domingo, 8 de diciembre de 2019

CAPITALISMO Y MEDIO AMBIENTE


El deterioro del medio ambiente jamás se frenará en el marco del actual sistema de explotación capitalista. Por el contrario, cada vez será mayor, en la medida en la que el crecimiento continúe. El sistema se basa en el crecimiento permanente, por lo que el deterioro seguirá aumentando en la misma medida.
El capitalismo funciona con una única premisa: el aumento de beneficio individual rápido, de manera que las inversiones, o los negocios, se irán a los lugares o áreas donde ese beneficio sea máximo. Los agentes implicados se dividen en explotadores y explotados. Los costes de producción o del servicio se expresan en términos de mercancía, incluida la mano de obra. El patrono nunca ha incorporado a los costes el uso y abuso del medio natural. Si tuviera que incorporar a los costes el deterioro medioambiental se reducirían los beneficios, lo que choca frontalmente con el objetivo básico del sistema.

Por la parte que le corresponde a la ciudadanía, hay que señalar que participa activamente en el deterioro del medio porque se le ha educado en la “cultura” del consumo, un elemento fundamental para la permanencia del actual sistema. La explotación no se limita a la obtención de plusvalía, sino también, fundamental en la actual etapa, en el consumo masivo. Las campañas publicitarias han calado en la población, de manera que se compra lo necesario y lo superfluo, se viaja por deseo de visitar nuevos lugares, pero también por la influencia de la propaganda y la presión social. Se ha anulado la voluntad propia y el disfrute de viajar por elección y decisión personal. Se ha conseguido influir en el consumo por el consumo y en el de viajar por el efecto contagio. Consumir en exceso y viajar masivamente incrementan de manera determinante el deterioro medioambiental. ¡Vete a decir ahora que hay que frenar ese deterioro!
Los mensajes de eliminar los plásticos, por ejemplo, caen en saco roto. Para empezar son los fabricantes lo que han de retirarlos del envasado y el transporte. Permítaseme un comentario muy personal, pero extrapolable a múltiples casos semejantes. En el almacén donde yo compro, ofrecen la alternativa de usar papel para envasar la fruta. El uso del papel es minoritario, es más, durante el tiempo de permanencia en la tienda, uno que tiene un espíritu observador, comprueba que soy el único que utiliza bolsas de papel. La despreocupación, la indiferencia y la falta de conciencia se manifiestan de manera rotunda, como en tantas otras actividades.

La ausencia de alternativas y, en consecuencia, la consolidación a nivel planetario del capitalismo, pone de manifiesto el principio del materialismo histórico, según el cual, el sistema lleva en sí mismo el germen de la autodestrucción.

Cumbres y protestas
Son ya muchas las reuniones internacionales (Rio, Tokio, París, Madrid, etc.) para tratar el deterioro medioambiental o lo que se conoce como “el cambio climático”, y tomar medidas para evitar su crecimiento. Los resultados para mejorar o, al menos, frenarlo son prácticamente nulos. Para que esto fuera posibles deberían ser los políticos, con ganas de hacerlo, quienes controlaran la economía, justamente lo contrario de esa dependencia ya que son ellos los que dependen de las diferentes oligarquías o potencias financieras. Por esa razón, y dado que los costes del uso del aire, las aguas y la tierra, incrementarían los costes de producción, es, como hemos señalado, imposible que la situación mejore.
Otro soporte del sistema, además del modelo político, son los medios de comunicación y propaganda, como potente herramienta de aleccionamiento y destrucción de la conciencia y del pensamiento personal. El bombardeo permanente de noticas, ideadas para tal fin, tienen la intención de distraer a los ciudadanos de los asuntos relacionados con sus propios intereses, y de angustiar a las mayorías, con asuntos que ellos mismos, los medios, dirigidos  por sus poderosos empresarios, ponen de actualidad. En los últimos tiempos, se han especializado, atemorizando a los individuos, en temas frente a las que los sufridos receptores de la noticia nada pueden hacer, salvo agobiarse. Raro es el día donde los informativos no comienzan con tres o cuatro asuntos sobre catástrofes, asesinatos o casos semejantes, en lugar de informar de todo aquello que pueda educar o ayudar a las tareas o vivencias del día a día de la mayoría, intentando hacer la vida más agradable y más crítica frente a las injusticias y la desigualdad, aunque en realidad esto correspondería a un modelo más sociable, más justo y más integrador.

En ese afán de manipular y utilizar a los ciudadanos, surgen movimientos y otras protestas populares donde todo resultado se resume en anunciar el número de manifestantes o intervinientes en la acción llevada a cabo. Para que la acción participada por grupos sociales sea eficaz y surta efecto debe “dañar” los intereses de aquellos a los que se enfrentan. Por ejemplo, si los trabajadores de una empresa reivindican una subida salarial de 300 euros mensuales mediante paros sucesivos, esos paros deben afectar a la facturación de la empresa. De esa manera se puede negociar hasta llegar a un acuerdo en los que entran en juego el importe de la subida reivindicada y las pérdidas de la empresa como consecuencia de los paros.
Las manifestaciones contra entes abstractos, sin daño de otros o dirigidas desde arriba no  producen efecto alguno, lo que abunda en ese estado de incertidumbre en el que otras dimensiones vitales participan.
En el caso que nos ocupa aquí, ni cumbres, ni protestas en forma de manifestaciones y proclamas, frenarán el deterioro del medio ambiente. La reducción del consumo y la toma de conciencia podrían influir en el cambio de rumbo, pero ¿estamos preparados para ello?


jueves, 28 de noviembre de 2019

LA CONDICIÓN “HUMANA” EN EL MARCO DEL SISTEMA CAPITALISTA


Desde tiempos muy remotos, desde el Paleolítico, cuando algunos primates fueron capaces de construir sus propias herramientas para la subsistencia, esta especie nuestra es tildada de “Humana” para distinguirla de otras intelectualmente inferiores, pero este apelativo es revisable a tenor de los comportamientos que ha mantenido a lo largo de toda esa larga historia evolutiva. La etimología asocia humano a hombre, o a homo, tal como la ciencia ha establecido para diferenciarnos de esas otras tantas especies. Más tarde el término humano ha adquirido otros significados que atribuyen a la especie unos valores demasiado ambiciosos desde nuestro punto de vista, valores que cuestionamos desde el comienzo, y que trataremos de justificar a continuación.
Desde aquel “Homo habilis” hasta nuestros días, el desarrollo tecnológico ha sido impresionante. Desde los rudos instrumentos de caza hasta este mundo de la cibernética y la informática, pasando por todo el proceso industrializador, el progreso es indiscutible.
Pero no podemos decir lo mismo de su evolución social, de la relación entre iguales por naturaleza o de la relación con el medio natural que nos ha permitido llegar hasta donde nos encontramos ahora. Desde hace bastante tiempo, hasta donde alcanza nuestro conocimiento del mundo que se conoce como civilizado, nuestra especie se ha caracterizado por ese afán de dominio de unos sobre otros, ese afán de poder o de sumisión en relación recíproca una con otra pasión. La esclavitud de la época antigua, y más reciente en el mundo anglosajón, es un claro signo de desigualdad radical entre unos y otros, y que pone de manifiesto esos ancestrales instintos inherentes al reino animal, más que a lo que concebimos como humano. La tiranía de la etapa feudal da continuidad a esos comportamientos salvajes. Por último, el inicio del mercantilismo, el comienzo de la industrialización y del capitalismo en su más pura esencia, mantienen esas relaciones de poder y dominio, y dan lugar a una tanda de contravalores que poco o nada tienen que ver con en esa acepción maquillada de la condición humana que se nos quiere atribuir en nuestros días.
A la venganza, al enfrentamiento armado y a la desigualdad, que son una constante a lo largo de la historia, el sistema de explotación capitalista añade contravalores tales como la codicia, la ambición, el individualismo y la envidia. Por otra parte, el sistema, con todos los medios a su alcance, ha conseguido, en estas últimas décadas,  desactivar a la sociedad, que en tiempos atrás se enfrentaba a la explotación, y llevarla hacia la indiferencia y a la ausencia total de conciencia social. Y en el terreno netamente intelectual se aprecia la pérdida progresiva de capacidades tales como la comprensión, el análisis y la resistencia al engaño. Estos son rasgos característicos de esta etapa, lo que denota una deriva poco optimista de cara a futuras generaciones.
En general, todo este bagaje de vicios innatos o adquiridos, antiguos o nuevos, configuran una sociedad formada por amplias capas afectadas por estos defectos, lo que nos lleva a la conclusión, en una primera aproximación, de que esta especie nuestra está carente de ese atributo diferencial de seres racionales o especie humana en el amplio sentido de ciudadanos que son capaces de convivir en igualdad y fraternidad.
Puede ser que tengamos la facultad de concebir los rasgos de la dimensión humana, pero que seamos incapaces de ejercer como tal. Es lo mismo que ocurre con la perfección y lo infinito, que se tiene conciencia de ello, pero los individuos se sienten incapaces de ejercer de esta manera. Parafraseando a Feuerbach, se crea, en este caso, un “dios” que cumpla esa condición de lo perfecto y la eternidad.
Por estas razones pensamos que es difícil avanzar hacia modelos sociales diferentes a los actuales. Tal vez determinadas experiencias se hayan adelantado a su tiempo, lo que les ha llevado, antes o después, al fracaso. 

