalores que les hace menos racionales y menos humanos. El grupo formado por los individuos de esta clase, constituidos en oligarquía, determinan las formas de gobierno que les beneficia en cada momento. En lo concreto, constituyen el poder real. Otras acepciones: oligarquía, plutocracia.

Democracia (como modelo político en la actualidad) Estrategia del poder real para engañar a la ciudadanía haciéndole creer que es este el mejor modelo político. Caldo de cultivo de la corrupción.

domingo, 8 de septiembre de 2019

COMPORTAMIENTOS


Cuando abordé el análisis del actual Sistema Socioeconómico, allá por 2011, me plantee completar el estudio con otros dos escritos más: uno sobre los comportamientos de la especie y otro, a modo de conclusión, dibujando el futuro como resultado de los estudios anteriores. Ninguno de los dos los he elaborado como tal. El primero lo sustituí por artículos sueltos, publicados en diferentes revistas, portales digitales y en mi Blog personal. Para el segundo, aún me faltan datos, aunque, en realidad, pienso que ese trabajo es prácticamente imposible, porque hay dos circunstancias, una objetiva y otra personal, que me impiden llevar a cabo la tarea. Por un lado, la errática trayectoria de la humanidad, donde se vive el día a día cargada de sobresaltos, y dominada por la incertidumbre. Por otro, la evolución de mi posición personal que se ha ido desplazando desde la fe de los años pasados al desencanto en estos días, fruto de la observación y el análisis de los sistemas socioeconómicos vigentes y del estado emocional e intelectual de la especie.
No pretendo desarrollar aquí un tratado sobre comportamientos, que son tantos y tan variados. Me centraré, pues, en aquellos que sustituyen a otros que, aunque no eran suficientemente  potentes para provocar una transformación radical, si que permitían unas relaciones más próximas a lo que debería ser el trato humano. Hablaré de algunos cuyo ejercicio suponen una involución.
En ese proceso de evolución a peor se ha perdido por completo la conciencia de clase que, tiempos atrás, manifestaba la coherencia entre la extracción social y laboral y el papel que habría que jugar de cara a la emancipación.
El actual sistema, aunque sin visos de estabilidad, ha conseguido, entre otras cosas, imponer una escala de miserias o contravalores ajenas a la condición social de cada cual. Hoy día apenas encuentras trabajadores que asuman esa condición. El invento malintencionado de la “clase media” ha camelado a la mayoría de la clase trabajadora, aunque se encuentren sus componentes en situación de desempleo.    

La sociedad actual está afectada en grado sumo por comportamientos tales como la indiferencia, la insolidaridad, el individualismo y el conformismo, en el marco de la desigualdad creciente. Es una de esas conquistas, utilizando como catalizador el consumo para lo que facilitan el endeudamiento, alcanzando en muchos casos la usura en la manera de devolver el préstamo. Las redes digitales, las múltiples galerías comerciales y la promoción de viajes perturban a grandes colectivos, cautivados por “disfrutar” de lo que no han podido hacer generaciones anteriores.
Los comportamientos señalados deshumanizan a la especie, provocando un retroceso en las relaciones sociales.

En la indiferencia y en el conformismo anida la mentira. Cada vez somos más fáciles para el engaño. Somos unos individuos que prefieren creer más que pensar. Circula por las redes, ahora, un pensamiento de Mark Twain que dice “. Es más fácil engañar a la gente que convencerlos que han sido engañado”. No sé si esto lo dijo este autor hace casi 200 años, pero hoy está más vigente que nunca.

La insolidaridad y el individualismo es una conquista más del poder, basado en el clásico  principio de “divide y vencerás”. Si bien es cierto que hoy por hoy no es suficiente manifestarse solidariamente para transformar la sociedad, también lo es que, en otros tiempos, la acción colectiva ha dado sus frutos, aunque haya servido, exclusivamente, para conquistar intereses inmediatos y no de clase. En la actualidad, la protesta tiene un carácter más testimonial que otra cosas, protagonizada por individuos de diferente condición social, con intereses, a veces muy distintos. Además, el deterioro progresivo de valores solidarios nos dirige contracorriente, en sentido contrario a la consecución de un mundo más humano en el que sea posible la relación con los demás, manteniendo la independencia y la integridad.

Casi siempre que elaboro un escrito de este estilo suelo concluir, a modo de resumen, en algo esperanzador, pero aquí no hay conclusión, aunque si sea necesario mantener la esperanza. Ojala pudiéramos decir que estos comportamientos están en vías de desaparición, pero, de momento, esto no es así. Los comportamientos responden a un modo de vida, dominado por un sistema como el actual. No es posible llevar a cabo cambios aislados de cualquiera de las dimensiones que lo componen. La enseñanza, la política, la cultura, las técnicas alienantes, la organización social y la explotación laboral dan lugar a un conjunto de comportamientos que intentan perpetuar un sistema de clases. Pero nada es eterno.