jueves, 30 de agosto de 2012

BREVE RELATO DE LA HISTORIA MÁS RECIENTE


El 20 de noviembre de 2011, con el adelanto de unos meses, se celebran elecciones generales. Cumpliéndose todos los pronósticos, el PP obtiene una holgada  mayoría absoluta. El PSOE, como era de esperar,  se derrumba, e IU mejora considerablemente su posición parlamentaria. Otros grupos de corte amarillista también consiguen elevar el número de diputados. Los nacionalistas se mantienen, e irrumpe una nueva fuerza política: Amaiur, formada por organizaciones de la izquierda  abertzale del País Vasco.   
El PP se presenta como el salvador de todos los males con un programa en el que anuncia que acabará con el paro, que no subirá los impuestos y que no habrá recortes. Con estas mentiras consigue engañar a una masa ingenua a la vez que ignorante, además de conseguir los votos de los incondicionales ligados a la iglesia católica o a las ideas del Régimen anterior.
Si bien es cierto que los anteriores gobiernos socialistas iniciaron el camino marcado por los mercados, también lo es que intentaron contener las medidas que se solicitaban desde la UE. Sin embargo, los del PP, con el miserable Rajoy a la cabeza, se han lanzado a tumba abierta haciendo todo lo contrario de lo que decían, como era de esperar.
Ya advertíamos algunos antes de la convocatoria que la victoria de ese grupo tan reaccionario supondría un importante retroceso para las clases populares, pero la tozudez, y a veces la falta de luces de algunos, en ese empeño de ser fieles a un ideario que ellos consideran próximo a su pensamiento, dispersaron el voto de la izquierda real, dejando el camino expedito a los del PP. Le resulta muy difícil entender a la ciudadanía que es necesario apoyar a una fuerza política de corte moderado, como lo es el PSOE, hasta que otra alternativa más progresista tenga la suficiente fuerza como para intervenir en las tareas de gobierno. Más pronto que tarde hemos comprobado que la presencia de IU en el Parlamento es irrelevante. Que ese apoyo electoral que ha tenido sólo ha servido para que unos cuantos más vivan del cuento. Por otro lado, el grupo abertzale vasco tampoco ha satisfecho las expectativas que algunos habíamos depositado en ellos. Es una vergüenza que en estos precisos momentos el Parlamento esté tomado por la policía para impedir que ese “pueblo soberano” que ha votado se acerque a él, y vergonzoso también que los diputados que se consideran de izquierdas se escondan bajo ese blindaje.
Desde la óptica netamente socioeconómica la situación sufre un progresivo deterioro a lo largo de las tres últimas décadas, hasta llegar a nuestros días. La explosión  inmobiliaria de comienzos de siglo supuso un crecimiento artificial que vino luego a incrementar bruscamente esa deriva hacia la inestabilidad y la pérdida de lo que se conoce como estado de bienestar. Es como si se tratara de los últimos coletazos de un sistema que se ahoga en sus propias contradicciones. Las tesis de K. Marx están ahora más vigentes que nunca. La riqueza se encuentra en manos de unos pocos. El desarrollo tecnológico y la búsqueda de mayor productividad conllevan la disminución de fuerza de trabajo. En esa carrera por incrementar las ganancias, la actividad productiva es sustituida por la especulación y el mercado del dinero. La juventud no encuentra trabajo y, cuando lo tiene, la precariedad y los bajos salarios constituyen la tónica general. El acceso a una vivienda se hace ahora casi imposible para ellos. Todo esto empobrece a la clase trabajadora, de manera que cada vez son más las capas sociales que se ven afectadas. De este estado general de pobreza sólo se salvan algunas castas que son protegidas por el poder real. Los políticos forman una barrera de contención para los poderosos. Los medios de comunicación intoxican y distraen a la masa. Los deportes y los deportistas constituyen el opio de la modernidad. Todos ellos son instrumentalizados en beneficio de la clase dominante. Todos ellos se libran de ese deterioro social que afecta a las clases populares.

En los ocho meses de gobierno del PP los recortes que comenzaron con el gobierno de Zapatero se han multiplicado y los impuestos han sufrido un importante incremento. El paro no sólo no se ha reducido, sino que ha aumentado, y los pronósticos no son nada halagüeños; se espera que el número de parados sea de seis millones al final de este año 2012.