domingo, 13 de octubre de 2019

EL ESTADO DE LA CUESTIÓN


El otro día, después de una interesante conversación, me preguntaba una amiga: ¿qué podemos hacer en la actual situación? A través de una de estas redes de uso masivo, yo le respondí de inmediato: “la solución es sobrevivir como se pueda, perder miedos, escapar de la mentira y mantener, éticamente, un comportamiento correcto con el prójimo, y si es posible, huir de la sumisión y buscar la conexión con los demás a través del amor, en sentido amplio, única pasión que, en palabras de Eric Fromm, permite mantener la integridad y la independencia”. No es esta la única vez que me lo preguntan, y que me lo pregunto a mí mismo. Ilustres, en tiempos atrás, y en otras circunstancias, ya se hicieron la misma pregunta. Tal vez, a pesar de trascurrido el tiempo, la condición mental, inherente a la especie, no haya variado un ápice.

Muchas veces, por precaución o por miedo, algunos no quieran quitarse la venda para ver la realidad en la que nos movemos, aunque, en la mayor parte de los casos, es la indiferencia o la incapacidad la que impide comprobarlo. 

Las historia nos ha prestado, en determinadas zonas del mundo, algunos momentos de alegría, de un relativo bienestar o de esperanza, pero, por lo general, la vida ha sido un tormento para la inmensa población de este planeta. Cada época, o cada etapa, se ha caracterizado socialmente por una serie de variables, aunque, siempre, en un marco de desigualdad, a veces marcada por la crueldad. Lejos de abordar el tema de manera amplia, intentaremos caracterizar el momento actual, en países como el nuestro, recurriendo en algunos casos a esto que tenemos aquí mismo, en nuestro entorno más próximo.
Las notas dominantes de estos tiempos -posteriores a la etapa del creciente desarrollo industrial, basado en el empleo masivo, y posterior declive del sistema productivo- son la inestabilidad y la artificialidad, marcadas por el temor generalizado. lo que está determinando las relaciones sociales. Se están forzando tanto las formas de convivencia que parece haberse convertido esto en un mundo irreal, una ficción en donde vamos de sobresalto en sobresalto, reales o inventados.

Heredado de nuestro origen irracional, es el binomio Poder-sumisión (o dependencia incondicional) la norma básica de funcionamiento social. El hecho de dominar es aún necesario para la subsistencia, dando lugar a un subgrupo que controla todas las dimensiones, y dirige la marcha de los demás grupos, habiendo creado un conjunto de instrumentos de represión y manipulación. El poder se asocia en esta época a la posesión de riqueza. A más dinero más poder y control sobre los demás. Por eso, se establecen relaciones (ranking) de individuos en función de su riqueza, relaciones que son asumidas por las mayorías y sus componentes admirados y venerados. Admitida esa absurda acumulación  nos encontramos con individuos con miles de millones de euros o dólares, cuando lo necesario para sobrevivir con exceso ese limitado periodo por el que pasamos por este terruño. Los reyes egipcios yacían en sus tumbas con sus riquezas. Tal vez ahora, el subconsciente les traiciona y en ellos anide la irreal idea de la transcendencia y la de sus posesiones.

Son los fundamentales instrumentos, en las diferentes esferas terrenas,  en manos de esa clase dominante, a la que se le conoce también como oligarquía o plutocracia, la política, los medios de comunicación, los “intelectuales” de oficio y los diferentes credos religiosos. Apoyados en ese bajo estadio de desarrollo intelectual de las mayorías, es la mentira y la represión las principales herramientas empleadas para manipular y contenerles.
El miedo es un sentimiento generalizado. Por una parte, el pueblo llano lo siente debido a todo el peso de las leyes y las normas impuestas. Los de arriba tienen el miedo a perder su situación y privilegios. Es por eso que son contundentes y se sobrepasan en ese ejercicio del poder a través de esos instrumentos y esas herramientas. A día de hoy hay que reconocer el éxito de su labor. La sumisión y la obediencia impiden cualquier tipo de rebeldía, de contestación, en unas sociedades injustas y clasistas. Una alternativa a un sistema que nos arrastra a todos, ricos y pobres, hacia no sabemos dónde, lo que nos sitúa en el marco de la incertidumbre, dando lugar al desasosiego permanente.

El juego político es, como hemos dicho, uno de los más importantes instrumentos que el poder utiliza para mantener el estado actual de dominio, pero, como varias veces hemos señalado, el actual modelo está en crisis. Sin ir más lejos aquí, en este país, se van a celebrar cuatro elecciones generales en cuatro años.
Da lo mismo que el Gobierno lo forme quien lo forme, es decir, una formación de lo que se conoce como izquierda o lo que se llama derecha. A la oligarquía le da lo mismo porque la correlación de fuerzas sigue igual, porque lo de izquierda-derecha es una ficción, un engaña bobos. Cada vez hay más gente que se aleja de este juego, pero sigue habiendo la suficiente participación como para que el juego continúe. No existe alternativa al actual sistema. “Cuando las distintas opciones políticas no ofrecen modelos sociales y económicos claramente diferentes, no constituyen alternativas válidas. Cuando esas opciones, abierta o subrepticiamente, asumen el mismo sistema económico y la misma organización social, y se soportan sobre ellos, se burlan de los ciudadanos, abusan de su ignorancia (generada intencionadamente), vacían de contenido cualquier atisbo de auténtica democracia y convierten la política en un simple mercado” (Blog, “Cambio de rumbo”, octubre de 2012).
La política, controlada por la clase dominante, se ha convertido, tal vez haya sido así siempre, en un negocio para sus agentes con el apoyo de una sociedad obediente y disciplinada que se sienten obligados porque les han convencido que son protagonistas, simplemente, por su voto. Ser político en una situación laboral como la actual es un “chollo”. Una ocupación muy ventajosa, bien remunerada y sin exigencias, ni esfuerzos físicos o mentales.

