miércoles, 11 de febrero de 2015

IZQUIERDA UNIDA Y SUS PROBLEMAS


Decir que Izquierda Unida (IU) tiene ahora  graves y grandes problemas es un axioma. Pero en el pasado tampoco ha estado carente de ellos. Problemas de una u otra índole. Es difícil entender cómo la única fuerza política, el PCE, que se enfrentó a la dictadura, luchó y fue perseguida, obtuvo unos resultados tan discretos en las primeras convocatorias electorales. El miedo y la propaganda anticomunista puede justificar estos malos resultados, pero, una vez pasada la etapa del miedo a la involución, los resultados de la formación heredera (IU) han continuado siendo escasos, llegando en algunos casos a la práctica desaparición del panorama parlamentario. El caso es que desde 1986, año de la creación de la Coalición, el apoyo electoral se ha movido entre el 3,77% (1 diputado) en 2008 y el 10,54 (21 diputados) en 1996, siempre en función de los resultados del PSOE: cuando el PSOE bajaba, IU subía, y viceversa. En esta etapa (1986-2011) no es fácil encontrar las verdaderas razones de por qué este partido no ha cosechado mayores éxitos.

Abandoné IU, sin resentimiento, a raíz de la VI Asamblea (año 2000) por los motivos que se pueden extraer de mis primeras impresiones, una vez finalizado el acto:
“Eran aproximadamente las 2 de la tarde del  día 29 de octubre de 2000 en el que culmina el Congreso que se inició el día 27, Gaspar Llamazares, como recién estrenado Coordinador general, se dirige, desde el podio, a los asistentes a la VI Asamblea Federal de IU. Es el fin de una etapa en la que Julio Anguita despertó pasiones encontradas entre propios y ajenos. No es sólo el fin del  mandato de un dirigente político, sino también la consolidación de un cambio de rumbo en lo que fue la izquierda real de este país, cambio que progresivamente se venía produciendo desde que las instituciones públicas e, incluso, las estructuras orgánicas de las actuales formaciones de “izquierdas” ofrecen migajas de bienestar y poder a los descendientes de aquellos que, en otros tiempos, se movían clandestinamente entre reuniones de grupo y asambleas prohibidas. La mayoría de los allí presentes son simples herederos de la labor callada de los ahora ausentes; son advenedizos, oportunistas, farsantes que, como los cesantes, han encontrado en el mercado de la política un modus vivendi cómodo e hipócrita.
La sala del Pabellón de Congresos estaba medio vacía, muchos delegados y delegadas habían emprendido ya viaje hacia sus lugares de origen, no tienen demasiado interés en oír a su nuevo jefe; saben muy bien de qué va la cosa. El abandono de sus asientos es un claro síntoma de esa nueva forma de estar muy diferente a aquella  en la que los ideales y la lucha por un mundo más justo, más racional y más humano eran las señas de identidad de una formación de izquierdas; en la que el compromiso era el signo inequívoco de la militancia; en la que la utopía estaban a la vuelta de la esquina. Ahora es diferente, el día a día de la mayoría de los delgados convocados a este acto es rutinaria, tediosa, burocrática, aburrida, pero les merece la pena porque tiene sus compensaciones”. (Continúa).
Recientemente el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha dicho: “se vive muy cómodo, siendo fiel a tus principios, sabiendo que vas a ser minoritario”, lo que ha desatado duras crítica de los incondicionales de IU, que, dicho sea de paso, se suman a las de los ortodoxos de la “ética pura”, que exigen a la nueva formación política lo que ni ahora, ni nunca, han exigido a los demás partidos.
No podría estar más de acuerdo con las palabras entrecomilladas. Supongo que P. Iglesias conoce bien a IU por dentro y, en consecuencia, se pronuncia, ahora, de manera análoga a como lo hice yo en el año 2000. Los dirigentes de la Coalición se han conformado con tener una pequeña participación en las instituciones: la suficiente para que ellos puedan vivir del cuento, lo que convierte a la política en un pequeño negocio. Pero esto cuesta verlo a los incondicionales que, más por ingenuidad que por otra cosa, les siguen otorgando su voto.

Ahora, en tiempos de turbulencia, la prevalencia de los intereses personales y el protagonismo se agudizan. Es el caso, por ejemplo, de Tania Sánchez ya que su comportamiento no se diferencia demasiado de otras “lideresas” del PP o del PSOE, cuyos nombres no menciono por desprecio y pudor.

