martes, 17 de agosto de 2021

¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO?

En el terreno de la comunicación, hay varios elementos que caracterizan ahora este tipo de atormentadas sociedades. Por un lado, el soporte físico de lo que llaman la era digital y el empleo que de los sistemas y dispositivos se hace, como   la extrema manipulación a través de los medios. Por otro, los efectos sobre el ser humano: el aislamiento, las prisas y la indiferencia, lo que nos arrastra a la pérdida de la comunicación verbal. Todos ellos guardan relación, y han dado lugar a una involución en lo que era una relación más natural y humana. Mi condición de tecnólogo me autoriza para decir que la tecnología, al contrario de la opinión de Eudald Carbonell, ha influido negativamente en lo que podríamos llamar el progreso humano de la especie.

Durante muchos años, eran las religiones clásicas con sus seres irreales, con sus dioses invisibles, con sus dogmas represivos, las que intoxicaban a una sociedad crédula. Los imperios eclesiales, a lo largo de tantos siglos, además de dedicarse a administrar las riquezas  y a obtener nuevos beneficios, siguen manteniendo cierta influencia sobre grupos poco avanzados intelectualmente, pero algunos se atreven a augurar el declive de la religión católica, por ejemplo, en países como el nuestro, pasadas tres generaciones.  Tal vez por eso, por su posible final o por su decadencia, otras religiones están apareciendo con sus modernos altares digitales.

Los avances de la tecnología, en estos últimos tiempos, se han traducido en dispositivos y sistemas que han sido magistralmente utilizados por el poder. Los medios audiovisuales de emisión se han ido transformando hasta convertirse en esos potentes instrumentos de manipulación y engaño. La mayoría de ellos están en manos privadas de grandes compañías, pero, lo más alarmante, es que los de control público, será por aquello de la rivalidad o la competencia, siguen la misma pauta.

 

Pero ahora, desde hace unas décadas, con esto de lo que llaman era digital, han entrado en barrena, y cualquier información de los medios sólo pretende asustar a una sociedad ya asustada, temerosa, indiferente y siempre con prisas

 

Llegados a la actual situación, estos medios ya no requieren la censura o el encargo por parte  de los que mandan. Los que presentan y dirigen los programas, incluidos los de las noticias, funcionan autónomamente. Alguno de estos decía hace unos días; “a mí nadie me dice lo que tengo que decir”. Alguien acertadamente le contestó: “claro, porque ya saben lo que tú vas a decir”. O sea, contratan al pregonero, con ese perfil, sin que sea necesario que le den el guión. En algún momento he dicho que el sistema, en general, adquiere vida propia y funciona sin necesidad de ser dirigido.

 

Una sociedad asustada es más manipulable

 

Coincido con los que alguna vez han dicho, y con cualquiera con un mínimo de sentido de la observación, que una sociedad asustada es más manipulable. Y bien que a lo largo de la historia se lo han aprendido las clases que han dominado. Pero ahora, desde hace unas décadas, con el potente desarrollo tecnológico, han entrado en barrena, y cualquier información de los medios sólo pretende asustar a una sociedad ya asustada, temerosa, indiferente y siempre con prisas, conseguido a base de mensaje y masaje tendenciosos. Para ser sincero, no sé, a ciencia cierta, hasta dónde quieren llegar. Es como que no hay quien pare la máquina, aunque se hayan “pasado de rosca”. 

Los trasmisores de todo tipo de desgracias suelen ser personal a sueldo, hombres y mujeres de paja, intelectualmente poco brillantes, que funcionan sin rechistar bajo unos esquemas preestablecidos.

La consigna, ya enmohecida, roñosa, pero cada vez más eficaz consiste en asustar, en meter miedo. Y el virus como constante, la información periódica del tiempo (el clima) y, coyunturalmente, los incendios o cualquier otro tipo de catástrofes abren cada día, en cada emisión, los servicios informativos de radio y televisión. Lo del cambio climático es también una constante, pero viene en píldoras, y cuando les parece sueltan alguna. El caso es acojonar al personal con desgracias ante las que el individuo se siente impotente, por lo que multiplica su angustia, y le previene ¡ojo! Que te puede pasar a ti mañana.