Si todo el tinglado político no fuera suficiente para enajenar y contener a la ciudadanía, ahí están los medios de comunicación como pieza clave de la intoxicación. Ante una situación que hasta el propio poder considera tremendamente injusta y, por lo tanto, inestable, extreman las programaciones de las cadenas de Televisión que actúan de manera subliminar para atemorizar a los televidentes. Si se observan detenidamente los informativos se comprobará que se han convertido en noticieros de sucesos, incorporándose a la TV basura. El medio ambiente, el maltrato y asuntos semejantes ocupan la mayor parte de la programación. La meta es agobiar y distraer. Para distraernos de la cruda realidad. El juego político, la TV basura y los deportes son técnicas de distracción. Me atrevería a decir que aquí, en este país, el asunto catalán forma parte de todo ese enredo de la distracción.
La oligarquía, como digo, sabe que la situación es injusta, pero la dinámica del sistema capitalista no puede cambiar de rumbo. El objetivo es la obtención de beneficio de cualquier manera y de la forma más rápida posible.

Por su parte, la sociedad está afectada por la presión que la clase dominante ejerce sobre sus individuos. En consecuencia, a lo largo del tiempo se ha pasado del pensamiento único, dirigido por el poder, al pensamiento nulo. La táctica ha consistido en destruir el pensamiento. De esta manera los comportamientos están basados en la indiferencia, el individualismo, la incomunicación y el conformismo. Los resultados electorales no coinciden con los intereses de los diferentes grupos sociales. Los resultados son fruto de la mentira y de la ignorancia. Incluso ha triunfado el centro como opción política, y muchos se lo creen.
Han conseguido una sociedad zombi, lo que no es bueno para el propio poder. En términos vulgares: “se les ha ido de las manos”. Por lo tanto, de los grupos sociales más oprimidos no cabe rebelión alguna. Por otra parte, no existe grupo político o movimiento social que pueda convertirse en vanguardia que propicie la trasformación del sistema.
Por supuesto, el cambio desde dentro es imposible por su propia dinámica basada, como ya hemos señalado, en la obtención progresiva de beneficio. Por lo tanto, la actual situación nos avoca a un futuro incierto.

Podemos concluir en que la especie no es capaz de vivir de otra manera. Por lo tanto, me remito a las indicaciones del inicio de este escrito.
No obstante, termino señalando una serie de actuaciones pacíficas que serían las que podrían hacer tambalear el modelo, aunque estoy seguro que, hoy por hoy, no seremos muchos los que estemos convencidos de llevarlas a cabo:

-En lo económico: reducir el consumo, eliminar el superfluo o innecesario, reducir el gasto energético, vivir con austeridad; limitar la dependencia crediticia y la concurrencia a los bancos; denunciar las grandes fortunas y los desmedidos ingresos de famosos: deportistas, actores, etc.

-En lo político: huir de las actuales formaciones políticas; la mejor forma de combatir la actual pseudodemocracia es la abstención. Los posibles logros están, ahora, en función de la presión electoral, mejor dicho de la ausencia de participación en este juego. No dependen de los cambios de Gobierno, ni de las acciones colectivas que fueron eficaces en otros tiempos.

-En cuanto a los medios de comunicación: boicot a los medios, y en particular a la telebasura (que son todos los canales); boicot a las retransmisiones deportivas, y particularmente al fútbol.


viernes, 27 de septiembre de 2019

VIVIR EN LA MENTIRA SE HA CONVERTIDO EN NORMA


Vivir en el engaño se ha convertido, en este tipo de sociedades, en lo habitual, dicho sea esto con carácter general porque algunas y algunos escapan de las garras del ideario oficial, marcado por aquella minoría que se beneficia de la explotación de las mayorías en sus distintas variantes. ¿Merece la pena la acumulación de riqueza, o el deseo de tenerla, a costa de la deshumanización progresiva de la especie? Parece que para algunos de hecho y para muchos en potencia merece la pena. No somos capaces ahora de distinguir si el poder, el deseo de dominio sobre otros, es una herencia de nuestro pasado animal o, por el contrario, es fruto de la inseguridad al vernos desprotegidos del medio natural y ser conscientes de esa soledad, de ese abandono y de la muerte.

Aterricemos en lo más tangible. Se establecen normas que benefician a los dominadores. Se articulan leyes que reprimen y sancionan a los más débiles. Pero además, se han establecido otro tipo de normas no escritas que son asumidas como si fuera uno mismo el que se las autoimpone, sin percatarse de que son infundidas por interés por los que nos manejan.
“Hay que votar” se dice, por ejemplo, y  se repite y resuena hasta la saciedad. Algunos añaden: “que para eso hemos luchado por la democracia”. Ambas expresiones se exclaman con total convencimiento, aludiendo que eso es un derecho y un deber, el de votar. Cuando se vota se siente uno henchido de satisfacción por el deber cumplido. El acto y la sensación se asemeja a lo que siente un creyente cristiano cuando se confiesa y disfruta de un “reset” que le permite comenzar de nuevo su andadura pecaminosa, limpio de polvo y paja. Quienes se acreditan como pregoneros de la participación a través del voto se sienten dueños de lo propio, diría de la verdad, pero ¿saben en realidad en que se traduce su voto?

La mentira, la manipulación, la utilización y la instrumentalización son los parámetros en los nos movemos para mantener la desigualdad entre unos y otros. La mentira, sobre todo la mentira, se ha convertido en el sustrato de la vida. En el lubricante que engrasa las relaciones sociales, en la mayor miseria de la especie encarnada en el flautista de Hamelín. Una vez asentada y asumida la mentira es fácil manipular a los inocentes, para lo que cuentan con potentes instrumentos: credos religiosos, medios de comunicación y grupos instrumentalizados a sueldo: políticos, tertulianos, deportistas de elite, actores, cantantes, etc. Estos cumplen el papel que en otros tiempos jugaban los bufones. No es correcto identificar su labor con la cultura. La cultura debería ser otra cosa diferente con la participación activa del agente implicado: aprender idiomas, manejar un instrumento musical, adiestrar la voz, aprender a pintar, etc.
En este caldo de cultivo, en esta sociedad domada, es fácil la utilización de su ridícula participación, limitada a emitir un voto de vez en cuando, para goce y disfrute de algunos pocos: la oligarquía y los políticos convertidos en casta (permítaseme este término que por antiguo no deja de ser cierto).
  
