jueves, 21 de junio de 2012

CRISIS DEL PENSAMIENTO


Con frecuencia me pregunto quién o quiénes de los que formamos parte de las generaciones que convivimos ahora pasarán a la historia del pensamiento, al estilo de los pensadores que, antes o después, han adquirido fama, aunque nunca sabremos si fueron los mejores. El poder y, tal vez, la casualidad hayan jugado un papel determinante en esa selección. Una especie como la nuestra, con una inevitable inclinación a la simplificación, ha acuñado el término “intelectual” para referirse a los que por su esfuerzo, por los servicios prestados a los que mandan o por el azar, adquieren o han adquirido esa fama. En unas sociedades en la que todo se compra y se vende es difícil discernir cuáles son los verdaderos motivos por los que hemos conocido la obra de Platón, de Kant, de Descartes, de K. Marx o de E. Fromm, por poner algunos ejemplos.  
En una afirmación simplista, cierto día escuché decir, en el uso de esa tendencia a la reducción,  que una persona adquiere la condición de “intelectual” cuando ha elaborado una obra y ese trabajo es socialmente reconocido. A mi entender, se le olvidaba lo fundamental, es decir, que esa obra debe incorporar elementos renovadores, por no tildarlos con mayor precisión como revolucionarios. De esa manera, Marx en su obra “Las tesis sobre Feuerbach” desmonta la concepción del materialismo de este último, dando un giro trascendental en el terreno de las ideas.
El pensamiento es pieza clave en cualquiera de los acontecimientos que han supuesto un avance en la trayectoria de la humanidad. F. Engels afirma que “en la Alemania del siglo XIX, la revolución filosófica fue el preludio de la política”. Por lo general, los cambios socioeconómicos han estado precedidos de un debate entre defensores de unas ideas conservadoras y las de otros que han roto con lo establecido hasta entonces.

Pero ¿qué podemos esperar ahora de aquellos que, con mayor o menor acierto,  piensan, analizan, escriben o hablan sobre las causas o las consecuencias de los acontecimientos que estamos viviendo? Por descarte, iremos despejando el panorama en estos tiempos en los que el sistema, con todos los resortes a su alcance, se ha encargado de transformar lo que se conoció como pensamiento único en pensamiento nulo, lo que, en aras de mantener la actual correlación de fuerzas a favor de los ostentan el poder, da lugar a uno más de los estrangulamientos o contradicciones del propio sistema al evitar que, con la irrupción de nuevos análisis, tenga lugar un auténtico debate ideológico que dé salida a esta situación de agotamiento.

Para enmascarar lo que pudiera ser un espacio del pensamiento serio y riguroso, se ponen en marcha esperpentos como las tertulias y los tertulianos que tienen su origen en la más rancia manera de hacer radio encabezada por un locutor torpe y reaccionario que se vanagloria de haber establecido esta fórmula. Unas cuantas decenas de pseudotertulianos a sueldo recorren las diferentes cadenas de radio y TV, sin discriminar las públicas de las privadas, las de corte moderado de las de extrema derecha, etc., convirtiendo sus intervenciones en “realities” más que en discusiones de interés. Hablan de todo sin tener idea de nada. El plantel que con tanta frecuencia nos presentan suele estar compuesto por un sector verdaderamente reaccionario y de otro que en apariencia es más progresista, pero, en sintonía con los anteriores, comparten un bajo nivel intelectual. Además, a todos ellos les une una jugosa retribución por el sucio papel que desempeñan.
Por otro lado, nos torturan con las declaraciones de los supuestos “expertos” que son entrevistados individualmente dando lugar a esa ceremonia de la confusión a la que los sufridos espectadores asistimos atónitos. Sus intervenciones se reducen a una especie de verborrea confusa e imprecisa para salir del paso, en la que ponen de manifiesto su incapacidad para comprender, para analizar con rigor y para dar respuesta a una situación de agotamiento. Aunque convenientemente recompensados, son víctimas del sistema y, la mayoría, somos víctimas de todos ellos.
Los “filósofos” de procedencia docente, han entrado a formar parte de este negocio, asistiendo a estos pseudodebates o entrevistas en los medios. No existe ningún trabajo, tratado o estudio de este grupo que innove o remueva los pilares de una tendenciosa ideología al servicio del poder.
 Por último, las mayorías, convertidas en masa, se mueven entre el miedo y la confusión, esperando cualquier acontecimiento deportivo para olvidarse, aunque sea de esa manara tan efímera, de su triste realidad. Por ese carácter de eventualidad, el sistema se encarga de encadenar unos actos con otros sin dar respiro. El interés cultural de algunos queda satisfecho con la lectura de esos best seller que narran un mundo absurdo e irreal, sin que esta simple actividad tenga una proyección eficaz en el desarrollo intelectual o cultural de los lectores. Es esta una manera más de entretener y embelesar a una sociedad que interesa mantener inactiva.

