domingo, 18 de agosto de 2013

TERTULIAS Y TERTULIANOS

Un conocido, poco sospechoso de ser de izquierdas, me decía hace poco que estaba harto de tertulias, que, aburrido, dejó de ver este tipo de programas hace ya tiempo. No me extraña. Esto aburre al más adicto a la “tele” o a la radio. Las tácticas  alienantes, como es esto de los pseudodebates, tienen su eficacia durante un tiempo, pero luego se vuelven en contra de sus mentores. Tendrán que inventar otra cosa con la que nos coman el “coco”, o al menos intentarlo.
Vengo haciendo una crítica seria a estos tertulianos desde hace bastante tiempo, y, en general, a los medios de comunicación, como uno de los fundamentales pilares del actual sistema. Valga como ejemplo el siguiente texto:
“En un desenfrenado y permanente afán de no dejar un solo cabo suelto, el sistema inventa día a día nuevas fórmulas para que nada escape de sus garras. Es relativamente reciente (hace un par de décadas) la incorporación masiva de los conocidos como tertulianos a diferentes programas de radio y de televisión. En realidad, nada tienen que ver con las clásicas tertulias de otros tiempos, caracterizadas por la concurrencia de intelectuales y personas inquietas preocupadas más por la cultura y el progreso que por su personal economía.
Los tertulianos y las tertulianas de esas vanas tertulias tienen los bolsillos bien repletos a cambio de jugar un sucio papel, encomendado por el poder, para que suplan el pensamiento, el juicio y la crítica del pueblo oprimido. Son ellos los “pensadores” oficiales. Aquello de que “el hábito hace al monje” otorga a estas personas un protagonismo que no merecen. La implantación de modelos como éste se apoya en la desidia y el aburrimiento de una población totalmente domada y acostumbrada a que le impongan esquemas y fórmulas preconcebidas.
El perfil del tertuliano tipo se caracteriza fundamentalmente por ser una persona totalmente integrada en el sistema, partidaria de una u otra fuerza política con posibilidad de gobernar, intelectualmente poco dotado y carente de valores colectivos. Por estos motivos, son incapaces de analizar con corrección cualquier hecho o acontecimiento de cierta trascendencia, de obtener conclusiones válidas y coherentes, o de elaborar un diagnóstico certero que pergeñe (al menos) acontecimientos futuros.
La dinámica seguida en cualquier tertulia se caracteriza por la discusión, el atropello y el afán de protagonismo. En algunas de ellas, cada vez con menor frecuencia, suele aparecer la figura de “l’ enfant terrible” para justificar una falsa pluralidad. En apariencia este personaje díscolo discrepa de los planteamientos más conservadores, pero su forma de vida y sus ambiciones son semejantes a las de los demás; es, tal vez, la pieza más negativa de ese juego de la mentira”. (http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico, 2010).
Ahora, trascurrido algún tiempo, compruebo que algunos de ellos, de los tertulianos, no merecen otro calificativo que el de imbécil, dicho sea con el ánimo de definirles y no de insultarles. Cierto, la idiotez se ha apoderado de esas tertulias en las que participan individuos con ese grado de imbecilidad que lo traen ya “de serie”. Son un grupo casi estable que van de cadena en cadena (aquellas de más audiencia) poniendo el cazo. 100€ por aquí, 300€ por allá, etc. etc. Una compensación adecuada a esa inmoral tarea que llevan a cabo. Dicen algunos que esta pandilla también se pasea por eso que llaman la “TDT Party”, o sea, por las cadenas de la extrema derecha. Yo no lo sé. Mis receptores de televisión, al parecer, han captado mi manera de pensar, por cuyo motivo no son capaces de sintonizar esas emisoras.

Por fortuna, como señalo al comienzo, la proliferación de esas pseudotertulias, la ineptitud de sus concurrentes, la reiteración de sus comentarios, la falta de lucidez para debatir y la presencia de las mismas caras provocan cansancio, rechazo y abandono. Desgraciadamente, toda la alta tecnología al servicio de la información no se corresponde con el uso que de ella se hace. La radio y la TV se han convertido en instrumentos de manipulación,  de enajenación, de mentira, en suma, de putrefacción. 

domingo, 11 de agosto de 2013

CUENTO DE VERANO: DE LOS HECHOS A LOS DESEOS.