Lo del coronavirus es todo un despropósito, y un abuso de confianza, pero con una elevada carga manipuladora. Desde que apareció el fenómeno, la información que dan es intencionadamente confusa, incompleta  y, a mi modo de ver, falsa. Conociendo  la falta de rigor para las cifras en este país, ¿Cómo son capaces de suministrar esos datos con tal precisión de un día para otro, teniendo que reunir la información de tantos puntos diferentes? ¿Por qué no dan otros datos de otras enfermedades y los ponen todos en relación? Por ejemplo, de los fallecidos ayer sólo un dos % ha sido por Covid, ¿cómo se sabe que se ha fallecido por esta enfermedad? Pero la mayoría se asusta, sin analizar las cifras, y sin hacer la más mínima reflexión. Porque eso es lo que quieren los que nos controlan o nos quieren controlar.

Las temperaturas en verano, la machacona información con las temperaturas. Es como si sólo hubiera habido este año temperaturas altas. ¡Record de temperaturas! “Esto es consecuencia del cambio climático”, nos dicen. Doble angustia. En ese afán por la estadística, luego nos recuerdan que desde 1961 no se alcanzaban estas temperaturas. Entonces, en qué quedamos: ¿son las más altas estas de 2021 o ya en 1961 alcanzamos los mismos grados? Pareciera que estos simples informadores disfrutaran amenazando: “pero prepárense que mañana será peor”. Y qué puedo hacer, pregunto, que no sea refrescarme en la medida de mis posibilidades. Alguien, intelectualmente brillante me dice: “lo normal es que en verano, en estas latitudes, haga calor”.

Pero por si no tuviéramos bastante con el virus, el calor y el cambio climático: los incendios. Bien es cierto que hay imprudencias o maldades que dan origen a ciertos desastres, pero yo desde mi modesto hogar, que está  a cientos o a miles de kilómetros de la catástrofe: ¿Qué puedo hacer? Entonces: ¿para qué me lo cuentan? Está claro: para acojonarme.  Aunque no está claro que lo consigan en mi caso.

 

Esto ha cambiado, casi de forma radical, la comunicación verbal entre iguales. En estos tiempos, cuando alguien habla en grupo o dialoga con otro, no se le escucha

 

Toda esta mala, repetitiva y tendenciosa información está consiguiendo que sectores sociales, sobre todo jóvenes, abandonen las grandes cadenas de radio y TV y recurran a nuevas formas de distracción, pero aún son mayoría quienes se dejan seducir por la mentira, la manipulación y la TV basura. O sea que siguen siendo mayoría los afectados por estos nuevos modelos represivos, que juegan semejante papel que las religiones en la Edad Media y posterior

Lo que está claro es que hay que reconocer el éxito y  los efectos de esta manipulación sobre los comportamientos de los ciudadanos. No sólo es el mensaje que les llega, además de ello, también es el uso de nuevos dispositivos electrónicos.

Las prisas y la indiferencia, como hemos enunciado al comienzo, son dos elementos que caracterizan a estas sociedades en estos tiempos y, como hemos dicho un poco más arriba, el triunfo de la clase dominante. Estas dos deformaciones del comportamiento restan valor a la comunicación y a las capacidades de reflexión, meditación y análisis. Han conseguido que apliquemos la regla de cada cual a lo suyo, destruyendo los valores de fraternidad, de solidaridad, de crítica y de subversión. Con esto de las prisas han conseguido que el ser se sienta más importante enunciando que tiene prisa sea donde sea y cuando sea. Esto de sentir prisa en cada momento hace que vayamos siempre a la carrera y abunda en eso de la ausencia de reflexión y análisis. Es posible que las prisas, a veces sean para coger el móvil y jugar, ver los wasap acumulados o leer algunas noticias ajenas e irrelevantes.

Los individuos, cada vez más individuos, se han acostumbrado a recibir la información desde un dispositivo (radio, televisor, ordenador, tablet o móvil) de manera unidireccional, y en muchas ocasiones escrita. Esto ha cambiado, casi de forma radical, la comunicación verbal entre iguales. En estos tiempos, cuando alguien habla en grupo o dialoga con otro, no se le escucha, entre otras razones porque en tiempo de ocio rara vez se prescinde del “móvil”, dispositivo que nació con el fin de sustituir a la telefonía de conexión fija, pero que hoy día son dispositivos inteligentes cuyas posibilidades de emisión o recepción son enormes, pero, normalmente, en silencio. Por eso, esa forma de comunicación “tête a tête” o en reunión, y todo lo que conlleva, está en decadencia, lo que entendemos que nos arrastra a una profunda deshumanización.