Por lo tanto, en los momentos de incertidumbre en los que vivimos ahora,  que sin lugar a dudas son tiempos de agotamiento del sistema en su conjunto, se echa en falta la existencia de corrientes de pensamiento que, alejado de la dogmática, la metafísica o las disquisiciones filosóficas analicen la situación y pronostiquen el cambio o la transformación hacia una nueva forma de vida. Se observa un tremendo vacío en el terreno de la reflexión y el análisis, que, como he señalado, es suplantado por la banalidad y el mercantilismo de la palabra y la discusión. Por esa razón, los individuos de este tipo de sociedades vagan aturdidos sin saber con certeza hacia donde nos dirigimos.

A pesar de esa ausencia generalizada del pensamiento, hay quienes tienen algo interesante que decir, pero el sistema, a través de los potentes medios de comunicación,  manipulación y enajenación, anula la publicación o difusión de los trabajos de esos que, a título personal, buscan salidas de progreso e igualdad, o que intentan crear conexiones con otros para establecer verdaderos debates.
Por fortuna, las grandes redes informáticas juegan a favor de esas minorías que se enfrentan al sistema. La difusión de escritos y textos a través de este medio es imparable  y pone en cuestión la política clientelista y sectaria de los mass media, convertidos en una potente herramienta de embelesamiento.

lunes, 11 de junio de 2012

UN NEGOCIO REDONDO



El rescate de la UE al Estado español es un negocio redondo para los bancos, tal como muestro gráficamente en la Figura. Ese extraño organismo conocido con el estúpido palíndromo Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF), concede un préstamo al Estado español, que lo añade al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), otro acrónimo repetido por los medios de comunicación, como es de costumbre, hasta el aburrimiento. El Estado, a través de este otro organismo, se lo da a los bancos, con lo que la Deuda Privada que pudieran haber contraído los bancos pasa a ser Deuda Pública, incrementando la que ya tiene, y de la que cada vez le costará  más desprenderse. Los Bancos, en lugar de cancelar la supuesta deuda, invertirán el dinero que les viene en la compra de Deuda Pública, o Deuda Soberana, tal como la suelen nombrar los actores de la confusión, de los  que tanto abundan en esta España nuestra. 


El rescate, como señalo,  incrementará la Deuda Pública de este país de una manera significativa. El pago de los intereses, que se estima entre un 3% y un 4%,  correrá a cargo del Estado, lo que supondrá una desviación del déficit. Pero esto no es lo peor porque los bancos devolverán el dinero cuando ellos mismos consideren que ya están “saneados” y, para colmo de males, se estima que una parte importante podría entregarse a fondo perdido, lo que obligaría al Estado a reponer no sólo los intereses sino, además, el nominal, o parte de ese nominal que va a ser prestado.
¿Qué harán los bancos con ese dinero que les vendrá como el “maná”?. Pues lo que vienen haciendo con la mayor parte de los ahorros de sus clientes: como digo, comprar Deuda Pública de países en recesión, incluido el nuestro, con unos  intereses del orden del 6%. Un negocio redondo, repito; dinero gratis para invertir sin riesgo ya que en caso de impago vendría un nuevo rescate para reponer las “pérdidas”. Por otro lado, los gestores, esos inútiles que, según nos informan, han llevado a las entidades que dirigen a la ruina, pueden seguir gozando de esos desorbitados sueldos, ahora que llega dinero fresco.

De todas formas, yo pienso que todo esto de las macrocifras y de sus movimientos es una  mentira, que el dinero es una ficción, una serie de dígitos, de apuntes que no responde a la realidad monetaria o productiva. Pienso que son tácticas para eliminar derechos adquiridos por la ciudadanía o para buscar nuevos nichos en los que enriquecerse, aunque el resultado de ese enriquecimiento solo sea papel mojado, es decir, dinero virtual que se mueve de un ordenador a otro por esas amplias y potentes redes de comunicación.
Todo este fenómeno que estamos sufriendo sólo se puede entender si lo analizamos a partir de la hipótesis de que las crisis se anuncian cuando los beneficios del capital son decrecientes. En estos tiempos que corren, la conjunción de una serie de circunstancias dan pie a una situación de incertidumbre y locura que denota el final de un sistema, un hecho que va mucho más allá de una simple crisis.  

viernes, 1 de junio de 2012

Un modelo para un sistema, ¿es posible otro modelo educativo en el marco de este sistema?