Por lo que finalmente supimos aquellos que, ensimismados, dedicábamos el tiempo a nuestros cotidianos quehaceres, Berzas formaba parte de un sucio “negocio”, y  era el encargado de recaudar los donativos que, más que dádivas, eran la  condición indispensable para poder participar en el obsceno juego del “te concedo tal obra pública si previamente has pasado por caja”. Berzas formaba parte de una panda de truhanes que vivían de espaldas a los súbditos de aquel lugar, esos que, cada día, se esforzaban por llevar algo de sustento a sus casas. Berzas controlaba los dineros que entraban y salían, para lo cual apuntaba en su libreta  cada uno de los movimientos. Por lo que más tarde se supo, esa panda de facinerosos  recibía periódicamente una suma importante de dinero. Dinero que no se correspondía con trabajo realizado. Unas entregas fraudulentas que les cegaban y les impulsaban a pedir cada vez cantidades mayores. Berzas, debido a los servicios que prestaba a los demás, era un elemento protegido y mimado, una excelente persona, como los demás le calificaban. Con un tono balbuceante que le denunciaba, en cierta ocasión, alguien se atrevió a decir de él: “nadie podrá demostrar que no es inocente” (fin de la cita). Pero después, como veréis, pasaron de la lisonja al más absoluto desprecio, algo muy propio de aquellos que los de abajo suelen llamar gentuza, aunque su ignorancia les ciegue a estos, y  elijan a aquellos para dirigirles.
Sin embargo, más tarde que temprano se descubrió el “pastel”. La codicia ciega y embrutece a quienes tienen ese afán de enriquecimiento sin límites. Lo que para el pueblo es una verdadera estafa, la ambición en combinación con las alucinaciones de las perturbadas mentes de aquellos les hicieron creer  que esos hechos eran normales. Es entonces cuando comenzaron a aparecer grietas, y sus impúdicos actos salieron a la luz.
Todo comenzó porque surgieron voces que denunciaban a aquellos que recibían regalos, aunque esto se quedó pequeño frente a los descubrimientos posteriores.
Corruptores y corruptos formaban un clan en el que era difícil distinguir a unos de otros. Aquello era un totum revolutum, que los habitantes visualizaron atónitos en la retrasmisión de una especie de ceremonia nupcial de uno de un vástago de uno de los  mayores implicado en la trama. Eso era una verdadera “familia” en la que no era fácil distinguir en cual de ambos bandos se encontraba el más canalla o el más ruin. De lo primero que los habitantes de por allí se enteraron fue de ciertas conversaciones entre pares. Perdido ya el pudor, uno (corruptor) le decía a otro (corrupto): “te quiero un huevo”, a lo que el querido contestaba: “y yo te quiero más que a mí mismo” (licencia literaria). En otro momento, uno con menos de cien gramos de cerebelo le pedía al mafioso manjares para cierta celebración casera. En fin, un escándalo que se hizo público, dando pié  a lo que vendría mas tarde, a la parte mollar de la generalizada corrupción.
En algún momento, alguien se percató de que el tal Berzas había acumulado una desorbitada cantidad de dinero que tenía repartido a lo largo y ancho de este planeta. Mucho dinero para haber sido ahorrado a lo largo de su vida laboral como simple cajero, a pesar de que estaba bien pagado. Cómo no. Esto ya pasaba a palabras mayores. El pueblo llano se enteró de que aquel que había llegado a mandamás a través de la mentira, así como todos sus secuaces, habían recibido cantidades de dinero que Berzas les suministraba en sobres o en cajas de cigarros-puros. Esto era más gordo que aquellos hechos en los que se mezclaban los regalos con la gilipollez de los agraciados. 
El cajero repartía, pero se quedaba con una parte. Era como el diezmo de las cantidades que algunos corruptores pagaban para recibir los favores de los que disponían ilícitamente de los dineros públicos, que con tanto esfuerzo los súbditos depositaban en las arcas de aquel país. ¿Qué digo el diezmo? Eso era más del 10% de lo entregado porque parecía imposible que en tan corto periodo de tiempo  Berzas hubiera acumulado tanta riqueza.
Así que, inevitablemente,  Berzas quedo encerrado tras los barrotes de la prisión de aquel lugar. Al verse en tal situación, no le quedó otra que “tirar de la manta”. Muchos se lo pedían con ahínco. Fue entonces cuando el encarcelado hizo pública la relación de aquellos que habían recibido ingentes cantidades de dinero, burlando las normas legales de aquel país.
A partir de ahí, aquellos que le protegían comenzaron a repudiarle y a abandonarle como si nunca hubieran tenido nada que ver con él. 
Los que gobernaban, receptores de esos dineros, seguían mintiendo y negando que tal cosa fuera así. Nadie del lugar les creía, pero ellos “erre que erre”.
Llegó el cálido estío con esos días de calima y esas noches de insomnio a causa del sofocante calor. Era un tiempo de olvido, un tiempo de parálisis. La mayor parte de los  cronistas estaban aletargados como los galápagos lo hacen hasta que llega la primavera. Era como si la corrupción hubiera sido una pesadilla. Ahora nadie hablaba de Berzas, ni de los demás beneficiarios, esos de los que habían hinchado sus arcas con el dinero público. Los pocos voceros que seguían activos intentaban distraer  a las gentes, despertando a la “bicha” de un caluroso verano, tratando un viejo y manido asunto reivindicativo que tiene su origen en las maniobras de unos ineptos reyes de antaño que eran capaces de vender su alma al diablo con tal de ocupar la poltrona.

Pero pasado un tiempo, el asunto de la corrupción comenzó a removerse. El viento otoñal comenzó a despejar las mentes un tanto abotargadas de la plebe. Otra vez, los comentarios, las noticias, las crónicas, y un ambiente demasiado enrarecido. Los que mandaban volvieron de sus vacaciones como si nada hubiera pasado. Sin embargo, aquello se hacía irrespirable, no cabían más contradicciones entre sus “cuentos” y la realidad. La presión fue tal que no tuvieron más remedio que huir, que abandonar sus cargos. Aquellos que se las prometían tan felices haciendo y deshaciendo a su antojo. Todo aquel tejemaneje sirvió, al menos, para que una buena parte de los habitantes del lugar, desencantados, desistieran de elegir a aquellos que se erigen en dirigentes para beneficio personal único y exclusivo.