El ejercicio de la mentira y de la impostura
Estamos asistiendo en estos días a la intervención en política de un imberbe, de un tal Errejón. Este hecho nos provoca y nos anima a profundizar e ir algo más allá de lo banal, de la mera manipulación. Observamos como aún cala la demagogia y el escándalo, sin la menor crítica, en los sectores sociales que han evolucionado de la ingenuidad a la ignorancia, si es que ya no eran antes ignorantes de solemnidad. Estas aparentes aventuras ¿programadas o improvisadas? nos obligan a abandonar la reflexión y narrar de la manera más descarnada el recorrido político diseñado torpemente por la reaccionaria oligarquía nacional, aunque con resultado positivo para ella, abusando de la inmadurez política, del engaño y de la ignorancia de tantas y tantos.
Invistieron al impostor Felipe González para eliminar a la izquierda de entonces, real y encarnada en la militancia, el seguimiento y el protagonismo llevado a cabo durante la Dictadura. En este caso, la auténtica clase trabajadora fue víctima del engaño por esas ansias de cambio, después de sufrir tanto en tiempos del “Régimen”.
Cuando la corrupción y las malas artes desgastaron a los gobernantes socialistas, se creó otra formación de corte fascista para sustituirles. Ya no había peligro, la sociedad estaba embebida en esa pseudodemocracia, sin más esperanzas de progreso, ¡bastante que se habían quitado del medio la amenaza golpista! Se fraguaba un modelo de alternancia basada en el bipartidismo, aunque llegábamos un poco tarde, justo cuando en Europa comenzaba a desmoronarse. El invento funcionó hasta comienzos de la segunda década de este siglo.
De nuevo la corrupción repunta con la garantía de la impunidad, después de comprobar el bajo coste pagado por los equipos de gobierno anteriores. Lo que vino en llamarse la crisis de 2007-2008, dio lugar al empobrecimiento masivo de la clase trabajadora, y al paro galopante. Sectores sociales, fundamentalmente jóvenes, organizaron algunos movimientos pacíficos en calles y plazas de grandes ciudades. Para asfixiar cualquier intento de revuelta que fuera a más, el poder real creó una formación, Podemos, que rentabilizara todo ese movimiento; que fuera el que recogiera el voto más contestatario, pero dentro del orden establecido.
Esto se les fue de las manos. En algún momento flotaba en el ambiente la posibilidad de éxito de este grupo político,  lo que les forzó a crear otro grupo que compensara el efecto Podemos. Apareció Ciudadanos ubicado ideológicamente en un lugar inexistente. La novedad y la promoción de esa formación, le ha llegado a otorgar una significativa representación política a costa de la pérdida del Partido Popular.
Desde la crisis del bipartidismo, la inestabilidad política y social se ha instalado sin que se haya encontrado solución. Se están dando “palos de ciego”; la oligarquía esta desorientada. Podemos parecía consolidar una representación con una base irreversible. Por esa razón, abandonado a su suerte Ciudadanos, es en Podemos donde hay que meter mano para llegar a su destrucción, si eso fuera posible. En esta operación participa el PSOE como un agente interesado.
Apoyada la operación en el enfrentamiento personal de dos individuos, aparece una nueva formación que ya había intentado ganar el gobierno de la C. A. de Madrid, y mantener el del Ayuntamiento, aunque con poco éxito.
El intento de destrucción del pensamiento, con esta última operación (operación Errejón), es tan burdo como real el acorchamiento mental de los individuos de una sociedad maleable hasta el extremo en la que la mentira anida sin dificultad.

Anexo: Recogemos algunas definiciones de términos que empleamos aquí y en otros escritos semejantes:

Sistema Forma de organización social para el desarrollo de la actividad económica. Está constituido por  una totalidad de estructuras o subsistemas, con una dinámica propia, ligadas entre sí por ciertas vinculaciones técnicas o institucionales. Cada una de las estructuras o subsistemas específicos sólo tienen sentido cuando forman parte de un todo coherente, en este caso: el sistema socioeconómico. En el caso particular que estamos analizando, el sistema está gobernado y controlado, mediante organismos creados ad hoc,  por una clase dominante en detrimento de otras clases dominadas o abandonadas a su suerte.

Clase dominante Es una abstracción a la que tienden quienes están embargados por un conjunto de contravalores que les hace menos racionales y menos humanos. El grupo formado por los individuos de esta clase, constituidos en oligarquía, determinan las formas de gobierno que les beneficia en cada momento. En lo concreto, constituyen el poder real. Otras acepciones: oligarquía, plutocracia.

Democracia (como modelo político en la actualidad) Estrategia del poder real para engañar a la ciudadanía haciéndole creer que es este el mejor modelo político. Caldo de cultivo de la corrupción.

domingo, 8 de septiembre de 2019

COMPORTAMIENTOS


Cuando abordé el análisis del actual Sistema Socioeconómico, allá por 2011, me plantee completar el estudio con otros dos escritos más: uno sobre los comportamientos de la especie y otro, a modo de conclusión, dibujando el futuro como resultado de los estudios anteriores. Ninguno de los dos los he elaborado como tal. El primero lo sustituí por artículos sueltos, publicados en diferentes revistas, portales digitales y en mi Blog personal. Para el segundo, aún me faltan datos, aunque, en realidad, pienso que ese trabajo es prácticamente imposible, porque hay dos circunstancias, una objetiva y otra personal, que me impiden llevar a cabo la tarea. Por un lado, la errática trayectoria de la humanidad, donde se vive el día a día cargada de sobresaltos, y dominada por la incertidumbre. Por otro, la evolución de mi posición personal que se ha ido desplazando desde la fe de los años pasados al desencanto en estos días, fruto de la observación y el análisis de los sistemas socioeconómicos vigentes y del estado emocional e intelectual de la especie.
No pretendo desarrollar aquí un tratado sobre comportamientos, que son tantos y tan variados. Me centraré, pues, en aquellos que sustituyen a otros que, aunque no eran suficientemente  potentes para provocar una transformación radical, si que permitían unas relaciones más próximas a lo que debería ser el trato humano. Hablaré de algunos cuyo ejercicio suponen una involución.
En ese proceso de evolución a peor se ha perdido por completo la conciencia de clase que, tiempos atrás, manifestaba la coherencia entre la extracción social y laboral y el papel que habría que jugar de cara a la emancipación.
El actual sistema, aunque sin visos de estabilidad, ha conseguido, entre otras cosas, imponer una escala de miserias o contravalores ajenas a la condición social de cada cual. Hoy día apenas encuentras trabajadores que asuman esa condición. El invento malintencionado de la “clase media” ha camelado a la mayoría de la clase trabajadora, aunque se encuentren sus componentes en situación de desempleo.    

La sociedad actual está afectada en grado sumo por comportamientos tales como la indiferencia, la insolidaridad, el individualismo y el conformismo, en el marco de la desigualdad creciente. Es una de esas conquistas, utilizando como catalizador el consumo para lo que facilitan el endeudamiento, alcanzando en muchos casos la usura en la manera de devolver el préstamo. Las redes digitales, las múltiples galerías comerciales y la promoción de viajes perturban a grandes colectivos, cautivados por “disfrutar” de lo que no han podido hacer generaciones anteriores.
Los comportamientos señalados deshumanizan a la especie, provocando un retroceso en las relaciones sociales.

En la indiferencia y en el conformismo anida la mentira. Cada vez somos más fáciles para el engaño. Somos unos individuos que prefieren creer más que pensar. Circula por las redes, ahora, un pensamiento de Mark Twain que dice “. Es más fácil engañar a la gente que convencerlos que han sido engañado”. No sé si esto lo dijo este autor hace casi 200 años, pero hoy está más vigente que nunca.

La insolidaridad y el individualismo es una conquista más del poder, basado en el clásico  principio de “divide y vencerás”. Si bien es cierto que hoy por hoy no es suficiente manifestarse solidariamente para transformar la sociedad, también lo es que, en otros tiempos, la acción colectiva ha dado sus frutos, aunque haya servido, exclusivamente, para conquistar intereses inmediatos y no de clase. En la actualidad, la protesta tiene un carácter más testimonial que otra cosas, protagonizada por individuos de diferente condición social, con intereses, a veces muy distintos. Además, el deterioro progresivo de valores solidarios nos dirige contracorriente, en sentido contrario a la consecución de un mundo más humano en el que sea posible la relación con los demás, manteniendo la independencia y la integridad.