¿Cómo está reaccionando la población frente a la situación que padecemos? Las clases populares han ido  perdiendo de manera progresiva ese espíritu rebelde de los años setenta hasta  llegar en la actualidad a la indiferencia y a la perdida absoluta de conciencia. Sin embargo, la presión que estamos sufriendo es fuerte, de manera que, en el futuro, puede ocurrir cualquier cosa.
Pienso que los poderosos y sus gestores están jugando con fuego. De momento, los actos llevados a cabo (manifestaciones, huelgas, etc.) no están produciendo efecto alguno, pero llegado el momento, los individuos se verán obligados a realizar acciones de mayor calado, habrá cada vez más agitación social que influirá en la vida de todos: ricos y pobres. El poder político, que ya es fuertemente cuestionado por amplios sectores, resultará inservible para contener a la masa y mantener la “paz social”, función que ahora tiene encomendada. Pero ante la actual ausencia de un agente transformador que organice las revueltas, la agitación social sólo puede convertirse en confusión y desorden con todas las consecuencias que ello pueda acarrear.
De los actuales partidos políticos de la oposición poco podemos esperar. Tal como estamos comprobando, la política, como institución endogámica, se ha convertido, tal como hemos señalado anteriormente, en una pugna entre rivales con el único propósito de acceder al poder y vivir de ello. Se han esfumado los grupos revolucionarios con consistencia que podrían ofrecer alternativas al sistema capitalista. El derrumbe de la URSS ha supuesto un antes y un después en la correlación de fuerzas en los estados capitalistas. Los Partidos Comunistas de occidente han ido perdiendo fuerza revolucionaria hasta integrarse plenamente en el actual sistema. Lo mismo ha ocurrido con los sindicatos.
Aparecen movimientos de oposición, pero sin la firmeza que se requiere para combatir contra un sistema que se agota, pero que se resiste a su desaparición.
La ausencia de ideas entre aquellos que pueden ser oídos es una realidad. Los “intelectuales” se venden por un plato de lentejas  y prefieren convertirse en tertulianos en lugar de crear una corriente de pensamiento crítico o de encabezar esas revueltas callejeras. Los potentes medios de comunicación  se encargan de filtrar cualquier iniciativa que ponga en cuestión el modelo político o el sistema, por muy tocado del ala que se encuentre. Todo ello nos sitúa en un tiempo de incertidumbre e inestabilidad como nunca se había vivido en estos últimos sesenta y tantos años que me ha tocado vivir. La actual situación nos puede devolver a una sociedad de corte feudal semejante a la vivida en épocas pasadas, sometiéndonos y aceptando la miseria y el hambre, o revelarnos eficazmente contra la injusticia y el abuso, y luchar para conquistar un fututo mejor que este tiempo que vivimos y que vamos dejando atrás. Todo depende del despertar de la sociedad para que recupere la conciencia y actúe de manera contundente y organizada en contra de todo lo que nos está pasando ahora. Faltan elementos para hacer un pronóstico certero. 

miércoles, 22 de agosto de 2012

NOTAS ENTRESACADAS PARA UN OTOÑO INCIERTO



El verano trascurre entre el calor y el desconcierto. De entre las noticias que circulan destaca una a modo de quimera que anima a unos y confunde a otros, pero, de momento, no asusta a nadie. No cabe la menor duda de que la situación política en este país es demencial y que la económica es altamente preocupante. Al hilo de los futuros acontecimientos, o intentonas poco meditadas, se me ocurre recuperar algunas notas entresacadas de otros artículos anteriores.

1. La falta de respaldo internacional
Con el derrumbe de la URSS en 1991, y la hegemonía del mundo capitalista con EEUU a la cabeza, llega a su fin un ciclo histórico. Los grandes capitales, sin ningún tipo de freno, emprenden un camino enloquecido hasta llevarnos a la situación actual, con un futuro que se nos ofrece poco alentador. La dinámica capitalista muestra hoy su cara más irracional y alienante. Los autores de las salvajes  fórmulas de enriquecimiento que ahora funcionan no cesarán en su empeño porque la pobreza humana es un excelente caldo de cultivo; de manera que, a modo de espiral, cuanto más dinero se tiene mayor es el deseo de multiplicarlo.

2.  La falta de respaldo nacional
Los aparatos de los partidos comunistas en la Europa actual han perdido totalmente el protagonismo que llegaron a tener hasta la década de los años 70 del anterior siglo. En algunos casos como Italia o España han ido abandonando de forma progresiva el tinte revolucionario que les caracterizó en épocas anteriores y, recurriendo a múltiples transformaciones (IU en España, el Olivo y las refundaciones en Italia, o coaliciones parecidas), se han integrado plenamente en el sistema, formando parte del espectro parlamentario, en franca minoría y sin posibilidad alguna de lograr una mayoría representativa a corto, medio y largo plazo.

3. La ausencia de agente trasformador
Pienso que los poderosos y sus gestores están jugando con fuego. Llegado el momento, los individuos se verán obligados a salir a la calle masivamente, habrá agitación social, el poder político resultará inservible para contener a la masa y mantener la “paz social”, función que tienen encomendada. Ante la ausencia de un agente transformador, la agitación social sólo puede convertirse en confusión y desorden.

4. Advertencia (con perdón)
Cuando se lleva a cabo una acción reivindicativa sin éxito, refuerza el poder de aquellos contra los que va dirigida. El posible conato de miedo de los poderosos al ser cuestionado su poder  se diluye ante el fracaso o la inacción de los de la propuesta, lo que permite que ese poder aumente al comprobar que no pueden con ellos.


5. Cambio de táctica
La salida de la situación en la que nos encontramos pasa por abandonar la táctica basada en actos inocuos como las manifestaciones pacíficas, las huelgas insustanciales y demás acciones al uso, y acometer actos que de verdad dañen a los que ahora se empeñan en someternos a toda costa, es decir, perder el temor para meter miedo a los de arriba.