miércoles, 12 de julio de 2023

LA AMBIGÜEDAD Y LO CIERTO

Nos han acostumbrado a vivir en la ambigüedad. No quieren que nos comprometamos con la verdad, que nos aproximemos, o, por lo menos, que descartemos lo absurdo o la mentira. Todo hecho encierra objetivamente una verdad, pero en lugar de descubrirla nos inhibimos y nos acogemos a la subjetividad. “Eso será para ti yo creo otra cosa” (siempre con el uso del verbo creer). Es esta una expresión habitual en cualquier tipo de conversación ante cualquier hecho, acontecimiento o creencia de otros. Sin embargo, la mentira es una pura invención de las personas. La mentira es una de las principales causas por las que el progreso humano esté estancado. La mentira, con el tiempo, es cada vez más usada y, lo peor, más asumida por los individuos. La mentira nubla la verdad objetiva y potencia la duda y establece la ambigüedad como regla del juego, hasta el punto de convertir la mentira en el instrumento manipulador del poder, a sabiendas de que no es la verdad.

 Hay una correspondencia entre el sistema capitalista y los comportamientos, la ausencia de valores y de una ética apoyada en la razón. Se impone el egoísmo a lo colectivo. La acumulación, la explotación, vivir del trabajo de los otros, vivir de las rentas, el miedo, la ambigüedad y la ignorancia, son fruto de un sistema de clases, que, a base de masajes por parte del poder, se convierten, como hemos dicho, en las reglas del juego sin que se manifieste la mínima contestación. La consideración social se basa en el poder adquisitivo de cada cual.

 Estas ideas se podrán entender con algunos ejemplos, aunque, es posible, que una mayoría no lo asuma:

Primero. Ejemplo de hecho vulgar y cotidiano: En cierto lugar, y cierto momento, un conductor circulaba correctamente, conforme a las reglas de circulación, por una rotonda de una carretera. De pronto, otro vehículo, de forma atropellada, adelanta al primero por la derecha aprovechando el estrecho arcén de la vía, lo que genera un encontronazo entre ambos. La verdad del hecho es que el primero tenía razón, pero el segundo intenta culparle, diciendo que fue el primero el que invadió el carril por el que circulaba. La vileza y la falta de madurez intelectual da lugar a la aparición de la mentira, lo que hace que nos movamos en la ambigüedad al relatar el hecho ante terceros. La autentica verdad del hecho  es la que es, aunque el hecho podría haber sido otro, lo que la verdad habría sido otra, pero siempre se correspondería con el hecho.

 Segundo. Entraré en otro caso que más que un hecho concreto es un factor inmaterial que envuelve a enormes colectivos sociales de diferentes culturas, razas y zonas geográficas. Me refiero a la creencia de muchos en seres, para ellos, divinos e inmateriales. Es aquí donde la ambigüedad alcanza sus cotas más altas.

Me refiero a lo que en nuestra zona se conoce como dios. El dios de las religiones cristianas. Las personas de estas sociedades se dividen en creyentes y no creyentes, aunque la vida de todos está marcada por la de los creyentes. Las fiestas suelen ser celebraciones religiosas. Lo que se conoce como historia comienza a partir de un hecho religioso proclamado por  la iglesia católica. De esta manera se dice para situar un hecho en el tiempo: antes de cristo (a de C) o después de cristo (d de C). La contabilidad del tiempo se hace a partir del mismo hecho: 2023 ahora.

Sin embargo, ese ser no existe. Es una creación de las personas. esa creación, en manos del poder, da lugar a la ambigüedad más generalizada. De la nada, como digo, surge una división entre creyentes y no creyentes. La ambigüedad es tan extensa que aparecen nuevas figuras alejadas de la nitidez conceptual. Así, por miedo o por ignorancia, aparece la figura de quienes se manifiestan con el “algo hay” o “yo no creo en los curas, pero algo habrá”. Lo de los curas es un negocio de enormes dimensiones que da lugar a un inmenso poder en todo el planeta.

 La verdad  de un hecho no debería ser necesario demostrarla, sencillamente con la observación o la descripción fidedigna sería suficiente. En este universal último caso, la verdad es la no existencia de esa “divina” figura. Sin embargo, se elabora la mentira que, de una o otra manera, se impone a los individuos de todo el mundo conocido.

Nota.

Repasando las miles de páginas escritas en estos últimos años, dedicadas en su mayoría al análisis del sistema socioeconómico, encontramos títulos tan sugerentes, al menos para mí, como En los límites de la irracionalidad, Reflexiones sobre la reflexión y el análisis, La dificultad de asumir la realidad, La vida y la fatalidad, Crisis del pensamiento, Miedo a asumir la realidad, Los aspectos psicológicos del poder, este mismo de La ambigüedad y lo cierto, y otros tantos, que sobrepasan al objetivo principal de mis análisis, y nos adentra en el campo de lo que podríamos entender como filosófico, por lo que me he convertido en un aprendiz de filósofo, con una diferencia: no busco el amor a la sabiduría, sino la interpretación de los hechos y acontecimientos, aunque soy consciente de que tiene la misma validez, es decir, en estos momentos ninguna. Pero, la verdad, ahora, es mejor hablar de filosofía que de política.