Casi siempre que elaboro un escrito de este estilo suelo concluir, a modo de resumen, en algo esperanzador, pero aquí no hay conclusión, aunque si sea necesario mantener la esperanza. Ojala pudiéramos decir que estos comportamientos están en vías de desaparición, pero, de momento, esto no es así. Los comportamientos responden a un modo de vida, dominado por un sistema como el actual. No es posible llevar a cabo cambios aislados de cualquiera de las dimensiones que lo componen. La enseñanza, la política, la cultura, las técnicas alienantes, la organización social y la explotación laboral dan lugar a un conjunto de comportamientos que intentan perpetuar un sistema de clases. Pero nada es eterno. 

jueves, 11 de julio de 2019

CRISIS DEL MODELO POLÍTICO: ESTO NO ES HACER POLÍTICA


Anhelábamos una democracia, un modelo político al estilo de lo que había en países próximos. Algunos nos la jugábamos, algunos cayeron, fueron encarcelados, algunos, incluso, murieron por creer y luchar por la libertad y la igualdad, pensando que la democracia era el camino. ¿Con qué tipo de democracia soñábamos? Desde el PCE se hablaba de “Ruptura democrática” con la Dictadura. ¿La democracia como medio?, ¿la democracia como fin?. Los países políticamente más avanzados de Europa funcionaban, desde el final de la Segunda guerra mundial, con ese modelo que tanto deseábamos para nuestro país. La larga Dictadura, la represión, el miedo, nos convertía en analfabetos políticos, tal vez proyectado a otras dimensiones intelectuales. El consuelo de algunos era la lectura de libros editados en otros países. Aunque algunos se escandalicen al leer esto, las obras de Marx, Lenin, Puolantzas, Althusser, Marta Harnecker y otros y otras eran nuestro refugio intelectual y nuestros maestros. Las reuniones clandestinas y la lucha en los lugares de trabajo y en las calles era hacer política en un entorno de represión. Eso si era hacer política, aunque una gran parte de la sociedad permanecía indiferente, cuando no aplaudían, en muchos casos, las políticas de represión de la Dictadura. Contestación y lucha de unos convivían con el seguimiento y el aplauso de otros a un régimen sanguinario, en un país con un enorme atraso intelectual, cultural y tecnológico. No cabe la menor duda de que esta herencia se ha proyectado sobre los tiempos posteriores, haciéndose extremadamente visible en la actualidad.

La transición calmó los deseos de cambio en amplias capas sociales de progreso y, entonces, pasaron a ser protagonistas los políticos. Sin ser percibido, debido a la euforia de la muerte del Dictador, se inició la formación de una casta, aunque los primeros representantes de la conocida vulgarmente como izquierda eran personas más cercanas, menos contaminadas.
Desde aquel inicio hasta la actualidad, hemos asistido a un proceso de deterioro político que afecta tanto a los “profesionales” como al pueblo llano que les elige. Es tal esa degeneración que nos atrevemos a decir que esto a lo que asistimos ahora no es hacer política. Pienso que el estado actual, preocupa, incluso, a los que tienen las riendas, comprobando cómo se les agotan las estrategias para seguir dominando.   

La alternancia bipartidista entró en crisis, aproximadamente, a comienzos de esta década, tanto en este país como en el resto de Europa. Desapareció por completo lo poco que quedaba de ideología, deterioro que se inició en las últimas décadas del siglo pasado. El modelo político al uso se hace inservible en una escala irreversible.
La casta política se fue transformando en mafia, y la corrupción ha alcanzado cotas, posiblemente, insuperables. La política, en manos de profesionales, se ha convertido en una actividad muy atractiva, lo que origina la aparición de nuevas formaciones, que no ofrecen alternativas diferentes, aunque engañan a la gente ubicándose, por una cuestión de oportunismo, en algunas de las opciones del manoseado y virtual trinomio izquierda-centro-derecha, en ese esquema de ficción, cuando desde la óptica de una política real, la división debería establecerse en términos de integración en el sistema o, por el contrario, de lucha contra el sistema con una propuesta alternativa de igualdad, libertad y justicia. No cabe la menor duda de que todos los grupos del Congreso se encuadran en la opción primera.
Estos nuevos políticos recurren a un usual comportamiento humano que consiste en jugar con la hipocresía y ofrecer una falsa imagen para captar a determinados individuos o sectores sociales, y una vez captados presentar su verdadera cara. La ingenuidad y la ignorancia de los captados juegan, desde el otro lado, una función de histéresis, es decir, algunos se dan cuenta de la jugada y abandonan al estratega, pero otros tantos por ignorancia o por pereza permanecen fieles al impostor, grupo o instrumento. Son casos ejemplares  que materializan de forma flagrante este comportamiento, los siguientes: El PSOE de los ’80 y su jefe González, La Sexta TV o Pablo Iglesias y sus adláteres. No merecen mi consideración, ni para la crítica, individuos que lideran formaciones reaccionarias o neofascistas.
Los comportamientos de estos falsos políticos de nuevo cuño, incluso ellos mismos, son fruto de esa crisis del modelo político. Esto da lugar a una situación desquiciada y, en consecuencia, inestable.

En este país, después de una estable y larga etapa de alternancia con Gobiernos formados por el partido más votado, aunque apoyados por partidos nacionalistas, la crisis se deja notar con meridiana claridad a partir de 2015, cuando el Presidente del partido más votado fue incapaz de formar Gobierno, lo que dio lugar a nuevas elecciones en 2016. Los resultados fueron semejantes a los anteriores. Para que Rajoy fuera elegido, la mayoría de los Diputados del otro partido, el PSOE (grupo de la oposición, supuestamente), tuvieron que abstenerse. El Gobierno resultante era frágil, sobre todo, por los abundantes casos de corrupción. En el 2018, a media legislatura, triunfó, por primera vez en España, una Moción de Censura. El mandato de los socialistas se limitó a nueve meses. Por la falta de consenso para aprobar los Presupuestos Generales, tuvieron que convocar nuevas elecciones el 28 de abril del presente año.
Ningún partido o grupo de partidos tienen ahora suficientes votos en el Congreso para investir al candidato propuesto. Por otro lado, los tres partidos reaccionarios tampoco tienen mayoría. Todo apunta, en un marco de inseguridad e inestabilidad, a que pudieran convocarse nuevas elecciones para su celebración en el mes de noviembre.
Desde 2015, tres convocatorias electorales y una moción de censura, con la posibilidad de nuevas elecciones antes de que acabe el año. ¿No es esto una prueba inequívoca de un modelo político agotado?

Nuevos jóvenes políticos que, de espaldas a la sociedad,  han perdido todo tipo de respeto al electorado. Su ineptitud y su incapacidad intelectual les convierten en defensores de sus propios intereses personales. Su comportamiento se ajusta a lo expuesto anteriormente: jugar con la hipocresía, abusando de la ignorancia y la ingenuidad de los ciudadanos.
Los de arriba, como digo, desorientados porque las estrategias se les agotan. Los políticos, con ese bajo perfil intelectual, y faltos de los más elementales principios éticos, se debaten bajo el insulto y la mentira para buscar su mejor acomodo personal. Los de a pie, indiferentes, recibiendo mensajes a través de las diferentes pantallas de TV, en espera de que les convoquen para asistir como autómatas a los colegios electorales. Es de suponer que por todo este desastroso proceso, en el que la manipulación se convierte en protagonista, los ciudadanos reaccionen, y veamos la próxima vez las urnas más vacías. Ya que no somos capaces de tomar las riendas, no nos dejemos utilizar, y que sean ellos, los de arriba, los que propongan nuevas fórmulas.


domingo, 9 de junio de 2019

¿QUIÉN HARÁ LA REVOLUCIÓN?


Guía: Recorrido por algunos momentos históricos en los que se han frustrado los deseos de progreso social a favor de los más desfavorecidos, y en contra de la desigualdad, para concluir en que Podemos, como grupo político, es un nuevo fraude, y nunca protagonizará la “revolución”.

Cada vez que las corrientes sociales más progresistas han repuntado, algún hecho viene a frustrar esos deseos de cambio a mejor. Dejando atrás la represión brutal del levantamiento fascista en 1936 contra el Frente Popular, es en esta nueva etapa posterior a la Dictadura, en la que queremos centrarnos: en eso que se conoce como Democracia, modelo con lo que la mayoría ciudadana se conforma.

I, Antes
Fue el PSOE de 1982 quien acaparó electoralmente el deseo de cambio que tantas y tantos deseaban. Un impostor y un grupo de secuaces frustraron esos deseos de cambio. Los ciudadanos, ingenuos, les mantuvieron gobernando 14 años con la esperanza de que algo bueno ocurriera. Ahí les tenemos ahora formando parte del sector más reaccionario de este país: González, Guerra, Leguina, Abel Caballero, Corcuera y un largo etc.