Hace algún tiempo, tenía dudas sobre la posibilidad de coexistencia de un nuevo modelo educativo, que mejorara la actual situación, con el vigente sistema socioeconómico. Adelanto que después de un periodo de  observación, de reflexión y de análisis esas dudas se han disipado por completo.
En el marco de ese mar de dudas, comprobaba, y sigo comprobando ahora, que son evidentes las grandes contradicciones entre la actual forma de enseñanza y lo que el sistema solicita de la sociedad: “(…) el encorsetamiento del actual modelo no puede resistir por mucho más tiempo. La necesidad de formar a los ciudadanos para que intervengan en un mundo cada vez más complejo y sofisticado en cuanto a la producción, al consumo y a la interrelación social; la falta de interés del alumnado en un medio que cada vez les resulta más distante y extraño respecto del resto de sus actividades; el creciente desencanto y desmotivación del profesorado y el desencuentro entre las familias de los alumnos y los docentes ponen en evidencia las contradicciones del sistema. Por lo tanto, con la anuencia del actual sistema o en confrontación con él, será imprescindible, mejor antes que después, abordar nuevas formas y nuevas prácticas que permitan un mejor y más completo desarrollo intelectual. (…)”. En consecuencia, mi pronóstico se basaba en que la mejora de la práctica educativa se produciría por efecto de esas contradicciones, independientemente de otros factores: (…) “el cambio que se requiere solo podrá sobrevenir como consecuencia de las contradicciones que se generan en el propio sistema (…).  Sabiendo que: (…) en la actualidad el sistema potencia un modelo de corte netamente transmisivo del saber, siendo consciente de que pierde potencial humano e intelectual en la producción (…). Ya por último, en el capítulo de las posibles soluciones apuntaba que: (…) solo caben dos soluciones frente a la situación actual de la práctica educativa: o camina a este ritmo hasta su degeneración total (lo que no sería del todo malo desde una óptica de progreso)  o tiene que producirse algún cambio que permita su permanencia en el marco del actual sistema (…).  He aquí mi mayor error de entonces, pensar que puede haber cambios sustanciales o transformaciones importantes en educación en el marco del actual sistema. La esperanza de un cambio provocado desde dentro del sistema vendría a ser la consecuencia de la desesperanza de un cambio global, a medio y corto plazo,  del sistema socioeconómico, pensando, además, que una mejor manera de formar a hombres y mujeres pudiera ser la puerta a una nueva etapa que de manera progresiva influyera sobre las demás estructuras que mantienen con vida al sistema actual.
Ahora, con algún dato más, y un mayor tiempo de reflexión, me atrevo a decir con rotundidad que no son posibles cambios aislados de  cualquiera de las estructuras que sustentan al sistema, a saber: el modelo político, la función de los medios de comunicación (que hoy se emplean sólo para alienar) y el modelo educativo y cultural, así como la propia organización productiva y social. El cambio debe de ser global y simultaneo; en consecuencia, las propuestas que aquí se hagan tendrían verdadero significado y eficacia en el marco de un sistema distinto.
La historia y la propia experiencia avalan lo que digo, reformas y más reformas desde las administraciones no han variado en lo más mínimo la práctica docente. Con la LOGSE, ley de 1990, se hizo un intento para cambiar, al menos, la forma de presentar los procesos de aprendizaje. Después de un cierto periodo de confusión en las aulas, las aguas volvieron a su primitivo cauce, cauce primitivo, ineficaz, anquilosado y arcaico. El profesorado se ha erigido en un  “rodillo” que aplasta cualquier intento de mejora. Pero, ¿por qué ocurre esto?, ¿por qué todo este colectivo no se moviliza para adquirir una profesionalidad de la que carece?, ¿cuáles son las verdaderas razones?. El profesorado, como tantos otros colectivos, como la sociedad en su conjunto, está enajenado, conducido. En el terreno laboral, sus  “propios actos se convierten para él [para el(la) profesor(a)] en una fuerza extraña, situada sobre él y contra él, en vez de ser gobernada por él” (K. Marx, el Capital). Se trabaja al dictado, aplicando programas definidos por otros sin que él o ella intervengan, los órganos de control de las administraciones se encargan de presionar para que esto sea así, las editoriales hacen el resto. A ellos(as) les resulta cómodo seguir esta regla. Las consecuencias son evidentes, entran en clara contradicción, su trabajo se convierte en algo rutinario que les viene impuesto, pero esa extrañeza se les vuelve en contra generando una repulsión por el alumnado e, incluso, por la tarea en sí misma. Por otra parte, el alejamiento entre sus acciones y sus sentimientos, su energía particular y su personal aportación, provoca un evidente rechazo de una amplia mayoría de los receptores de un mensaje absurdo, frío e impersonal.
Por lo tanto, un colectivo enajenado de su propia función, de su trabajo, no puede influir de manera positiva para formar a los jóvenes y niños en libertad, no propician el desarrollo intelectual al que el género humano puede tener alcance. Su función, instrumentalizada por el poder, se convierte en una tarea de represión, angustia y reproductor de la enajenación en la que ellos están embebidos.
¿Por qué otros colectivos progresan en su trabajo, adaptándose al cambio tecnológico, y adquieren o desarrollan capacidades a lo largo de su vida laboral?, ¿cómo interviene el sistema para que la práctica educativa sea como es y se mantenga?. Como hemos apuntado, pocas personas escapan de las condiciones alienantes que el sistema impone, tanto en el terreno laboral como en lo cotidiano. Sin embargo, existe una nota diferencial entre ciertos grupos de profesionales y los profesores, de tal manera que esos grupos, como por ejemplo los ingenieros, los abogados, los arquitectos evolucionan y adquieren verdadera profesionalidad a lo largo de su actividad laboral aunque su trabajo y su energía vital esté al servicio del poder o condicionado por el dinero.
Es bien sabido que los profesionales de los niveles altos de cualificación proceden, por lo general, de las escuelas técnicas o de las facultades universitarias, es bien sabido que el paso por estos centros es un mal que irremediablemente hay que sufrir, pero que no forma en capacidades generales ni profesionales. La formación superior, como el resto de los niveles, forma parte de la absurda e ineficaz práctica educativa con el agravante de que ésta tiene una enorme influencia en las etapas más elementales.  
Quizás dando razones de cómo interviene el sistema en los colectivos docentes demos respuesta a las dos preguntas anteriores. Además de la enajenación general de la que escapan pocos en sociedades como la nuestra, el sistema se encarga de hacer de los docentes un colectivo inmovilista y falto de profesionalidad actuando de la siguiente forma:
  • “Desregula” la tarea de enseñar permitiendo ejercer como tal y legitimando a cualquiera que haya alcanzado un determinado nivel formativo. He ahí las múltiples academias y la infinidad de “profesores particulares”.
  • Las administraciones carecen de organismos que se encarguen del estudio de nuevas formas de aprendizaje. Se limitan a cambiar los programas y poco más, nunca entran en el fondo del asunto, ofreciendo nuevas formas, estrategias o  nuevos modelos de aprendizaje.
  • El acceso a la enseñanza pública es relativamente sencillo en todos los niveles.
  • Se legitima y valora en positivo la acción transmisora del saber.
  • La enseñanza es la salida laboral, casi exclusiva, de un gran número de carreras universitarias. Hay una selección natural de manera que la enseñanza es un refugio para quienes no pueden optar a otras tareas.
  • Por lo general, los docentes no conocen ningún otro tipo de trabajo, pasando directamente de la universidad, donde adquieren todos los vicios que arrastrarán toda su vida laboral, al aula como profesores.
  • El trabajo es individual y autónomo. No existen estructuras profesionales que permitan la organización y promoción profesional. Las únicas exigencias, tal como hemos señalado antes, son de carácter burocrático que nada tienen que ver con la labor técnica o la eficacia y aplicación en la neta tarea educativa.

