sábado, 12 de agosto de 2017

¿QUÉ PASA CON GASPAR Y BALTASAR?

Ya hace tiempo que dejé de creer en los RRMM de los textos apócrifos, como para creer en estos homónimos, de inestable posición política, que caminan de fracaso en fracaso. Por lo que nos cuentan, parece que quieren reinventar la izquierda, concepto ambiguo y trasnochado. Lo que hay en esa inconcreta franja política no les vale. Es cuestión de puro protagonismo y de intentar reparar esos fracasos anteriores, que no son pocos.
Cuando ocurren estas cosas, cuando aparecen nuevas formaciones, aunque sólo estén formadas por cuatro amiguetes, uno duda de si son grupúsculos organizados desde arriba, por los que mandan, o, sencillamente, son fruto de la ineptitud y del cúmulo de descalabros y frustraciones personales. En cualquier caso, lo que consiguen es desorientar a la ciudadanía y robarle un puñado de votos a otras organizaciones que tienen un significativo apoyo electoral. Con estos esperpénticos acontecimientos, disfrutan los reaccionarios y sufren quienes quieren presentar una alternativa a los gobiernos enemigos del pueblo.
El primero, Gaspar, fue elegido Coordinador de IU en la Sexta Asamblea, a la que asistí como delegado. Una combinación de la mala impresión que me produjo todo el proceso de compadreo, de la apatía de gran parte de los asistentes, de la discriminación de las bases, de la burocratización de la organización, de la deriva que la coalición iba tomando y de las direcciones que salieron de aquel acto me llevaron a dimitir como Coordinador local y como militante. Lo que allí vi era una pírrica pelea por aparecer en los órganos de poder de la coalición y la endogamia de quienes tenían alguna posición orgánica o institucional.
Llamazares aparecía como una figura gris, sin el carisma que requiere un puesto como el que consiguió entre los pactos de cloaca y la confabulación. IU fue de mal en peor durante su mandato, obteniendo los peores resultados de su historia en las elecciones de 2004 y 2008. En esta última convocatoria él fue el único diputado, junto a otro de Iniciativa per Catalunya.
Desde que fue sustituido por Cayo Lara, no ha dejado de “joder la marrana”. Creó un nuevo partido, “Izquierda abierta”, y se opuso a la alianza de IU con Podemos. Por lo que parece, no superó ser desplazado de la dirección, ni desaparecer de las listas para ser candidato al Congreso de los Diputados. No se ha resignado a ser un Diputado regional. Hay gente que no soporta el fracaso, aunque siga manteniendo posiciones de privilegio, muestra inequívoca de pobreza humana.

Y qué decir del otro, de Baltasar. Cuando fue expulsado de su puesto de juez, gozó de la solidaridad de amplios sectores sociales, en alguno de ellos, yo mismo, me encontraba. En mis escritos posteriores a aquel acto, no dudaba en ensalzar el atrevimiento y la valentía de esta persona, y en tratar de injusta la medida adoptada por el poder. Pero, poco a poco, mi opinión fue evolucionando hasta llegar al rechazo absoluto de sus anteriores y últimas actuaciones. Jamás entendí cómo este hombre no se defendió con mayor vehemencia. Tal vez le iba bien venderse como víctima y adquirir fama y dinero. Es como que aceptó de buen grado el veredicto, algo inaudito, sabiendo que la opinión pública estaba de su parte, salvo los sectores más recalcitrantes. Este también montó un “nuevo espacio político” (como lo calificó), Convocatoria cívica, que ha tenido el mismo éxito que la Izquierda abierta de Gaspar.

Por eso, ahora aparecen con esa nueva propuesta, “Actúa”, junto a otros disidentes de la unión y el deseo real de cambio. Viejas caras rencorosas e ignorantes que, consciente o inconscientemente, impiden el progreso a posiciones más racionales o, al menos, el intento para conseguirlo. Mi deseo es que todo esto no vaya más allá de una reunión de amigos ante las oportunistas cámaras de TV.