II, Después
A finales de los años 90 del anterior siglo, IU, con J. Anguita a la cabeza, presentaba una verdadera oposición a un gobierno del PSOE que, en connivencia con el PP, llevaron a cabo acuerdos antipopulares. IU se convirtió, como digo, en la verdadera oposición. Los periódicos, en particular El País, se cebaron en su crítica con el Coordinador General de la Coalición. Pero cuando IU se convirtió en una fuerza con implantación social, en su propio seno, apareció una corriente que se autodefinía como Nueva Izquierda (NI), más tarde PDNI que, luego, se integró en el PSOE por un plato de lentejas. Esta operación diezmó las Asambleas Locales y, en consecuencia, la afiliación y el apoyo electoral. En la VI Asamblea del año 2000, con una organización política hecha trizas, fue elegido Llamazares como Coordinador General quien, en un proceso de pérdida progresiva, consiguió la mínima representación parlamentaria, siendo él, en las elecciones de 2008, el único Diputado de IU en el Congreso, más otro de Iniciativa por Cataluña.

III, Ahora
Las protestas que tuvieron lugar a comienzos de 2011 culminaron en el conocido como movimiento 15M. En 2014 apareció una formación política  que capitalizó las movilizaciones que comenzaron unos tres años antes. Podemos fue incrementando de forma exponencial el apoyo popular de lo que vulgarmente se conoce como izquierdas. En 2016 consiguió 72 diputados junto a IU y las convergencias. Ante la amenaza de mantener su poder parlamentario o, incluso, incrementarlo, era necesario llevar a cabo alguna operación para evitarlo. Iñigo Errejón, uno de sus fundadores, decidió abandonar esa formación y formar un nuevo partido junto a Manuela Carmena, anterior Alcaldesa de Madrid. La operación ha dado lugar a la división entre “Pablistas” (Pablo Iglesias) y “Errejonistas”(Iñigo Errejón) en una torpe visión presidencialista de formaciones que deberían tener un carácter democrático, y apoyarse en estrategias e ideas colectivas mejor que en individuos concretos.
El resultado: desastroso. Por una parte, pérdida significativa de Diputados en el Congreso, en la Comunidad de Madrid y de Concejales en el Ayuntamiento: pérdida de la Alcaldía y de la Comunidad. Por otro lado, peleas internas, ceses y dimisiones en el seno de Podemos. No tenemos demasiados datos para augurar la destrucción total del grupo, pero sí es fácil pronosticar un feo futuro de esta formación, futuro oscuro que arrastra a IU, también con sus propios problemas internos.

IV, ¿Quién hará ahora la revolución?
Permítaseme el tono desenfadado. Podemos prometía “asaltar el cielo”, pero el fracaso y el pesimismo se han adueñado de sus militantes, de los inscritos y de sus votantes. Y, tal vez, no sea este el final del desastre.

No son estos tiempos de revoluciones, pero, en este marco político, muchas y muchos desearían algo diferente y apoyarían a un grupo que defendiera los intereses de los más débiles. Un papel que, en algún momento, algunos pensaron que podría jugar Podemos. ¡Ingenuos!
Pero Podemos se desmorona, y hay más que sobrados motivos. Gran parte de mis reflexiones se las he dedicado a Podemos, intentando, tal vez pecando de ingenuo, influir, en la medida de mis posibilidades, para engrandecer a esta formación. Incluso intenté mantener algún tipo de conversación con algunos de sus dirigentes, pero ¡quién es un simple ciudadano de a pie como yo, un anónimo, para ser atendido por un famoso y engreído político, aunque sea de nuevo cuño!
Gran parte de mis últimos escritos, como digo, han estado dedicados a Podemos o, al menos, he hecho algún tipo de referencia a la formación. Destacaré aquí una de esas referencias que ahora viene a cuento. Me preguntaba, ya el 12 de octubre de 2015, si Podemos formaba parte de este juego político: “pero ahora ya no estoy seguro de que éstos no sean una pieza más de este juego”. En estos momentos, pasados unos pocos años, no tengo la menor duda de que son una parte más del sistema.
Podemos no hará la Revolución. Sus dirigentes máximos, procedentes de un estrato social pequeño burgués, se han integrado plenamente en el sistema, ¿o ya lo estaban?, mintiéndonos con soflamas y puños en alto. El sistema es como un “agujero negro” y se traga a todo lo que se le pone por el medio, sobre todo cuando la ideología es frágil y el compromiso es fungible.
Podemos no hará la Revolución y defrauda a quienes recurren al voto útil para frenar la avalancha de las facciones más reaccionarias. Pero es que la ingenuidad y ese deseo de transformación nos ciega, aunque el sueño se desvanece cuando se impone la triste realidad.


martes, 21 de mayo de 2019

CARLOS VALERO GIL: MÉDICO


El sábado 18 de mayo pusimos a una calle de Villaviciosa de Odón el nombre de mi médico y amigo Carlos Valero Gil. Médico de varias generaciones durante unos 40 años de ejercicio. Ha sido el pediatra de mis hijas y de mis nietos. Pero, por encima de todo, ha sido mi amigo, una amistad limpia y profunda. Nunca tomamos ni un café ni una cerveza en bares, pero siempre estábamos dispuestos a comentar cualquier tema y, sobre todo, a escucharnos. Confesaré aquí un secreto: cuando era necesario, él asistía a mi casa cuando alguien estaba indispuesta y no podía asistir a la consulta. Algo a lo que no le obligaba su tarea.
Una calle pequeña, estrecha, pero su nombre en ambas esquinas la engrandecerá. A partir de ahora me haré más presente en ese lugar y miraré la placa en la que figura su nombre, una mirada que me hará recordar tantos momentos, tanto tiempo en el que coincidíamos sobre todo en su consulta, en la que me dada soluciones a mis males, pero donde la conversación en esa estancia transcendía lo puramente sanitario.
Compartimos, además, eso que se conoce como una larga enfermedad. La aparición, casi a la vez, de un cáncer. Comentábamos los tratamientos de cada uno, la evolución. El teléfono móvil jugó entonces un importante papel para comunicarnos. A veces él ingresado, otras veces yo. Los encuentros fortuitos en el “híper” eran la sala de espera donde nos contábamos nuestro estado. Las últimas informaciones las recibí de Angelines, su compañera. Él estaba hospitalizado por un tiempo demasiado prolongado.
El día 22 de diciembre, cuando la mayoría de los españoles estaban pegados a la radio o la TV para ver si la diosa fortuna  se acordaba de ellos, recibí un “WhatsApp” en el que su familia me decía que Carlos se encontraba en el Tanatorio de Alcorcón. Aunque ya nos temíamos un trágico desenlace, la desesperación se apoderó de mí y, desde entonces, como dijo el poeta alicantino, “siento más su muerte que mi vida”.
Carlos era en el buen sentido de la palabra bueno, como decía A. Machado. Discreto, modesto y entregado a su tarea. No he oído nunca una crítica, por el contrario todo han sido elogios, incluso en vida, lo que tiene de verdad mérito. De una forma natural escuchaba a sus pacientes, pero, además, se formaba para adentrarse en la psicología y el trato humano. No le importaba ampliar su horario y atender a todos lo que asistían a la consulta, fuera la hora que fuera. Algún día le decía; “Carlos que ya son las nueve de la noche y tienes aún un par de personas en la sala de espera”. Con esa tranquilidad que le caracterizaba, asentía y me respondía algo así como “qué le vamos a hacer, hay que hacer el trabajo”.
Un hombre paciente y, como digo, entregado, por lo que tiene más que merecido su presencia en esa pequeña calle, próxima al lugar donde comenzó su trabajo.