Diremos, para consuelo de algunas(os) con talante más conservador, que muchos de los males que aquejan a los docentes son comunes a otros tantos colectivos integrados en las administraciones: jueces y fiscales, técnicos superiores de la administración, inspectores e interventores fiscales, etc. Merece una especial consideración lo que ellos mismos autodefinen como “clase política” en donde no existe ni la más elemental medida de la eficacia de su función. Donde lo único que se les exige es el “brazo de madera” para levantarlo a petición del jefe de grupo. En este caso, el sometimiento y la enajenación de su función vienen a ser compensadas con una vida cómoda y una situación de privilegio haciendo bueno el dicho de “dame pan y llámame tonto”.


Nota: Los párrafos en letra cursiva están extraídos de otros documentos anteriores del mismo autor:
  • “Un nuevo modelo educativo para la superación de un sistema socioeconómico en crisis” (enero 2008).
  • “Crítica a la actual  práctica docente y directrices para la elaboración de un nuevo modelo” (Cuadernos de Pedagogía, septiembre 2008)
  • “Hacia una verdadera tecnología educativa como herramienta para la transformación del actual modelo” (intervención en el ciclo Complejidad y modelo pedagógico).
· “El desarrollo del proceso de aprendizaje en el aula: aplicación del diseño” (intervención en el ciclo Complejidad y modelo pedagógico).