Hay dos razones de peso por las cuales no es difícil pronosticar el futuro de IU. La primera es la aparición en el escenario político de Podemos. La otra es la lucha fratricida de sus dirigentes. Podemos cubre un espacio político que eclipsa por completo a los partidos que se autoubican en lo que se conoce como izquierda, una izquierda más formal que efectiva. Podemos, a pesar de la crítica demoledora a la que está siendo sometido, ofrece la credibilidad que han perdido tanto PSOE como IU. Esta última formación, como la otra, está desnortada, ofreciendo vagamente lo que no ha sido capaz de hacer en los últimos treinta años. Hace poco tiempo, vía redes sociales, le pregunté a A. Garzón (posible futuro Coordinador Federal), eso: ¿por qué IU ofrece hacer ahora lo que no ha hecho durante los años anteriores?, qué tiempo ha tenido. Como era de esperar, no hubo respuesta. Su raquítica representatividad se debe, entre otros motivos, a lo que ya hemos señalado, y que compartimos con P. Iglesias: se han acomodado y se han conformado con las migajas que el poder les ha concedido.

Si el proyecto Podemos sale bien, el futuro de IU es muy oscuro, pudiendo llegar a desaparecer. O tal vez continúe en esa trayectoria mortecina, cosechando un ridículo porcentaje de votos, pero, por lo que parece, suficiente para sus dirigentes. 

domingo, 1 de febrero de 2015

EL FRAUDE DE LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA EN ESPAÑA (Ahora y siempre)

Para todos aquellos o todas aquellas que tengan a bien acceder a este escrito, es conveniente indicarles, previamente, que mi posición política e ideológica se encuentra en las antípodas de los actuales gobernantes, del partido que lo sustenta y, en particular, de la política educativa del actual ministro de educación, empeñado, contra viento y marea, en destruir lo público y defender, sin ningún tipo de pudor, los intereses de los centros privados.
Pero hecha esta salvedad, es necesario analizar en profundidad la definición y desarrollo de la vigente práctica educativa, alejada de lo que debería ser un verdadero modelo que definiera, de una manera científica, los diferentes procesos de aprendizaje, así como su aplicación.
En estos días, la discusión se centra en los estudios posteriores a la secundaria. Después de un intento de aproximación a los planes de Bolonia, surge una nueva polémica por la flexibilización de los tiempos para alcanzar la titulación. Primero, las carreras de tres y cinco años desaparecieron formalmente dando paso a lo que se denomina Grado, con una duración de cuatro años, salvo excepciones. Pero, ahora, un Gobierno, con pocas posibilidades de permanencia una vez finalizada la actual legislatura, decide por Decreto que los Grados se pueden impartir en tres o en cuatro años, a  voluntad de las autoridades de cada Universidad. Eso sí, los Máster de postgrado podrán tener una duración de uno o dos años.
Los Másters, antes y después de esta última decisión de un ministro inepto, son un negocio para las Universidades privadas, pero también para las públicas, y un fraude para todos los alumnos que los cursan. 
Ante esta nueva situación, aprobada con fecha 30 de enero de 2015 en Consejo de Ministros, aparecen las quejas de los sectores, supuestamente, más progresistas. Los alumnos protestan porque dicen que sus estudios se encarecen. La sociedad en su conjunto, salvo honrosas excepciones, cree que, ahora, para completar la formación es imprescindible cursar un Máster. El esquema antiguo de los cinco años ha dejado una huella indeleble. Así si el Grado es de cuatro años, habrá que hacer un Máster de un año, pero si es de tres, el postgrado tendrá que ser de dos. En cualquier caso la suma es de cinco cursos. La vinculación entre Grados y Másters es un verdadero galimatías. En algunos casos dicen que son cursos de especialización, en otros son más generalistas que el propio Grado: caso de las ingenierías, por ejemplo.
Las quejas y las reivindicaciones se sitúan en el terreno netamente económico y político, lo que no deja de ser interesante, pero nadie, salvo excepciones, se preocupa de la parte mollar del asunto, o sea del valor y contenido de la formación. Si tuviéramos que resumir en una sola palabra la anterior o presente formación universitaria diríamos, sin dudarlo, que es una mierda, término un tanto escatológico pero de lo más expresivo. Si quisiéramos afinar un poco más, diríamos, por un lado, que este sector educativo nunca ha profesionalizado a los titulados que han estado perdiendo el tiempo en las aulas; por otro, es, como los otros sectores educativos, un instrumento para que la ciudadanía sea obediente y se someta al poder sin poner obstáculos, para que los individuos formen parte del engranaje social sin subvertir el rol que el poder asigna a cada cual, como ocurre en el resto de países capitalistas.
Un Estado verdaderamente democrático debería preocuparse de la educación, definiendo eficaces procesos de aprendizaje, en el marco de una tecnología educativa, para alcanzar el verdadero desarrollo intelectual de los ciudadanos, pero esto solamente sería posible en un entorno socioeconómico sin clases, ausente de la exagerada desigualdad entre ricos y pobres.

Nota: Hablando del valor de los Másters, cuyo coste, dicho sea de paso, es abusivo, un familiar muy cercano, de nacionalidad  norteamericana, ha cursado en la Universidad Complutense de Madrid el MBA (Máster in Business Administration) con un coste próximo a los 5.000€. A la hora de volver a su país ni se ha molestado en solicitar el título. Un fraude, una vergüenza, y un descrédito de nuestras instituciones educativas para el resto del mundo.