Hoy he abierto el buzón de correos y he cogido una revista de ámbito local en la que aparece una relación de personas premiadas, sin que se mencionen los méritos de cada cual. Tengo que decir que, a pesar de llevar en este municipio 40 años, y de haber tenido cierta actividad política y social, no conozco a la mayoría de los premiados e, incluso, a los que otorgan los premios. Mi sorpresa inicial se convirtió, posteriormente, en indignación al observar que no se encuentra en esa relación Carlos Valero Gil, al que, por otra parte, se le ha considerado digno de poner su nombre a una calle. ¿Ignorancia, descuido, indiferencia, desprecio, falta de consideración…? En cualquier caso, un error imperdonable, lo que descalifica a esta publicación, y le resta el rigor y la objetividad que se le pide a un medio de comunicación. 

domingo, 5 de mayo de 2019

DESPUÉS DEL 28A


Quiero comenzar haciendo autocrítica porque en el apunte del día 16 de abril, y la nota del 18, en mi Blog, me he equivocado al señalar que la abstención sería elevada, pero ese sector al que yo denomino abstención activa ha actuado ante la amenaza, supongo, de la unión de los tres grupos: PP, C’s y Vox. Una abstención de las más bajas de este periodo “democrático”.
Como señalé en el escrito del día 5 de abril, me arrepiento de haber tachado de “masa” (el 12 de marzo) a quienes pudieran cambiar la correlación de lo que se conoce como derecha-izquierda, sobre todo cuando pienso que ha sido esa abstención activa la que se ha movilizado, votando a la izquierda, grupo en el que me incluido yo mismo.
En ese escrito de mi Blog del 12 de marzo, establecía todas las combinaciones posibles después del escrutinio, señalando que el voto nacionalista (Cataluña, País Vasco), con esos veintitantos escaños, sería decisivo. Afortunadamente, la suma del conocido como “trifachito” no supera la mayoría, lo que impedirá que formen Gobierno.
Por lo tanto, en lo que vulgarmente se denomina izquierda hay una moderada satisfacción, a la espera de que se constituya un Gobierno de carácter progresista, dentro de lo que cabe. Pero, después de este relativo “éxito”, llega el momento de valorar la repercusión real que esta situación política tiene sobre la clase trabajadora.
Las artimañas del poder real han logrado que los trabajadores hayan perdido su identidad como clase, haciéndoles creer que este tipo de democracia sea la mejor forma de convivencia, en la que, de una u otra manera, se alternan dos organizaciones políticas o, como últimamente, dos agrupaciones que siguen respondiendo a izquierdas y derechas.
Una manera de convivencia, esta, basada en la desigualdad. Un modelo en putrefacción, pero que se ha hecho endémico sin que se vislumbre alternativa. Un modelo creado por el sistema capitalista con el fin de proteger la riqueza de una minoría.
La aceptación del modelo y la creencia de que alguna de las opciones políticas al uso puede cambiar las diferencias entre ricos y pobres, evita que se entable una verdadera lucha por la igualdad.
Siento finalizar con una conclusión poco halagüeña, pero, una vez pasada la jornada electoral, y superado el temor a que la ultraderecha pueda influir en las tareas de gobierno, volvemos a pisar el terreno, reconociendo que, en lo básico, todo seguirá igual.
La sociedad, en su mayoría, asume la desigualdad y el modelo político. La codicia se ajusta, como siempre, a la regla de que el afán de enriquecimiento es proporcional a la riqueza de cada cual: quien más tiene, más quiere. Seguirán los paraísos fiscales en los que se almacena dinero improductivo. El poder real ha conseguido la anulación del pensamiento propio, de la rebeldía y de la voluntad. El adoctrinamiento continuado ha conseguido que hagamos lo que otros quieren que hagamos.
La transformación de un sistema, que se ha implantado a nivel planetario, requiere actuaciones que van más allá de unas simples victorias electorales. El sistema, con esa útil capacidad de adaptación se ha convertido en un monstruo que ya funciona de manera autónoma, que, a estas alturas, sólo requiere que se le alimente con un bajo coste por parte de las minorías privilegiadas.

jueves, 18 de abril de 2019

APUNTE MATEMÁTICO


Lo que pretendo cada vez que escribo algo es que cada uno de los que tengan a bien leerlo haga sus propias aportaciones y sean sus ideas las que prevalezcan. Por eso, cada escrito se presta a interpretaciones y, por supuesto, a todo tipo de críticas y comentarios. En el anterior artículo, por olvido o intencionadamente, he omitido algunos datos que son de sentido común, y porque no es un documento de carácter cuantitativo sino conceptual.
No obstante, hay un dato, sin entrar en profundidades, que puede aportar algo de claridad a lo que quiero decir. Las encuestas, con esa intención manipuladora que he señalado, carecen del carácter científico que deberían tener.
Vamos a ver, en el caso más próximo, en las encuestas de las elecciones del 28A, declaran que quienes no votarán se encuentran entre el 13 y el 14%; sin embargo, luego, la abstención real se aproxima al 40%. Por lo tanto, ¿dónde se ubica esa diferencia entre ese 40 y el 13-14? Mi conclusión es que en las encuestas les incluyen en ese 40% que llaman indecisos porque falsean la realidad y no quieren declarar una abstención masiva. ¿Forma esto parte de lo que llaman cocinar los datos? Que cada cual haga sus propias cuentas.
  

martes, 16 de abril de 2019

40% DE INDECISOS


Como en anteriores ocasiones, los medios, en particular las cadenas de TV, nos torturan con encuestas sobre la intención de voto de la ciudadanía. Una información cansina y manipuladora. Una manifestación del poder real con el propósito de perjudicar a quienes les puedan restar un ápice de poder y de beneficiar a los que defienden sus intereses, a aquellos que les sirven de barrera de contención.
Cada vez que hemos asistido a las convocatorias electorales  la abstención ha sido importante, hasta el punto de superar, en muchas ocasiones, al partido político más votado, como ocurrirá el próximo 28A. El hastío, la indiferencia, el desencanto y la profesionalización de los políticos han ido minando la participación.  Con una especie de diente de sierra, la línea media de ese zigzag es descendiente. Por poner el caso más reciente, en Andalucía, la abstención superó el 41% en las últimas elecciones autonómicas.
La abstención es un grupo heterogéneo. Además de aquellos que residen fuera del país, a los que les resulta prácticamente imposible votar, están los que anteponen cualquier otra actividad dominguera o los que se abstienen, sencillamente, porque el clima no acompaña. Pero, sobre todo, está la abstención activa. Es la formada por personas comprometidas, que en ocasiones han votado a alguno de los grupos que compiten o han competido, mayormente a partidos de izquierdas. Esas son las desencantadas. Este es el sector que va en aumento, aunque suelen ser personas que participan en tareas de carácter social o humanitario. Personas solidarias que luchan por un mundo mejor. Son aquellas y aquellos a quienes no les convence eso de que hay que votar sea a quien sea, pero votar: consigna que viene de arriba. Tal vez sean quienes cuestionan el modelo, piensan y concluyen en que esto es una democracia fingida desde el comienzo, y observan que se está produciendo un deterioro progresivo de la actividad política respecto a los inicios.   

Encuestas todas cargadas de intencionalidad que nunca aciertan. Encuestas en las que nunca se incluye la abstención. Se incluye a los que llaman indecisos. Un 40% de indecisos, dicen, en las encuestas de esta convocatoria. Suelen decir que se lo están pensando. En realidad, un gran número de los que erróneamente se incluyen en ese grupos de indecisos lo tienen muy pensado, tal vez los que más pensado lo tienen. Una parte de esos “indecisos” se ubican en la abstención.
Lo que de verdad puede hacer variar los resultados respecto a las encuestas son aquellos y aquellas que dicen que van a votar a un partido y luego votan a otro. Es decir los que no se lo piensan. Porque pensar no es lo que creen los encuestadores. Pensar (Nickerson y otros, 1987) es reflexionar, ponderar, razonar, deliberar y discernir y, según los mismos autores, opinar, recordar o creer no es pensar. Si no se piensa, es fácil dejarse llevar por opiniones de otros, ser embaucados, manipulados y engañados.   
Los resultados reales que se obtengan el día 28 de abril, y en sucesivas convocatorias, estarán marcados por los que no piensan, por los indecisos, que no son los que se abstienen de manera activa. Indecisos son quienes votan al enemigo a través de partidos políticos instrumentales que sirven a la oligarquía y destruyen derechos sociales. Indecisos o ignorantes son, a mi entender, el 40%, o muchos más.

viernes, 5 de abril de 2019

NUNCA MÁS UTILIZARÉ LA PALABRA MASA


He utilizado bastantes veces el término masa para referirme a grupos sociales, a sociedades completas o, en general, a colectivos que se dejan engatusar por los poderes, grupos enajenados, que hacen lo que otros quieren que hagan. Que, desgraciadamente, los hay. Lo he utilizado en sentido despectivo. Grupos que se dejan llevar, que se pegan al televisor para tragar basura, que se enfrentan hasta llegar a la pelea física por diferencias futboleras. Enfrentamientos que se trasladan al terreno político, hasta llegar a odiar a determinados conciudadanos  de semejante condición social por ser de otras regiones del mismo país (caso catalán, por ejemplo). Pero nunca más lo utilizaré salvo que me refiera a la masa de un pastel, al pan antes de hornearlo o a la relación entre una fuerza y la aceleración, conforme a la segunda ley de Newton. ¿Y por qué digo que nunca más lo utilizaré cuando hable de personas?
Permitidme un preámbulo antes de dar la respuesta. Asistimos al acontecimiento político, y digo político intencionadamente, más significativo de lo que va de siglo, inmerso éste en otro que trasciende los límites temporales de estos últimos veinte años. Me estoy refiriendo al juicio de los políticos catalanes. Permítaseme, también, opinar y decir que técnicamente me parece un juicio de tercera con un presidente autoritario, lo que deteriora y degrada el proceso.
Un largo proceso en el que el número de testigos ha sido excesivo hasta ahora, ¡Y lo que queda! Demasiados guardias civiles propuestos como testigos por la Fiscalía y la Abogacía del Estado. Declaraciones que se repiten con el mismo soniquete. Testificaciones innecesarias en su mayoría. Es en esas intervenciones donde la palabra “masa” se repite en cada una de las declaraciones de individuos poco ilustrados y de torpe discurso.
Se refieren con la palabra masa a los manifestantes concentrados en los centros de votación  del Referéndum convocado el uno de octubre de 2017 en Cataluña. Llaman masa a los activistas que se enfrentaron a la policía que se arriesgaban a ser detenidos y a recibir porrazos, como así ocurrió. ¿Habrá mayor contradicción?

Por eso, por el rechazo a lo desatinado por parte de esos declarantes o por el tono despectivo y contradictorio del uso del término, he borrado de mi léxico el término masa cuando me refiera, en adelante, a grupos de personas por muy deleznable que me parezca su actitud de pasividad o su indiferencia.   


martes, 12 de marzo de 2019

LO QUE NOS ESPERA



Puede que lo que ocurra en abril y mayo, los resultados electorales, nos sorprenda, pero casi seguro que no. Hay varias formas de enunciar este escrito: el expuesto en el título, “¡La que nos espera!” o “¿Lo que nos espera?”
Con la interrogación albergo la esperanza de que haya una mínima reacción de la masa y podamos avanzar hacia posiciones de progreso. Esta es la versión optimista, frente a la otra, la pesimista, con ese enunciado de “¡La que nos espera!”, en la creencia generalizada de que sea la alianza de extrema derecha, de los tres grupos neofascistas, la que nos lleve a posiciones del tardofranquismo.
Reconozco que esta versión última está impregnada de ese pesimismo histórico, producto de la trayectoria política de los dos últimos siglos en los que se han ido alternando levantamientos militares con revueltas populares, en el marco de monarquías débiles de ida y vuelta. En ambos casos el ejército ha sido, casi siempre, el protagonista de los cambios.
Trienio liberal, Década ominosa, Bienio progresista, La Gloriosa, Proclamación de la I República, Dictadura de Manuel Pavía, Dictadura de Primo de Rivera y “Dictablanda” de Berenguer, II República o derrocamientos y restauraciones monárquicas, son hechos y períodos que pueblan el siglo XIX y parte del XX, con el colofón de la sangrienta y criminal Dictadura del 36. Si se cuantifican los periodos progresistas concluiremos en aquello de “qué poco dura lo bueno”.
 Esta trayectoria ha ido fraguando un sentimiento de frustración y de perdedores en los sectores más avanzados políticamente y, de manera más acentuada, en la masa. Por eso, ahora, ante los oscuros nubarrones, se piensa en clave de derrota y de políticas de extrema derecha de corte fascista como si fuera Vox el grupo hegemónico que obtendría mayoría suficiente como para gobernar.  
Además, la ausencia de práctica democrática durante tanto tiempo, propicia que en las urnas se decida por proximidad ideológica y no por intereses, en el marco de una sociedad masivamente ignorante. Ideología fascista heredada de la anterior dictadura, que en esta última etapa de cuarenta y tantos años no se ha conseguido disipar. Por eso, cada vez que se convocan elecciones aparece el fantasma de la involución, no sin razones ya que esta derecha española mantiene fuertes vínculos con la Dictadura, como hemos podido comprobar en los periodos en los que han gobernado Aznar o Rajoy, etapas en los que se ha conjugado la corrupción con los recortes de derechos y libertades. Ahora, la amenaza viene de la mano de dos “yupis”, manipulados desde el poder económico, alentados por ese grupo emergente como salido de un huevo de dinosaurio encontrado en la caverna.

A toda esa historia de represión y miedo hay que añadir la mentira y la impostura de los gobiernos socialistas, con especial atención a ese primer periodo de 14 años en el que un amplio sector social puso todas las esperanzas de cambio y progreso. En estos momentos da asco escuchar a aquellos que tuvieron cargos de responsabilidad. Elementos despreciables que no merecen ser nombrados. Una vez enriquecidos, deben pasar al más absoluto ostracismo.  

Los sectores sociales intelectualmente más avanzados, desencantados, van abandonando este modelo político y se van incorporando a la abstención, lo que, se dice, perjudica a las izquierdas parlamentarias. Ellos, sus dirigentes, sabrán. Si quisieran recuperarles sería necesario ofrecer propuestas más “agresivas” con el actual sistema, y convencer de que se llevarían a cabo. Pero parece que esto no va a ocurrir, por lo que, volviendo a la cabecera, puede ocurrir que la yuxtaposición de las tres derechas, o extremas derechas, puedan formar gobierno. Aunque lo más probable es que no se pueda obtener mayoría ni por un lado, ni por el otro, lo que abundaría en esa ambigüedad que ya venimos observando desde el 2015. Tal como señalé hace unos cuantos años, los grupos nacionalistas, hoy separatistas en su mayoría, podrían jugar un papel esencial en esa formación de alianzas para alcanzar la mayoría absoluta en el parlamento. Pero se pierden en quimeras, y su empeño en una pelea imposible de ganar, les enredan y les aleja de las políticas de ámbito estatal.
Sea lo que sea en lo que se pueda concluir, incluso en nuevas convocatorias, la realidad es el fracaso de un modelo obsoleto, alejado de lo que requiere la actividad productiva, del desarrollo tecnológico y de la organización social que permita progresar con un mínimo de sensatez.